Capitulo 5.Su jefe desnudo
—Pidió hablar con mi tía, supongo que más tarde nos dirá que le dijo.
—Le dije a mi madre que buscara a alguien con más experiencia, el señor Rinaldi era muy malo. Y trata muy mal a sus empleadas, ni te imaginas como me trato a mi cuando comencé aquí.
Amber ensancha la mirada, aquella información lleno de temor sus pensamientos.
— ¿Qué dices? ¿Se lo contaste a mi tía?
—Claro que no, no pretendía que mi madre perdiera su empleo. Además yo necesitaba el trabajo y el dinero —Gracia se encoje de hombros.
— ¿Crees que sea igual conmigo?
—Si quieres puedes renunciar y buscar otro tipo de empleo. Uno donde no tengas que soportar a un jefe gruñón todas las mañanas.
Pero si apenas comenzaba trabajar y ya iba a dejar todo tirado. Por otro lado, soportar a su jefe mientras que la trataba mal por cada cosa que hiciera tampoco era lo que deseaba.
La castaña observa a su prima mirarla de una manera diferente, aquel hecho la hizo fruncir el entrecejo. Gracia se comportaba de una manera muy extraña ese día, desde que llego a esa casa parecía su sombra.
Quizás era porque su tía la mandaba a supervisarla para que no cometiera ningún error.
—Creo que debo esperar a que mi tía me diga lo que el señor Rinaldi le comento.
—Como quieras, yo solo te advierto de las consecuencias—la morena se encoje de hombros para luego abandonar la habitación.
Amber muerde sus labios al mirar por encima de su hombro aquel cuarto, todo había quedado perfectamente arreglado. Sin embargo, ese susto en su corazón no desaparecía después de escuchar las palabras de su prima.
Por la noche mientras que Maryin cena con su hija y su sobrina cree propicio hablar con ellas dos para dejar claro sus deberes en la casa de su jefe.
—El señor Rinaldi acepta a Amber para trabajar en la casa.
— ¡¿Que?! —Gracia refuta rápidamente.
—Sí, me ha dejado instrucciones específicas de cómo nos organizaremos en la casa.
— ¿Instrucciones? —fue Amber la que pregunto con cierto temor, en ese instante Gracia la observa con un poco de celos.
—Gracia se encargara de la parte de debajo de la casa, y tú serás quien sirva el desayuno del señor y te encargues de toda la parte de arriba de la casa, también pidió que te hagas cargo de sus cosas.
Amber no daba crédito a las palabras de su tía, eso significaba que la advertencia de su prima era cierta. Ese hombre le daba ese tipo de encargos solo para molestarla, la joven traga saliva al mismo tiempo que parpadea.
Entre tanto a Gracia la carcomía los celos, era increíble que el propio Mauricio le ordenara a su madre ese tipo de encargos para la nueva empleada, ¿Qué significaba eso? ¿Qué tipo de trato era?
—Gracia, ¿estas entendiendo? —la morena escucha a su madre y deja de mirar a su prima —. ¿Entiendes tus nuevas labores?
—Pero las labores de Amber eran mías, madre.
— ¡Ya no lo son! Te han encargado las más pesadas, llevas más tiempo que tu prima trabajando asumo que por esa razón el señor te encargo esas tareas.
—Tía… —Gracia observa a su prima con la esperanza que de que le dijera que iba a renunciar.
Maryin observa a su sobrina con un poco de severidad.
—Debes ser responsable en tu trabajo Amber, no solo es tu pues el que se juega aquí, también el mio y el de tu prima. Tienes que hacer un buen trabajo.
La castaña se muerde la lengua ante la advertencia de su tía, ella tenía razón, ya la habían contratado si salía con renunciar la iba a dejar muy mal delante de su jefe.
< Maldita sea con mi mamá, como se le ocurre decirle una mierda como esa a esta estúpida. Ahora no querrá renunciar>
Gracia estaba hecha una furia, de solo pensar que Amber haría todo su trabajo le recordaba que ya no volvería a ver a Mauricio tomando su ducha todas las mañanas.
—Si tía, por supuesto que no te dejare quedar mal.
—Eso espero, por parte de ambas. El señor Rinaldi es una persona muy exigente, cualquier error lo notara en seguida y lo hará saber. Es un hombre que le gusta el orden en su casa, así que las dos deben hacer bien su trabajo.
Amber asiente mientras que los engranajes del cerebro de Gracia comenzaban a trabajar de manera veloz.
[…]
Al día siguiente Amber acato las ordenes de su tía, debía de llevar el traje nuevo a su jefe a su recámara. A su vez Gracia quiso dejar sus labores tiradas para seguir a su prima, pero su madre la pillo abandonando su trabajo y termino por reprenderla.
De modo que la morena se quedó como esclava terminando sus pendientes. Pero su mente estaba puesta en su prima y en lo que podía suceder en esa habitación.
Amber llega a la recámara de su jefe, seguidamente deja sobre la cama su traje y hace amago de salir del cuarto cuando de la nada escucha el sonido de la ducha. Su corazón comienza a latir a prisa y decide salir huyendo de ese lugar.
Pero al darse la vuelta y encaminarse a la salida escucha que el grifo fue cerrado lo que apresura su salida.
—Buenos días, Amber—la joven se detiene en seco al escuchar la voz de su jefe, sin que pudiera evitarlo sus piernas comienzan a temblar sintiendo al mismo tiempo que su garganta se seca —. ¿Los ratones te comieron la lengua?
Ella gira el cuerpo para ver a su jefe y darle los buenos días, pero al hacerlo se impresiona por como él se encontraba esa mañana. Todo el cuerpo de Amber se paraliza ante aquella visión.
Su jefe se había acercando tanto a ella que ni cuenta se había dado mientras que le daba la espalda, lo único que pudo hacer fue quedarse pasmada en ese lugar ante la enorme presencia de él.
— ¿Qué ocurre? —la voz de su jefe fue muy ronca lo que la hizo ponerse más tensa de lo que ya estaba.
—Usted… usted… —tartamudea al mismo tiempo que traga saliva en seco, ella trata de mantener la vista fija en un solo lugar para evitar tener que mirar más de lo que ya había visto—. Señor Rinaldi, usted está desnudo —añade con los labios resecos.
— ¡Eso ya lo sé, Amber!
Mauricio sabía perfectamente que Amber subiría a su habitación para llevar su traje, después de la ducha salió del cuarto del baño para tener la grata sorpresa de verla escabullirse de la recámara.
No dudo ni por un segundo en llamar su atención. Le resulto fascinante verla por la mañana en su recámara y eso sí que era muy extraño viniendo de él.
Al aproximarse a ella el CEO queda a muy poca distancia de su presencia, observa su rostro el cual no estaba dirigido a él. Ella estaba paralizada.
—Disculpe la interrupción, no volverá a suceder —hace amago de darse la vuelta, pero entonces algo interrumpe su huida.
Amber se tensa al sentir la mano de su jefe sujetar su brazo, ella no lo mira y solo consigue morder sus labios ya que no sabe qué hacer. En eso recuerda las palabras de su prima, y se preguntó si esa era la manera que él utilizaba para molestar.
— ¿A dónde vas, Amber? —susurro las palabras contra su oído lo que la pone más tensa que antes.
—Yo… yo debo ir…—no tenía idea que decir, estaba paralizada.
Mauricio sonríe de medio lado hasta que consigue girar el cuerpo de esa chica contra el suyo, con la otra mano cierra la puerta para terminar recostando la espalda de Amber contra la puerta.
— ¿Qué debes hacer? —Mauricio toma su mentón para hacerla elevar la mirada —. Amber…—el CEO enfoca la vista en los provocativos labios de esa chica, eran tantas sus ganas que relame sus propios labios —. ¿Puedo…?
— ¡¿Qué?! —responde con un hilo de voz al mirar aquellos ojos azules tan penetrantes.
El rubio inclina el rostro hacia ella para ir acercando poco a poco sus labios justo contra los de Amber.
—Señor Rinaldi, ¿Qué...? ¿Qué hace? —musita toda llena de nervios.
—Te beso, Amber…
Ella entre abre los labios ante la sinceridad de su jefe, sus ojos los mantuvo complemente abiertos cuando la boca de ese hombre se posa contra la suya. El contacto del mismo provoco un fuerte corrientazo en su cuerpo que no pudo explicar.
Inmediatamente después de que Mauricio probó los labios de Amber y envuelve su cintura con uno de sus brazos e introduce su lengua en el interior de su boca afianzando aquel beso. Estrecha su pequeño y delicado cuerpo contra el suyo propio consiguiendo elevarla un poco del suelo.
El CEO chupa y succiona la lengua de Amber entre tanto empieza a tocar el muslo de su pierna. Desliza la mano por el costado de su cuerpo para terminar coronando uno de sus muy pequeños senos.
La palma de su mano era tan grande que ese seno le quedaba bastante pequeño, sin embargo la naturalidad de esa teta era increíblemente placentera para él. No existía silicona ni nada artificial en lo que estaba tocando.
Luego sujeta con ambas manos a Amber por la curvatura de su culo elevándola por completo del suelo, el rubio envuelve su piernas alrededor de su cintura desnuda entre tanto él vuelve a golpear la espalda de la castaña contra la puerta.
Aprieta la estrecha cintura de esa chica sin lograr sentir la piel de su cuerpo cosa que lo atormenta. Separa su boca de los labios de Amber, pero para dirigirlos hacia la curva de su cuello en el cual comenzó a repartir besos húmedos y apasionados.
Amber no podía creer que nada de aquello estuviese sucediendo, su jefe la estaba besando, tocando, ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué estaba haciendo todas esas cosas con ella?
Todavía seguía paralizada por la sorpresiva acción de él, jamás en su vida se imaginó que un hombre como ese se fijara en ella, bueno, al menos no de esa manera. Cuando los besos de su jefe pasan de sus labios a su cuello y un poco más abajo, Amber reacciona.
— ¡NO! —exclama con voz un poco fuerte —. ¿Qué es lo que está haciendo?
—Ya te lo dije, estoy besándote—responde al mismo tiempo que aprieta una de sus tetas lo que provoca que ella perdiera un poco la razón.
—Espere… —gime cuando ese rubio vuelve a meterse entre el hueco de su cuello y sigue frotando su teta de una manera tan apasionada que la no la hacía pensar con claridad —. Señor Rinaldi, por favor, deténgase…
Mauricio busca el orillo de la franela que ella llevaba puesta para poder deslizar la mano por debajo de la prenda, cuando consigue acariciar la piel de esa mujer el cuerpo del rubio se desequilibra.
Ella era muy sedosa…
¡Mierda!
Era increíblemente suave.
Mientras deja furtivos besos entre su cuello y clavícula, su mano asciende hasta coronar el pequeño montículo de su teta. Al apretarla por encima de la tela del sujetador oye como la castaña jadea al mismo tiempo que se tensa.
Siente que ella intenta separarlo, pero él se lo impide y con su rechazo solo consigue que él presiona más su cuerpo contra el de ella… antes de perder más el tiempo, él introduce la mano por debajo de sostén hasta sentir aquel diminuto pezón erguido entre sus dedos.
—Mierda, que pequeño es…—gime con voz ronca contra su cuello.
—No, por favor, basta… —a pesar de los reproches, ella no intentaba alejarlo más.
Mauricio aprieta su seno sintiendo la punta del pezón de ella entre el medio de sus dedos, al oprimir la teta puede sujetar absolutamente todo y eso le gusta bastante. El rubio muerde sus labios ya que sabe que esa chica era completamente natural.
Hacia tanto que no estaba con una mujer que fuese genuinamente natural…
—Amber… —gruñe al sujetar el mentón de ella con su mano, mira la expresión de la castaña y se enciende, sus mejillas rosadas eran un claro detonante para su libido —. ¡Ay Amber! No te imaginas lo que tu cuerpo me hace sentir.
—Por favor—ella seguía suplicando, pero manteniendo los ojos cerrados.
—Quiero que me mires a los ojos.
—No —niega rápidamente.
— ¡Que me mires!
Mauricio aprieta su pezón consiguiendo que ella abriera los ojos de golpe junto con sus labios.