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Capítulo 3: ¿mi secretaria?

RELATA ANTÓN.

Suspiro al verla salir, quiero detenerla, pero desisto. Pues no sé qué me pasa. Estoy perdiendo el control, escucho un fuerte latir en mis oídos, el cual no me deja escuchar lo que Damm me dice.

—Antón, hay algo importante que debe saber.

—Vamos a la oficina.

Ingreso y la encuentro antes de llegar al ascensor. Me quedo de espaldas al ingresar porque no puedo mirar su cara después de haberla besado. No quiero expresar en mi rostro algo que pueda confundirla.

Cuando la veo irse a través del espejo del ascensor, le indico a Damm presione el botón de subir. Llegando a la oficina poso la mirada en su asiento vacío. Suelto un suspiro y sigo hasta mi asiento. Acomodándome en este y arreglando mi traje, pregunto.

—Qué es eso importante que tienes para decirme.

—Tenemos una pista.

—¿Qué pista?

—Hay una hija de él viviendo en esta ciudad.

—¿Dónde está esa perra para apretarle el cuello hasta que me lleve al malnacido de su padre? —inquiero con la sangre hirviendo en mis venas.

—Antón, no puedes hacer eso. Quien mató a tus padres es Mario y no esa joven —Damm siempre aconsejándome para que no cometa errores, pero en esta vez sus consejos no me entrarán. Porque lo que más quiero es vengarme de ese infeliz y su descendencia.

—No me importa si es o no culpable, pero quiero que me lleves hasta ella.

—No será necesario irla a buscar —dice dejándome perplejo—. Si me prometes que no cometerás una locura, te diré dónde se encuentra.

—Damm ¿Por qué dices que no es necesario irla a buscar?

—¿Por qué ella se encuentra aquí?

—Aquí ¿dónde? ¿En mi empresa? —gruño ansioso.

—Si. Pero no te diré nada si no te calmas.

—¡¿Como me pides que me calme si me estás diciendo que tengo al enemigo en casa?! —grito tan fuerte que, Dayana que venía llegando, se exalta, viene hasta la oficina y al abrir la puerta pregunta preocupada.

—¿Señor sucede algo?

Le quedo mirando fijamente, tras soltar un suspiro niego.

—No pasa nada, puedes ir a la cafetería y traerme un café doble.

Una vez que se va, aparto la mirada de la puerta y la poso en Damm, quien a través del vidrio contemplaba a mi sexy secretaria.

—Damm, deja de mirar a la secretaria y cuéntame todo, dime quien es para ir ahora mismo y echarla de mi empresa.

—Es ella —suelta sin más.

—¿Mi secretaria? —Indago presionando los dientes.

—Si.

—Tiene que ser un error. Ella se apellida Bracamonte, además, tiene 23 años, y solo han pasado veinte años de aquel día cuando ese miserable se escapó de prisión y asesinó a mi familia.

—No tiene veintitrés años, menos se llama ni se apellida así. entró a este país con un nombre falso. Es la hija de Mario Vargas, tiene dieciocho años y su verdadero nombre es; Bianca Vargas.

Presiono los puños y suspiro ofuscado. Me levanto de un solo, proponiéndome a caminar hacia la puerta, no obstante, Damm me detiene.

—¡Suéltame! ¡Déjame ir a despellejarla viva!

—No dejaré que cometas una locura, menos en la empresa, ante los ojos de todos. Podrías terminar en la cárcel.

—¡Voy a matarla! ¡Quiero matarla por haberse atrevido a entrar en mi empresa engañándome y viéndome la cara de estúpido!

—Hijo escucha, si la enfrentas podrías arruinar todo. No sabemos con qué propósito entró aquí. Tal vez la envió Mario, y si es así, tenemos que saber cuál es el propósito.

—¿Cuál más? Acabar con mi tía y conmigo, que fuimos los únicos sobrevivientes. Pero antes que acabe con nosotros, yo lo acabaré primero.

—Si fuera así ¿No crees que ya los hubiera asesinado? ¿Cuánto tiempo lleva esta joven trabajando para ti? Yo creo que el tiempo suficiente para haberte asesinado. Siento que hay algo más, y te pido que nos dejes investigar, sabemos que vino desde Los Ángeles, alguna razón tendrá para estar aquí, si es enviada por su padre lo sabremos.

—¿Me estás pidiendo que finja que nada pasa y que la siga teniendo en mi empresa?

—Si. Solo así podremos llegar al verdadero responsable.

—No podré soportarlo, Damm. Es la hija del asesino de mis padres, como pretendes que la tendré cerca de mí sin no querer asesinarla.

—Tienes que soportarlo. Es eso, o perder la posibilidad de llegar a Mario Vargas. ¿Quieres eso? ¿Quieres asesinarla y desaparecer la única oportunidad que tenemos para encontrar al asesino de tu familia? Adelante, ve, mátala, pero luego no vengas a quejarte de que la pista que te lleve a Mario no llega.

Aunque estaba estallando en ira, Damm tenía razón, no podía arruinar el avance de la investigación. Al estar más calmado regreso a mi escritorio. Desde ahí la veo entrar con los dos cafés en manos. Al pasar el umbral de la puerta la miro con desprecio. Me sonríe mientras se acerca, coloca el café con mucho nerviosismo.

—Aquí está su pedido, señor. Traje dos, por si al caballero se le ofrece —me sonríe mientras me mira con ojos brillantes. Sé que le gusto, y de eso sacaré provecho.

Sonriendo con malicia, le digo

—Haga una reserva para esta noche.

—¿Para cuantas personas señor? — Su maldita voz me empieza a irritar.

—Para dos. Usted y yo.

—¿Yo?

—Si, está noche cenaremos los dos —no la dejo emitir palabra, y le pido se retire.

Al dar la vuelta le clavo en la espalda una mirada asesina. Maldita, como se atreve a colarse en mi empresa y hacerse pasar por niña buena. Pero no sabe lo que le espera. Quien sabrá que propósito tenga, pero ahora que sé que está aquí con un propósito, no dejaré que me engatuse. La muy perra se atrevió a besarme, pensó que con eso ya me tendría y podría dominarme a su antojo, pero le demostraré que será ella, la que dominaré a mi antojo.

—Antón ¿Qué piensas hacer? ¿Por qué pediste que hiciera una reservación para ustedes dos?

—Ya lo sabrás Damm, ahora vete y déjame solo.

—No me iré hasta que me digas que estás pensando hacer.

—No te diré, solo conténtate con saber que no la mataré. Ahora márchate.

—Te estaré vigilando.

—No tienes derecho a vigilarme, sin que yo te lo pida.

—Tal vez no, pero por el aprecio y cariño que le tenía a tus padres lo haré —se levanta y se va. Al quedarme solo, digo.

—Por ellos es que desde está noche, empieza mi venganza.

Suelto un suspiro y dirijo la mirada en dirección a ella. Mientras la miro me pregunto; ¿Cómo pude ser un idiota y besarla? Seguro el maldito de Mario la envió a enamorarme y que me despoje de todo, pero su plan se vendrá abajo, porque su princesa está a punto de caer en las garras de este depredador.

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