Capítulo 1 (Parte I).
Meses antes.
El olor a combustible era imposible de evitar. Aquel era bien percibido por el olfato de aquel chico de cabellos rubios-castaños, incluso si no hubiera tenido un olfato súper desarrollado por su trabajo, él lo notaría con facilidad.
Estaba ansioso por verla, deseaba con emoción ver la hermosa silueta de su novia asomarse por la puerta de aquel jet privado. Ella era unos veinte años menor que él, asunto que le importaba muy poco a ambos.
Ella es perfecta para él, tanto como él lo es para ella.
La espera terminó, ella se detuvo en la puerta y alzó sus brazos al aire dando un estirón, luciendo espectacular, justo como la recordaba.
Él sonrió al verla, ella siempre llamaría la atención a donde quiera que fuera. La chica bajó su mirada, encontrándose con los increíbles ojos azules de su atractivo hombre. Ambos sonrieron juntos. Las ráfagas de viento hicieron volar su cabello en todas direcciones, la última vez que él la había visto ella llevaba el cabello largo hasta la cintura, ahora lo tenía corto, quizá a la mitad de su cuello; pero sin importar lo que ella hiciera con su cabello, siempre sería arrebatadora.
― ¡Bienvenida señorita Benneccio! ―gritó él sobre el ruido del motor del avión.
― ¿Benneccio? ―preguntó ella mientras bajaba las escaleras― Supongo es mi nuevo apellido, señor Lett.
―Supongo que el último es el que le gustaría llevar ―presumió, sabía lo que ella quería.
―Por supuesto ―aseguró ella sonriente. Al llegar a su lado, ella literalmente dejó caer al suelo todo lo que estuviera en sus manos, necesitaba tener sus manos libres, necesitaba tocarlo, estaba hambrienta de él.
Él puso sus manos en la espalda baja de la chica al mismo tiempo en que ella le tomaba el rostro; sellaron su saludo entre sus labios, besándose como solo deberían hacerlo entre paredes.
La había extrañado tanto, se preguntó cómo pudo vivir aquellos meses lejos de ella, de sus brazos, de su piel, de sus besos.
― ¡Luciana! ¡Jared! ―gruñó una voz detrás de ellos, con un ligero tono de reprensión.
Ella separó sus labios del amor de su vida solo para mirar detrás de él, a diferencia de su hermano, él tenía el castaño, un castaño profundo, y una expresión eterna que le hacía parecer enojado; pero ella recordaba que no todo el tiempo fue así. Hubo una vez que él era chico relajado, y su hermano parecía estar siempre enojado.
―Shannon... aguafiestas ―se quejó ella.
―No deben hacer espectáculos públicos de su... amor. Acaben con esto; debemos llevarte a la facultad ―demandó Shannon, este dio media vuelta y regresó con paso furioso por el mismo camino que había llegado.
― ¿Facultad? ―le preguntó Lucia, miró a Jared, quien aún la envolvía con sus brazos.
―Te explico en el camino ―él la soltó y se inclinó para tomar del piso las cosas que su amaba había dejado caer.
Ella se quedó de pie en el mismo lugar; aun cuando él empezó a alejarse con sus cosas.
¿Facultad?
¿Por qué tendría ella que ir a la facultad?
Lucia se acomodó su corta falda y se colocó unos lentes de sol, que rondaban en un valor mínimo de tres mil dólares. Todo lo que llevaba encima la hacía valer más de un millón de dólares.
Ella caminó despacio y con elegancia hasta fuera del aeropuerto. Donde una limusina la esperaba.
Ella sonrió al ver su auto, color perla, no era su color favorito; pero le gustaba.
Jared extendió su mano en disposición de ayudarla a subir a la limusina.
Ella la tomó, no porque lo necesitara, sino porque amaba su piel; entonces subió a su auto enseguida. Acarició la piel de los asientos de su nuevo auto, américa no había sido parte de su línea de trabajo hasta aquel entonces; sin embargo, estaba empezando a gustarle.
Luego de encargarse del equipaje, Jared se subió justo a su lado. Este extendió su mano, llamando la atención de la señorita que aun admiraba la calidad del encuerado del interior de la limusina, sabía que le encantaba porque era de su color favorito, color escarlata, en su honor.
Ella le miró con ojos chispeantes, él seguía igual de guapo desde la última vez que lo vio, él seguía siendo igual de guapo desde el momento en que lo conoció. A Lucía le sorprendía como él jamás parecía envejecer, siempre tenía ese rostro angelical, y esos ojos azules que parecían consumir tu alma desde adentro. El cabello rubio que se le alborotaba justo al frente también lo hacía lucir más joven.
No lo resistió más, ella soltó su mano y las llevó de regreso a su rostro, acercándose, atrayéndolo. Él tampoco se resistió a envolverla de regreso entre sus brazos, quería sentirla toda cerca de él, su cuerpo, su calor.
Volvieron a besarse con la pasión reprimida de meses, ambos deseando estar en otro momento, en otro lugar, uno en el que pudieran darle rienda suelta a la pasión. Ella pasó los dedos entre su cabello, despeinándolo aún más, él recorrió su espalda, esperando saciarse de ella solo con tocar su piel.
― ¿Terminaran algún día? ―preguntó Shannon sarcásticamente desde el asiento de conductor, rompiendo su burbuja.
Una limusina era lo suficiente privada en la parte de atrás para que ellos tuvieran suficiente intimidad; pero él ciertamente no quería escuchar a su hermano mayor en acción justo detrás de él.
― ¡Oh! ¿Estabas ahí? ―preguntó Lucia.
― ¿Qué te parece, Escarlata? Seré tu chofer. Deberías dejar de besarla, Jared, empieza a actuar como su tío.
― ¿Serás mi tío? ―chilló Lucia alarmada; ella definitivamente no quería que él fuera su tío.
―Sí, Chester será tu padre y yo seré su hermano ―aclaró Jared. Eran solo los papeles que tendrían que interpretar; pero estaba agradecida de que Chester fuera su padre y no tuviera ningún contacto cercano con ella.
― ¿Qué tendré que hacer yo? ―preguntó curiosa.
Jared tomó una carpeta que yacía en uno de los asientos de la limusina; sacó fotografías y un par de documentos.
Tomó una de las fotografías y se la pasó a Lucia, ella lo miró por un momento, la foto era de un lindo chico y sus ojos eran dulces. Por un momento, temió por su vida. Solo con aquella imagen podía notar lo que había dentro de él, era un muchacho inocente, así como sus hermanos cuando fueron asesinados.
―Él es Jacob Mitchell Pitters; necesitamos acercarte a él ―explicó Jared.
― ¿Qué tanto? ―preguntó temerosa, algo reacia.
―Debes conseguir tener una relación con él; que te proponga matrimonio, necesitamos poder que eso puede darnos.
― ¡Oh! ―expresó algo aliviada.
― ¿Qué sucede? ―preguntó Shannon al escucharla, la miró por el retrovisor, por un momento pensó haberla visto empalidecer.
―Pensé que tendría que secuestrarlo o matarlo. Es la primera vez, que me piden acercarme de este modo a algún chico, un simple muchacho. ¿Tan solo eso?
―Estamos llegando al final. Esperemos este sea nuestro último trabajo; entonces, por fin nos dirán dónde está tu padre ―Jared apretó su mano, ella había estado esperando eso por años.
―Lo había olvido; solo quiero terminar con esto. Intentaré hacerlo lo más pronto posible ―Ella guardó la fotografía de Jacob entre sus cosas, estaba segura de que no la necesitaría, podría reconocerlo fácilmente.
―Jacob estudia en esta facultad de medicina. Allí estudiaras tú, nos encargamos de introducirte en las mismas clases que Jacob. Eres asombrosa, yo más que nadie sé que podrás atraerlo a ti rápidamente ―Jared acarició la mejilla de su novia, ella rió complacida por su toque, por su devoción. A pesar de lo hermosa y cruel que podía ser, no se consideraba tan asombrosa; aunque lo era, ella había sido especialmente diseñada para seducir a cualquiera que se le pusiera en frente.
Pero ella solo lo quería a él.
Shannon puso sus ojos en blanco al ver como nuevamente, ese par de enamorados se besuqueaban. Podía vomitar ahí mismo.
Él tomó una naranja que llevaba en el asiento de al lado y se la lanzó a su hermano mayor; Escarlata rió al ver la expresión de Jared.
Tenía intenciones de devolverle el golpe; pero se contuvo, Shannon aún estaba conduciendo, podría ocasionar un accidente.
―Me la pagarás después ―amenazó.
―No entiendo por qué debo ir a la universidad ―Lucia volvió al tema del trabajo―; ya soy médica legal. Será demasiado obvio para los demás que ya sé cómo destazar un muerto y volver a unirlo sin que nadie se dé cuenta de que alguien lo abrió.
―Por eso serás microbióloga, al igual que Jacob ―dijo Jared.
―Es lo mismo, ya sé cómo se hace ―objetó ella.
―Eres buena actriz; podrás hacerte pasar como ignorante ―dijo Shannon.
―Lo intentaré; pero nunca seré ignorante. ¿Qué nombre usaré?
―Harriet Benneccio...
― ¡Qué refinado! ―se quejó ella, le gustaba el nombre, el apellido… no tanto.
―Como tú, querida.
― ¡Llegamos! ―Shannon aparcó el auto― Es hora de hacer tu magia, querida escarlata.
―Hora de brillar y deslumbrar ―dijo ella, guillándole un ojo a su cuñado.
Tomó las mejillas de Jared y lo besó una última vez. Antes de salir, se tomó un momento para revisar su maquillaje. Debía ser perfecta, no había espacio para errores. Acomodó su falda y los volantes de su blusa, mostrándose lista para el mejor papel de su vida.
Aun para ser una universidad prestigiosa, no muchos de ellos llegaban en una limusina enorme color perla. Por eso fue que cuando aquel desplante de riqueza se detuvo frente a la universidad; de inmediato llamó la atención de quienes rondaban. Especialmente de un grupo de tres chicos, uno de ellos acompañando a sus amigos quienes fumaban para satisfacerse justo antes de entrar a clases.
Todos miraron atentos en expectativa de lo que saldría de aquel medio de transporte; el primero en bajar fue un chico, y se vieron inmediatamente tentados a desinteresarse, sin embargo, cuando él extendió su mano dentro, supieron que había algo más por venir.
Se interesaron inmediatamente cuando los pies de la chica fueron visibles por debajo de la puerta, tacones finos, debían valer una fortuna. Ella llevaba diamantes en el tobillo, los mismos destellaron, haciendo a los chicos cerrar sus ojos por un momento.
Pero ella los deslumbraría más que los diamantes.
― ¡Miren eso! ¡Justo mi tipo! ―el chico rubio tiró el cigarrillo al suelo al mismo tiempo en que se admiraba por ella.
Piernas largas y tersas bien definidas, la falda que llevaba los dejaba admirarlas, cabello corto de un negro profundo. Estaba seguro de debajo de los volantes de su blusa, tenía pechos redondos y perfectos, como todo lo demás.
―No te emociones hermanito; es más mi tipo que el tuyo ―objetó su hermano mayor, ninguno le podía quitar la vista de enzima.
― ¿Al menos saben quién es? ―preguntó uno de los amigos.
―Ni idea Gabriel ―respondió el mayor de los hermanos.
―Yo si lo sé ―los tres chicos miraron a otro acercarse, los hermanos gruñeron con desprecio, eran enemigos desde que tenían memoria.
―Dinos Aran... Habla de una vez por todas ―exigió el menor de los hermanos.
―Cuida el tono Brice; aún podría no decirte nada, deberías ser más amable si quieres información.
―Te hablaremos como nos provoque ―Tegan, el mayor de los hermanos, se acercó a él, intentando lucir amenazante, intimidándolo.
―Tegan… ¡Basta! ―Gabriel se interpuso entre los dos, separándolos.
―Ya habla de una maldita vez ―gruñó Tegan.
―Ella es Harriet Benneccio, hija del magnate Chester Benneccio. Lo supe por el padre de Jacob, piensan hacer negocios juntos; este le mencionó que su hija regresaría de Japón a estudiar en el país, le pidió sugerencias, por supuesto que la enviaría acá.
―Hermosa y millonaria. Te dije que era de mi tipo ―dijo Brice.
Aran rió, que Brice quisiera acercarse a Harriet le parecía una buena broma, el chico definitivamente no estaba a la altura. Ellos solo eran hijos del dueño de una disquera, no había nada importante allí.
― ¿Acaso piensan luchar por ella? ―preguntó Tegan, él buscaría cualquier excusa para declararles la guerra a Arán y sus amigos.
―No se molesten, ustedes no podrían contra nosotros ―dijo Brice imponiéndose frente a Aran.
Aran se echó para atrás, fingió estar asustado, dejando claro que estaba burlándose de ellos, claramente su amenaza les parecía ridícula.
―No se preocupen por mí, esta es una guerra que no me interesa llevar; deberían buscar alguien más con quien pelear por ella ―dijo Aran.
―No entiendo por qué se molestan en debatir esto. Es obvio que la chica tiene novio ―Gabriel señaló a Jared.
―No, por lo que sé, él es el hermano mayor de Chester, es tío de la chica; aunque no dudo que una mujer como ella no tenga mejores ofertas ―aclaró Aran―. Consigan su propia información, Krann, no pienso ayudarlos a saber más de ella.
―No te necesitamos Blackburn ―dijo Brice.
―Gabriel. ¿Te quedarás bajo la sombra de estos idiotas toda tu vida? ―preguntó Aran mientras se marchaba.
―Tiene razón; no entiendo ni porque soy su amigo ―dijo este alejándose de los Krann.
―Sin nosotros no eres nada, admítelo ―gritó Tegan.
―Prefiero no ser nada ―dijo Gabriel ingresando al edificio.
Los Krann se miraron indignados, era la primera vez que los rechazaban así.
Los hermanos se separaron tomando rumbos diferentes, intentando escapar del momento incómodo.