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Capítulo 1

Franco

Termino de darles las buenas noches a los niños, acostarlos y darles un beso en la frente.

Tan pronto como salgo de su habitación, mi esposa me espera en pijama frente a la puerta de nuestra habitación. Frente a esto.

- Amor, ¿estás lista? Tengo mucho sueño - dice, adormilada, mientras bosteza y se estira con una mano delante de la boca.

- Cinco minutos y estaré allí. Es hora de hacer una llamada – le digo, agarrando el celular y acercándolo a mi oreja. Él asiente, sin decir nada más, regresando a la cama.

Me alejo porque no quiero que se meta en mis asuntos.

Tan pronto como entro a la sala, Black Rose responde. Me coloco el teléfono sobre el hombro y lo sostengo con la mejilla mientras sirvo un poco de bourbon en mi vaso.

- Frank Xasique, te dije cientos de veces que no me llamaras a esta hora - me regaña.

Bebo, poco a poco.

- Si quieres que trabaje para ti, tienes que aceptarlo. De lo contrario- -

- Dime que tienes buenas noticias – sonrío. Ella sabe que no puede dejarme como si nada hubiera pasado, la necesito. Y no poco.

- Le advertí a la chica. Dijo que ocupará su lugar y, de hecho, tú te atribuirás el mérito de haber matado a Manuelale . Miento.

¿Qué creen?

¿Que les dejaré la satisfacción de hacerlo? Alejandro es sólo mío. Dios mío

.

- Eso es bueno. Hiciste lo correcto, vendré a visitarte mañana para que podamos discutir un nuevo plan – Asiento, bebiendo y colocando el vaso vacío en el fregadero.

- Cariño, ¿ya terminaste? - pregunta mi esposa.

Qué fastidio.

- Sí amor, ya voy – miento. - Mira, tengo que cerrar ya. Hablaré contigo mañana, cuídate – finalizo la llamada, justo cuando Camille entra al salón.

Me vuelvo hacia ella con una sonrisa muy falsa.

- ¿ Quién era él? - pregunta curiosa.

Camino hacia ella y tomo su rostro, dándole un abrazo cariñoso como a ella le gustan.

Sólo guarda silencio.

- Nadie. ¿Vamos a dormir? - pregunto. Él asiente mientras nos dirigimos a nuestra habitación.

Director Williams

Trato la herida de Matt, a la antigua usanza.

Ya que cuando te muerde un búho la magia se neutraliza... Estoy intentando curar la herida de su vientre con un viejo remedio de mi abuela.

Espero que funcione, no quiero matar a alguien en quien confío.

Matt deja escapar un gemido de dolor, agarrando la mesa en la que está descansando.

- Aprieta los dientes, ya casi termino - le digo, frotando con un algodón empapado en una poción de hierbas medicinales.

- Ella no lo sabe - pronuncia rompiendo el silencio.

- ¿ Quién eres? -

- Manuelale - responde. Coloco la bola de algodón manchada de sangre en una bandeja de plata. Junto con los demás. - Ella no sabe que es una bruja negra, que hay una razón por la cual hemos estado bajo ataque desde que ella llegó - continúa haciendo una mueca de dolor mientras se baja la camisa.

- Lo sé. Me di cuenta – le respondo sentándome en mi escritorio. Cruzo las piernas mientras juego con magia. - La única manera, es advertir a Rosa Negra - Dibujo a un hombre a caballo, en el aire, el caballero que se atrevió a luchar contra nuestra secta hace siglos.

Érase una vez este instituto.

- No hay una sola vez en la que una mujer supiera cosas que no sabía ya - afirma.

- Sabes que Manuelale sabe usar sus poderes, no es que ella le haya puesto un nombre – respondo. - Podría utilizarlo a su favor – prosigo.

Una bruja que no sabe que es muy poderosa no tiene puntos fuertes. ¿Estoy en lo cierto?

- ¿ Y cómo? Nunca lo creerá – dice cruzando los brazos sobre el pecho.

- Lo creerá lo quiera o no -

- Primero tenemos que encontrar a la bruja negra -

De repente, la puerta de mi oficina se abre de par en par. Aquí entra una chica con trenzas, tirantes y gafas divertidas.

Preocupado por decir lo menos.

- Director Williams, disculpe. Pero alguien dice que acaba de ver a Manuelale en el instituto - dice, haciéndome saltar y abrir mucho los ojos.

No es posible...

Manuela

Me río mientras Harper y yo bailamos en el pasillo vacío del instituto. Ya casi está allí y no hay un alma viva.

- Harper, pareces un gato vomitando – Me río, en voz baja, no puedo soportarlo más.

- Tú, con esas gafas de sol en mitad de la noche, pareces haber salido de Eichen House – Me río, sacudiendo la cabeza.

- Tengo que disfrazarme de alguna manera –

Me seco las lágrimas, de casi una hora pasada riendo y bromeando.

No puedo más, tengo que calmarme. Me duele el estómago.

Todo, porque me preparé con anticipación y estoy esperando que Alejandro me recoja donde me dijo que nos encontráramos.

Aquí, en este corredor aislado.

Tan pronto como llega Alejandro, desde el otro lado del pasillo, nos mira y sus ojos se abren como platos.

Frunzo el ceño, confundida.

- ¿ Por qué nos mira así? - pregunta Harper.

- Entonces es verdad - la voz del director me hace saltar en el acto. Me doy la vuelta rápidamente y la encuentro frente a mí con el profesor Allen y otros caballeros.

Oh demonios.

Manuela

El aire está tenso como la cuerda de un violín.

El director y el profesor Allen me llevaron a la oficina del director para discutir la gravedad de mentir sobre lo que me pasó.

Hay un silencio de muerte después de que me gritan que soy imprudente y todas esas cosas inútiles.

¿Sabes que? Estoy cansado de que me digan que me quede en mi lugar.

Quiero pelear junto con Alejandro. Así que no me importa lo que digan.

- Eso es todo por hoy - dice el director, después de mi silencio en el que no dije una palabra. Solo asentí la mayor parte del tiempo. - Puedes irte - continúa.

¿Las buenas noticias? Es que me permitió quedarme en el instituto, siempre y cuando ya no use mi magia.

Me levanto y los saludo a ambos cortésmente. Tan pronto como salgo, encuentro a Alejandro sentado en una silla.

Tiene las manos en el pelo y la mirada tensa. Tan pronto como me ve, da un suspiro de alivio y se levanta para recibirme.

- Oye, ¿qué te dijeron? - pregunta abrazándome. Le doy unas palmaditas en la espalda y suspiro.

- No mucho. Gritaron, más que nada – empiezo, alejándome para mirarlo a los ojos. - La buena noticia es que sigues entre nosotros – Sigo haciendo desaparecer de su rostro esa expresión de miedo. Lo sé, sé que no quiere acabar expulsado. ¿Quién no quiere volver a casa?

Esto era más importante para mí que sufrir quién sabe qué castigo.

Él se ríe y se lleva una mano al pecho.

- Gracias a Dios - dice, tomándome luego de la mano. Lo sostiene cerca del suyo, como si sintiera la necesidad. - ¿ Y tú? ¿Te dejó quedarte? -

Asiento. Aunque no sé qué santo me ayudó.

- Siempre y cuando no uses mi magia – respondo.

- Bueno, al menos es algo – dice, pasándome el brazo por los hombros y caminando por el pasillo.

- Sí. Protegerse es opcional en esta institución – digo, sarcásticamente.

Antes de que pueda decir algo más, el profesor Allen sale de la oficina.

- Alejandro, ¿puedo hablar contigo un momento? - pregunta, haciéndonos detenernos en el acto.

Nos volvemos hacia él.

- Por supuesto - responde Alejandro, volviéndose luego hacia mí. Toma mi cara y me da un beso en la nariz. - Quédate aquí. Ya vuelvo – Asiento, mirándolo mientras corre para alcanzar al profesor.

Entra en la oficina y cierra la puerta detrás de él. Quién sabe qué tendrá que decirle.

Alejandro

- ¿ Qué tienes que decirme? - pregunto observando los nuevos muebles de la oficina.

Qué cambios tan radicales últimamente... casi como si estuviera tratando de moverse. Desde muebles suntuosos hasta tener casi solo un escritorio.

Ah, pero algo no está bien.

- Escuché que quieres tomar un descanso -

Quizás me sorprendió tanto la noticia que creo que me estoy volviendo loco. No soy el hombre más feliz del mundo, de hecho, estoy en serios problemas.

- ¿ Alejandro? - me responde el profesor, chasqueando dos dedos delante de mi cara. Sacudo la cabeza, volviendo a la realidad.

Es cierto que le había explicado que quería tomarme un descanso del entrenamiento. Hace unos días.

- ¿Sí? - pregunto.

- Te pregunté por qué quieres hacerlo - reitera, serio. - Es bastante arriesgado perder un soldado. Si nos atacaran ... continúa, pero yo voy por delante de él.

- Lo sé, perderíamos la batalla y moriríamos todos. Sé cómo funciona , eso es lo que siempre dice. El problema es que realmente necesito un descanso antes de desmoronarme.

Allen coloca dos manos sobre mis hombros, apretándolos ligeramente. Me mira directamente a los ojos, casi como si me rogara que cambiara de opinión.

Se ha encariñado conmigo, lo conozco desde hace años. Desde que era pequeño.

- Eres el guerrero más fuerte que tengo, Alejandro. ¿Por qué te menosprecias así? - pregunta preocupado.

Miro hacia otro lado, parpadeando para contener las lágrimas. Vamos, Alejandro, vamos. Sé un hombre. - ¿ Hay una chica involucrada? - continúa.

Golpeado y hundido. Rápidamente me limpio una lágrima y enderezo mi espalda.

- No importa quién golpee – respondo, girándome para salir.

No puedo decirle que mi destino está sellado. Eso tengo miedo.

Miedo. Con p mayúscula.

- Pero sí, porque estás poniendo en riesgo la vida de tus amigos. De todos aquí en el instituto - dice, pero camino sin escucharlo. - De Manuelale - continúa, obligándome a detenerme de repente.

Me doy la vuelta y aprieto la mandíbula.

- ¿ Qué sabes sobre Manuelale? - Le pregunto, tan serio que solo a mí me da miedo.

Nunca le hablé de Manuelale. ¿Porque ahora sabe que ella tuvo algo que ver con eso?

- No me hables aquí, ya te lo dije -

No me importa. Él me conoce, sé que soy como un hijo para él. Siempre me dijo que podía dirigirme a él en primer término, pero no me doy cuenta de eso en lugares como éste.

Pero ahora no hablo con el profesor, hablo con el hombre a quien le confié mis secretos.

Algunas de ellas las sabe sin que yo se lo haya dicho. Y me pone bastante nervioso.

- Mate. ¿Qué sabes sobre Manuelale? - repito, acercándome lo suficiente como para entrecerrar los ojos.

Y también sé que me tiene miedo.

La razón radica en el hecho de que confié en él... en mi verdadera naturaleza. Sobre ser despiadado cuando pierdo el control.

Nadie sabe quién soy, excepto una persona: Manuelale.

- Más de lo que crees - responde, permaneciendo vago. Con magia, hace aparecer una corona en mi cabeza. El escudo de mi vida, de mi familia, de quien soy... - Y déjame darte un consejo: si la amas, no dejes que nada o alguien te la quite. Lucha con todo tu ser , continúa. - Luché por mi esposa y al final ¿sabes cómo me fue? -

Sacudo la cabeza, agarrando la corona y mirándola. Es tal como lo recordaba.

- ¿ Cómo? -

Sonríe mostrándome una foto en su celular.

Una preciosa niña de pelo afro, una felicidad desarmante mientras apaga las velas de su segundo año de vida.

- Pregúntale a nuestra hija – habla de ello como si fuera lo más preciado que tiene. ¿También haré esto por mi hijo? - Ella te admira, eres una leyenda. No arruines sus sueños, sigue siendo el héroe que él cree que eres : termina.

Pienso en. El tiene razón.

Odio admitirlo, pero solo soy el único que tiene las agallas para hacer algo como ir a la guerra y liderar un ejército.

Tengo que hacerlo por el niño, que es inocente en toda esta historia. Para Manuela. Para Leon, aunque es un cogline, sigue siendo una de las personas que siempre ha estado ahí para mí. Si estoy a punto de cambiar de opinión es sólo gracias a ellos.

Tengo que hacerlo porque, aunque las cosas salgan mal, dejaré un bonito recuerdo a quienes me aman.

Agarro la espada de mi espalda.

- ¿ Cuándo empiezan los entrenamientos? - pregunto.

~~~

Cuando estoy a punto de comunicarme con Manuelale, Matt me devuelve la llamada por última vez.

Sale de la oficina y se detiene en la puerta.

- Oh Alejandro, casi lo olvido... ten cuidado en quién confías. No todos aquí te aman tanto como yo – me detengo, frunciendo el ceño.

¿Y eso qué quiere decir?

harper

Camino con las manos en los bolsillos, sobre el techo del instituto.

Miro a mi alrededor, temblando por el aire fresco que golpea mi piel.

León me dijo que viniera aquí, vía mensaje, pero no lo encuentro.

Mientras deambulaba, me di cuenta de que no podía verlo porque estaba de espaldas. Está fumando un cigarrillo, con los brazos apoyados en la balaustrada y la espalda inclinada hacia adelante.

- ¿ Por qué me hiciste venir aquí? - Le pregunto con los brazos cruzados, ligeramente molesto por su presencia.

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