Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Amo a mi mejor amigo

Y madres, que le da un par de cachetadas con toda violencia, estaba decidido a tronarle el quintito al chavo y nadie lo iba a detener, así que al ver que Carlos, iba a contar lo que hacían, lo jaló de los cabellos y lo encaro con coraje:

—Si vas de chismoso te doy de madrazos y de patadas en donde te caigan para que aprendas a no ser tan rajón… así que aguante como los cabrones…

Con verdadero miedo en su cuerpo, Carlos, se empino en la cama y sintió como Rodrigo, le besaba el culito, embarrándoselo de saliva, clavándole la lengua y haciendo que se relajara un poco, aunque no fue suficiente ya que el miedo que sentía era mayor que el placer que podían proporcionarle de aquella manera.

En realidad no sabía que podía esperar, su educación a ese respecto era casi nula, sus amistades muy escasas, no había una persona con la que pudiera hablar de manera abierta y siempre había sido marginado por su manera de ser.

Serio, educado, preparado, sin roce social, con excepción de Rodrigo, con pocas personas podía pasar el tiempo, su madre lo tenía muy limitado y la mujer que lo cuido desde que era niño, no sólo lo vestía de mujer, sino que además, lo limitaba en su comportamiento impidiéndole relacionarse con otros niños de su edad.

De pronto sintió que sus nalguitas eran abiertas con fuerza y que algo fuerte y duro pugnaba por penetrar en su recto, su chiquito se fruncía, se estremecía de terror.

La fuerza del tolete fue mayor y penetró en sus tiernas carnes con brutalidad, desgarrando todo lo que encontraba a su paso, haciendo que los pliegues se abrieran y que la sangre brotara de manera abundante, eso no detuvo a Rodrigo, por el contrario, pareció excitarlo aún más, así que siguió moviéndose con fuerza entrando y saliendo de aquel reducido culito hasta que se vino.

Al terminar le advirtió a Carlos, que, si decía algo de lo que había sucedido ahí esa tarde, no dudaría en matarlo clavándole un cuchillo en el culo para que se le quitara.

Por esa razón el adolescente no dijo nada, aunque evito a toda costa tener tratamiento alguno con Rodrigo, a quién sentía odiar con toda su alma por el dolor tan grande que le causara en el culo.

Había sido inscrito en dos internados diferentes, eso vino a aumentar su aislamiento y algunos cambios hormonales que se le presentaron.

Por sus maneras femeninas, para hablar y comportarse, lo hicieron presa fácil de los demás chicos que lo acechaban y lo requerían sexualmente y lo hicieron víctima de nuevas y reiteradas violaciones, algunas no por la fuerza otras sí.

Su hermano mayor fue quien lo introdujo en el ambiente gay y comenzó a frecuentar amigos homosexuales, entre quienes llegaría a ser conocido como "Cecilia" y, también entonces, se relacionó con los mayates de la época,

Al cumplir los veinte años de edad se enamoró y se fue a vivir con un hombre que le juro amor eterno y se lo demostró a su manera, a tal grado que lo llevo a vivir a un buen departamento.

Vivió con él hombre hasta los treinta y cinco años, en que, ya siendo Cecilia, puesto que se había operado, fue dejada, porque según le explico su amante.

—Si me gustaran las mujeres, me buscaría una de verdad y no andaría contigo, así que ya puedes irte buscando a otro porque yo no le atoro, ni modo, manita, tú te lo buscaste al querer parecer mujer… me gustabas más antes.

Sin embargo, gracias a su apoyo durante el tiempo que vivieron juntos, continuó sus estudios hasta recibirse como Contadora.

Cecilia decidió cambiar de sexo y enfrentar al mundo. Comenzó su historia de valor. No se trataba de una operación común. Por el contrario, era una solicitud insólita, a la que, por primera vez, se enfrentaban los que consultó.

Al principio, se negaron rotundamente, bajo el argumento de que no podían causarle una lesión tan grave como era la mutilación del chile.

Cecilia, no le se sacó, por el contrario, poco después se presentó con los mismos doctores que lo rechazaron y las condiciones habían cambiado.

Aseguraba, sin convicción, que fue un accidente. La versión de sus conocidos era otra por completo diferente. Lo real es que nunca se supo con certeza si lo provocó de manera deliberada y actuó por sí mismo, con auxilio de algún amigo, o si de verdad sufrió “un accidente" ya que también así lo declaró ante los doctores.

El hecho fue que Carlos, quedó parcialmente castrado, lo que ayudaba a los médicos a realizar aquella operación que tanto le solicitaba el hombre.

Después de ser examinado por diversos médicos, que dictaminaron su naturaleza masculina, en el Hospital General, se encontró que “él”, había sido sometido a operaciones anteriores que lo habían dejado sin miembro.

Tras los estudios psicológicos de rigor, demostraban que Carlos, estaba feminizado, en ese mismo año, le operaron para amputarle por completo sus órganos sexuales masculinos, los que fueron sustituidos por una vagina “artificial”, la simulación de senos con silicón, en los lugares apropiados y el inició un tratamiento hormonal que duró más de tres años.

No sé si vivió más feliz como mujer que como hombre. Pero una vez que se hizo transexual, se quedó sola, su pareja de dieciocho años la abandonó para jamás volver y, al parecer, sufrió de nuevo los suplicios de su adolescencia con el amor comprado: los chichifos la humillaban, la vejaban, robaban y golpeaban llenándola de escarnio.

El gusto, en todo caso, le duró sólo seis años. Ya que Cecilia, fue asesinada al estilo de los crímenes de travestis que andaban tan de moda, aunque hubo algunos que concluyeron que se podía tratar de un suicidio cosa que nunca se demostró.

Lo cierto es que así fue la historia del primer transexual de la ciudad de México, una historia que, para muchos, ni siquiera existió, para otros, fue conmovedora y trágica, no sólo por lo que representó, sino porque se vieron reflejados en Cecilia.

*******

Aquella tarde en el antro estaba de mal humor cuando menos eso aparentaba.

Uno de los compañeros Preguntó:

—¿Qué tienes Antonio?

Le contesté que estaba desvelado y cansado, que no tenía ganas de bailar.

En la pequeña pista se encontraban otros compañeros de la facultad bailando de manera alegre y divertida. Por mi parte, me fumaba un cigarrillo de forma nerviosa, raro en mí, pues no fumaba, aguantándome las ganas de no demostrar mis verdaderos sentimientos.

Ya en la última tanda, que por cierto era romántica, mejor salí a la calle a respirar aire fresco y así no ver a Paco, mi mejor amigo, bailar cachondamente con Emilia, otra compañera, que meses atrás había sido su novia.

Los compañeros empezaron a salir y con ellos Paco, quien me dijo:

—Te veo como molesto, ¿qué tienes?

—Estoy cansado —le dije.

Después de cenar unas pizzas, una de las compañeras propuso:

—No hay nadie en casa, vamos a seguírnosla.

Todos aceptaron, yo no abrí la boca para nada.

—Paco —le dijeron— haz labor de convencimiento para que Antonio, se quede.

—No seas gacho, Antonio, vamos a quedarnos, se me hace que hoy la hago con Emilia, no me puedes dejar colgado de la brocha.

—Quédate tú si quieres, yo no avisé, en casa y además me traje el auto —argumenté.

—No, pues siendo así, no me quedo; sabes que vinimos juntos y juntos nos vamos, no faltaba más. Además, te ves cansado y ya es final de semestre. No quiero que salgamos mal; para eso somos amigos… ¿no?

Al decir esto último me invadió un remordimiento, y reaccioné diciendo que sí nos quedábamos, sólo que yo no me sentía muy de ambiente.

Me echó el brazo por el cuello, de esa manera tan cálida que tiene para hacerlo.

—Ya verás que la vamos a pasar super —me animó e inmediatamente se le alegró su hermoso, apuesto y varonil rostro; porque, a decir verdad, Paco es el más guapo y enigmático de la facultad.

Con esos ojos negros, ceja tupida y grandes pestañas, 1.80 de estatura, 76 kilos de peso, cuerpo perfecto, piel apiñonada, además con una voz tan varonil y recia como su presencia, la cual siempre lo ha distinguido entre todos, a cualquier lugar que entremos, él siempre llama la atención.

Y por si eso fuera poco, muy inteligente, además; sólo que no tenga alcohol encima, ya que es su único defecto, le gusta tomar y a veces se pasa, aunque, yo así lo quiero y acepto… El resto de la noche me tomé algunas copas.

Ya de madrugada, Paco, me dijo que yo no tomara pues él estaba perdido en el alcohol y que yo lo llevaría a casa, que confiaba en mí.

Me echó el brazo y dijo que no me separara de él para nada. Le seguí el juego, ¡de mil amores! Jamás le podría negar algo a él, sobre todo con la forma en que me lo pidió, abrazándome y hablándome al oído.

A decir verdad, eso era lo yo que quería: estar cerca de él todo el tiempo posible.

Los homosexuales, y más los de clóset, como yo, nos conformamos con estar cerca del hombre que uno ama y seguirlo de alguna manera, callando por dentro nuestros sentimientos que a veces son tan limpios como los de la gente “normal", o tal vez más limpios y sinceros.

Les dije a los compañeros que nosotros nos retirábamos, sólo que, no nos dejaron ir ya que les cortaríamos el rollo. Paco, ya se caía de borracho, así que lo conduje a un sofá en donde cayó dormido, de manera profunda, inconsciente por completo, como si estuviera desmayado por el licor ingerido.

Como un perro fiel, yo me senté a su lado en otro sofá, quería cuidarlo, observarlo, llenarme los ojos con ese rostro varonil y hermoso que tanto me gustaba, con esos labios carnosos que se me antojaba besar una y otra vez hasta que me hartara de probar su sabor, lo cual, estaba convencido, no sucedería nunca.

Claro que todos sabían la gran amistad que nos unía y por lo mismo no les cayó de extraño que yo me sentara a un lado de él, para cuidarlo.

Una vez todos dormidos, y en la penumbra que invadió el lugar, al apagarse las luces, observaba su silueta y escuchaba su respirar perdido en el silencio de la noche, más bien de la madrugada, esa madrugada hermosa.

Los minutos transcurrieron y no soporté más tener tan cerca la miel y no darle una probadita, aunque sea. Sin hacer ruido, le toqué sus manos tan suaves y fuertes a la vez, esas manos que llegué a soñar apretadas a mis nalgas.

Coloqué mi cabeza en su pecho, pasando mis manos por su sedoso cabello… y lo besé… sí, ya no me podía contener, así que me lancé con todo, primero en su nariz afilada y perfecta, después en su carnosa boca que le fui abriendo con mi lengua para penetrar en su cavidad oral.

Fueron besos limpios, con amor, con ese amor que siempre he sentido por él, un amor que se ha incrementado en el silencio, en el más completo y absoluto secreto, un amor que jamás me atrevería a confesarle.

Y lo besé con amor, para dar paso a mi alocada pasión y comérmelo a besos, sus ojos, su frente, sus mejillas, su cuello, sus tetillas, hasta llegar a tan ansiada región cubierta con una bragueta que le desabroché con seguridad, para encontrar una montaña de carne cubierta por tela de algodón.

Aquella verga, que ya estaba parada, con olor viril tan suyo, me enloqueció, me hizo alucinar de placer y de emoción, esa macana tan anhelada y tan alejada de mí, ahora se encontraba frente a mis narices, a pocos centímetros de mi golosa boca.

Bajando la trusa, encontré el tesoro tan ansiado para mí, tan indefenso y grande que lo devoré con cariño glotón, con un placer que superaba a todo lo que yo siempre había deseado en la vida, con un deleite que me fascinó.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.