Librería
Español

Bandido de amor

120.0K · En curso
Lea Faes
81
Capítulos
10
Leídos
9.0
Calificaciones

Sinopsis

Tony Treviño, un vaquero texano más desenfrenado que un toro en rodeo y con un sentido del humor más afilado que sus espuelas, es el don juan indiscutible del condado. Su vida de juergas y conquistas da un vuelco cuando una canasta con una bebé aparece en su puerta. De repente, este padre soltero debe hacer malabares entre pañales, el cuidado de su madre enferma y salvar el rancho de la ruina. Para cubrir las facturas médicas, Tony se convierte en el bailarín estrella del Rusty Spur, el único bar de la zona, donde su carisma y músculos hacen suspirar a medio Texas. Pero cuando Marjorie Blackwell, una heredera caprichosa de la gran ciudad, llega proclamándose dueña del rancho, Tony cree que ha encontrado su mayor desafío. Entre monta de toros, lecciones de ordeño y bailes nocturnos, estos dos polos opuestos descubrirán que el amor puede florecer en el lugar más inesperado. De los rodeos texanos a los rascacielos de Nueva York, acompaña a Tony y Marjorie en una montaña rusa de emociones, carcajadas y desafíos. ¿Podrá este improbable par superar los obstáculos y encontrar su "felices para siempre" bajo el cielo estrellado de Texas? Prepárate para reír, llorar y enamorarte en esta historia que demuestra que, a veces, el amor es más salvaje que las ocurrencias del Coyote más astuto del rancho.

románticasSeductorComediaTriángulo amorosoVenganza MujeriegoBebéRival en amorHumorAmor-Odio

Capitulo 1 Una Noche para Recordar

El sol se ocultaba en el horizonte texano, decorando el cielo en colores púrpuras, cuando Antonio "El Coyote" Treviño entró al Rusty Spur Saloon. Con su andar despreocupado y una sonrisa torcida en los labios, el vaquero de 25 años se acomodó el sombrero y echó un vistazo al lugar.

— Pos' qué me lleve el diablo si no es el mismísimo paraíso terrenal —murmuró para sí mismo, sus ojos brillaron con picardía al recorrer el bar, el mismo al que acudía casi todos los días.

El Rusty Spur era un típico bar de carretera, con su barra de madera gastada, mesas de billar y una rocola que tocaba country a todo volumen. Pero lo que realmente captó la atención de Tony fue la hermosa morena sentada sola en la barra.

Con la confianza de quien se sabe irresistible, Tony se acercó a la barra, acomodándose junto a la chica.

— Buenas noches, señorita —saludó, su voz grave estaba teñida con un marcado acento sureño, mezcla del acento de sus padres provenientes del norte de México, y del acento típico del sur de Texas, donde había nacido y vivido toda su vida— ¿Le molesta si un humilde vaquero le hace compañía?

La chica lo miró de reojo, una sonrisa divertida dibujada en sus labios.

— Depende —respondió ella— ¿El humilde vaquero sabe comportarse?

Tony soltó una carcajada.

— Pos' eso depende de lo que usté considere "comportarse", mi reina. Porque si hablamos de modales, soy todo un caballero. Pero si hablamos de diversión... —dejó la frase en el aire, guiñandole un ojo.

La chica rió, sacudiendo la cabeza.

— Soy Sarah —se presentó, extendiendo su mano.

— Y yo soy el hombre más afortunado de Texas esta noche —respondió Tony, tomando su mano y besándola galantemente—. Pero pa' los cuates, soy Tony.

— Bueno, Tony —dijo Sarah, tomando un sorbo de su bebida— ¿Qué te trae por estos rumbos?

— Pos' la verdad, andaba buscando un oasis en este desierto de soledad —respondió él, inclinándose un poco más cerca— y mire nomás qué suertudo soy, que me topé con el espejismo más bonito que han visto estos ojos.

Sarah soltó una carcajada.

— ¿Siempre eres así de... colorido con tus palabras?

— Mire, reinita, yo soy como los frijoles del rancho, picosito pero sabroso —le guiñó un ojo— y usté me tiene más emocionado que becerro en corral nuevo.

La noche avanzó entre risas, tragos y coqueteos cada vez más descarados. Tony desplegó todo su arsenal de frases ingeniosas y doble sentido, manteniendo a Sarah constantemente entre risas y sonrojos.

— Oye, vaquero —dijo Sarah después de un rato, inclinándose para susurrar en su oído— ¿Qué te parece si nos vamos a un lugar más... privado?

Tony sintió que el corazón le daba un vuelco.

— Pos' me parece que acabo de ganarme la lotería sin comprar boleto —respondió con una sonrisa traviesa— nomás dígame pa' dónde jaló las riendas, mi reina.

Sarah tomó su mano y lo guió hacia la salida, Tony la siguió, no sin antes lanzar una mirada triunfante a los otros clientes del bar.

— ¡Échense un trago, muchachos! —gritó mientras salía— ¡Que esta noche, el Coyote va a aullar a la luna!

El viaje en el auto de Sarah fue corto pero intenso, Tony no podía quitarle las manos de encima, y ella parecía igual de entusiasmada.

— Tranquilo, vaquero —río Sarah, apartando su mano de su muslo— guarda algo para cuando lleguemos.

— Pos' usté no se preocupe, mi cielo —respondió Tony con una sonrisa pícara— que tengo reservas pa' toda la noche... Y parte de la mañana.

Finalmente llegaron a una pequeña casa en las afueras del pueblo, apenas habían cruzado la puerta cuando Sarah se lanzó sobre él, besándolo apasionadamente.

— Órale, mi reina —jadeó Tony entre besos— si así besa, ya me imagino cómo...

— Menos hablar y más acción, vaquero —lo interrumpió Sarah, arrastrándolo hacia la habitación.

Lo que siguió fue una noche de pasión desenfrenada Tony demostró que sus habilidades iban más allá de su labia, dejando a Sarah sin aliento en más de una ocasión.

— ¡Ay, mamacita! —exclamó en un momento particularmente intenso— ¡Me tienes más agitado que pollo en rosticería!

Sarah soltó una carcajada entrecortada.

— Eres incorregible —jadeó, antes de besarlo nuevamente.

— Y usté es más dulce que algodón de azúcar en feria de pueblo —respondió él, acariciando su rostro— y más picosa que chile habanero.

La pasión continuó hasta altas horas de la madrugada, finalmente, exhaustos y satisfechos, se dejaron caer en la cama, sus cuerpos entrelazados y cubiertos de una fina capa de sudor.

— Pos' si esto es un sueño —murmuró Tony, acariciando el cabello de Sarah— que nadie me despierte.

Sarah sonrió, acurrucándose contra su pecho.

— No es un sueño, vaquero —respondió con voz somnolienta— pero definitivamente ha sido una noche para recordar.

Tony estaba a punto de responder cuando un ruido los sobresaltó, unos pasos pesados se acercaban por el pasillo.

— ¡Mierda! —susurró Sarah, incorporándose de golpe— ¡Es mi padre!

— ¿Tú qué? —Tony se sentó en la cama, súbitamente muy despierto— Pos' ¿Qué no vivías sola?

— Se suponía que estaba de viaje —respondió Sarah, saltando de la cama y recogiendo la ropa de Tony— ¡Rápido, tienes que irte!

Pero era demasiado tarde, la puerta de la habitación se abrió de golpe, revelando a un hombre corpulento con una escopeta en las manos.

— ¡Sarah! ¿Qué demonios está pasando aquí? —rugió el hombre, mientras sus ojos lanzaban chispas al ver a Tony desnudo en la cama de su hija.

— ¡Papá! —exclamó Sarah, cubriendo su desnudez con una sábana— ¡Puedo explicarlo!

Pero el padre de Sarah no parecía interesado en explicaciones, levantó la escopeta, apuntando directamente hacia Tony.

— Tienes tres segundos para desaparecer de mi vista, muchacho —gruñó— uno...

Tony no necesitó que se lo dijeran dos veces, con una agilidad digna de un atleta olímpico, saltó de la cama y corrió hacia la ventana.

— ¡Dos...!

— ¡Pos' ya me voy, don! —gritó, abriendo la ventana de un tirón— ¡Que tenga buenas noches!

— ¡Tres!

El sonido del disparo resonó justo cuando Tony saltaba por la ventana, por suerte, el padre de Sarah tenía mala puntería... o quizás solo quería asustarlo, en cualquier caso, Tony aterrizó en el jardín ileso, pero completamente desnudo.

— ¡Ay, virgencita de Guadalupe! —exclamó, cubriéndose sus partes íntimas con las manos mientras corría por el jardín— ¡En la que me he metido!

Detrás de él, podía escuchar los gritos del padre de Sarah y sus pesados pasos acercándose, Tony corrió como alma que lleva el diablo, saltando la cerca del jardín y adentrándose en la oscuridad de la noche texana.

Solo cuando estuvo seguro de que nadie lo seguía, Tony se detuvo para recuperar el aliento, fue entonces cuando se dio cuenta de su situación, estaba completamente desnudo, a kilómetros de su rancho, sin auto y sin idea de dónde estaba exactamente.

— Pos' sí que la has regado esta vez, Tony —se dijo a sí mismo, mirando a su alrededor— si sales de esta, juras que te portas bien... por lo menos una semana.

Con un suspiro de resignación, Tony comenzó a caminar por la carretera desierta, la noche era fresca, y cada brisa le recordaba su desnudez.

— Si mi amá me viera ahorita —murmuró—, pos' me mandaba de vuelta a México de una patada en el trasero.

Después de lo que pareció una eternidad, Tony vió las luces de un auto acercándose, por un momento, consideró esconderse, pero luego se dio cuenta de que esta podría ser su única oportunidad de conseguir ayuda.

— Pos' ni modo —se dijo— a darle que es mole de olla.

Se paró en medio de la carretera, agitando los brazos para llamar la atención del conductor, el auto se detuvo a unos metros de él, y Tony pudo ver que se trataba de una camioneta pickup.

— ¡Gracias a Dios! —exclamó, acercándose a la ventanilla del conductor— disculpe, señor, ¿Sería tan amable de...?

Las palabras se le atragantaron cuando vio que al volante no había un señor, sino dos hermosas jóvenes que lo miraban con una mezcla de sorpresa y diversión.

— Vaya, vaya —dijo la conductora, una rubia de ojos azules— ¿Qué tenemos aquí?

— Parece que hemos pescado a un vaquero en apuros, Jessie —respondió su acompañante, una pelirroja con pecas— y uno bastante... equipado.

Tony se dio cuenta de que en su sorpresa había olvidado cubrirse, rápidamente, usó sus manos para taparse lo mejor que pudo.

— Pos' disculpen las fachas, señoritas —dijo, tratando de mantener la compostura— es que me agarró la noche en... una situación complicada.

Las chicas soltaron una carcajada.

— Ya lo creo —dijo la rubia, Jessie— ¿Necesitas que te llevemos a algún lado, vaquero?

— Si no es mucha molestia —respondió agradecido— mi rancho está a unos kilómetros de aquí.

— Sube —dijo la pelirroja, abriendo la puerta trasera.

Tony subió a la camioneta, agradeciendo mentalmente la oscuridad que ocultaba su sonrojo.

— Me llamo Antonio, Antonio Treviño—se presentó— y les juro por mi madre que esto no es lo que parece.

— Oh, estoy segura de que tiene una explicación fascinante —río Jessie, arrancando la camioneta— soy Jessie, y mi amiga es Kate.

— Un placer, Tony—dijo Kate, girándose para mirarlo—. ¿Y qué hace un vaquero como tú paseando desnudo por la carretera a estas horas?

Tony soltó un suspiro dramático.

— Pos' verán, es una historia de amor, pasión y un padre muy, muy enojado —comenzó— todo empezó en el Rusty Spur Saloon...

Durante el viaje, Tony les contó toda la historia, adornándola con su característico estilo y humor, las chicas no paraban de reír, especialmente cuando llegó a la parte de su huida desnudo por el jardín.

— ... Y así fue como terminé más perdido que turista en el desierto —concluyó — si no fuera por ustedes, pos' quién sabe dónde amanecería.

— Bueno, Tony —dijo Jessie, mirándolo por el espejo retrovisor— debo decir que eres el auto-stopista más interesante que hemos recogido.

— Y el más atractivo —añadió Kate con un guiño.

Tony sintió que se le subían los colores al rostro.

— Pos' ustedes no se quedan atrás, reinitas —respondió con una sonrisa torcida— son más bonitas que un amanecer en el rancho.

El resto del viaje transcurrió entre risas y coqueteos descarados, Tony se sentía cada vez más cómodo, a pesar de su desnudez.

Finalmente, llegaron al rancho donde vivía Tony con su madre, la casa era modesta pero acogedora, rodeada de campos que se perdían en la oscuridad de la noche, al otro lado lucía impresionante la casa principal, en la que solo entraban los dueños, dueños que hacía mucho tiempo no se habían comunicado con ellos.

— Pos' aquí es —dijo Tony, preparándose para bajar— no saben cuánto les agradezco, señoritas.

— Ha sido un placer, vaquero —respondió Jessie con una sonrisa pícara— si alguna vez necesitas otro aventón...

— O simplemente quieres pasar un buen rato —añadió Kate— ya sabes dónde encontrarnos, dijo la chica extendiendo hacía él una tarjeta con sus números de teléfono.

Tony les guiñó un ojo.

— Lo tendré en cuenta, reinitas, y si alguna vez necesitan a un vaquero para... lo que sea, pos' aquí me tienen.

Con un último intercambio de sonrisas, Tony bajó de la camioneta y corrió hacia la casa, las chicas se alejaron, tocando la bocina en despedida.

Tony entró sigilosamente en la casa, agradeciendo que su madre tuviera el sueño pesado. Se dirigió directamente a su habitación, dejándose caer en la cama con un suspiro de alivio.

— Pos' vaya nochecita —murmuró para sí mismo, cerrando los ojos— mañana será otro día.