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Capítulo 1: El Yeti

MICHELLE

La fuerte ventisca me azota cada centímetro del cuerpo, ni siquiera puedo abrir los ojos para divisar mi camino, y si pudiese, el panorama no sería distinto, seguiría sin saber exactamente donde estoy pisando. Gracias a la nieve que cubre por completo la montaña solo distingo blanco a mí alrededor y el frío que me recorre el cuerpo amenaza con adormecerme.

Jamás había visto nieve, es una pena que tenga que conocerla bajo estas circunstancias, hace que la odié y quiera regresar a los cálidos brazos del sol.

Me pregunto si estaremos llegando al castillo de Roosent, los habitantes del pueblo nos dijeron que quedaba hacia esta dirección; pero nos advirtieron que era peligroso y que varios miembros de la comunidad habían desaparecido en ese lugar.

Mis pies se sienten pesados, me cuesta cada paso que entrego, tengo la sensación de que mis botas quedarán atascadas en la nieve y no tendré la fuerza suficiente para liberarme; entonces, moriré congelada en esta desolada y triste montaña.

Tal vez un lobo me coma.

Mi cuerpo pierde la fuerza que le queda y se rinde ante la fatiga; caigo derrotada al suelo mientras mis mejillas se sienten frías debido al contacto con la nieve. De pronto, mis articulaciones no me responden, es como si hubiera perdido el control de mis movimientos.

—Oye, reacciona —El Príncipe me da palmadas en las mejillas y me sostiene entre sus brazos.

A duras penas logro abrir los ojos; pero los párpados me pesan tanto que vuelvo a cerrarlos. Entonces siento como mi cuerpo se levanta y entra en contacto con su piel, su espalda cálida me brinda calor y desaparece aunque sea un poco el frío que me invade. El olor de su cabello me embriaga, no sé si sea por el estado en que me encuentro pero no puedo evitar disfrutarlo. Mi nariz se hunde en su cuello y pierdo toda consciencia dentro de mí.

¡¿Qué me está sucediendo?!

Pierdo el conocimiento unos instantes, cuando lo recupero me encuentro sumamente perdida, estoy recostada en un sillón con una manta encima y el fuego abrasador de la chimenea calentándome.

Frunzo el ceño sin entender la situación en la que me encuentro, mi cuerpo aún se siente algo pesado por lo que decido permanecer calmada momentáneamente. El Príncipe se aproxima hacia mi dirección mientras sostiene una taza, me la extiende y confundida se la recibo.

—Al fin despiertas —se sienta en el sillón frente a mí. Olisqueo la taza en busca de saber de qué se trata pero no logro adivinarlo—. Es un té, tómatelo —ordena y doy pequeños sorbos. Hago una mueca por el sabor asqueroso que tiene.

—Sabe horrible.

—Es una mezcla de hierbas, solo trágatelo —comenta rudamente. Anima la llama del fuego con el movimiento de su mano—. Eres una inútil, comienzo a pensar que tu debilidad no se debe a que seas humana —blanqueo los ojos. Él y su bonita forma de hablarme.

—Claro, si con tus poderes de fuego no sientes frío, así cualquiera resiste una ventisca de nieve —refunfuño molesta. Siempre daña sus buenas acciones con esa bocota que tiene. Él me ignora para variar—, ¿Dónde estamos?

—En el castillo, todo indica que hay alguien viviendo aquí. Cuando llegamos la chimenea estaba encendida. Además la despensa está llena de comida y los muebles se encuentran en perfecto estado —me sorprendo ante su descubrimiento, lo último que pensé es que hubiera personas de verdad envueltas en los rumores de este lugar y que no se tratará de un fantasma como en la cabaña—. Es posible que las personas desaparecidas se encuentren aquí pero no puedo asegurar que la piedra esté involucrada.

—Puede que sea obra de algún loco, ¿es lo que quieres decir? —doy otro sorbo a mi taza.

—Existen distintas criaturas en este mundo, no estoy familiarizado con las que habitan en zonas polares; sin embargo, por los comentarios de la gente del pueblo esta situación no se había dado antes. Así que dudo que se trate de alguna bestia carnívora —dice convencido.

—Deberíamos revisar las habitaciones para cerciorarnos de que la piedra no está aquí.

Dejo la taza sobre la mesita ubicada en el centro. Me siento mejor así que me pongo de pie y junto al Príncipe nos dirigimos a las otras áreas del castillo.

Divagamos por la planta baja, todo el castillo tiene una arquitectura victoriana rica en ornamentaciones con elementos decorativos como pinturas, candelabros y elegantes alfombras rojas. Los muebles son tapizados y de terciopelo mientras que grandes espejos con marcos detallados abundan en todo el castillo. Las velas colocadas en los pasillos y los trofeos de animales en las paredes le dan un aspecto espeluznante.

A pesar que El Príncipe dijo que el castillo ya estaba habitado, hasta ahora no hemos encontrado ni una sola alma, ni rastros de las personas desaparecidas y mucho menos he sentido el poder de la piedra.

Decidimos trasladarnos a la planta alta por la escalera imperial que se eleva impetuosa ante nosotros. Recorremos las distintas habitaciones sin conseguir resultados distintos. El ambiente es calmado, tal vez demasiado. Volvemos al vestíbulo con más preguntas que respuestas.

El único lugar que queda es el ala sur —espeto mientras caminamos por la alfombra roja. Me dispongo a dirigirme hacia dicha área; pero me detengo al ver el rostro del Príncipe, el cual, luce extrañado—, ¿Qué te sucede? —pregunto y coloca su dedo índice en sus labios mientras camina de un lado al otro con sumo cuidado.

De repente, deja de moverse y pisa varias veces la alfombra. Se hace a un lado y desenvaina su espada, realiza un corte rápido que parte la alfombra en dos. La enrolla para retirarla, dicho acto deja a la vista una especie de puerta de hierro incrustada en el mosaico. El Príncipe la levanta y una escalera de madera se asoma por el hueco.

¿Porque siempre los lugares tienen que tener pasadizos secretos?

El Príncipe se dispone a bajar; sé que aunque le diga que no vaya irá y me dejará sola, así que obedientemente lo sigo hasta el foso oscuro y tenebroso. El lugar luce como una mazmorra, muy parecida a la del castillo del Príncipe, esto me trae recuerdos dolorosos.

Ese sitio era realmente deplorable.

El pasillo se encuentra alumbrado por las velas que recorren todo el entorno mientras que las celdas van apareciendo una tras otra; sin embargo, estas se encuentran vacías, prácticamente olvidadas.

Nos sorprendemos al llegar a la última celda, donde nos encontramos con varias personas abatidas del otro lado de las rejas. Al vernos se pegan a los barrotes e imploran ayuda con gran desesperación. Sus rostros asustados me preocupan.

¿Quién los habrá encerrado en estas celdas y porque tienen tanto miedo?

—Háganse para atrás —ordena El Príncipe y sin esperar reacción alguna lanza una llamarada de fuego que desintegra los barrotes en un santiamén.

Una vez que desaparece la celda todos corren despavoridos hacia la salida; pero se detienen cuando una pared de fuego les imposibilita seguir avanzando hacia su libertad.

—Quietos, quiero que me expliquen quien fue el que los encerró aquí abajo —exige El Príncipe con seriedad. Todos se miran asustados y confundidos.

—¡El Yeti! ¡Él nos atrapo en el medio de la ventisca y nos mantuvo presos aquí abajo! —grita un hombre.

—¡Déjanos ir antes de que él lo descubra! ¡No quiero que me encierre nuevamente! —ruega desesperado otro hombre.

¿El Yeti? ¿El hombre de las nieves? ¿Pie grande? ¿Él existe en este mundo?

Me puedo morir de nuevo, por favor. No quiero tener que enfrentar a ese ser.

El Príncipe hace desaparecer la pared de fuego y se posiciona adelante comandando el escape. Ahora que tuvo su respuesta no tiene más razones para mantener a los hombres retenidos. En el momento que salimos de la mazmorra logró escuchar un gruñido que hace eco por todo el castillo, un escalofrío me eriza los vellos de la nuca y mi corazón acelerado amenaza con darme un infarto. Me parece que el dueño ya se percató de nuestra intromisión y no le agradará saber que dejamos huir a sus presas.

Una criatura de apariencia robusta y grande, cubierta de pelo blanco; excepto en su cara, manos y pies, aparece por el ala sur destruyendo todo a su paso. Retrocedo al verlo, nunca dejaré de sorprenderme al conocer estas criaturas fantasiosas.

Los presos gritan despavoridos y corren hacia la puerta principal. El Príncipe los envuelve en un anillo de fuego mientras ellos se apiñan para evitar las llamas.

—¡El fuego no los quemará! ¡Los protegerá de la ventisca! ¡Váyanse! —explica El Príncipe y crea una pared de fuego para evitar que El Yeti se acerque a ellos. Afortunadamente logran escapar dejándonos solos con la criatura peluda y malhumorada.

El Yeti, suelta otro gruñido mucho más potente que el anterior y crea una ráfaga de viento con la potencia de su cuerdas vocales que hace desaparecer el fuego por completo. El Príncipe se protege del ataque con sus brazos.

El Yeti lanza un gancho en dirección al Príncipe y este apenas lo esquiva, continúa lanzándole ataques al azar que terminan destruyendo parte del piso y las paredes del castillo.

—¡¿Qué haces ahí parada?! ¡Busca la piedra en el ala sur! —grita El Príncipe ofuscado.

Realiza varios saltos para esquivar los golpes del Yeti. Doy un respingo asombrada, sin entender a que vienen sus palabras.

—¡¿Qué piedra?! ¡Es obvio que El Yeti es el culpable de todo! —vocifero para que me escuche.

—¡El Yeti está siendo poseído por una! —responde entre saltos con la voz agitada.

Observo al Yeti y me doy cuenta que tiene la retina roja; y, a su vez, me llama la atención la desprolijidad de sus ataques, como si estuviera apuntando a cualquier lado.

¿Será cierto lo que dice El Príncipe?

Bueno, él es el experto en este mundo y si dice que El Yeti esta poseído debe ser así.

Corro con todas mis fuerzas al ala sur mientras El Príncipe continúa luchando contra la bestia, estoy segura de que estará bien. Una vez que atravieso la puerta me encuentro con un patio central encerrado entre murallas, parecido a un fuerte; una torre se alza a un costado mientras que la blanca nieve se posa por todos los alrededores y cubre el suelo. Retazos de hielo adheridos a las paredes denotan la temperatura tan baja que hay en el ambiente.

Troto de un lado al otro en busca de alguna señal que me indique que si existe una piedra en este castillo. Abro un par de puertas que solo me llevan a almacenes olvidados. Como última opción rebusco entre la nieve sin conseguir resultados favorables.

Un fuerte estruendo se escucha y cuando volteo me encuentro con la pared que conecta al interior del castillo destruida y a un Príncipe tumbado sobre la nieve. Permanezco quieta sin saber cómo reaccionar, la pelea se ha trasladado del vestíbulo al patio central. El Yeti luce enojado, gruñe nuevamente y su grito me deja casi sorda. La piel se me eriza por el miedo y el frío que experimento.

—¡No me prestes atención y sigue buscando! —ordena y continúa lanzando disparos de fuego.

Salgo de mi trance y prosigo la búsqueda, intento no quedar en el medio de la batalla de esos dos. Diviso la torre y me encamino hacia ella mientras grandes masas de nieve vuelan en el aire fruto de todo el alboroto provocado.

Subo las escaleras en forma de espiral que rodean la torre, mientras voy subiendo logró apreciar la figura diminuta del Príncipe luchando contra El Yeti ferozmente. Dispara bolas de fuego una tras otra y esquiva sus ataques ágilmente. Me da la impresión de que comienza a cansarse; aunque El Príncipe tenga un amplio poder mágico El Yeti es mucho más grande que él, con un solo movimiento de brazo puede romperle una costilla y dejarlo inmovilizado.

El frío se siente mucho más concentrado en lo alto de la torre; puedo ver el aliento frío escapándose de mi boca. No quiero desmayarme nuevamente así que vacío mi mente y me concentro en mi misión.

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