Librería
Español
Capítulos
Ajuste

5- Sombras y Secretos

Ángela luchaba contra el veneno que la consumía. Para Liam, aquella humana despertaba sentimientos extraños. Sentía como si la conociera de algún lugar, aunque solo debería importarle la vida que llevaba ahora. No tenía explicación para lo que pensaba o imaginaba.

« ¿Quién eres realmente? ¿Por qué me duele tanto verte así?» « ¿Por qué siento que ya nos hemos visto antes?» Se preguntaba Liam mientras llenaba la tina del sanatorio con agua, decidido a hacer lo que fuera necesario para salvarla.

Sin importar lo que los demás pensaran, Liam la introdujo en la tina. Al sumergirla en el agua, esperaba que su temperatura bajara. Algunas palabras salieron de los labios de Ángela, pero Liam no les prestó atención. Desde afuera del baño, se escuchaban murmullos.

—Señor, ¿se encuentra bien?... ¿Señor? —preguntó LeuKe, mientras Bennett atendía a la enfermera, cuya situación empeoraba.

Kylie convulsionaba por la fiebre. Leuke se daba cuenta de que la joven no resistiría mucho más. Leuke recibió instrucciones de su Alpha telepáticamente.

—¿Señor, qué debo hacer? —preguntó mientras observaba a Kylie.

—Leuke, si quieres salvarla, llévala a la tina... asegúrate de que no vuelva a tener fiebre tan alta. Recuerda las palabras del híbrido —Leuke actuó de inmediato. Tomó a Kylie en brazos y la llevó bajo la ducha.

Un joven lobo y una humana estaban bajo la cascada de la ducha. Para quien los viera, parecerían amantes declarando su amor. Sin embargo, la única preocupación de Leuke era cumplir con el deseo de su líder de tener a dos profesionales humanas trabajando en la reserva.

Mientras los jóvenes hacían lo imposible por salvar las vidas de las mujeres, Liam se comunicaba con el doctor Bennett.

—¡Doctor Bennett!... Usted sabe lo que debe hacer con las mujeres que fueron heridas por un híbrido —El doctor sabía que la única manera de eliminar el veneno del cuerpo de ambas mujeres era mediante una transfusión de sangre. Debía limpiar sus cuerpos para eliminar todo el veneno, pero el tiempo era crucial para salvarlas.

Mientras las mujeres luchaban por su vida con la ayuda del clan, en los calabozos el híbrido agonizaba en sus últimas horas. La persona que lo había enviado sabía que su plan se había ejecutado a la perfección, pero no había contado con que el líder se interesaría en salvar a la mujer humana a toda costa.

El híbrido se consumía en dolor, como una hoja en llamas deformándose lentamente.

Era evidente que no había logrado su propósito después de todo. Finalmente, la fiebre abandonó a las mujeres y las heridas infligidas por el lobo empezaron a curar correctamente.

Los días pasaron y las mujeres se recuperaban lentamente pero de manera favorable. Los habitantes del lugar no entendían por qué tardaban tanto en recuperarse los humanos.

Los rumores de que el jefe y dueño del sanatorio las había salvado llegaban a oídos de ambas mujeres. Agradecidas, decidieron mejorar y comenzar a trabajar seriamente. Para ellas era vital retribuir aquel gesto realizando el trabajo comprometido en el lugar. Desde aquel día, Liam y Leuke no se cruzaron con las mujeres. Un mes pasó y ellos no las habían visto.

En el oeste del reino de Yukón se encontraban los vampiros de sangre pura. Habían escuchado lo que su líder había hecho para sembrar temor y neutralizar a los clanes que se habían salvado. En ese lugar residían los vampiros "Kyuketsuki", seres de sangre pura, inteligentes y dotados de poderes extraordinarios. Eran fuertes, veloces y sumamente bellos. Se rumoreaba que cualquiera que se cruzara en su camino caería rendido ante su belleza. Estaban liderados por el temible rey Lucían, un Kyuketsuki de 5000 años. Su reino era el segundo más poderoso de la tierra después de derrotar al clan de los White Fang, según los seres inmortales. Sin embargo, la existencia del niño amenazaba la estabilidad de ese clan. En el reino de los Kyuketsuki, el rey vampiro estaba rodeado de sus hijos, aunque no mostraba cariño alguno hacia ellos.

—¡Hace presencia el rey Lucían!... ¡SALUDEN! —anunció su fiel sirviente para que todos los presentes se inclinaran ante el rey, incluidos sus propios hijos.

El rey Lucían caminó lentamente hasta sentarse en su trono. Con su mirada fría, seria y elegante, observaba a cada uno de sus súbditos.

—¡Arriba!... Consejero Dylan ¿Qué informe tiene para mí? —inquirió de manera seca. Aquella voz profunda y poco amigable hizo estremecer a todos los presentes bajo su cuidado.

El consejero del rey permaneció temblando frente a él, consciente de que su vida podía ser reclamada en cuestión de segundos.

—¡Señor, nuestros esfuerzos por dañar al clan que ha sobrevivido en la guerra fría han sido obstaculizados por el Alpha de ese clan! ¡Señor, perdone la ineptitud de este servidor! —suplicó Dylan Kepér, aún de rodillas ante el señor de las sombras terrenal. En un instante, el ser despreciable bebió la sangre del humano como si fuera vino. Al terminar con la vida de su consejero, lo dejó caer al duro y frío suelo del salón. Los murmullos de temor se hicieron audibles mientras Lucían permanecía de pie, cerrando los ojos para reprimir su ira y decepción hacia aquel simple humano.

—¡Quiten esto de mi vista!... Marian, busca a otro para ocupar el lugar del humano anterior —ordenó Lucían al tiempo que caminaba de regreso a su trono y se sentaba.

A su lado estaban sus tres hijos, todos con la mirada baja, incapaces de enfrentar su rostro directamente.

—No importa cómo lo hagan ni qué método usen. Quiero al Alpha muerto. ¿Entendido? —expresó autoritariamente el rey de las sombras. Aquel lugar siempre estaba bajo un clima nublado, con el sol oculto la mayor parte del tiempo. Lucían se aseguraba de que el lugar estuviera envuelto en oscuridad, donde la felicidad y la paz no existían.

Sus hijos, aunque hijos del rey de las sombras, no estaban de acuerdo con los métodos de su padre para gobernar. Sin embargo, tampoco rechazaban usar sus poderes para conseguir sus propios deseos. Cada uno tenía sus propias ambiciones. Como hijos de un vampiro y la diosa de la muerte, crecieron con corazones oscuros, sin conocer la compasión, la bondad o el amor. Si deseaban algo, simplemente usaban sus poderes para obtenerlo.

Poco a poco, los tres estaban siendo moldeados a imagen y semejanza de su padre. Lucían se aseguró de borrar cualquier recuerdo o enseñanza amorosa que su madre intentó inculcarles. A pesar de ser una pareja de pura sangre, ella sentía amor por sus hijos. Sin embargo, el destino y la crueldad de ambos lados de la guerra fría borraron su existencia y esencia de las vidas de sus hijos y su amado. En el corazón de Lucían solo quedaba dolor, odio y desprecio hacia los otros seres, ya sean mortales o inmortales.

Aeron, el mayor de sus hijos, se destacaba por su serenidad. Vestido de negro y rojo, con el cabello largo y lacio, y un bello rostro, llevaba consigo una gema preciosa de energía que brillaba como el sol en su cinturón. Estaba claramente de buen ánimo. Poseía el poder de la energía, capaz de absorber y dar vitalidad. También tenía el poder de curar y purificar la energía de otros.

A su lado se encontraba el segundo príncipe, Duzan, temido por los humanos debido a su carácter difícil. Se irritaba con mayor facilidad que el resto de sus hermanos. Al igual que Aeron, prefería vestir de negro, a menudo combinado con gris o verde. Llevaba consigo una gema preciosa de color verde, parte de él mismo, con el poder de manipular el tiempo y el espacio. Esta gema le permitía viajar en el tiempo, aunque solo al pasado.

Duzan anhelaba poder ver el momento de su nacimiento, pero se frustraba al no poder viajar más atrás en el tiempo, especialmente para encontrar a la mujer que siempre veía en sus visiones, pero no podía tocar ni abrazar. Duzan prefería que su padre creyera que aún no había desarrollado completamente su poder, ya que la confianza en su progenitor se había desvanecido el día en que lo obligó a matar a su amada, argumentando que ella no era la elegida.

El tercer príncipe estaba de pie a su lado, serio y vestido de rojo. Al igual que sus hermanos, poseía una gema, la de la telepatía, que le permitía leer las emociones y los pensamientos de los demás, así como influir en lo que veían sus enemigos. Los tres hermanos eran considerados extremadamente peligrosos en el clan, nadie osaba desobedecerlos o desafiarlos, sabiendo que hacerlo sería sentenciar su propia muerte.

El rey y sus hijos eran vistos como seres despiadados, sin compasión por nadie. En su dominio, no había perdón para aquellos que osaban desafiar su autoridad. Todos aquellos que lo habían intentado habían perecido.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.