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Capítulo 2: un beso apasionado.

RELATA ANTÓN

Al llegar a casa encuentro a mi tía en un colapso de nerviosismo, aprieto mis puños con mucha fuerza y los golpeo contra la pared. Verla así me duele en el alma, quisiera hacer algo para quitarle ese dolor, sanar sus heridas, pero no puedo.

Juro que no descansaré hasta encontrar a ese maldito que le hizo esto. Voy a encontrar al desgraciado que destruyó la vida de mi tía y la mía, y cuando lo encuentre, haré que desee estar muerto.

—Ya pasó tía.

—No ha pasado Antón, no va a pasar nunca, no hasta que Mario esté muerto. Mientras ese hombre viva, no podré estar en paz.

—Te juro que lo encontraré y lo mataré. A él y a toda su descendencia lo haré pagar con creces estos años de augurios que hemos tenido.

Le aseguro mientras le acaricio los cabellos. Es la promesa que siempre le hago, pero hasta ahora no puedo cumplir.

Me quedo junto a ella hasta que se duerme.

Desde aquella noche, cuando mis padres y abuelos murieron en manos de Mario Vargas, mi tía Inma ha luchado para mantenerse viva y no dejarme solo.

En aquel tiroteo que ese miserable desató, una bala rosó su oído lo que le provocó daño irreversible. Cuando llegan los dolores fuertes, ni el medicamento le ayuda. No puedo sentirlos, pero puedo imaginarlos, ya que llega el punto hasta donde grita por ellos. Agregar que vive nerviosa porque teme que ese infeliz regrese a terminar lo que no terminó.

He buscado a Mario Vargas hasta por debajo de las piedras, pero se esconde como una rata de alcantarilla. Pero así me lleve la vida entera, no descansaré hasta encontrarlo, y cuando lo encuentre, lo haré pagar por haber matado a mis padres y mis abuelos.

Él y su puta descendencia desearán no haber nacido. Cualquier engendro que haya traído al mundo, también pagará las consecuencias de sus actos.

Una vez que mi tía se duerme, salgo de la habitación y voy a la mía, porque ya no pienso regresar a la oficina. Queda demasiado lejos como para volver.

Mientras retiro mi camisa, mi móvil suena. Al ver de quien se trata, ruedo los ojos y contesto.

—¿Por qué me llama?

—Solo quería decirle que la reunión fue un éxito.

—No vuelva a llamar si no le autorizo —rujo y cuelgo.

Parece que la niña salió muy inteligente. Al principio me pareció algo hueca de la cabeza, pero con esto me ha demostrado que es toda una experta, a pesar de la edad que tiene.

….

Aquella noche salgo con mis amigos a tomarme unas copas. Mientras estamos en los amplios sillones de cuero, mantengo la mente posada en aquella mujer del tubo, una de las tantas mujeres exclusivas para nosotros. Baja de la tarima y viene a mí, se sienta sobre mis piernas e intenta besarme, no obstante giro el rostro y bebo de la copa.

Dándole una nalgada en esos glúteos rellenos de silicona, le envío de regreso a la tarima, para que continúe bailando para nosotros. Pasada la media noche le llevo al hotel y la poseo como un león hambriento.

Tras regarme dentro del condón, amarro este y lo lanzo a la basura. Agarro mis prendas para irme, pero ella empieza a acariciar mis hombros y me pide que me quede a pasar la noche.

Nunca lo he hecho, y jamás lo haré. Estás mujeres solo son para pasar el rato, no para dormir con ellas. Además, que no quiero darles esperanzas, porque yo nunca voy a amarlas, no hasta que haya ejecutado mi venganza.

Los meses han pasado y la nueva secretaria ha cumplido con todas mis expectativas. Aunque no tiene un alto nivel de estudio, es muy eficiente. Su inglés es muy avanzado, hasta podría jurar que toda su vida lo ha hablado. Con eso me ha ayudado a cerrar varios negocios con los gringos, porque expandirme hacia el norte es mi objetivo.

Estoy convencido que ese miserable se refundió en Estados Unidos, y para buscarlo ahí, debo llevar mi negocio hasta ahí y hacerlo crecer como lo hice en México.

Debo decirles que vengo del sur, un país muy pequeño llamado Ecuador, donde mis padres y abuelos eran dueños de una gran hacienda y una pasteurizadora, la cual se encarga de elaborar distintos lácteos que exportamos a nivel nacional e internacional.

Me encuentro en la oficina, revisando algunos pendientes, cuando escucho una discusión provenir de la parte externa. Levanto la mirada para ver quienes discuten, al ver aquella rubia, enarco una ceja. He pasado una semana fuera de México, por lo que no he ido al centro nocturno, y es por esa razón que aquella rubia está aquí.

RELATA DAYANA.

Me levanto a detener aquella mujer que se dirige a la oficina de mi jefe.

—¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle?

—En nada, iré a ver a mi novio —dice de camino a la puerta.

—Disculpe, primero tengo que avisarle a mi jefe —me pongo al frente, evitando que dé un paso más.

Ella me miró con un destello de odio en sus ojos.

—Tu jefe es mi novio, y por tal razón yo soy tu jefa.

Sintiendo algo extraño en mi pecho, digo.

—Puede ser la novia del mismo presidente de la república, pero no puedo dejarla pasar sin la autorización de mi jefe.

—¡Quién te crees que eres, gata igualada!

—Nadie. No me creo nadie, solo cumplo con mi trabajo.

Suelto un suspiro cuando escucho su voz.

—Está bien, déjele pasar.

Le miro y asiento. Me abro para darle paso a esa rubia oxigenada y voy a mi escritorio a concentrarme en mis labores, pero no puedo. Es sumamente incomodo ver a mi jefe con una mujer. No sé qué me pasa, pero algo dentro de mí duele, porque él está con esa mujer. Sé que solo es mi jefe, no tendría por qué sentir celos, pero lo tenía. Definitivamente necesitaba un novio con urgencia, para dejar de pensar en mi jefe hacerme ideas tontas con él.

No quiero alzar la mirada porque supongo está follando en la oficina, sin embargo, mis ojos no pueden mantenerse firmes en el papel de mi escritorio, si no que tienen que levantarse y posarse justamente en la pareja detrás de ese enorme ventanal.

Siento luces de pirotecnias explotar en mi vientre cuando mi mirada se encuentra con la suya. De la misma forma una mano grande apretar mi corazón al verlo besarse con esa mujer.

Al día siguiente la ciudad está sobre agua. Del cielo cae un torrencial aguacero que provoca un frío intenso en mi cuerpo. No hay ni rastro de sol, ni pareciera que sus rayos nos calentarán hoy. Las nubes han opacado el cielo, sin permitir que los rayos del sol lleguen a tierra.

Salgo del edificio de mi departamento para tomar un taxi, ya que lo más probable es que si voy en autobús, llegaré tarde y si llego tarde, me ganaría una regañada de mi hermoso y serio jefe.

—Señorita, Dayana suba.

Escucho mi nombre y giro el rostro en esa dirección. Es Damm: la mano derecha de Antón, el hombre es muy mayor, parece pasar los setenta años. Nunca había visto que alguien tan mayor fuera la mano derecha, guardaespaldas y más, de una persona tan importante. Supongo que lo ha acompañado desde que era un niño, por ello le tiene cariño.

Pienso dos veces antes de aceptar esa invitación. Pero al ver el clima y el frio que hace, procedo a aceptar. Cuando la puerta de la limosina se abre, me encuentro con mi jefe. Al hacer contacto con sus ojos, siento un flechazo en el corazón.

Le saludo nerviosa, y él me devuelve el saludo como cada día. A mí no me ha negado el saludo desde que trabajo para él. Siempre se ha portado indiferente, pero responde a cualquier pregunta o saludo que le haga.

Apenas la puerta se cierra, se apaga la luz y nos quedamos en oscuras. Él cierra los ojos y deja reposar su cabeza en la cabecera del asiento. A pesar de lo oscuro que está, puedo ver su rostro. Me quedo detallando sus hermosas facciones y enamorándome cada vez más de ellas.

Me quedo mirándole fijamente, tanto que no estoy sujetada de los asientos y cuando la limosina frena, me voy hacia adelante. Él abre los ojos, pregunta si me encuentro bien, y me ayuda a incorporar.

Su toque me estremece, levanto la mirada y la conecto con la suya. Joder, huele tan rico, es más atractivo de cerca que de lo que veo a metros.

Ambos nos perdemos en la mirada, él me sonríe de medio lado, sin darme cuenta he acercado mi rostro demasiado al suyo.

Cierro los ojos al momento que mis labios hacen contacto con sus labios. Siento como sus dedos se entierran por debajo de mis cabellos y de un roce de labios, pasa a un beso ferviente, de esos que hasta la lengua invade la boca. Le doy paso a esta, intensificando el beso, el cual me deja sin aliento.

Nos alejamos cuando escuchamos a Damm hablar por teléfono, y luego decir.

—Llegamos Antón.

Lentamente, con los ojos cerrados me aparto de él. Al abrirlos conecto mi mirada con la suya.

—Perdón —pido y me bajo de prisa.

Quiero desaparecer y que la tierra me trague por lo que acababa de hacer. Carajo, lo acababa de besar, a mi jefe. No a cualquier persona, era mi jefe. Como fui a besarlo, ¡oh Dios! Lo que se avecina es grabe, seguro exigirá mi renuncia, porque tiene novia, y es un hombre que no le gustan las ofrecidas, es lo que han dicho mis compañeros.

Voy perdida en esos pensamientos, que incluso me alcanza, pasa por mi lado junto a Damm, entra al ascensor y se queda de espaldas, como no queriendo verme. Llena de vergüenza me voy por las escaleras.

Seguramente cree que soy una ofrecida, que anda loca por él. Y lo estoy, solo que no quería que él lo supiera, pero después de ese beso, estoy segura que creé eso y mucho más.

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