Capítulo V
Ella, en su último acto antes de que yo tomara el mando, empezó a moverse adelante y atrás, tallando, untando su sabroso culo sobre mi bulto.
Mi miembro, que ya estaba excitadísimo, empezó a protestar bajo mis calzones, lo estaban invitando a una lucha y él se hacía presente y más que dispuesto.
En la película, una chica pasaba sus manos por debajo de la falda de la otra chica mientras la tercera hacía chocar sus pechos.
Yo ya no prestaba atención a la película, la presión había exaltado mi sangre que se bombeaba toda hacia mi miembro, llevándolo a ponerse completamente rígido.
Lo que me excito, aún más, fue el calor que desprendía, digno del mismo infierno. En un intento desesperado para que mi nueva amiga se detuviera, alcé mis manos a los sabrosos pechos y los estruje bajo la blusa.
Ella se levantó estirándose y bajo parando su movimiento.
Yo reaccioné echándole un brazo por la cintura para retenerla y con la mano libre me dirigí hacia sus hermosas y bien torneadas piernas.
—Tú ves la película, yo te voy a meter la mano bajo la falda. Mayra saldrá pronto de la ducha, sólo que, quizás podamos hacer algo mientras lo hace.
Conduje mi mano un poco más arriba de las rodillas, ella temblaba, tal vez por los nervios o quizá por la emoción, aunque lo más seguro es que era por la excitación.
Acaricié un poco sus piernas y subí hacia sus muslos, por la parte interna donde le empecé a devolver su juego, disfrutando al mismo tiempo con hacerlo.
Mis caricias hacían su efecto y me rogó que le acariciara la pucha, que quería sentir mi mano sobando sobre su rajada que ya le palpitaba.
Subí mi mano y palpé sus pantaletitas, de fino algodón que dejaban traspasar el tacto de los pelos de su pubis y el profundo calor que emanaba.
—¿Cuántos años tienes? ¿Quince? —le pregunté
—Sí… casi dieciséis.
—Voy a meterte la mano bajo las pantaletas —le avisé esperando su reacción
En la película las dos chicas ya habían despojado de su falda a la otra chica, sólo le restaba un tanga, aunque yo no podía hacer eso con su hermana a punto de salir del baño, así que me aguanté las ganas de verla encueradita.
Mi mano buscó el elástico de sus pantaletas y lo superó, introduje mi mano en su frondoso bosque. Bajé hasta la obertura de su vagina y la acaricié.
—¿Eres virgen? —le pregunté curioso y caliente
—Sí, ningún chico me dura más de unas semanas.
—¿Te habrás metido los dedos? —insistí acariciando su abultado púbis
—Claro, pero solo uno.
—¿Notas mi chile bajo tu cuerpo? Esta tan grande por ti. Mira la tele
En esos momentos una chica besaba a la joven iniciada mientras la otra la masturbaba con un dedo, luego introdujo dos.
—¿Quieres que te haga lo mismo?
—Sí, rápido.
Introduje mi dedo corazón en su cuerpo, a pesar de que no lo había humedecido con mi saliva su vagina estaba tan lubrificada que penetró sin mucho impedimento.
Conforme movía mi dedo ella empezó a moverse volviendo a golpear contra mi miembro. Por unos momentos hicimos un dueto perfecto.
Cómo tenía que suceder se oyó la voz de mi ex novia anunciándome que ya se estaba secando, que ya no tardaba nada en venir conmigo.
Natalia, se levantó de un salto mientras yo recuperé mi mano como pude.
Fue hacia el disco y recupero el DVD. Yo ya sabía que ella quería más y pensaba como podíamos reunirnos. Ella misma me lo confirmó.
Volvió con la cinta hacia mí e inclinándose me beso con suavidad en la boca.
Yo separe mis labios, ante todo quería darle un mensaje.
—He venido con mi coche. Voy a despedirme de tu hermana y quiero que bajes dentro de cinco minutos. Dile que pasarás el resto de la tarde en casa de una amiga.
Ella sonrió, coqueta y satisfecha y yo la bese con un poco más de pasión. Le pasé la mano debajo de la falda y la apreté contra sus tanguitas.
La besé con más fuerza durante unos largos instantes, dándole a probar el sabor de mi lengua y jugueteando con la suya de manera cachonda.
Y luego la deje. Ella corrió a su cuarto y cerró la puerta. Apenas yo lamía e introducía en mi boca el dedo que había estado dentro de su cuerpo, Mayra salió del cuarto de baño, con una toalla enrollada sobre la cintura y diciendo tonterías.
Quizás quisiera romper el hielo que ella misma había dejado crecer entre nosotros, tal vez pensó que había ido a buscarla para que volviera conmigo, no lo sé, sólo que, de inmediato le invente una excusa para irme pronto.
Le dije que tenía prisa porque había quedado con una amiga para ir al cine y que había ido no para hablar, sino para que me diera un disco de música porque esa chica me lo había pedido y yo se lo iba a prestar.
Ella comenzó a buscar el disco y a hablar sobre que película íbamos ir a ver mi amiga y yo, y de cómo le había gustado una que recién se había estrenado.
Para quitármela de encima le dije que la llamaría por la noche y ya hablaríamos de todo, sólo que ahora me tenía que ir, ya que contaba con poco tiempo.
Naturalmente se quedó muy sorprendida, aunque conseguí que dejara de acosarme.
Tardé medio minuto más en salir del departamento y llegué hasta mi coche.
Entre y tire el compacto en la guantera. Miré el reloj y comencé a esperar.
La hinchazón de mi entrepierna comenzaba a bajar y yo comencé a preguntarme que pasaría con Natalia, si ella bajaba, estaba claro lo que haríamos, y si no lo hacía, también estaba claro, tendría que calmarme esa calentura por mis propios medios.
Lo normal es que aguante bien las esperas, aunque esos minutos fueron los más largos de mi vida, los nervios no me dejaban estar tranquilo.
Vi la farmacia de enfrente y comencé a pensar si debía ir o no a comprar unos preservativos, estaba seguro que tenía en casa, aunque no quería que faltaran.
Mientras esperaba, de forma continua miraba por el retrovisor hacia el portal del edificio, hasta que por fin surgió Natalia, con su ropa excitante y sabrosa.
Buscó mi coche y cuando lo encontró no dudo y caminó de forma directa hacía a mí, como si nada le preocupara, con una seguridad y una sensualidad que me excitó.
Se montó en el coche y arranqué incorporándome a la circulación de manera hábil.
—Vamos a mi casa, estaremos tranquilos durante unas horas ¿quieres? —le dije de manera natural, tratando de que no se me notara la excitación que sentía
—Sí, vamos —respondió Natalia, recostándose sobre mi hombro.
Yo aparté mi mano de la palanca de cambios y la puse sobre su rodilla, subí lentamente la mano levantando su faldita, el cielo estaba muy lleno de nubes oscuras y tampoco las luces de la ciudad me permitían ver mucho, por lo que tenía que conducir con mucha precaución. Y como no pude meterle mano bien, y yo quería calentar más el ambiente comencé.
—Natalia, antes no pude verte las pantaletitas, descríbeme como son.
—Son blancas, unas pequeñas pantaletas de algodón talla L con unos dibujos rosas y verdes, son pequeñas flores. Tienen un pequeño encaje en los bordes y un lacito rojo delante. Las compre yo misma hace unos meses pensando en una ocasión especial, a lo mejor como esta. Las acabo de estrenar y las siento calentarse con mi cuerpo y humedecerse por mi flujo —dijo ella con coquetería y provocación
—Eso es suficiente. Te voy a enseñar lo que has provocado con tus pantaletas.
Me desabroché el pantalón y el botón, me bajé el cierre.
—Con esto podrás ocupar tus manos, mientras conduzco.
Me bajé un poco los pantalones y los calzoncillos sacando un poco mi pene.
Luego tomé una de sus manos, tan dulces y delicadas, y la pose sobre mi miembro.
Ella, tímidamente, lo reconoció y lo rodeó. Este comenzó a crecer de nuevo.
Era un poco incómodo manejar así, aunque continuaba siendo muy excitante y satisfactorio, además era un claro indicador de que todo iba por buen camino.
Pasamos delante de otra farmacia y me interese por su salud:
—¿Cuándo terminaste de tener la regla?
—El viernes, hace cinco días.
—Muy bien Natalia, entonces no necesitamos condones.
Ella, con sus especiales manos, recordó y empezó a bajar y subir su mano sobre mi miembro. No tenía mucha experiencia, aunque lo hacía bastante bien.
El cielo, que llevaba todo el día amenazando lluvia, súbitamente empezó a descargar una fuerte tromba de agua, tal y como lo había supuesto.
Si la conducción había sido difícil por el centro de la ciudad ahora empeoro y, aunque lo lamenté mucho, tuve que decirle que dejara de masturbarme.
Estaba siendo delicioso, sólo que, estaba perdiendo concentración en la conducción y era mejor esperar a tener un lamentable accidente.
Muy concentrado en que nadie me fastidiara el coche que no tenía ni tres meses me olvide de Natalia. Un poco más adelante la descubrí masturbándose.
Había separado sus piernas y una mano se perdía debajo de su falda.
Se estaba metiendo un dedo y su cintura se movía al ritmo de su mano.
Estaba absorta en sus maniobras. Si hubiera sido Mayra su cara se habría enrojecido, ella solo tenía la respiración un poco acelerada y susurraba.
Preste atención. Estaba fantaseando con que yo la penetraba y continuamente se refería a su hermana. Logre descifrar algunas frases:
—"Mayra es tonta" "Tú eres un hombre" "Esos aparatos no valen para nada al lado de un hombre de verdad" "Mayra esta loca".
Tenía que hablar con ella a fondo para ver que quería decir.
De pronto tuvimos un pequeño incidente y tuve que pegar un buen frenazo.
Una vieja loca se había venido a mi carril casi lanzándose encima de mi coche.
Pinche vieja, no había pasado nada, Natalia dejo de meterse el dedo. Se limpio el dedo en la boca y permaneció quieta unos minutos, llegábamos a mi casa.
Salimos del coche corriendo y fuimos a refugiarnos en el portal de mi casa.
Describiré mi casa ligeramente, es la típica vivienda de las afueras con dos plantas. En la planta baja estaba la sala, el comedor y la cocina y en la superior mi cuarto.
Mis padres no iban a estar en toda la tarde, mi madre quería ir de compras y mi padre la acompañaba siempre, un poco para no dejarla sola y otro tanto para controlarle los gastos o mi madre se pasaba.
Quedaba un hermano, aunque estaba fuera de combate, en la casa de unos familiares. Y si hubiera llegado algún amigo y me corta el rollo, lo mato.
Conseguí abrir la puerta a la primera y entramos. La lluvia y el viento nos habían mojados por completo en el medio minutos que estuvimos fuera del coche.
Daba igual, la contemplé y estaba más excitante. Sin poderlo evitar le besé sus empapados labios mientras con una mano le recorría su cara y pelo y la otra se metía debajo de la falda para apretarle las nalgas.
Todo chorreando de agua y muy excitante. Ella respondió apretándome las nalgas y atacándome con su boca en besos y mordiditas.
Tenía verdadera hambre de sexo y por un momento pensé en cogérmela ahí mismo. Aunque comprendí que eso no era lo mejor y la agarré conduciéndola a la cocina.
La cocina de mi casa tiene todos los electrodomésticos habituales, sólo que yo buscaba como un loco otras cosas, algo que se me había antojado.
Tomé primero un bote de fresas, un spray de chantilly y caramelo líquido...
Me volví loco, aunque menos mal que paré, Natalia era capaz de asustarse de la porquería que podía montar. A mí me encanta la mostaza... y ya estaba buscándola. Más como dije, me controlé y solo tomé además un tarro de miel.