5
Decepción.
Eso es lo que siento ahora mismo. No puedo creer que Apolo esté en este lugar... Y con Kara. Sabiendo que la había visto guiñarle el ojo. Sabiendo que la odié en ese momento, y no soy de odiar personas.
Quería ir allí para que me dé una explicación. Merezco una. Apreté las manos y me dispuse a levantarme, pero en eso Thomas llegó con dos cervezas.
—¿A dónde crees que ibas? —sonrió de lado— No me ibas a dejar botado... ¿o sí?.
Lo miré. Sus ojos, a pesar de la poca iluminación, tenían un brillo especial. Su gesto cambió al notar mi cara de tristeza.
—¿Que tienes? —sonó preocupado. Dejó las cervezas en la mesa y luego me miró esperando una respuesta.
—Apolo. —le respondí, señalando con la barbilla su mesa.
Apretó la mandíbula al escuchar su nombre y se giró para ver. Luego volvió a mí.
—Así que él era el compañero de Kara —murmuró más para sí mismo.
Fruncí el ceño.
—Yo... No debí venir aquí —comenté.
Volví mi vista a Apolo, tomando cerveza y riendo de algún chiste que haya dicho Kara, para después poner sus codos sobre la mesa y llevar sus manos al cabello.
Thomas se acercó más a mí y llevó un mechón de cabello hacia atrás de mi oreja. Su roce me hizo estremecer. Lo miré a los ojos, eso negros y penetrantes que parecían suplicantes.
—No deberías de estar sufriendo por él. Mereces más que eso.
Sus palabras me llegaron. Quizá fuera verdad. Pero Apolo no era malo. Yo sabía que le pasaba algo, solo que no me tiene la confianza suficiente para decirmelo y eso... Y eso me rompe. Todo me rompe. Los momentos tristes me rompen y solo caigo. Soy tan débil. Desearía no ser así, desearía ser más fuerte y no dejar que las cosas malas me hagan caer.
—No lo conoces... Él... —empecé diciendo, pero me interrumpió.
—En primer lugar, ese tipo no me va a arruinar la salida, —dijo—Y en segundo lugar nos vamos de aquí —me cogió del brazo.
—Pero...
No hizo caso.
Me giré hacia Apolo, solo para comprobar que él me estaba mirando. Sentí cómo mi corazón se detenía. Me miró. Me esta viendo. Y ahora no sé qué hacer.
—Thomas —me safé.
Me miró interrogante.
Apolo se levantó de la silla y se dirigió a paso decidido hacia mí... Corrección, hacia Thomas, dejando sola a Kara quién le estaba diciendo algo.
Já, tómala.
Thomas se puso a un paso delante de mí, rígido.
—¿¡Qué haces con ella?! —le espetó. Pegué un pequeño brinco al escucharlo hablar así, tan enojado. Es la primera vez y, me dio algo de miedo.
Apolo ni me miró.
—Ese no es tu problema —escupió Thomas, totalmente calmado, como si no le tuviera miedo.
Tengo que hacer algo.
—Déjala en paz. Te lo advierto. Es mi... —hizo una pausa—Novia. Y no te quiero cerca de ella.
Cerré los ojos. Dudó. Dudó de que soy su novia.
Armándome de valor me interpuse entre ellos dos antes de que Thomas dijera otra cosa. Miré desafiante a Apolo. Lo quiero. Pero tengo que aprender a no ser débil. No con él.
Su mirada se relajó.
—En primer lugar —la voz me temblaba—No tienes ningún derecho de decirme con quién debo de salir o no. Thomas es un amigo. A diferencia de Kara que ella sí se te estaba insinuando descaradamente.
Me crucé de brazos y alcé la barbilla. Bajó la mirada porque sabía que era verdad.
—Lo siento... —musitó avergonzado.
El corazón se me hizo chiquito al sentirlo vulnerable. Elevé mis manos temblorosas y acurruqué su cara en ellas.
—¿Porqué no me hablas? ¿Qué es lo que te pasa? —pregunté al fin.
No me miró.
—Anne, no tienes que rogarle. Vamonos —me dijo Thomas detrás de mí.
Entonces Apolo levantó la vista.
—Vamos a otro lugar. —propuso, tomándome delicadamente la mano. Le di una media sonrisa y me giré, con pena, hacia Thomas.
Estaba de brazos cruzados y me miraba serio. Su cabello super despeinado le daba un aire seductor y como de chico malo. Su mirada transmitía decepción.
—¿Anne? —susurró mi nombre esperando mi respuesta. No me pasó por alto que no me dijo pequeña Anne.
—Lo siento, Thomas, pero me voy con Apolo.
No dijo nada. Solo se quedó allí, parado, observándome. ¡Dios! ¿porqué se ve tan vulnerable? Tan... ¿triste?.
Apolo me encaminó hacia la salida. Tenía muchas preguntas qué hacerle.
***
Al llegar a casa nos sentamos en el sofá. Todo el camino en el auto había sido un incómodo silencio. Hasta parecieramos desconocidos.
Me examinó con la vista. Pude ver una chispa de picardía en sus ojos pero se las ingenió para ocultarlas.
No pude evitar sonrojarme.
—Nunca te había visto de vestido —confesó, sonriendo—. Te queda perfecto.
—Pues... G-gracias.
No sé por qué con Apolo soy tan penosa y con Thomas soy... Yo misma.
—Anne, no sé qué decirte —se frotó la cara.
Respiré profundo.
—Solo dime la verdad —pedí en tono suplicante.
Ya estaba cansada.
Me miró, asintiendo.
—Anne, hace unas semanas yo... —y en eso su teléfono sonó. Lo cogió y frunció el ceño—. Dime, Kayler —contestó. Del otro lado estaban hablando, no sé qué habrá pasado pero la expresión asustada de Apolo me decía todo.
Bueno, algo.
—Voy para allá.
Colgó.
Parpadeé varias veces sin entender.
—¿Qué pasó?
—Lo siento, Anne, pero algo surgió y me tengo que ir ya. Luego te cuento.
Se levantó y salió por la puerta, sin darme tiempo de decir nada.
—Adiós —le susurré a la nada.
En vez de quedarme con Thomas disfrutando de la noche, solo perdí el tiempo. Es como si el destino no quisiera que supiera la verdad.
Saqué mi teléfono y quise mandarle un mensaje a Thomas, pero maldije entre dientes porque no tenía su numero.
Cogí las llaves de mi coche y me dispuse a salir, pero me detuve en seco al enterarme de lo que iba a hacer: me iba a ir a ver con otro chico que no era mi novio. Y con Thomas. Ese que es cínico y depravado. Chicos así no van conmigo. Pero admito que estar con él es... Divertido. Y lo más importante, puedo ser yo misma y él no me juzga. No me trata con lástima. Al contrario, hace de todo para hacerme sentir incómoda.
Sonreí.
Y luego arrugué la cara ¿porqué sonreí? Me tengo que alejar de Thomas a como sea.
Pero si es él quien te busca, susurró mi voz interior y era verdad. Ante eso... Tendré que evitarlo, sí, eso haré.
Al final, subí a mi cuarto y me puse la pijama. Esta noche estaba terminada.
***
—Tienes muchas cosas qué contarme —me dijo Carolina al llegar a la mesa de la biblioteca y sentarse a la par mía.
Fruncí el ceño mirándola.
—¿Cómo cuales? —inquirí, mientras volvía la vista al libro.
—Apolo —contestó como si fuera lo más obvio—¿Qué pasa con ustedes?
Acomodé mis lentes.
Solo los usaba para leer.
Y, al parecer, a ella no le ha pasado por alto de que Apolo y yo... Pues ya casi no andamos.
—No sé qué quieres que te cuente si yo tampoco sé nada. —respondí.
Silencio.
—Apolo no es el mismo, digo, no lo conozco tanto como tú pero lo he notado raro. Decaído. Ahora hasta bebe—comentó.
Bueno, qué bueno que no era la única que la pasaba mal aquí.
Me quité los lentes y la miré. Tenía razón. Algo pasaba. Y íbamos a averiguarlo.
—Anne, tú siempre me acompañabas en mis locuras. Ahora, te voy a devolver el favor —sonrió sincera.
—¿Espiarlo? —pregunté.
Aunque ya lo había hecho hace unos días. Y entonces recordé a Thomas. No lo había visto en lo que va de la tarde.
Pero es lo mejor.
—¡Pues claro! —se puso de pié y me tomó de la mano—Ven, en éstos momentos están en la campo de fútbol.
No puse objeciones y solo me dejé llevar. Salimos de la biblioteca casi corriendo, pero nos detuvimos en seco al casi chocar con un chico.
Wow. Es el chico más pálido que haya visto. Noté como Carolina se puso tensa al momento.
Ese chico era alto y vestía todo de negro. Nunca lo había visto, pero la sonrisa psicópata que tenía en su pálida cara me dio mala espina.
—¿Quién eres? —le pregunté.
Nos miraba como si nos hubiera estado buscando y nos encontró. Pero las palabras que salieron de la boca de Carolina me descolocaron por completo:
—Es un vampiro.
Capítulo 6 | El intruso.
No podía creer lo que Carolina había dicho. La miré inmediatamente interrogante ¿ella como sabía? Su mirada no quitaba la vista de ese chico, tenía los labios apretados y algo me decía que no le caía bien.
—¿Cómo lo sabes? —cuestioné.
Me miró.
—Kayler me enseñó a identificarlos —respondió orgullosa.
—Y lo hizo muy bien —comentó el chico. Las dos giramos hacia él. Su voz transmitía demasiada calma. Seguro de sí mismo, pero con aires de grandeza.
¿Un vampiro?
Definitivamente éste mundo está lleno de sorpresas.
—Anoche se enteraron de que alguien había entrado al territorio de los Brown —comenzó diciendo Carolina—. Alguien que no era humano. Pensaron que era otro hombre lobo pero pues no lo encontraron. Jamás pensé que fuera un vampiro. Y menos que viniera aquí.
Alcé las cejas por lo bien informada que estaba Carolina de todo ésto. Yo solo sabía que los Hombres Lobo existían y ya. Y en eso me doy cuenta de la confianza que Kayler le tiene. Admito que sentí un poquitín de celos porque Apolo nunca fue, ni será así conmigo.
—Digamos que vine aquí en busca de otras cosas —le respondió mirándome. Algo me dice que esas cosas soy yo.
Espero estar equivocada.
Le di una mirada rápida a Carolina, a ella tampoco le pasó por alto eso así que achicó los ojos en su dirección.
—Mi nombre es Clark —dijo al notar que ninguna de las dos decía nada—. Y espero verlas mas seguido, ahora, si me disculpan, tengo que encontrar a un buen amigo mío. —nos pasó a la par, sonriendo psicópatamente.
Me volteé hacia Carolina de forma interrogante.
—¿Qué está pasando? —cuestioné, aunque creo que fue más para mí misma.
Se quedó pensativa.
—¿Quién será ese buen amigo suyo? —inquirió, mirando por donde se había ido Clark.
Negué con la cabeza dándole a entender que no sabía nada. Sacudió la cabeza como alejando pensamientos que no tuvieran sentido.
—En fín, Kayler se encargará de él. Nosotras, a lo que íbamos —empezó a caminar hacia el campo de fútbol.
La seguí.
Los pasillos estaban algo desiertos, algunos deberían de estar en la cafetería, otros en el patio trasero y, quizá, algunos mirando entrenar a los chicos.
Doblamos en una esquina y los nervios se apoderaron de mi cuerpo. Ahí debe de estar Apolo. Y Thomas. Hasta ahora me doy cuenta. Agh.
Me puse a la par de Carolina.
Llegamos al campo de fútbol.
Allí estaban ellos, dándose pases con el balón, algunos tendidos en el piso descansando. Y las chicas sentadas en las gradas susurrándose cosas para después ponerse a reír.
Toda la atención de los chicos fue para nosotros. Odio ser el centro de atención. Caminé con cuidado, procurando no tropezarme y hacer el ridículo.
Kayler al ver a su novia se acercó a ella y la besó. Apolo estaba con él, solo se limitó a verme. Thomas estaba sentado, sosteniéndose sobre sus codos. Mirándome.
Nuestros ojos se encontraron, había en él algo diferente, quizá aún sigue enojado por lo de ayer.
Aparté la cara.
—¿Anne? —me llamó Carolina.
Me acerqué a ellos.
—Vamos a ir a la casa de Anne —le dijo—. Tenemos mucha tarea qué hacer.
Kayler achicó los ojos no muy convencido. Supongo que él ya conoce a su novia. Carolina luce tranquila.
—Sí, emm... La maestra de matemáticas nos dejó un montón de cosas qué hacer —mentí.
Kayler tenía una mirada de diversión, obviamente no se lo tragaba.
—Claro, yo les creo —murmuró—. Solo una cosa: Apolo estará en su casa toda la tarde —susurró para no ser escuchado.
Carolina y yo nos miramos, para después ponernos a reír.
Obvio no se lo tragó.
—¿Qué va a pasar con Clark? —le preguntó Carolina.
—Nosotros nos encargaremos, así que tenemos que estar juntos. Lo que sea que quiera su principal objetivo es separarnos —explicó.
—Hola, chicos. —habló una voz femenina detrás de nosotras.
No conocía la voz.
Nos giramos a ella.
Kara.
Llevaba una falda rosa demasiado corta y un top. Oh, Dios, enseñaba todo. Su cabello rubio estaba recogido en una cola alta y la cara, obviamente, llena de maquillaje.
—Estamos en busca de nuevas animadoras. Estuve pensado, ya que la antigua jefa murió pues alguien tiene que ocupar ese lugar —sonrió—. Sus amigas no son lo suficientemente inteligentes para ese liderazgo y, pues, ahora soy yo —su voz era tan molesta. Y solo miraba a Carolina, a mí solo me daba miradas de desprecio.
—¿Se supone que te debemos de aplaudir? —se burló Carolina. Escuché una risita de Kayler tras de nosotras.
Soy consciente de que todos los chicos están escuchando ésta conversación.
Kara dejó de sonreír y miró a Carolina con algo de odio, pero lo ocultó e hizo que su sonrisa falsa volviera.
—Lo que quiero decir es que nos hacen falta dos animadoras —explicó—. Y ya que eres rubia, no estas tan mal y tienes de novio al chico más respetado y popular del colegio —miró a Kayler con deseo. Abrí los ojos del asombro. Noté que Carolina se cruzó de brazos—te quería proponer que tú fueras una de ellas. Claro, mi mano derecha porque ¿mencioné que la jefa soy yo? —cuestionó fastidiosa.
Carolina se rió.
—¿Y que hay de Anne? —me señaló.
Abrí la boca para protestar pero de ella no salió nada. Solo me la quedé viendo con algo de advertencia para después poner mi vista en la molesta de Kara, quién me miraba de piez a cabeza con asco.
Ahora me siento incómoda aquí.
—Tu amiga entenderá que solo tenemos un cupo —le respondió.
—Dijiste que habían dos cupos disponibles —le recordó.
Y era cierto.
Kara pareció haber recordado que era cierto, así que lo único que hizo fue carraspear e idear otra mentira.
—Cierto. Lo que pasa es que recordé que ya tenía a alguien —sonrió— Pero entones qué dices, ¿aceptas?.
Carolina me miró como pidiendo mi opinión. Lo único que hice fue encogerme de hombros.
Siendo honesta, no me imagino a Carolina de animadora.
—Lo siento, Kara, pero la verdad tengo cosas más importantes qué hacer que perder el tiempo en bailecitos y eso. Gracias y adiós —le sonrió, elevando su mano y haciendo un gesto de adiós para que se fuera.
Kara ardió del coraje y me quería reír. Ella notó mis ganas de carcajeármele en la cara.
—Anda, ríete, eso no te quita lo rata de biblioteca —espetó con asco.
Mi corazón se detenía poco a poco, ella me ha insultado frente a todos.
Vergüenza. Eso siento ahora. Quiero gritarle, quiero... ¡agh! De nada me sirve pensar todo esto si al final no digo nada. Desearía ser más atrevida. Carolina me iba a defender, pero me le adelanté, solo espero no arrepentirme de ésto.
—¡Prefiero ser una rata de biblioteca que una zorra, descerebrada como tú.! —exclamé tan alto que creo que todo el mundo escuchó, pero luego me cubrí la boca de inmediato y la miré con horror.
El uhhhhh en tono unísono de todos los presentes no se hizo esperar.
¡Hay, Dios! ¿qué hice?
Su cara estaba seria, como si se me fuera a tirar encima en cualquier momento.
—L-lo s-siento tanto... —comencé diciendo, pero Carolina me codeó para que no prosiguiera.
Y creo que tenía razón.
—Me las vas a pagar —murmuró entre dientes, para luego dar media vuelta e irse.
Me giré a Carolina totalmente sorprendida por lo que acabo de hacer. Esto me traerá problemas.
—¡Eso fue increíble! —exclamó Carolina, también sorprendida.
Le sonreí.
—No puedo creer lo que hice —dije más para mí misma.
Entonces mi mirada, por alguna razón, buscó a Thomas, quién me miraba con una media sonrisa. Hizo un asentamiento de cabeza para darme a entender que estuve bien. Le devolví el gesto. En parte se lo debo a él.
***
—Sigo pensando que es una mala idea —murmuré quitándome la hoja que me había caído en el cabello.
Estábamos acostadas en el suelo, apoyadas con los codos, unos larga vistas y ropa negra. Sí, ésta vez habíamos decidido venir preparadas.
—Shhh que te puede oír —susurró, mirando la casa de Apolo con los larga vistas.
Negué con la cabeza riendo.
Después de salir de clases habíamos entrado a mi auto para seguir a Apolo. A como dijo Kayler, él ha estado casi toda la tarde encerrado en su casa. Lo más extraño... Bueno, ahora no es taan extraño, que no me ha llamado ni nada.
Te estoy empezando a odiar, Apolo.
Miré también por los larga vistas.
Gracias a una enorme ventana podíamos ver el interior de la casa, se veía la sala, un televisor enorme y nada más. Ni rastros de Apolo, quizá esté dormido. O quizá salió por la otra puerta y nosotras de tontas aquí.
—No vamos a encontrar nada aquí —susurré.
Debería estar en casa leyendo algún libro.
Elevó la mano para que guardara silencio.
Nos cubría un enorme arbusto. Miré a los alrededores, solo árboles.
—Viene alguien —dijo, agachándose más. Hice lo mismo. Era una camioneta negra. Pasó a nuestro lado y se detuvo en casa de Apolo.
Carolina y yo rápidamente miramos por los larga vistas. Se bajó un hombre con traje. Demasiado formal diría yo. Y luego, del otro asiento bajó alguien más. De este ángulo no podíamos verle la cara, pero al ver sus pies caminar hacia el otro hombre nos pusimos atentas.
Abrí la boca del asombro y luego la volví a cerrar al ver quién era.
—¿Qué hace Kent aquí? —inquirió.
—Es Clark.
Ella me miró.
—Ese mismo. Ahora recuerdo lo último que nos dijo —se quedó pensativa—. De que tenía a un buen amigo qué buscar.
La miré.
¿Será posible?
—Si es así, ese amigo es Apolo —concluí.
Asintió con pesadez.
—Y si es así, significa que está tratando con el enemigo —murmuró.
El solo hecho de pensar que Apolo puede estar haciendo algo malo me sobrepasa. Me preocupa. No hay dudas de que algo anda mal.
—¿Y qué pasará si es así? —cuestioné, con un pequeño nudo en mi garganta.
Me miró, debatiendo en si decirme o no. Hasta que finalmente lo hizo:
—Lo expulsarían de la manada... E, incluso, de la ciudad.