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2. Cásate con su prometida

UN MES ANTES

—¿No estás cansado de esto?

—¿A qué te refieres? —preguntó Aleksander a su mejor amigo Phillipe mientras tomaban un café, luego de un amplio día de trabajo en el Bancaposta, donde solo se rodeaban de números y de dinero que claramente nunca podrían tener en sus manos.

Apenas y les alcanzaba para tomar el café más barato de la zona.

—Estoy harto, me canse de solamente estar trabajando como un animal de carga y ganar una miseria de dinero.

—Supongo que eso es lo que nos toca a todos —afirmó Aleksander llevando la taza de café a su boca—. Hoy me han sacado del departamento por falta de pago, quizás duerma en un spa público o en el sótano del trabajo. De todas formas, no tenía ni muebles.

—Deberías buscar a tu padre, quizás te dé apoyo. ¿O está muerto?

El italiano hizo un gesto de reprobación ante el comentario de su amigo. Claro que debería obligarlo a hacerse responsable . Su madre le había provisto de un padre con mucho dinero, pero no con la legitimidad, tenía su apellido y nada más. ¿De qué le servía eso?

Nunca había estado presente en su vida y menos le había provisto de dinero, pues Pietro solamente vivía para su heredero, su hermanastro Asher Salvatore, quien había llevado la vida que todo joven desea: viajes, fiestas, Oxford, carros lujosos y cientos de chicas que le seguían por su dinero.

—Me ha tocado ser huérfano, soy igual que tú, igual que todos.

—¿Por qué no buscas a algún familiar? No tienes porqué quedarte aquí, siendo un simple asesor de banca con un sueldo miserable. Al menos tiene más familia, yo no.

No estaba loco, no pensaba ir a rogar migas a su padre o su madrastra, él mismo había hecho su vida, había pagado su universidad y se superó el mismo sin la ayuda de nadie, incluso, sin la ayuda de su madre porque ella había muerto un año antes de que se graduara de la universidad.

En la televisión se marcaban las noticias, noticias del día e importantes para él país.

“El día de hoy, durante el transcurso de esta madrugada ha acontecido un terrible accidente, en el que Asher Salvatore, hijo del importante magnate italiano Pietro Salvatore, ha perdido la vida de manera inmediata luego de que su auto impactara entre los muros de contención en el centro de Roma. Según los informes, el heredero italiano habría muerto antes de que el auto se incendiara en llamas”

Aleksander casi se atora con el café cuando escuchó aquello y al levantar la vista se encontró con la foto de su hermano. Nunca había conocido a Asher en persona, nunca se lo habían permitido, pero era más que obvio que ambos compartían sangre, eran como dos gotas de agua, pues en ambos, los genes de su padre habían sido predominantes, los mismos ojos azules y el mismo cabello castaño.

—¿Estás bien? —preguntó—. Te has puesto pálido.

—Lo siento —se disculpó para luego ponerse de pie. Aleksander se encaminó hasta el baño sintiendo como su estómago se revolvía, pero de manera sorprendente logró mantenerse estable.

Asher está muerto, el predilecto de su padre había muerto.

Se sentía mal por él, siempre lo había observado, no con envidia, pues Mónica Russo, la hermana de su madre, era una mujer de principios que lo había incitado a no odiar, porque el odio no traía cosas buenas. Lamentaba la muerte de su hermano, aunque fuera sorprendente siempre imagino cruzar unas palabras, habría sido suficiente.

Asher tenía la vida perfecta. Aleksander tenía la vida miserable. ¿Cuán distintos podían ser?

Su hermano era un hombre que podía comerse el mundo sin dudarlo. Tenía confianza en sí mismo y su presencia era imponente, Aleksander solo hubiera deseado ser la sombra de aquello. Eran tan diferentes internamente que le sorprendió que tuvieran tanto parecido físico.

...

En la mansión Salvatore, una residencia a las afueras de la bella ciudad de Roma, una mujer colapsaba de dolor entre los brazos de sus sirvientes, su marido permanecía serio, con la mirada fija en un punto de la pared mientras pensaba en cómo todo se había ido a la basura en un segundo. Su heredero había muerto, su linaje se había perdido y ahora, su mujer gritaba desconsolada luego de saber el terrible destino que había golpeado a su hijo.

—Súbanla, que alguien le dé un calmante.

—Sí señor —dijo uno de los sirvientes mientras intentaban controlar a su señora. A lado de Pietro esperaba su abogado, con su maletín listo para atender cualquier orden. Le sorprendía mirar al magnate tan frío, serio, como si no hubiera recibido la noticia de que su hijo había perecido.

—Dime, Bruno, ¿qué te ha traído aquí? Sé que no solo has venido a darme el pésame de mi pérdida.

El abogado asintió.

—Las acciones han caído en un cincuenta por ciento desde que la noticia del accidente de su hijo llenó las primeras planas. Los socios tienen incertidumbre, además, el compromiso pactado que tenía con Alfredo Leroux ahora no podrá ser cumplido y no habrá una fusión empresarial si no hay boda. Cuando esto se comunique la empresa tendrá acciones con un valor del ochenta por ciento menos.

Pietro clavó sus intensos ojos azules en su abogado.

—¿Me estás diciendo que mi empresa se irá a la quiebra de la misma manera que mi hijo a la tumba?

—Me temo que es así, señor.

Su respuesta le incendió la sangre, no había trabajado tanto como para dejar que todo lo que tenía se esfumara por una mala jugada del destino. Había luchado toda su vida para ser quien era y no iba a perderlo todo y a sumirse en un mar de lágrimas porque su hijo había muerto. Le dolía, claro que le dolía, pero más le dolería perder la empresa a la que le había dedicado toda una vida.

Pietro observó el enorme cuadro de su hijo, la imponente mirada azul de Asher y entonces, como si viajara en el tiempo recordó dónde había visto otra mirada así: La había mirado en Aleksander, su segundo hijo, un niño que había concebido con una de sus amantes y que cuando esta se negó a abortarlo dejo a su suerte, pero luego decidió darle el apellido. La vida de un niño sin padre era complicada, así que por lo menos le dio eso.

—¿Dónde está Aleksander, Bruno?

—¿Aleksander?

—Mi hijo, dime qué sabes del hijo que tuve con Bianca Russo, se que tu tienes toda esa información porque llevas años a mi lado y tu trabajo es monitorear todo lo que se relaciona a mi. —Al sentir la mirada de Pietro sobre él, el abogado comenzó a hablar, a decir lo poco que sabía sobre aquel hijo que el magnate había dejado a su suerte.

—Actualmente vive en Viterbo, con la hermana de su madre, recuerdo haberle dicho que Bianca murió hace muchos años debido a una pulmonía —informó—, se ha graduado con honores de la universidad Sapienza de Roma, llegó allí gracias a una beca y supo mantenerla. Ahora trabaja en un banco de asesor.

—Un trabajo corriente para alguien que lleva mi apellido.

Bruno se aclaró la garganta ante ese comentario. Pietro suspiró, tenía una idea, una muy mala o muy buena. Su esposa tendría que entenderlo porque ahora Asher estaba muerto y él tenía una empresa que salvar, aunque eso incluyera tener que presentar a su segundo hijo del que nadie en el mundo de los negocios sabía.

—Investiga donde vive y visítalo —ordenó Pietro para luego dirigirse a las escaleras, sin embargo, cuando su mano sostuvo la agarradera, volteó para mirar a Bruno—. Dile a Aleksander que su padre quiere verlo y que tal vez llegó el momento de que el mundo sepa que Asher no era el único Salvatore.

...

Aleksander acondicionaba su raída corbata, apenas y había podido dormir durante la noche y cuando apenas había podido cerrar los ojos le vinieron imágenes de su hermano, como si de alguna manera buscarán atormentarle.

Él no vivía con su tía, pero siempre trataba de visitarla para comer, vivían a dos calles de distancia, así que no había excusa para no visitarla a menudo.

Al salir de la habitación encontró a Mónica dejándole el desayuno sobre la mesa. Todavía no le había contado que lo echaron del departamento y estaba más pobre que ella.

—¿Irás a trabajar?

—Tengo qué —respondió, le rugía el estómago. Solamente le quedaba el dólar para el autobús y su mediocre trabajo.

—Parece que… Asher ha muerto. Tu padre debe estar deshecho.

—¿Debo llamarlo padre? Pietro no ha estado para mí nunca tía, es lamentable que haya perdido a su hijo —murmuró para luego cortar con el tenedor un pedazo de los panqueques que su tía le había colocado delante—. Es un hombre insensible, debe estar llorando más la perdida de sus millones cuando las acciones bajaron.

—Aleksander, es tu padre, aunque te empeñes en quitarle el crédito. Si no tuvieras esa cara y hubieras sacado algo de tu madre al menos podrías negarlo, pero mírate, eres exactamente igual como Asher salvo porque sus mamás no son las mismas.

«Y porque él murió siendo millonario, pero yo moriré con hambre», pensó con tristeza.

Antes de que pudieran continuar con aquella conversación el timbre sonó haciendo que Mónica se levantara a abrir la puerta.

—Supongo que es la vecina, siempre me pide azúcar —comentó antes de desaparecer del comedor y abrir la puerta.

Era el mismo hombre que había llegado con un maletín lleno de dinero y que en nombre de Pietro le había pedido a Bianca que abortara al niño que estaba esperando, obviamente ella se había negado y tuvo al niño; el mismo hombre que regreso, esta vez para darle el apellido Salvatore al hijo de su hermana.

—¿Qué quiere? ¿Qué hace aquí?

—Hace tiempo que no la veía, Mónica Russo. —La mujer tomó aire sabiendo que aquel hombre no la buscaba a ella—. Supongo que sabe a quien busco, al señor Salvatore.

—Mi sobrino no tiene nada que ver con esa familia, dile a Pietro que lamenta la pérdida de su hijo y que por favor no le busque. ¿Cuántos años pasaron? ¿Veintiséis? No tiene nada que ver con nosotros, así que por favor márchese.

—¿Me recuerdas? Soy Bruno Costa, el abogado del señor Salvatore.

—Si, lo recuerdo, por eso pido que te vayas.

—No me iré hasta no hablar con Aleksander. Si no me deja entrar, lo esperare, en algún momento tiene que salir.

Antes de darse cuenta, Mónica tenía detrás de ella a su sobrino quien desconocía completamente la identidad del hombre que tenía delante.

Al mirarlo, Bruno no pudo evitar levantar las cejas con asombro, sí que había crecido. Tenía la estampa para los proyectos que su padre tenía en mente para él, usaba ropa corriente y barata, pero eso podía arreglarse.

—Bruno Costa —le tendió la mano cuando se dispuso a presentarse.

—Aleksander Salvatore —murmuró el joven italiano—. ¿Puedo preguntar quién es usted?

Mónica se movió nerviosa y se aclaró la garganta, para luego invitar a pasar al hombre, quien movía sus pies de manera incómoda en el umbral, como un reproche de que fueran maleducados al no permitirle entrar.

—Soy abogado de la familia Salvatore, de su padre.

Aleksander soltó una risa sarcástica que ocultó perfectamente la sorpresa de aquella visita.

—Debe estar equivocado, lo único que tengo de un Salvatore es el apellido, pero no tengo padre.

—Aleksander —lo riñó su tía haciendo al abogado sentirse incómodo al mirar la negativa. Era inaceptable que se comportara de esa manera. Sí, eran pobres pero con educación.

—Como debe de saber, el día de ayer su hermano Asher, murió de manera trágica e inesperada en un accidente de auto. Pietro considera prudente que sea usted quien ahora tome las riendas de la empresa y aprenda a manejarse en el mundo de los negocios. Como hijo de Pietro Salvatore, joven amo.

—Yo no soy tu amo —espetó Aleksander.

Había estudiado economía, sabía cómo funcionaba todo y luego de ver unas cuantas noticias en internet antes de sentarse a la mesa, sabía que las acciones de la empresa de su padre se habían desplomado.

—Parece que mi padre me considera un plato de segunda mesa, señor Costa, no tengo intensiones de ser una pieza en su tablero de ajedrez, dígale que lamento mucho la muerte de Asher, pero no iré.

—El luto no existe en los negocios.

—Debería —espetó.

Bruno sabía que si insistía ahora no obtendría nada más que un rotundo no como respuesta. Conocía el orgullo de los Salvatore y convencerlo de acompañarlo no sería tarea fácil.

—¿Qué hará Pietro entonces? Si es que acepto —dijo Aleksander—. ¿Piensa presentarme delante del mundo como un hijo bastardo que tuvo con una de sus amante? ¿Acaso eso no empeoraría las cosas? ¿Dónde quedaría su reputación como hombre? Llevo escondido del mundo desde que nací.

—No será necesario, podremos manejarlo. Ante los ojos del mundo, usted será hijo de Alessia y Pietro Salvatore, un hijo legítimo, que decidieron mantener fuera del ojo público, la prensa siempre puede comprarse —explicó el hombre apresurándose a sacar unos papeles.

Alzó las manos rendido al mirar el semblante asqueado del joven amo.

—No me responda ahora una semana para pensarlo. Si usted regresa conmigo, su padre lo presentará a la mesa directiva para conocer a los Leroux, su hermano estaba comprometido con la hija menor de la familia. Tendrá que casarse con Rebecca Leroux. Cásese con su prometida.

—¿Acaso piensa que incluso puede manejar la vida de la gente con sólo ordenarlo? ¿Ni siquiera Asher era libre de escoger a la mujer que sería su esposa?

Mónica miró a Bruno y pensó en los cientos de oportunidades que tendría su sobrino. Su hermana siempre había deseado que tuviera un buen lugar y ahora el destino se lo había otorgado.

—Aleksander, escúchalo —dijo Mónica—, acepta los papeles y piénsalo, no actúes con imprudencia.

Le miró con ojos suplicantes.

—Es una buena oportunidad, no puedes dejarlo pasar así como así, además, dudo que tu padre no encuentre una forma de convencerte, hay cientos de beneficios en este trato, no dudes en que si haces lo correcto te irá bien.

—No veo gratificación en hacer lo que mi padre desea. Si acepto, me casare con una mujer que no amo y nunca amare, además de que viviré con una mujer que me desprecia, porque dudo que Alessia quiere vivir bajo el mismo techo que el hijo bastardo de su marido.

Aleksander hizo un gesto de amargura y tomó los papeles, para romperlos por la mitad con odio.

—Regrese dentro de una semana, aunque posiblemente lo único que obtenga de mi sea un no como respuesta.

Abrió la puerta para hacerle entender al abogado que se vaya. No era bienvenido ni él ni el dinero de su padre.

Pero pronto se arrepentiría de esa decisión...

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