Juegos del Destino
En la deliciosa unión de sus muslos, el triángulo oscuro y dorado, se proyectaba como un imán cerebral. No habíamos hablado nada, me levanté y fui a su encuentro, ella se estrechó contra mí y yo busqué su cuello con mis labios, después fueron sus hombros y finalmente sus carnosos labios.
Mis manos juguetearon sobre sus pechos, sintiendo la pesada y maciza energía de los mismos, ella pegaba su vientre contra mi cuerpo, buscando el calor de mi chile que para esos momentos se encontraba por completo parado.
Ambos caímos en la cama, limpia, fragante, de sábanas blancas. Sin dejar de besarla en el nacimiento de sus pechos, en el rostro, en el cuello, mi mano descendió por uno de sus muslos y mis dedos inquietos, se introdujeron en la rajada que hervía como un volcán en ebullición, tal y como la recordaba.
Sus jugos íntimos, escapaban incontenibles, empapaban sus vellos púbicos y se deslizaban como arroyos de miel en dirección a sus carnosas nalgas.
Le subí la transparente bata y me sumergí en el fragante y caliente nido, chupando la labia empapada de dulce néctar, bebiendo ansioso todo lo que podía, mientras que ella, uniendo las manos sobre mi nuca, suspiraba y movía las nalgas como tantos años atrás.
—¡Mi amado esposo pensó en ti para esta labor...! ¡Ooohhh...! ¡No quería que nadie me mancillaraaaahhh…! —suspiraba y murmuraba Lina
Mi lengua trabajaba arduamente sobre sus labios menores, lamiéndolos, atacando con furia implacable al botoncito que a cada momento se endurecía más y más, sí, el clítoris se prestaba a la batalla en la que sabía que, al final, saldría como único vencedor, al brindarle a su dueña un intenso y maravilloso orgasmo que la hiciera cimbrarse, estremecerse de pies a cabeza.
Mis labios se apoderaron de todo lo que encontraron a su paso, chuparon, mordieron, intentando aumentar la pasión que para esos momentos ya le había provocado un potente orgasmo a Lina.
No me detuve, todo aquel lugar me estaba sabiendo delicioso y no quería perderme ni un poco de ese rico sabor, así que dejé que mi lengua se deslizara por toda la rajada, recorriendo desde la unión de sus labios mayores hasta el centro de su estriado, fruncido y delicioso cicirisco.
Ella apretó sus pliegues con intensidad, con mis manos le impedí que lo hiciera por completo, quería disfrutarlo, llenarme de él, así que seguí chupándole con toda la pasión que me embargaba en aquel momento.
Ataque su chiquito con todo mi fuego, clavando mi lengua con fuerza, penetrando un poco, y moviéndola como una víbora en apareamiento, ella gemía y se retorcía tratando de eludir aquel delicioso tormento a que la estaba sometiendo, dejándole sentir toda mi experiencia y disfrutando con el juego.
Pase del chiquito a la vagina, y repetí la operación una y otra vez, tratando de que ella enloqueciera por completo que, si aquel era nuestro reencuentro, no lo olvidara nunca, por lo que tenía que disfrutarlo a plenitud.
No resistió tanto castigo y finalmente sucumbió con otra intensa venida, bañándome el rostro con su miel exquisita y transparente, la cual bebí como sediento en el desierto, disfrutando de ese rico sabor.
Me costó mucho trabajo separarme de aquel exquisito y ardiente bizcocho, sólo que, ella me jaló por la cabeza hacia arriba, abriendo más sus muslos para que yo me acomodara a plenitud, mi pinga ya estaba completamente parada, así que cuando ella me abrazo por los riñones con sus pantorrillas y no me espere, dejando caer mi cuerpo sobre el de ella y le enterré toda la estaca.
Cuando comencé a moverme, clavando y sacando mi macana de aquella estrecha vagina que se ajustaba perfectamente a mi longaniza, sus gritos y gemidos eran desesperados, estaba bañada en su leche, mientras que yo arremetía cada vez con mayor fuerza, penetrándola hasta la misma matriz, chocando mis pelotas contra sus carnosas nalgas de las cuales estaba sujetado con mis manos mientras le mamaba los pechos.
Ella se había convertido en una fiera, demostrándome la ansiedad sexual que tenía, cuando finalmente me vine en una explosión que me estalló desde el cerebro hasta su pinga, hacía mucho rato que ella se había derramado varias veces, por lo que nuestros cuerpos estaban agotados y satisfechos.
Por un momento pensé que dormiría conmigo, para que nos aventáramos un mañanero, aunque no fue así. Al venirnos quedamos unos segundos abrazados y luego me recosté a su lado besándola con todo el cariño que sentía por esa hermosa mujer que cada vez me gustaba más y más, la abracé y así estuvimos.
—Gracias... ha sido un palito maravilloso, te juro que lo disfrute como nunca, ahora coges mejor que cuando éramos novios, ya no eres tan impetuoso y con tu experiencia me haces sentir plenamente feliz y dichosa. —me dijo de pronto, con un tono de voz emocionado.
—No tienes nada que agradecer, te juro que lo hice con todo gusto, fue maravilloso para mí. Te juro que nunca había pensado que pudiera gozar tanto con una mujer como he disfrutado contigo, tienes una pucha deliciosa. —le dije con toda la sinceridad que sentía.
—Bueno, me tengo que marchar… mañana repetiremos la acción, quiero que este fin de semana sea inolvidable para los dos. Aunque espero con toda mi alma que a partir de este momento pueda tenerte con mayor frecuencia.
No me dio tiempo de responderle, se levantó y poniéndose la bata sobre sus hombros salió de mi recámara. Me quede dormido soñando en ella y en lo extraño que era el destino. Yo hubiera podido casarme con Lina, por algunas circunstancias tuvimos que separarnos.
A ella, un día, de manera sorpresiva, se la llevaron sus padres al extranjero a donde iban a radicar. Nunca terminamos nuestro noviazgo, simplemente nos separaron, y aunque nos escribimos por un tiempo, tuvimos que reconocer que todo terminaba para nuestro amor.
Ahora que el destino nos volvía a unir, lo hacía de una manera extraña sin nada de romanticismo, aunque en nuestro interior aún seguíamos conservando un poco de aquel viejo amor que con nuestras caricias revivía.
Al día siguiente, no se hizo ningún comentario sobre lo sucedido la noche anterior, Javier se veía relajado y sonriente en todo momento, Lina, radiaba felicidad y dicha, tal vez por eso se veía más atractiva y seductora que nunca, reconozco que me fue muy difícil no abrazarla y besarla cada vez que la tenía cerca de mí, emanando ese aroma desquiciante y afrodisíaco.
No lo hice porque me pareció muy mala onda descararme de aquella manera, yo estaba seguro que Javier, sabía a la perfección, que me la había parchado a placer, con toda seguridad, ella le contó todo lo sucedido. Tal vez él se sentía dichoso de que su mujer hubiera encontrado una satisfacción para su lujuria desbordada.
Con verdadera ansiedad espere a que llegara la noche y con ella la presencia de aquella mujer que ahora me gustaba mil veces más que cuando éramos jóvenes.
Ella acudió a la cita como era de esperarse y nuestra experiencia se repitió, sólo que ahora usé otros métodos, recurrí a toda mi experiencia sexual para emplear poses y caricias que no la hicieran sentirse en medio de una rutina estudiada y monótona.
Cuando terminamos de aventarnos nuestro palito nocturno, quedamos abrazados sobre la cama y no pude evitar preguntarle de manera directa:
—¿Y cómo fue que se les ocurrió todo esto de llamarme?
—Esperaba que lo preguntaras y tienes derecho a saberlo, así que te lo contaré todo con lujo de detalles para que puedas comprenderlo y veas que Javier, en verdad me ama por eso es que me permite estas libertades —me dijo ella con un tono de voz como una delicada caricia para mis oídos.
—De que te ama con toda su alma, no tengo ninguna duda, ya que pocos hombres harían lo que él está haciendo para que tu seas feliz, todo con tal de verte dichosa y realizada. Es más, siento algo de admiración por su criterio y tú sabes que no hablo sólo por hablar.
—Bueno, pues te contaré como se fueron dando las cosas, así que pon atención y no me interrumpas para nada.
—Todo comenzó cuando nos dimos cuenta de que Javier no podía, por más que lo intentaba, hacerme el amor, yo me sentía muy caliente y le pedía que me cumpliera tal y como lo había hecho en el tiempo que teníamos de casados.
Él, desesperado, fue a consultar con un especialista, después de una serie de estudios y análisis, detectaron su enfermedad, lo peor de todo resulto que era incurable y no había nada que pudiera hacerse para que él pudiera darme placer sexual.
No me oculto nada, incluso hasta llego a decirme que si deseaba divorciarme de él podía hacerlo. No me pareció justo dejarlo, él había sido muy buena persona conmigo y dentro de todo le tengo mucho amor.
Pasaron dos meses y no encontrábamos una solución, yo a cada momento me sentía muy caliente, por donde quiera me les quedaba viendo a los hombres a la bragueta y notaba como se les paraba la pinga con mi sola presencia, eso me excitaba mucho más y tuve que masturbarme varias veces para calmarme.
Hasta que, al final, una tarde en que me encontraba platicando con una vieja amiga, le conté el problema que estaba viviendo y ella se sonrió, por un momento creí que se burlaba, aunque no era así, simplemente que ella se identificado conmigo, ya que también paso por una situación similar y me la contó.
—Mira mi querida, Lina, mi esposo era un verdadero cabrón que no se cogía a sí mismo porque no se alcanzaba —comenzó diciéndome Rita, mi amiga— debo reconocer que me hacía muy feliz en la cama y en ese aspecto no tenía yo ninguna queja sobre su comportamiento.
Aunque al irse descarando con sus aventuras, y al parcharse hasta a mis amigas, no me pude contener y le reclamé con todo mi coraje, incluso hasta llegué a decirle que, si seguía con sus traiciones, le iba a pagar con la misma moneda engañándolo con el primero que me encontrara en el camino.
Él, lejos de enojarse, me vio con una amplia sonrisa y me dijo que comprendía que yo también tuviera ganas de probar otros chiles diferentes al suyo, lo cual no era nada raro, ya que la mayoría de las mujeres tenían el mismo deseo, aunque dijo que no era conveniente que me metiera con cualquier buey.
Me explico que corría muchos riesgos haciéndolo así, ya que uno nunca sabía que tipos de personas tratábamos, así que me ofreció que perteneciéramos a un club de intercambio de esposas.
La idea me pareció excitante, aunque no la acepté ya que no estaba dispuesta a hacer el amor con quién él quisiera, tenía que hacerlo a mi manera y sobre todo a mi entera satisfacción.
Entonces le propuse que me dejara hacerlo con mi primer novio, ese que me cachondeara tan sabrosamente, aunque, por mi educación, nunca dejé que me parchara, ya que lo consideraba algo malo y sobre todo pensaba que, si le daba las nalgas, ya no iba a valer nada, como nos hacen creer todos.
Lo pensó detenidamente, aunque le hice ver que de aquella manera no había riesgos y que su honra no quedaría empañada por la traición que yo pudiera hacerle, hasta que lo convencí.
Te juro que cuando vi a Luciano, así se llama mi primer novio, en aquella fiesta, sentí que las pantaletas se me mojaban de excitación. Tuve muchas ganas de hacer el amor con él casi de inmediato, y yo creo que se me notaba.
Me lo encontré en una fiesta de modas, no es muy frecuente que los maridos acompañen a las esposas a las exhibiciones de vestidos y ropa interior, aunque en este caso, Luciano, acudió con su mujer que no estaba nada mal.
Me asombró, el verlo aquella tarde y mientras las modelos subían y bajaban por la pasarela, Luciano, tenía sus hermosos clavados en los míos.