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Por turnos

Dentro del departamento, Melisa, miró alrededor, haciendo los mismos comentarios femeninos de lo bonito que se veía por dentro y de lo bien arreglado que manteníamos el lugar, a pesar de ser un trío de solteros.

Ya nos habían dicho eso antes, pues creo que es algo que las muchachas siempre dicen cuando entran en un departamento de soltero. Creo que lo dicen para descargar su tensión o como un comentario solamente por decir algo.

Yo me encargué de poner música en el equipo mientras Arsenio sacaba las cervezas de la bolsa de plástico y nos las ofrecía.

Después de tres cervezas cada uno, Arsenio, y yo estábamos intercambiando miradas para decidir quién debía dar el primer paso hacia el dormitorio.

Melisa, nos había contado que había venido a la ciudad a visitar a una tía enferma que había sido internada en un hospital, aunque que como en ese nosocomio no podían permanecer las visitas y ella tenía urgencia por regresar a su lugar de origen, por eso se vio precisada a ir a la terminal camionera en donde no pudo encontrar boleto en la línea camionera que le correspondía.

La chica se había quitado el abrigo y era notorio que tenía un cuerpazo de primera que lucía encantador estando sentada en el sofá.

Viéndole las piernas me fui excitando involuntariamente, pues cuando las cruzaba dejaba los muslos separados por un buen rato y sus robustos pechos se bamboleaban cuando se reía o hablaba con entusiasmo.

De repente me atreví al verla tan dispuesta y un estremecimiento erótico me recorrió todo el cuerpo cuando mis manos palparon la firmeza de sus senos.

La chica me sonrió en lugar de molestarse y al poco rato ya mis manos descendían por su vientre. Pero ya a esas alturas también Arsenio, estaba haciendo su labor y los senos que yo ya había desocupado eran atendidos por él.

Me puse a masajearle los muslos en su parte superior y una de mis manos se coló para tocarle el pubis, y para cuando uno de mis dedos burló el resorte de sus pantaletas, ya mi amigo le había sacado un seno del escote y le estaba mamando el pezón que lucía completamente endurecido.

Quise bajarle la prenda interior, aunque ella no hizo el menor intento de elevar un poco sus caderas para facilitarme la maniobra.

De repente la muñeca se puso de pie y con un movimiento rápido se quitó el vestido por encima de su cabeza. Y ahí se quedó plantada, ente nuestros atónitos ojos, en un ajustado brasier que seguramente no era de su talla porque apenas podía contener con trabajos las blancas carnes del pecho. estaba con las piernas abiertas y con las manos en las caderas, en actitud retadora mientras nosotros parecíamos idiotas, sorprendidos no sólo por la perfección de sus formas, sino por su actitud.

Tenía unos calzoncitos bikinis, semi transparentes, que más era lo que mostraban que lo que escondían. Y lo que escondían era una tremenda maraña de pelos, una selva tan tupida y espesa que el bikini se le veía grotesco tratando de cubrir semejante pelambre.

Los vellos le llegaban casi al ombligo y le invadían parte de los sabrosos muslos y al ver semejante cantidad de pelos, noté que Arsenio, me miraba estupefacto... y yo debía estar igual.

—Muy bien, ¿cuál va a ser el primero? Ustedes decidan, no me gusta escoger entre dos amigos... —dijo la chica, sorprendiéndonos más aún.

Y con una gran sonrisa, aspirando aire para inflar sus balones pectorales para causarnos mayor conmoción, se me quedó mirando.

Yo sentí que se me caía la baba por la boca abierta.

—¡Yo la vi primero...! —exclamó Arsenio poniéndose de pie y lamiéndose los labios nerviosamente.

Mi amigo comenzó a desabotonarse la camisa con los ojos clavados en la hembrita. El equipo seguía sonando y la chica comenzó a moverse sensualmente al ritmo de la música, contoneándose y girando las caderas como una bailarina de burlesque profesional. Sus ojos entrecerrados estaban muy risueños y nos miraba con cierta mueca de burla, seguramente porque estaba consciente de que nos estaba enloqueciendo.

Se quitó los calzoncitos confirmando nuestras sospechas de que era de mono abundante y eso hizo que mi erección se incrementara a tal grado que el cierre de mi pantalón parecía querer romper las costuras.

Así, completamente desnuda y haciendo revolotear sus pantaletas moviéndolas con una mano, se irguió como una estatua mientras las ingles me dolían como si me las estuvieran oprimiendo entre una prensa.

Yo la estaba desando intensamente y mis ardores se hicieron insoportables al contemplar admirado el modo que tenía de contonearse y cimbrarse tan voluptuosamente. Por supuesto, Arsenio estaba tan caliente como yo.

Tal vez nos había parecido una muchachita sencilla e inofensiva cuando estaba allá frente a la terminal camionera temblando de frío, tan solita y cabizbaja, pero ahora teníamos frente a nuestros incrédulos ojos a la mujer más sensual y voluptuosa del mundo, una muñeca erótica y excitante que nos tenía boquiabiertos.

Danzando sensualmente sin dejar de juguetear con su prenda íntima, Melisa fue avanzando por el pasillo hacia la parte del fondo del departamento, con Arsenio trastabillando por las ganas de agarrarla.

Ya no pude resistir más.

Ellos ni siquiera se molestaron en cerrar la maldita puerta. Sencillamente se tiraron encima de la cama del cuarto más cercano, que por cierto era el del ausente Ramiro, y alcancé a escuchar a Melisa, que urgía a Arsenio, para que se desnudara rápidamente.

—Ustedes los hombres se ponen demasiado nerviosos cuando están calientes y se portan demasiado torpes sobre todo cuando se trata de quitarse la ropa... —dijo ella divertida.

Me di cuenta que mi amigo no se molestaba siquiera en responderle, tan atareado como estaba desnudándose.

Ella seguía con sus sarcasmos en un deliberado propósito de enardecerlo.

Al parecer las tres cervezas ingeridas la habían desinhibido por completo y seguía contoneándose provocativa.

—Ándale mi amor, que ya mi cosita está que arde y quiere sentirse retacada, mira cómo está de mojadita y ganosa... —susurraba ella utilizando el más sensual y sugerente tono de voz mientras separaba las piernas para mostrarle su peludo mono que dejaba ver sus enrojecidos labios al moverse tan voluptuosamente.

Yo gemí lastimosamente y me puse de pie para ir a conseguirme otra cerveza.

Esto ya era demasiado para un pobre hombre cachondo como yo. La espera y lo que ella decía y los resoplidos de Arsenio, todo me tenía sacado de onda. me consolé diciéndome a mí mismo:

—"¡Cálmate, ya te va a tocar tu turno y la vas a encontrar en su mero punto...!

Y casi sin sentirla, me tomé toda la cerveza de un sólo y largo sorbo como si con eso quisiera apagar mi fuego interno y destapé otra inmediatamente.

Los minutos me parecieron horas. Me sentía tentado a acercarme a la recámara para poder verlos, aunque temí que con la escena recurriera al alivio de mi mano y a pesar de la calentura, estaba consciente de que debía estar en toda mi capacidad. No era momento para desperdiciar la energía y el semen en una masturbación, no era correcto que gastara la pólvora en infiernitos.

A pesar de que me moría de ganas para verlos cogiendo, hice un tremendo esfuerzo de voluntad y permanecí quieto, escuchando cómo mi amigo la penetraba y ella lo recibía.

Me mantuve expectante en el pasillo y justamente cuando la cama crujía como si se fuera a romper, se hizo un silencio que significaba que Arsenio había llegado al orgasmo. Enmudecido por la emoción, rogaba yo porque esa mujer no se fuera a vaciar y quedar satisfecha con el palo que le acababa de echar Arsenio, porque no quería por ningún motivo que se cancelara mi turno.

Todavía pasó un rato en el que sólo se podían escuchar los resoplidos de mi amigo, y me pasó por la cabeza que también ella estaba "orgasmeada y satisfecha" ya no quisiera querer saber nada de sexo. Aunque sólo fue un fugaz pensamiento negativo porque no tardó mucho para que se escuchara la voz femenina que yo tanto estaba deseando.

—¡El que sigue...!

—¿Qué...? —todavía pregunté yo hecho un idiota, queriendo fingir que estaba yo en otro lugar fuera del pasillo como si no me importara tanto o no se me notara la ansiedad.

—¡Ándale, apúrate que no tenemos toda la noche...! —me urgió su voz.

Como un toro manso que aparece en el ruedo con timidez, asomando la cara como si tuviera miedo, me aparecí en la habitación.

Arsenio me empujó sonriendo en su feliz debilidad.

—¡En la madre, esta nena es sensacional en la cama...! —me dijo en un suspiro, mientras salía de la habitación.

—¿De veras...? ¿A dónde vas tú...? —le pregunté como si fuera un primerizo que teme enfrentarse a una mujer desnuda.

—Pues al baño, compa... a tirar el sobrante líquido y a traer una palangana que me acaba de pedir la muñeca...

—¿Una palangana? ¿Para qué...?

—¡Si serás tarugo? ¿Dónde crees que va a echar lo que le acabo de aventar? ¿A poco te los vas a tragar tú...? —me respondió asombrado de mi estupidez.

Era mucha la plática en el marco de la puerta y la voz de Melisa, cortó nuestra conversación.

—Bueno, ¿qué pasa con ustedes?

Yo me dirigí hacia ella y mi amigo al cuarto de baño a cumplir con el encargo.

—Oye, pero si ni siquiera te has quitado los pantalones... —se sorprendió la chica.

Yo estaba enmudecido y petrificado ante lo que estaba viendo. Apenas podía creer lo que contemplaban mis atónitos ojos.

La muchacha lucía esplendorosa en su total desnudez y verla recostada con las piernas flexionadas y abiertas, tal como había concluido en el acto con Arsenio, era la escena más erótica que había presenciado.

Porque no sólo era el hecho de que estuviera desnuda y deseosa, sino que en su rostro de chapitas encendidas y en sus ojos entreabiertos se adivinaba toda la sensualidad que puede encerrar una mujer lujuriosa que aumentó mi excitación cuando vi que le escurría un hilillo espeso de leche entre las nalgas y comenzaba a formar una mancha líquida en la sábana. Y esa mancha de pelos en su pubis, esa mancha negra y espesa que ahora se veía reluciente.

Y yo que no acertaba siquiera a aflojarme el cinturón. Melisa se había dado cuenta del impacto que me estaba causando y ya no me urgió a que me desnudara.

Seguramente estaba tomando como un halago a su femineidad el hecho de tenerme, así como me tenía, rendido ante sus encantos y su voluptuosidad.

La presencia de Arsenio, portando un recipiente de plástico, me sacó de mi asombro.

—Aquí está la palangana, preciosa... —dijo mi amigo y se salió de la habitación discretamente cerrando la puerta tras de él.

—Ya, mi cielo... ya vete desnudando mientras yo tiro la leche de tu amigo... —dijo ella bajándose de la cama.

Y mientras me iba quitando la ropa, con la misma torpeza y apresuramiento con que lo había hecho Arsenio, fui testigo de algo que por primera vez veían mis ojos: el íntimo acto de una mujer haciendo sus necesidades fisiológicas.

Me alegré de que a mi amigo y a mí se nos hubiera ocurrido la brillante idea de comprar precisamente cervezas y que hubiéramos convencido a la muñeca de que consumiera por lo menos tres.

Con una naturalidad que me pareció pasmosa, la chica se encuclilló sobre la vasija de plástico y mi mirada se concentró en el montón de vellos negros y rizados que se le amontonaban en su pubis.

Ella acomodó la bandeja justo bajo sus nalgas y un grueso chorro de líquido espumoso comenzó a caer como una ambarina cascada.

Vi en el rostro de Melisa, una expresión de alivio mientras orinaba y yo pude disfrutar del espectáculo a mis anchas porque durante casi un minuto estuvo ella en cuclillas expeliendo la orina, tiempo más que suficiente para que yo quedara en calcetines.

—Por lo que veo, ya estás más que listo... —me comentó la chica mientras se incorporaba y le echaba un vistazo a mi mandarria que parecía a punto de estallar de lo hinchada que la tenía.

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