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Regresando por el café

Regresando por el café

Clarisa

Por fortuna para mí, ese día terminó rápido, acababa de llegar de trabajar en la cafetería, solo tuve mi sueldo básico, no hubo una sola moneda de propinas, lo que implicó trabajar una hora de más para completar lo de comer al día siguiente para mis hermanitos, no estaba obligada a darle de comer a mi madre y su novio.

Mi rutina solo consistía en salir muy temprano a la biblioteca, salir de allí sobre el medio día, irme a la cafetería a trabajar, y regresa solo a dormir unas cuantas horas a mi casa, mi única vida social era la que compartía con Clement, descansaba un solo día a la semana y si a eso se le podía llamar descanso, por lo único que añoraba estar en casa era por ellos, mis hermanos, que, aunque no eran mis hijos los amaba como tal.

Los siguientes días yo estaba esperando que algo pasara, pero no sabía qué exactamente, desde el día que vi a David, no se habia salido por un solo minuto de mis pensamientos, mi tiempo ni siquiera me daba para salir con alguien, por esa razón no tenía novio, todos salían espantados al conocer mi nivel de vida. Cada vez que alguien cruzaba el umbral de la puerta de la biblioteca, añoraba por que fuera él, mi abuela ante de morir me había enseñado, que, si alguien estaba realmente interesado en ti, te buscaría, sin importar si le has rechazado con anterioridad, en este caso confirme lo que ya sabía, un hombre como él jamás se fijaría en mí.

-Amiga, ¿estás esperando a alguien? - Clement me saca de mis pensamientos, apenas la miró con desilusión

-Clement, a decir verdad, no lo sé- eran muy pocas las personas que iban a la biblioteca, así que cualquier presencia marcaba mis esperanzas

- ¡Ay, Clarisa! Amiga, Necesitas diversión en tu vida, deberías sacar tiempo un día de estos e irnos a beber unas copas, eres una amargada, necesitas un novio

- ¿y tu no?, no te veo con un caballero al lado que te saque de tu asombroso castillo- si ella quería fastidiarme, haría lo mismo

-Tú sabes cómo es amiga, simplemente una aventura es suficiente para mi- ella me guiña un ojo y sale por entre las hileras de libros, suspiro y pienso lo aburridora que es mi vida, lo amargada que vivo, y no porque así lo quería, era porque me tocaba resignarme a que no tenía más opción, comienzo a resoplar y siento como melancólicamente las lágrimas ruedan por mis mejillas, estaba encerrada en mi propio mundo y no tenía salida.

- ¿Estas bien? - una mano me extiende un pañuelo- ¡Qué vergüenza!¡no puede ser! Trágame tierra y escupeme en el fin del mundo, ¿¡David está aquí!?

-Ho…la, si estoy bien, solo es una jaqueca de migraña- no le recibo el pañuelo, en su lugar sacó un pedazo de papel desechable que llevo en mi bolsillo y me limpio, hoy era de esos días que precisamente estaba más cansada, no había dormido mucho, y claro me veía fatal, y si lloraba mis ojos se achinaron, sabía que me veía terrible, así que agache la cabeza.

- ¿Segura estas bien? - él insiste en verme frente a frente, hoy venía vestido diferente estaba más sencillo, una camiseta muy regular, un vaquero sencillo y un saco en sus hombros, sin embargo, no perdía ese toque fatal, de verdad que David era guapísimo, pero debía evitar esa tentación.

-Si- afirmo mi voz- ¿qué te trae por aquí? - como si no supiera que venía por “el café”

-Pues estaba por aquí cerca, y pues bueno soy un caballero, vine con la esperanza de invitarte un café- eso me hace sonreír, la esperanza, Como si yo fuera una diosa o quien sabe qué, pero no sé porque soy tan irritante con él, que por mera inercia le contesto mal.

-No puedo, hoy no tengo tiempo- agarro unos libros y salgo hacia un pasillo de la biblioteca, siento como él apenas resopla y sale detrás mío, insistente

- ¿Y qué tal mañana?

-Tampoco tengo tiempo- pongo un libro en un estante y sigo

- ¿Y qué tal pasado mañana?

-Tampoco puedo- sigo colocando libros, mientras está detrás mío preguntando por cada uno de los días de la semana, y sigo respondiendo que estoy ocupada.

-Está bien Clarisa, vendré en otra oportunidad, veo que eres una chica muy ocupada y en realidad no te quiero molestar. - ni siquiera volteo a verlo ¡maldita sea! Quiero salir con el por un café, que puede ser un café, será un par de horas, no tendré que hacer nada más.

-David, esta- volteo a ver y ya no estaba, siento como mi corazón se parte, se había ido, salí corriendo hacia la puerta, pero ya no estaba ni su reflejo, me siento inmensamente mal, no comprendía porque era tan testaruda y cara dura, mi café con un desconocido había acabado de salir, y era muy probable que no volviera, resoplo de la ira, ni siquiera podía ser amable conmigo misma, ¿Qué era un café? Me sigo cuestionando hasta que acaba mi turno en la biblioteca.

-Deberías salir esta noche conmigo Clarisa, vamos a tomarnos una copa, di que si- Clement me hacía la típica invitación de todos los viernes.

-Ya sabes que hoy es el día en que me dejan propinas, no puedo fallar a la cafetería, eso me ayuda para ahorrar para mi grado

-¡Aish amiga! Lamento tanto que te toque tan duro, pero te juro que todo valdrá la pena, hasta el último sacrificio, porque vas a ser la mejor maestra de literatura de la historia, y ganaras tan bien, que te quedará tiempo para ser feliz con un chico- la miro y sonrió, ella solo pensaba en ser feliz con chicos, yo solo quería que mi madre se recuperara y se hiciera cargo de sus 3 pequeños y nos dejara en paz a Loren y a mí.

Me despido de mi amiga y con resignación me voy para mi trabajo, la cafetería de mi tía, ella era igual de ogro a mi madre, ambas eran hechas tal para cual, pero ya había aprendido a sobrevivir con ellas, y más con esta necesidad tan grande.

David

-José, sin que esa chica se dé cuenta, persiguela por favor- aunque Clarisa me había rechazado el café, yo estaba obsesionado con ella, así que quería saber las razones por las cuales no había aceptado mi invitación, no fueron muchas cuadras las que tuve que seguirla, ella en seguida entró a una pequeña cafetería del centro de la ciudad.

-Señor, ¿ahora que hacemos? - José además de ser mi conductor, era mi amigo, savia bastantes cosas de mí, y algo ya se habia contado sobre Clarisa

-Necesito que entres al lugar, pide un café, y me mantienes informado por teléfono ¿tienes tu manos libres de bluetooth? - quiero que no se note que está hablando de ella.

-Si, si señor, está bien, me parece arriesgado, pero lo haré. -José sale como se lo ordene y cinco minutos después, está conmigo al telefono.

-Dime ¿con quién está la chica?

-Señor, ella no está con nadie, ella trabaja aquí, es una de las meseras, dígame que hago

-Déjame ya voy para allá, de ahora en adelante yo soy tu conductor y tú eres mi jefe, José mientras estemos delante de ella, vas a actuar como si el amo y señor fueras tu

-Pero señor

-pero señor nada, ya entro, asi que me vas a tratar como yo te trato a ti

-Eso no es problema, usted me trata muy bien

- ¡Ay, José, por favor!, ya voy contigo- me estresa a veces tanto respeto de su parte, sabiendo que sabía demasiadas cosas de mí, aun mas de las que sabia Jonás.

Entró a la cafetería y por fortuna ella no se percata de mi presencia, estaba tan hermosa, tenía un uniforme de falda más arriba de las rodillas y una camisa con el primer botón suelto, estaba encantadora.

Me siento frente a José, que de ahora en adelante será mi jefe, él se toma su papel muy en serio y la llama

-Mesera, servicio a la mesa por favor- ella voltea a ver hacia donde estábamos sentado, mis mejillas se sonrojan, jamás haría algo asi, pero bueno, estábamos “actuando”, ella sale hacia nosotros, pero sus ojos se abren como platos al darse cuenta que se trata de mí, solo puedo mover la mano saludándole, ahora era ella quien me intimidaba

-David, no sabía que venías a estos sitios- ella dice con su agenda en la mano, mientras que José nos interrumpe, sabía que me había quedado bloqueado

-El auto se varó y aquí mi conductor no pudo arreglarlo, decidimos tomarnos un café, me trae uno por favor, ¿David usted que quiere? - José me señala

-Hola Clarisa, no sabía que trabajas aquí también, si para mí también un café, finalmente puedo tomarme un café contigo- no me salía muy bien ser sarcástico con ella, más bien quería ser tierno, pero la verdad sus desplantes me estaban volviendo loco

Ella nos sonríe y sale a tomar nuestro pedido, no puedo evitar dejar de mirar su trasero cubierto por esa falda, me sentía un enfermo, como podía sentir ese tipo de obsesión con tan solo verla.

-Señor ¿Cómo lo hice?,. nunca antes había sido un jefe- José hablaba orgulloso de su hazaña, a lo que le sonrío, era una buena persona.

-Lo hiciste muy bien, jefe- le doy un puño en su brazo, en un par de minutos mi bibliotecaria mesera favorita estaba en nuestra mesa con el par de tazas de café, ella deja un papel con la cuenta

-Que lo disfruten caballeros- ella sonríe y nos guiña un ojo- la propina es voluntaria

Nos miramos con José y soltamos una carcajada, no había perdido la oportunidad para sacar provecho, pero a decir verdad tendría que llevar una vida muy dura para tener dos trabajos, no tendría más de 21 años, y allí estaba, entregada a un miserable trabajo como mesera y madrugando a atender una biblioteca abandonada, pero me encargaría de averiguar al detalle de su vida, esto se había convertido en algo personal.

Al terminar el café, pude notar que me miraba, sus ojos penetrantes estaban clavados en mí, de vez en cuando me cruzaba una sonrisa, saqué dos billetes de cien, y los puse en la mesa como propina, quería ver su reacción. Nos levantamos de la mesa y estábamos saliendo, cuando siento que ella me toma por detrás.

-David, dejaron esto- ella me entrega los dos billetes de cien, José bien entrado en su papel de jefe en seguida me salva

-esa es tu propina, acostumbramos a dejar esos montos, pero guárdalo rápido en tu bolsillo, creo que tu jefe viene por ti- La mujer que atendía la caja del lugar estaba observando cada uno de los movimientos de Clarisa

-Es mi tía- Clarisa agacha su cabeza, pero simuladamente guarda los billetes, en su rostro se alcanzaba a notar su necesidad, y eso me creaba un nudo en la garganta, con cada acto que pasaba estaba más interesado en saber más de ella.

José asienta con consideración, y se despide de la señora de la caja, prometiendo regresar, él sabía más que nadie que era tener necesidades, así que entendía perfectamente a Clarisa.

Y ahora yo, estaba más clavado en ella, quería saber quién era, que hacía, con quien vivía, cuáles eran sus tristezas, sus mayores felicidades, y aunque solamente quería en un comienzo llevarla a la cama, no sé porque un instinto de protección se habia posado dentro de mí, como si el destino me la hubiera puesto intencionalmente en el camino.

-Gracias José, volveremos todos los días al salir de la empresa, quiero estar pendiente de ella, cuando yo no pueda venir, vendrás tu y le dejaras una propina, todos los días de 50 para que no sea tan evidente, por ahora será lo que habrá hasta que averigüe más detalles de esa chica

-Como usted lo diga señor, pero se ve que es una buena persona, de lo contrario no nos busca para devolver los billetes.

-Lo sé, se nota José, por ahora vamos a la empresa- siento como mi teléfono vibra en mi bolsillo, siento desfallecer cuando veo el identificador de llamadas: mi prometida, toda la paz que tenía hasta ese momento se había ido por el estanco, aunque me encantaba por su físico, pero odiaba su forma de ser, Roxanne, mi prometida, solamente era un matrimonio por contrato, el cual quería romper, pero mi ambición por el dinero no me dejaba, el dinero y las mujeres eran mi mayor obsesión y al mismo tiempo mi más grande debilidad, no tenía más opción que contestar.

- ¡Hola querida! ¿Cómo estás? - mi saludo era de lo más hipócrita, de quien menos quería saber era de ella

-Hola mi amor, pero que feliz de oírte, quiero decirte que ya estoy de nuevo en el país, y claro muero por ver a mi prometido ¿en dónde estás?

-Voy justamente para la empresa ¿y tú?

-Estoy justamente en tu oficina querido ¿Cuánto demoras? - apenas volteo los ojos, acaba de dejar de ver a la mujer más bella y tenía que regresar a ver a mi futura esposa, eso no me gustaba para nada, pero bueno, Clarisa no era un motivo para no verla, aunque había tenido diversión en su ausencia, había sido poca y con ella podría desfogar todos mis deseos al fin de cuentas, iba a ser mi esposa.

-Espérame allí, deseo verte- le digo con malicia, ella ya sabía a qué me refería

-Aquí te espero mi amor, también deseo verte-su voz también sopesaba lo que yo le pretendía, al menos después de todo, que fuera mi prometida no era del todo malo, ella era deseable, hermosa, con unas curvas deliciosas, la frustración de no haber podido tener una velada con Clarisa me tenía estresado, y aunque volviera a los brazos de mi prometida, la obsesión por saber de esa chica no se había ido, lo contrario, en esos días regresaría por más de ella. Subo a mi auto y salgo directo hacia la oficina, pero mis pensamientos siguen clavados en esa hermosa sonrisa, que, aunque habíamos cruzado pocas palabras, no iba a descansar hasta saber todo de ella y porque no, hacerla mía.

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