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Capítulo 3. Su sabor

Por Franco

Me vestí volando, Claudia estaba con cara de culo, diciendo obscenidades.

Yo estaba enojado con las chicas por haber tomado y con Claudia, porque en lugar de calmarme, me ponía peor.

Parece que quería pisotearlas cuando ya estaban caídas.

No me gustó esa actitud.

Siempre hacía lo mismo.

Ellas son mi familia y las adoro, porque más allá de lo que últimamente me pasa con Ornella, la adoro, como siempre, al igual que a mi hermanita y también adoro a mi madre.

También está Mari, la madre de Ornella, que es como mi tía y una tía a quién quiero mucho.

Llegamos a la disco, Claudia me dice que me espera en el auto.

Pensaba que iba a pasar vergüenza si salía con dos chicas tomadas, que su imagen se iba a ver afectada y no sé qué sarta de tonterías me dijo.

Es muy prejuiciosa.

No comparto para nada ese pensamiento.

Entré y vi a dos tipos muy cerca de las chicas, me puse como loco.

—Mili, no salís nunca más, y vos Orne, tampoco.

No creo que entiendan lo que les digo, Mili está casi desvanecida, la alcé y la llevé a mi camioneta, luego volví por Ornella, ella podía caminar, pero si se agarraba de algo o de alguén, así que también la levanté a upa y la llevé a mi camioneta.

Claudia, cuando me vio llevando a Ornella en mis brazos, se puso súper celosa ¿Pero qué más podía hacer?

Llegamos a mi casa, saqué a Mili de la camioneta y la llevé a su habitación, volví por Ornella y también, alzandola, la llevé a la habitación de Mili, allí había dos camas, porque desde chicas compartían tanto que había dos camas en la habitación de cada una.

Cuando deposité a Ornella en la cama, le quise acomodar su ropa, tenía más de medio pecho afuera, pensé en acomodar su ropa sin otra intención, solo que cuando la rocé, el animal que llevo adentro, se apoderó de mí y al mirarle lo labios, no pude resistirme, terminé por besarla en la boca, lo hice con una pasión desmedida, no me conozco, está borracha y yo haciendo ésto.

Sentí su pezón endurecerse, tan pegada a mí la tenía.

Ahogue un gemido en su boca.

Ella me devolvió el beso, yo no quería que ese momento acabara.

Por otro lado, esperaba que Ornella no recuerde lo que hice.

¿Será de verdad que soy un degenerado, como me dice Mili cuándo le digo que se cubra más? ¿Es qué los hombres no sienten lo mismo que yo, cuándo ven a Ornella?

Sentí la voz de Claudia llamándome, mientras subía la escalera, estaba chillando porque tardaba.

Salí de la habitación de las chicas, casi temblando, ese beso fue de otra dimensión, su sabor dulce, mezclado con el alcohol, me había dejado en standby .

No quería ni acercarme a Claudia, porque me iba a oler el beso que le di a Ornella.

Al menos eso suponía.

No sentía culpa con respecto a Claudia.

Me sentía mal porque no correspondía hacer lo que le hice a Ornella.

Para colmo de males, estaba duro y no podía sacarme de mi mente a Orne.

Estábamos volviendo al departamento de mi novia.

—¡Cuidado!

Mierda, casi choco, entre el cansancio y la boca de Ornella, por no pensar en la piel tan suave y exquisita que tiene, y los pezones duros, porque se los sentí…

—Franco casi chocaste dos veces.

—Es que estoy cansado.

—Todo por culpa de esas dos mocosas.

—No empieces, porque te dejo en tu departamento y vuelvo a casa.

—No, ya no manejás más en este estado.

Tiene razón, no podría, tampoco se lo quiero admitir.

Por otro lado, necesito acción, estoy necesitado de sexo, el beso que le di a Ornella y como me lo respondió, llevarla en brazos, verla acostada en la cama, con la ropa desordenada, me excitó muchísimo, necesitaba acción nuevamente.

Llegamos al departamento y me acerqué a Claudia en son de paz.

—No, Franco, ahora no, es tarde.

—Estoy despabilado, dale…

Me serví un trago de whisky, para que no me encuentre sabor en mi boca el aliento de Ornella, a lo mejor ya se fue hace rato, pero yo lo sigo sintiendo.

Intenté de nuevo un acercamiento, sino, voy a tener que darme una ducha de agua bien fría.

Por suerte, mi novia accedió, pero yo no podía sacar el aliento de Ornella de mi boca o de mi mente.

Hacerlo con Claudia, de repente ya no era siquiera tan entretenido, pero era eso o nada.

También había más opciones, pero no en ese momento.

Sí, quiero a Claudia, ponele, pero no es ese amor fatal, con el que sentís mariposas en el estómago.

Ni esa pasión que desborda, ni esas ganas de acostarte con ella y solo con ella.

Tenía algún que otro affaire.

Nada de importancia.

Sin embargo, sé que estamos pasando un momento bastante de mierda con Claudia, ella está cada vez más celosa de mi familia y eso no lo puedo permitir, y con respecto a Ornella, a lo mejor se imagina mis ratones, los que no me dejan tranquilo.

Pienso continuamente en Ornella y sé que es porque no la puedo tener y porque ella me busca, aunque creo que lo hace inconsciente, no debe estar ni cerca de sentir algo por mí, aunque el beso que me devolvió…

Estando dormida.

¿En quién estaba pensando cuando me devolvió ese beso?

Los celos me carcomieron y no podía más con mi mal humor.

Al día siguiente me desperté cerca del medio día, quería ir a casa, solo pensaba me tenían que escuchar las dos.

No pueden tomar hasta quedar casi inconscientes.

Si no saben tomar, que no tomen.

Me visto rápido, Claudia seguía durmiendo, no sé si despertarla, no quiero que venga a casa, es un asunto bastante serio el que tengo que hablar con las chicas, y si está Claudia, les va a comenzar a decir un montón de cosas que a mí me molestan.

Por otro lado, si se despierta y no estoy, se va a enojar, a la mierda con las mujeres.

Me siento bastante presionado y la atracción que siento por Ornella no hace más que complicar las cosas y aumentar mi estrés.

Decidí dejarla dormir, porque si se despertaba e íbamos a mi casa, igual iba a tener cara de culo.

Mientras manejaba, iba pensando todo lo que le tenía que decir a mi hermana y a Ornella.

Cuando llegué a casa, ellas seguían durmiendo, mi madre no sabía nada, pero no puedo cubrir ese tipo de actitud, lo lamento, sé que tiene bastante con su luto, pero también tiene que comprender que no puede dejar de lado todos los problemas, me duele mucho la muerte de mi padre, muchísimo, fue un gran padre, un maravilloso marido y una persona increíble, pero ya hacía dos años que había fallecido.

Mi hermana no podía hacer lo que se le ocurría y mi madre tenía que empezar a poner límites, sino después se iba a complicar más con las actitudes que Mili tenía últimamente, y con respecto a Ornella, siento que soy responsable por ella y que la tengo que cuidar del mismo modo que a mi hermana, aunque no sea nada mío, ella significa muchísimo para mí.

—Voy a despertarlas y me van a escuchar.

Dije con decisión, luego de hablar con mi progenitora.

Mi madre estuvo de acuerdo.

Gran error, entré sin llamar.

Mili seguía durmiendo y Ornella estaba envuelta en un toallón, se había duchado.

El cabello dorado, ahora muy oscuro, porque estaba mojado, le caía por la espalda, estaba sin una gota de pintura e igual era una mujer hermosísima.

Lucía tan juvenil y muy sexi envuelta solo con ese toallón.

—Tengo que hablar con ustedes dos.

Dije mientras estaba entrando.

Claro que la vi envuelta en el toallón y me callé la boca, o más bien no podía seguir hablando porque no podía cerrar mi boca, espero no babear.

—Orne...yo…vengo después.

Verla así me hizo olvidar del enojo.

—Tendrías que llamar, ya no somos unas niñitas, me podrías haber encontrado desnuda y después te enojas conmigo...

—Perdón, tenés razón.

—Si, ya lo sé, pero después no te enojes cuando entre a tu habitación sin llamar.

—Orne vos no tenés que entrar a mi habitación.

Le dije titubeando.

—¿Vos podés entrar acá, sabiendo que estoy yo y después enojarte conmigo?

Ornella se me acerca demasiado, yo estoy tratando de controlar mi respiración, para que no note lo que puede lograr con su presencia tan cerca mío.

—¿Te molesto?¿Ya no me querés como antes?

Me pregunta con voz de niña pequeña.

—Ornella, no me molestás y sí, te quiero un montón, pero…

—¿Qué?

Me preguntó haciendo pucheros, Dios, su boca…

—Orne...déjame...salir, así...te vestís.

Le digo, porque ella me tenía agarrado de un brazo.

—¿Vez, lo hacés otra vez?

—¿Qué hago?

—Viniste a decirme algo y de repente no me querés hablar.

—Orne, vestite, por favor y después hablamos.

—No, hablemos ahora, yo...te quiero pedir perdón, ya sé que nos excedimos anoche.

No puedo hablar mientras ella está así, casi desnuda, mi mente está más pendiente de su cuerpo que de lo que le tengo que decir.

—Sí, se excedieron muchísimo, cuando llegué estaban con dos tipos al lado, se las podrían haber llevado a cualquier lado y hacerles cualquier cosa.

—Perdón, no va a volver a pasar.

—Tienen que tener cuidado, te pueden poner cualquier cosa en la bebida y terminan violadas o muertas.

Se le caían las lágrimas.

Yo la quería consolar, abrazar…besar.

—Orne, no llores, solo tenés que entender que hay cosas que no se hacen.

—No lo volveré a hacer, te lo prometo.

—Ayer estaba tan estresado cuando volvia para el departamento de Claudia que casi choco dos veces, no puedo más con ustedes.

—Perdón.

Ella se me acerca y me abraza, levanta los brazos para colgarse de mi cuello y siento que se le afloja el toallón.

—Orne, soltame y vestite, por favor.

Le digo en voz baja.

—Antes me abrazabas…

—Nena, por favor, no me hagas ésto.

Se lo digo al oído, no sé si mi hermana sigue dormida.

Yo estoy excitado y muero por besarla, Ornela está tan pegada a mí que es imposible que no esté notando mi excitación.

—Ornela...yo...me tengo que ir.

La tengo muy cerquita, la habitación está en penumbras y yo apenas me puedo controlar para no tomarla en mis brazos.

—Perdonanos...porfi, ¿sí?

—Orne...no lo vuelvan a hacer, si les pasa algo yo me muero, ¿Sí cielo? Ahora vestite.

La agarré de la cintura y la separé, ella enseguida agarró el toallón, se le iba a caer.

Salí huyendo.

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