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Capítulo 1 Condena.

El calor que se extendía por su cuerpo, era casi insoportable, cada lugar que su boca recorría era atacada por pequeñas corrientes que la hacían estremecer, y suspirar, aunque debía reconocer que lo que predominaba en aquel lugar eran gemidos, hermosos jadeos de placer que él le provocaba, no obstante estaba un poco aturdida por el alcohol, no podía evitar cuestionarse lo que estaba haciendo, si su padre se enterara… no, no queria pensar en ello, ya era demasiado tarde para arrepentirse, el alcohol en su sangre no era el culpable de sus actos, ella solo bebió un poco, lo mínimo que necesitaba para al fin dar el gran paso… entregarse a quien amaba.

Sus manos recorrían su amplia espalda, mucho más musculosa de lo que pensó que seria, y su miembro… Dios, estaba segura de que la partiría a la mitad.

— Más…más lento por favor. — suplico en voz baja, no por vergüenza, sino porque su garganta estaba seca de tanto gemir.

— Hermosa virgen de cabello negro sabía que te encontraría aquí, mi bella noche. — era vergonzoso escucharlo hablar de esa manera, e incluso el cambio de tono en su voz, solo la hacía excitar aún más, llevándola al orgasmo en más de una ocasión.

Inclusive después de varios días, ella creyó sentir su aroma aun impregnado en su piel; pero lo que para Dasha fue la mejor noche de su vida, para Alek Neizan, pereció ser lo contrario.

El segundo al mando en el clan Neizan, dejo de regalarle sonrisas cada vez que acudía a la residencia Morozova, si bien era algo lógico que se mantuvieran alejados, más en presencia del señor Sergei Morozova, padre de Dasha y socio del clan Neizan, la joven no pudo evitar pensar ¿Qué había hecho mal? Ya que ahora en lugar de sonreír cada vez que la veía, Alek solo achicaba sus ojos y endurecía sus labios, como evitando decir algo, e incluso viéndola con un deje de desprecio, hasta que un día solo dejo de acudir, delegando los negocios que los Morozova tenían con los Neizan a otro empleado del clan.

— Señorita Morozova, aquí está la ecografía, recuerde tratar de alimentarse mejor, si bien el bebé está en perfecto estado, usted está muy delgada, eso podría traer problemas en el parto.

Solo asintió a los dichos del doctor que atendía su embarazo y el responsable de que al fin saliera de la nebulosa de recuerdos que tenía en su mente y su corazón.

¿Cuándo comenzó a caer ante las miradas furtivas de Alek Neizan? No lo recordaba, solo sabía que había aguardado por él, ese amor platónico que dejo de ser solo un sueño apenas cumplió 18 años, como una niebla se acercó a ella y como una niebla la cubrió, envolvió su ser y corazón con palabras bellas y promesas de amor.

— No sé si creer en ti, eres un mafioso. — dijo una tarde entre las rosas del jardín, lejos de la vista de su padre Sergei.

— Soy un Neizan, Dasha, mi palabra vale más que mi vida, y te doy mi palabra de que tú serás mi esposa, solo debes esperar por mí.

— ¿Esperar aún más? — se quejó aun sin quererlo y solo consiguió que Alek supiera por su boca que desde hacía mucho tiempo que ella se guardaba solo para él.

— Entonces tú también me deseas. — aseguro con una sonrisa que la ponía a temblar, era inútil negar lo que ambos sabían, ella lo amaba.

— Como no lo imaginas. — susurro rendida y sus mejillas se cubrieron de rosa.

— Solo espera un poco más, el jefe vio que pronto será abuelo. — las palabras de Alek la hicieron fruncir las cejas, sin lograr comprender que tenía que ver una cosa con otra.

— No comprendo que tiene que ver que la muerte blanca sea padre. — dijo lo que pensaba, sabía que el próximo líder del clan poseía un nombre, pero pocos lo conocían, siempre se lo nombraba joven Neizan o la muerte blanca, solo sus más allegados lo llamaban por su nombre.

— Tiene que ver, porque nuestro clan poseer leyes, prometo explicarte cada una de ellas cuando seas mi esposa, por ahora solo debes saber que hasta que el próximo líder no sea padre, nadie de la familia Neizan puede procrear.

— Pero podemos casarnos… — apelo a la lógica, pero fue interrumpida por una sonrisa coqueta del castaño.

— ¿Es que no lo entiendes? — cuestiono a un centímetro de sus gruesos labios. — El día que seas mi esposa, tomare tu corazón, tu alma, tu cuerpo y el fruto de este. — fue como un juramento que el castaño sello con un beso.

Pero solo fueron palabras, pues menos de una semana había pasado, cuando la cito en aquel casino hotel, tomo su virginidad, algo que lo hizo amarlo aún más, no el hecho de que poseyera su cuerpo, sino cada cosa que hizo, la habitación en penumbras, los pétalos que la guiaban a una gran cama, la delicadeza al desvestirla, aunque luego todo aquello se desvaneció cuando al fin se hundió en ella, pero debía reconocer que fue lo mejor, hasta que la mañana siguiente despertó sola y luego vino todo lo demás, el cambio del castaño con ella, su nula comunicación y el estrés estaba causando estragos en la joven de 18 años, pues cada día se le hacía más difícil ocultar su embarazo, si solo fuera ella y su padre, quizás tendría una oportunidad, pero con su madrastra y su veneno, era vivir en el infierno o mejor dicho, caminar sobre una cuerda floja, de la cual caería ante el mínimo paso mal dado.

Salió del hospital y quedo de pie, bajo uno de los árboles, tenía calor, el verano estaba comenzado y ya no sabría que escusa daría cuando su padre le preguntara porque usaba esos amplios suéter con las altas temperaturas que azotaban a Rusia gracias al cambio climático, solo le quedaba rezar por dos cosas, primero que Alek asistiera a su cita, no era algo que se pudiera tratar por mensaje de texto, pero ante el rechazo de sus llamadas, Dasha opto por contarle las consecuencias de aquella maravillosa noche de hace 7 meses atrás y esperar a que el castaño fuera por ella al hospital, y la segunda cosa por la que pediría… era que su hermanastra regresara de su viaje de estudio, uno que se había extendido más de la cuenta, Harum, era la única amiga y aliada que tenía en su entorno más cercano y necesitaba de ella y sus consejos.

— Dasha. — pego un brinco del mismo susto, como aquella noche donde entrego su virginidad, la voz de Alek era distinta, aunque ahora era acerada y no cálida.

— Alek, si viniste. — susurro con una sonrisa, aunque le dolió ver el rostro serio y quizás molesto del castaño.

— ¿Cómo no hacerlo, cuando escribes tal estupidez? — sus ojos, esos que siempre la vieron con amor, ahora la observaban con desprecio.

— ¿Estupidez? Estoy embarazada de ti…

— No. — para la niebla, no fue necesario gritar, solo dio un paso al frente, y sus ojos carente de vida se encargaron del resto, asustar a Dasha hasta hacerla retroceder. — No vuelvas a decir eso. — el castaño suspiro con cansancio y solo por un segundo la vio como antes, cuando le prometía el cielo y las estrellas, pero solo fue un segundo. — Mira Dasha… yo… no sé qué paso esa noche…

— ¿Cómo que no lo sabes? ¿Cómo puedes negar eso? Salimos juntos del hotel… — la joven apretó sus puños, mientras sus lágrimas comenzaban a acumularse en sus celestes ojos. — Sé que tienes miedo de ser padre antes que la muerte blanca, pero…

— Si ese niño fuera mío, no me importaría enfrentarme a mi primo o incluso dejar el clan, pero no lo es Dasha. — el cuerpo de la joven comenzó a temblar, no tenía frio, tampoco era ira, lo que la hacía temblar como una hoja a punto de caer era el miedo, porque en los ojos de Alek veía honestidad y dolor.

— ¿Qué? — susurro incapaz de querer comprender nada.

— Yo no estaba en Rusia esa noche… no sé qué paso, solo sé que enviaron un mensaje de que fuera por ti a ese lugar y cuando te vi… cuando me agradeciste por esa noche tan especial. — Alek apretaba sus puños, sus nudillos blancos dejaban en claro que se sentía en el mismo infierno. — No tuve corazón para decirte que dormiste con un hombre que no era yo. — Dasha estaba sin palabras, solo podía negar con la cabeza, al tiempo que sus lágrimas caían y trataba de recordar algo, un indicio que le haga comprender lo que Alek decía, pero solo logro recordar que no vio su rostro, solo una silueta, y que escucho una voz que ella creyó que estaba distorsionada por el placer y que ahora comprendía que en realidad esa no era la voz de Alek.

— No puede ser.

— Lo es Dasha y lo lamento, yo no puedo ayudarte.

— Pero… — las palabras de Alek se mezclaban en su mente, acorralándola a un precipicio del cual caería cuando su padre supiera la verdad.

— Mejor regresa a tu casa y habla con Harum, ella es buena y te ayudara, yo no puedo hacer nada por ti. — el castaño giro sobre sus talones y Dasha sujeto su brazo, un último arrebato de valentía.

— ¿Ese era el amor que me jurabas? No es tuyo, pero es mío, ¿acaso mi padre no ama a Harum como suya? Tú puedes…

— El clan Neizan tiene reglas… y tú ya no aplicas a ellas, ya no eres pura.

Dasha libero el brazo de Alek, como si el joven mafioso de 25 años fuera lava, como si con aquella frase le hubiera arrancado el corazón, pero, aun así, ella continuara viviendo, condenándola a seguir sufriendo.

En silencio lo observo alejarse, y en silencio llevo sus ojos al cielo, ¿Cómo fue tan estúpida? ¿Cómo no pudo reconocer al hombre que durante años había observado en silencio? ¿Qué haría ahora? Su mano aun temblaba cuando la llevo sobre su vientre y como si recibiera una señal divina, su bebé se movió; ella lo había dicho, no era de Alek, pero era suyo, no cargaba rencor contra ese ser, no fue concedido a la fuerza, solo fue su error, la vergüenza de entregarse a alguien por primera vez, fue lo que la llevo a dejar la habitación en penumbras, y un desconocido que solo ayudo en su condena, pero si debía ser franca, era una dulce condena, pudiera ser que perdiera todo, su padre la expulsaría del clan Morozova, pero aun así, ella ya no estaría sola.

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