Capítulo 4
Pov Zahira
—Cassy. ¿Estás segura que no me veo muy vulgar? —le cuestiono a mi hermana no muy segura mientras me veo al espejo, ella coloca sus ojos en blanco y niega con su cabeza como si yo no tuviera remedio.
Estuve pensando toda la mañana en lo que mi hermana me dijo y decidí ir a la galería, por lo menos si voy a estar aquí tengo que buscar una forma de distraerme.
El vestido negro de colgantes que tengo puesto es muy hermoso, pero no es para nada mi estilo, tiene una abertura que viaja desde poco más abajo de mi cadera hasta los tobillos, dejando mi pierna derecha al descubierto y ni hablar del escote que da a relucir los senos que jamás me había reparado a ver que tenía.
Niego con mi cabeza y cuando estoy a punto de cambiarmelo, mi hermana aparece por la puerta del walk-in clóset con una joya que se utiliza para decorar las piernas, la miro algo curiosa y aunque aún no estoy muy convencida de llevarme el vestido me encantaría ver como me vería con esa magnífica y brillante prenda.
—Toma Zayi, estoy segura que esto complementará tu atuendo —Cassy me extiende la joya y yo la tomo casi arrebatandosela de las manos.
—Es hermosa —murmuro palpando los pequeños diamantes que la componen.
—Sabia que te iba a gustar, la escogí para ti el mismo día que me pediste que te comprara el vestido que utilizarás en la celebración de los Grimaldi.
—Hablando de eso, tengo que ver que me compraste, si me estas haciendo usar este que hace que se me vea todo, no me puedo ni imaginar como será el otro —me quejo mientras termino de instalar la lujosa joya en la pierna que sobresale del vestido.
—Ay...ya cállate Zahira y termina de vestirte rápido, créeme, ese vestido te quedará mil veces mejor que el que llevas puesto —pronuncia mientras me da pequeñas palmadas en el hombro y después se encamina a la puerta para dejarme sola.
Aprecio en el espejo lo hermosa que luce la joya en mi pierna a pesar de que el vestido aún me siga pareciendo vulgar, pero debo reconocer que la prenda me da un toque de elegancia, retoco los últimos detalles de mi maquillaje y recojo mi cabello en una coleta alta, cuando ya estoy lista salgo en busca de mi hermana que me debe de estar esperando en el auto y me siento algo incómoda por las miradas que me dan algunos trabajadores del servicio, no deberían colocar sus ojos en mi sabiendo que soy hija de un rey árabe, pero solo por hoy lo dejaré pasar.
—Vaya...si es que te demoras para todo —se queja Cassy colocando los ojos en blanco en cuanto entro y me siento en el auto del lado del copiloto.
—Ya deja de quejarte y conduce de una buena vez, porque si vamos a hablar de quien se demora más, tu te llevas la Corona —bromeo y las dos sonreímos.
—¿Te encuentras mejor? —inquiere ella mirándome de soslayo mientras conduce y su pregunta me hace sentir incómoda.
Puede que tengamos confianza, pero hay algunas cosas que es mejor mantener en silencio.
—Si. —respondo después de soltar un suspiro largo.
—Zayi sabes que...
—Tenias razón —le digo y nunca en mi vida unas palabras me habían dejado un sabor tan amargo en la boca al pronunciarlas.
Mi hermana quita por un momento la vista de la carretera para mirarme sorprendida.
—Si, Cassy —confirmo—. Es cierto que debo seguir adelante con mi vida y no echarme a morir por un desgraciado que ni en sus pensamientos debo de estar —agrego con la voz un poco quebrada.
Parpadeo varias veces para no echarme a llorar y clavo mi vista en la ventanilla para que mi hermana no vea lo afectada que aún estoy por todo este tema de Edward.
—Ese hombre no merece que sufras por él —pronuncia con suavidad mi hermana y siento como posa por un momento su mano sobre la mía brindandome calidez.
—Lo sé, pero no lo puedo evitar —susurro.
—Solo el tiempo se encargará de curar las heridas que ese maldito le hizo a tu corazón —dice para mi consuelo, pero eso solo lo que hace es hacerme sentir peor.
—Eso espero —zanjo el tema.
El resto del camino permanecemos en silencio y mi buen humor comienza a retornar cuando veo el gran letrero colorido que indica que ya llegamos al lugar, hay una fila para el ingreso que da la vuelta a la esquina del lugar, no me tengo que preocupar por formarme porque mi pase es VIP, pero por el largo de la fila me imagino lo lleno que debe estar.
Mi hermana se estaciona en todo el frente del sitio y me hace salir.
—Ve adelantándote, voy a estacionar mi auto —me informa.
—¿Acaso no hay quien haga ese trabajo? —le cuestiono.
—Si, pero resulta que la última vez que dejé que el valet parking estacionara mi auto, el muy imbecil le hizo un rayón a mi Aston Martin DBS —se queja y la verdad es entendible, yo en su lugar lo hubiese estrangulado con mis propias manos por arruinar tan maravillosa máquina.
—Está bien —asiento ante sus palabras y camino hacia la mole de piel blanca y cabeza rapada de dos metros de altura que está plantado en la puerta como guardia de seguridad.
—Invitación —exige y yo comienzo a esculcar en el pequeño bolso que traígo colgado en el hombro, el himno re coloca sus ojos en blanco y a mi me nerva su actitud—. Mira rubia, si no tienes la invitación a la mano es mejor que te formes y hagas la fila como los demás —agrega el hombre con impaciencia.
Lo miro de mala gana y cuando ya encuentro el pase VIP se lo enseño y él se aparta para dejarme entrar.
—Le diré a Daniel lo grosero que son los de seguridad —le digo antes de irme y el hombre suelta una pequeña risa—, soy la hermana de su novia Cassy contreras Monroe —agrego y veo como la sonrisa del rostro del hombre desaparece.
—Lo siento señorita, yo...
—No tienes por que disculparte, guárdate tus tontas excusas —lo miro con desdén—. No le diré nada, solo si prometes que la próxima vez trataras mejor a las mujeres —agrego hastiada—, párese que Mónaco a pesar de ser un lugar repleto de lujo y gente adinerada a los hombres les falta mucha educación —puntualizo y el episodio que pasó en la playa se reproduce en mi mente.
Ojalá jamás en mi vida me vuelva a cruzar con ese desagradable tipo.
El hombre asiente pidiéndome otra vez disculpas y yo retomo mi camino.
Le doy mi bolso a la chica que recibe y guarda los abrigos, camino por todo el lugar extasiada por lo que veo, esculturas de toda clase lucen grandiosas en el lugar dándole vida, cuadros de todos los estilos y pintados con las más exquisitas técnicas cuelgan en las paredes de color blanco, los pisos de madera lustrada le dan al sitio un toque distinguido y delicado que hace que me encante por completo, la música instrumental que resuena por todos lados brindan paz y serenidad, un mesero se acerca a mi con una bandeja redonda y me ofrece una copa de vino blanco, la tomo dándole las gracias y camino adentrandome más al sitio.
La galería está que revienta por la aglomeración de personas que han asistido al evento, me paro frente a una escultura de una chica desnuda que me recuerda mucho a la que está en medio de la piscina en la Villa que mi madre tiene en Dubái, me concentro en observar cada centímetro de la escultura deleitandome con cada detalle bien pulido que mantiene esta, de repente alguien sujeta mi cabello desde la parte de atrás y aunque solo ha sido un ligero toque me ha incomodado, miro con rapidez por encima de mi hombro, pero no observo a nadie detrás de mi, un ligero olor a perfume de hombre que se me hace ligeramente conocido pero no logro recordar de donde inundan mis fosas nasales y rápido se pierde el rastro de la fragancia entre las mezclas de las otras que inundan todo el lugar.
No le doy importancia al asunto porque tal vez alguien me rozó por accidente al pasar, pero coloco mi cabello a uno de los lados de mi cara porque no me gusta que ningún desconocido lo toque, me muevo por toda la estancia mirando y contemplando la posibilidad de comprar alguna que otra escultura para instalarla en el pent-house que tengo en Londres, cuando dos brazos fuertes me rodean desde la parte de atrás y el sonido de esa voz que reconocería a kilómetros me paraliza.
—Zahira —pronuncia una voz varonil que conozco a la perfección petrificandome por completo—. Cuanto tiempo sin verte. ¿Cómo unos qué? ¿Seis meses? —susurra a mi oído y trago duro intentando disipar el nudo que se ha formado en mi garganta.
Mis ojos se inundan por las lágrimas, pero parpadeo varias veces negandome a la posibilidad de llorar por él, no le daré el gusto de ver lo rota que estoy por su culpa.
—Edward...—pronuncio en un hilo de voz para que no note cuán afectada estoy mientras me giro con toda la elegancia que me compone, para encararlo.