5
HENRY
El teléfono celular suena una y otra vez, dejo de reparar la puerta trasera que da al bosque y me acerco a la pequeña mesa. Es Leandro llamando. Ya van dos veces esta semana. Quizás ya los he hecho sufrir mucho y ellos no se lo merecen. Aclaré mi garganta y le respondí. Era de noche, la pequeña cabaña no estaba tan iluminada.
—Al fin respondes, Henry —fue lo que me dijo Leandro.
Suspiré. Si hubiera sabido que se pondría en ese plan mejor no hubiera respondido.
—¿Qué quieres? —recogí las herramientas del piso.
—No puedes seguir así, hay mucho trabajo en el despacho. Muchos clientes vienen preguntando por ti. Henry, estás perdiendo muchas oportunidades.
—No me importa —espeté, cerrando la puerta. Ahora no hacía ese ruido molesto al cerrarse. Estaba lista.
—Es suficiente. ¿Donde estas? —lo escuché teclear en su computadora.
—¿Qué haces? —caminé hacia la sala. Leandro actuaban un poco extraño.
—Averiguando donde carajos estas —murmuró. Entonces caí en cuenta: él usaría la aplicación para saber donde estaba.
—No seas necio, Leandro. Solo déjame tranquilo, te regalo a mis clientes si quieres. No voy a volver a menos que...
—¿A menos que vuelva Anabella?
No dije nada.
—Si vivieras en la sociedad te darías cuenta de muchas cosas —se rió.
—¿A qué te refieres?
—Anabella... ella volvió, Henry —cuando dijo esa frase sentí algo en mi pecho. Una especie de punzada, de dolor. ¿Ella había vuelto? ¿Al fin lo había hecho? Dejé caer la bolsa de las herramientas al piso haciendo un ruido estruendoso.
—¿Cómo estas tan seguro? —quise saber, tenía la sospecha de que también podría ser una maniobra para que volviera de nuevo a casa.
—Me encontré a Mayra por la tarde, ella me lo contó. Volvieron ayer. Ella y Noel.
Tragué grueso. Volvieron juntos. Tenía el miedo de que ellos estuvieran juntos, cuando yo la estuve esperando. Cuando empecé, estando e incluso después no he estado con nadie. Porque mi cuerpo solo la reclama a ella. La rabia y los celos me invaden, quisiera ir allí y decirle que por qué volvió con él. Era cierto que le había mentido pero jamás la hubiera engañado con alguien más.
—¿Estas seguro?
—Lo estoy. Henry, el lunes empiezan las clases, era obvio que volvería. Así que dime ¿vas a quedarte encerrado en esa cabaña o vas a venir aquí, ser el mismo Henry de siempre o incluso mejor, y vas a luchar por la mujer que quieres? ¿Se la vas a regalar a Noel? ¿No vas a luchar por ella?
Lo pensé. Por supuesto que no sé la regalaría a Noel, además de que Anabella no es un objeto para referirse a ella así. Pero Anabella era mía y no la podía ver con alguien más, había cometido un error, sí, pero lo arreglaría. Haría lo que sea para que Anabella me perdone. Hasta lo imposible.
—¿Leandro?
—Dime.
—¿Qué mas has sabido?
—Bueno, Mayra me comentó que la chica que hace la limpieza en tu casa le dijo que una chica había llegado a preguntar por ti. Era Anabella
Otra punzada en mi estómago. Así que había ido hasta mi casa a verme. ¿Acaso ella quiere que hablemos? Sería lo mejor que me podría pasar ahorita.
—¿Quiere decir que está preocupada por mí?
—Eso creo.
—No estoy seguro de qué hacer.
—Enfrentar las cosas.
—Tienes razón —suspiré profundo— Mañana mismo iré.
—Te espero en tu casa. Le diré a la muchacha de la limpieza que arregle todo. Es bueno tenerte de vuelta, amigo.
—Te veo allá. —le corté. En mi mente no dejaba de pensar en Anabella, en su rostro, en su cara, en sus labios, en las veces en que hacíamos el amor, cuando me besaba. Con ella sentía que todo estaba bien, sentía que se me curaban todos mis males y mis enfermedades. Anabella era la mujer indicada para mi. ¿Por qué tenemos que arruinar las cosas con la mujer indicada? Mientras que cuando estamos con alguien que no nos importa mucho no pasan ese tipo de cosas. Todo se hace más difícil. Me dirigí a la habitación, estaba hecha un desastre, había cajas de pizza por aquí, latas de cerveza por allá. Me miré al espejo, el pelo largo y la barba muy crecida. No podía dejar que Anabella me viera en estas condiciones. Me dirigí al baño, tomé una la máquina para rasurar y me empecé a quitar la barba. Toda. Luego me lavé la cara. Parecía alguien más en el espejo, más joven. Tomé unas tijeras y corté mechones de pelo, no tantos pero lo tenía bastante largo y quería que quedara normal, a cómo estaba antes. Lucharía por el perdón de Anabella, haría hasta lo imposible.
Tenía una especie de emoción, de ilusión, de dolor mezclado en mi corazón. Era una bola de sentimientos que se me acumulaban. Me lavé la cara y el pelo, ahí estaba Henry Meal, el antiguo Henry Meal. Pero renovado. Tomé mi ropa y la empaqué. Necesitaba hacer unas llamadas para que todo estuviera listo: la casa, el trabajo. Pero sin embargo hice una llamada especial a la universidad, haría todo lo posible para estar cerca de ella.
ANABELLA
Al día siguiente desperté en el nuevo departamento, a lo lejos se escuchaban las olas Del Mar chocando contra las rocas. Noel seguía dormido junto a mi. Me restregué los ojos y me puse de pie, dirigiéndome a la ducha. Las clases empezaban hoy y necesitaba estar al día con ellas. Me quité la ropa y me duché.
Al salir con la toalla puesta, Noel estaba despertando.
—Buenos días —le digo, buscando ropa en mi ropero. Antes de que se le ocurra querer hacer algo más.
—Buenos días, ¿a donde vas tan temprano?
—No es temprano, son las seis y media —respondí, señalando el reloj frente a él.
—Me desvelé un poco —se excusó, anoche había venido un poco tarde de lo normal pero no le quise preguntar a dónde fue. Él tiene su vida y aunque seamos novios no tengo derecho de meterme. Aunque quizás simplemente no importaba donde estaba.
Si fuera Henry sí le hubieras hecho una escena de celos.
Ignoré a mi conciencia y empecé a ponerme la ropa interior.
—Está bien —respondí— Irás a clases, ¿no?
—Sí pero entro a las nueve.
—Entonces duerme otro poco —le sonreí.
—¿Quieres que te prepare el desayuno? —hizo el amago de levantarse pero lo frené.
—No, ya compraré algo en la cafetería de enfrente. Y tomaré un taxi.
—Está bien, dormiré otro poco. Tengo mucho sueño.
—Está bien, duerme.
Me terminé de vestir y de acomodar los cuadernos en mi bolso. Tomé un poco de dinero, mi celular y salí. Ya se me estaba acabando el dinero y no sabía qué hacer. Me adentré al ascensor, pero en cuanto las puertas se iban a cerrar un pie las detuvo. Miré al susodicho, era un chico de más o menos mi edad. Usaba una camiseta blanca, otra camAna de botones pero esta la llevaba desabotonada en modo chaqueta y una mochila.
—Hola —saludó, entrando. Luego apretó el botón del living.
—Hola —saludé, sonriendo sin enseñar los dientes.
El elevador empezó a bajar, el chico no era nada feo. Sacudí mi cabeza y dejé de pensar locuras. Mi novio era Noel y mi corazón le pertenecía a otro. Qué horrible se escuchó eso. Salimos del elevador, el chico tomó un rumbo y yo el mío, hacia la cafetería.
—Hola, ¿me das un café descafeinado por favor? —pedí.
—En seguida.
Saqué un poco de dinero y esperé el café. La mañana estaba un poco nublada, parece que llovería en el transcurso del día. Al menos agradezco haberme puesto mi chaqueta.
—Aquí tienes.
Tomé el café y le di el dinero.
—Gracias.
Ahora salí a la carretera en busca de un taxi. A lo lejos miré venir a uno así que le hice parada. Me monté, dándole la dirección de la universidad. Y solo me dediqué a tomar el café mientras tanto.
HENRY
Esa misma mañana tomé la vieja camioneta, metí el bolso con ropa y manejé hacia la ciudad. Tenía ciertos planes que debía poner en marcha. Mientras manejaba me imaginaba los posibles escenarios que ocurrirían cuando llegara a la universidad como el nuevo maestro sustituto. Hay un profesor que está atendiendo otras cosas, el de ética. Lo sustituiré por unos meses. Ese tiempo tendrá que ser suficiente para que Anabella me perdone. Aunque no sé cómo actuará cuando me vea llegar. La clase empezaba a la una con quince minutos. Tenía toda la mañana para ordenar ciertas cosas e ir.
Giré por el camino que daba a mi casa, la noche anterior había llamado a Jared y a los demás. Incluso pensé en llamar a Mayra, pero creo que le diría a Anabella y no quiero que la alarmen. La llamaría después. Jared y los demás estaban en la puerta, la abrieron para mi y les toqué el claxon en modo de saludo. Ellos solo me hicieron un asentimiento de cabeza. Estaba de vuelta. En la entrada de la casa me esperaban las trabajadoras, sonreían. Al parecer les alegraba que estuviera de vuelta. Estacioné la vieja camioneta a un lado y bajé.
—Buenos días, señor Meal, es bueno tenerlo de vuelta —me saludaron.
—Es bueno estar de nuevo en casa —dije, aunque la casa se miraba un poco deteriorada. Tendría que cambiar pronto, aunque fuera de mis padres. —Solo traigo un bolso con mis cosas —les dije, tomando el celular.
—La habitación ya está lista, señor.
Avancé a la casa y me adentré, las chicas se habían esmerado por que estuviera todo limpio. Olía bien. Esta casa me tría muchos recuerdos. De Anabella claro está. Me dirigí a la habitación de abajo y me adentré. Ver la cama me hizo acordar de las incontables veces que le hice el amor, que la hice mía. Apreté los puños al pensar que ahora otro la estaba follando.
No pienses en eso, Henry, recuerda que si Anabella se fue de tu vida es por tu culpa.
Mi subconsciente tenía razón. No podía ponerme mal por algo que yo provoqué, sin embargo eso no significa que no me afecte.
—Señor Meal, acomodaré su ropa —la chica nueva que sustituiría a Anabella en las labores de la casa entra y se dirige al ropero.
—¿Fuiste tú quien atendió a la chica que vino a buscarme antier?
—Eh sí—pareció recordar.
—¿Qué fue exactamente lo que te dijo? —quise saber.
—Bueno, ella vino a preguntar por usted, si se encontraba pero obviamente le dije que no. Sinceramente no recuerdo nada más. Le dije que hace mucho usted no se aparecía por aquí. Eso pareció desconcertarla un poco. Se notaba preocupada, mucho —me explicó mientras acomodaba la ropa. —Nada más, señor. —al terminar me ve— ¿Se le ofrece algo más?
Negué.
—No, puedes retirarte.
—Con permiso.
Y se fue.
Me dejé caer en la cama y me dediqué a pensar un poco.
Anabella, ¿podrás perdonarme? Porque yo siento que no puedo vivir sin ti ahora que te encontré. Eres como la persona que siempre esperé, quizás estaba con alguien más pero no me sentí tan vivo y tan completo como lo soy contigo. Tengo la esperanza de que volverás conmigo. Haré todo lo que esté en mis manos para que me perdones. Te amo y siempre te amaré, aunque quizás tú ya no lo hagas. Aunque me odies.
Mi celular suena y eso hace que salga de mis pensamientos. Cuando lo tomo hago una mueca al ver el nombre de Millena en el remitente. ¿Ahora qué querrá? Le corté, la verdad no tenía ganas de hablar con ella.
Me dirigí al ropero, me sorprendí al ver toda mi ropa aquí. Pensé que la habían tirado o no se qué. Tomé un traje, sería lo que usaría para la universidad. Dos golpes son tocados en la puerta, después se abre y Leandro aparece por ahí.
—Henry Meal, hace mucho tiempo que no te veo —me molestó. Chocamos puños y nos dimos un mini abrazo.
—No te preocupes que ya volví.
—¿Por qué no estás vistiéndote para ir a la oficina?
—Iré a la oficina pero también iré a la universidad.
—Yo sabía que no te quedarías de brazos cruzados, pero ¿sabes lo qué haces?
—No tengo idea de lo que estoy haciendo pero servirá para verla.
—Está bien, te ayudaré.
ANABELLA
—¡Gilberto! —exclamé al verlo de lejos. Este se giró y me vio, frunciendo su ceño.
—¿Anabella? Pensé que no volverías —me dijo cuando llegué a su lado. Le di un abrazo largo y extenso, la verdad me había hecho mucha falta.
—¿Cómo crees que no? Tengo una media beca aquí y no la perderé por nadie —con eso me refería a Henry. Afuera llovía mucho. Habían relámpagos y rayos. Qué miedo.
—Me da gusto que pienses así, ¿vamos a clases?
Asentí. Venía de almorzar y tocaba la ultima clase que era ética.
—¿Qué ha pasado? —le pregunté—¿Qué has hecho?
—Nada, fui donde mis padres en vacaciones.
—¿Y Mayra? Creí que estarían juntos en vacaciones.
Silencio. Parece que ahora estaba incómodo.
—Mayra y yo no nos hablamos —confesó.
—¿Pero por qué? —me detuve frente al aula. Mayra no me había comentado nada de eso.
—No lo sé, hubieron desacuerdos entre nosotros que nos hicieron separarnos.
Por cómo hablaba me hizo darme cuenta de que a Gilberto le afectaba aún, y si le afectaba es porque aún le interesaba Mayra.
—Lo siento mucho.
—Está bien. Vamos a clases —me tomó del brazo y los dos nos dirigimos dentro. Nos sentamos en primera fila como de costumbre. No pensaría en nadie ahora que estoy de vuelta a las clases, ni en Henry, ni en Noel ni en los problemas. Lo único que me importa es aprender de algo que me apasiona y me gusta.
—Tú y yo tenemos que hablar seriamente—le dije a Gilberto mientras sacábamos nuestros cuadernos.
—Buenas tardes —una señora mayor se adentra al aula de clases— Soy la nueva directora Clarissa Wyatt, mucho gusto en conocerlos —nos sonrió. Al parecer habían quitado al antiguo director. Claro, por todo lo que había pasado con Taylor etc. —El profesor de ética está atendiendo asuntos familiares así que no vendrá por dos o tres meses, sin embargo tenemos a su suplente.
—Qué mal, me caía bien ese profesor —murmura Gilberto solo para que yo lo escuche.
—A mi también —lo apoyé.
—Espero que lo hagan sentir bien y que se porten bien con el. Por favor pase, señor Meal.
El mundo se detuvo en ese momento en que la directora dijo “señor Meal” todo ocurrió como en cámara lenta. En el momento en que recé porque no fuera el Meal que pensaba que sería, una figura se aparece por la puerta, de traje, con su típico maletín, con ese porte de elegancia y superioridad. Era él. Mi mayor pesadilla, el producto de mi estrés: Henry Meal.