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Capitulo 4. La chica nueva

La rubia desliza sus manos por su pecho mientras que se encuentras a sus espaldas y en ese momento que el CEO detiene sus manos que comenzaban a dirigirse hacia su polla.

—Rebeca —sujeta ambas manos de la mujer —. Quiero que te salgas del baño ahora mismo.

—Pero —la rubia ensancha la mirada al sentir que Mauricio no estaba contento con su presencia —. Pero ¿Por qué?

— ¿Has oído o no lo que dije?

Rebeca traga saliva y no le queda más remedio que aceptar salir del cuarto del baño, la rubia toma una toalla para luego alejarse. A veces no conseguía entender a ese hombre, era tan frío que la mantenía confundida constantemente.

Se pregunta qué mierda era lo que buscaba en una mujer, durante todo el tiempo que se han estado viendo mostraba varias facetas de su personalidad, pero ninguna era suficiente para él.

No obstante, no pretendía desistir con él.

[…]

Por la noche cuando el CEO arribo a casa la encontró sola, imagino que Maryin y su hija habían terminado las labores pendientes, subió hasta su habitación para tomar un baño y dormir.

El día había sido una mierda en la oficina.

No entendía porque, pero se sentía realmente frustrado y no se debía al estrés que le producía su empresa, era otra cosa que no lograba explicar. Algo que realmente le fastidiaba por dentro.

Últimamente se estaba sintiendo de esa manera y nada de lo que hiciera apaciguaba esa inquietud que lo agobiaba. Mientras toma su baño piensa en todo lo que tiene y… lo que no tiene.

Mauricio cierra los ojos entre tanto deja que el agua corra por su cuerpo, no debía de estar pensando en esas tonterías. En lo único que debía enfocarse era en su empresa, lo demás no sumaba nada en su vida…

En cuanto amanece como siempre, el CEO toma una ducha como todas las mañanas para ir al trabajo completamente relajado y repuesto. La noche que tuvo fue una mierda, no pudo dormir absolutamente nada y esa mierda lo irritaba.

De hecho, aun se encontraba muy cabreado.

Entre tanto el rubio toma una ducha, y una mirada deseosa lo observa como lo había estado haciendo últimamente. Gracia muerde sus labios al mirar la espalda ancha de su jefe y aquellos prominentes músculos húmedos.

Cada vez que lo veía ducharse ella se encendía tanto, pero ¿Quién no podría excitarse al mirar a ese hombre completamente desnudo? Por desgracia para ella, siempre se duchaba de espaldas por ende le resultaba imposible ver cómo era la polla de su jefe.

Mas sin embargo, no tenía que ser muy inteligente para saber que seguramente debía ser muy complaciente. En eso ve que cierra el grifo de la llave y sale corriendo de la habitación sin tener excito de verlo completamente.

Mauricio baja las escaleras despacio, esa mañana no le apetecía desayunar. Solo tomaría un sorbo de café para marcharse. En cuanto llega al comedor frunce el ceño al notar que su café no estaba.

Justo en ese momento levanta la mira al escuchar que la puerta de la cocina es abierta, su desayuno y su café venían en camino, solo que existía un detalle muy grande, aquella persona no era ni Maryin ni su hija.

El CEO mira atentamente aquella chica de cabello castaño caminar hacia él con la bandeja de metal en sus manos. Ella lo estaba mirando fijamente con aquella profundidad de sus ojos oscuros que lo paralizo.

La ve colocar la bandeja en la mesa y luego levantar la vista de nuevo.

—Buenos días, señor Rinaldi —su voz era muy suave, muy tímida, tan delicada que causo una gran impresión en el CEO —. Lamento la demora —ella empieza servir la mesa con un poco de torpeza lo que le indica que no sabe lo que estaba haciendo.

— ¿Quién eres tú? —pregunta, puesto que era la primera vez que la veía, o eso creía…

—Me llameo Amber, soy sobrina de la señora Maryin.

< ¿Sobrina?>

— ¡Así que eres la nueva empleada que ella recomienda!

Amber estaba paralizada de pies a cabeza, tanto era su susto que todo lo que estaba haciendo lo hacía con torpeza. Cuando su tía le ofreció empleo jamás se imaginó que fuese en la casa de ese hombre.

Lo había visto antes en una revista de cotilla que encontró en la habitación de su prima Gracia. Era un empresario multimillonario reconocido por ser un playboy, se le veía con diferentes mujeres frecuentado restaurantes muy lujosos.

La última nota que leyó es que últimamente se le veía mucho con una modelo muy famosa, las noticias decían que posiblemente esa modelo terminara por llevarlo al altar.

Para sorpresa de Amber cuando ingreso en el comedor y al verlo allí parado observándola casi se muere del infarto. Su tía jamás le comento que trabajaba para ese hombre y su prima menos, a pesar de que conservaba cientos de revistas en donde él aparecía.

Verlo a través de un papel era muy diferente a verlo en persona, era enorme y parecía muy fuerte. Pero lo más temible de él era esa mirada que tenía. Sus ojos azules eran muy penetrantes, tanto que la ponía nerviosa.

¿Qué si le daba miedo su jefe?

¡Por supuesto que sí!

—Sí, sí, soy yo —responde tartamudeando, Mauricio tomo asiento, pero sin apartar la vista de ella.

— ¿Amber?

—Si.

—Ya veo… —dice tomando la taza con café para darle un sorbo —. Está bien, Amber.

—Yo…—no sabía que decirle, su tía le había dicho lo que debía decir, pero ahora se le había olvidado toda mierda.

—No se me ofrece nada más, puedes irte.

Ella parpadea sintiéndose algo inútil, luego muerde sus labios y toma el camino de regreso a la cocina. Necesitaba tranquilizarse o no continuaría ni un solo día más en ese trabajo. Al cruzar la puerta para entrar en la cocina, Gracia fue la primera en confrontarla.

— ¿Qué te ha dicho? ¿Te quedaras? —la expresión interrogativa de su prima era desconcertante.

—Cómo voy a saberlo.

—Déjala en paz Gracia, el señor Rinaldi me lo dirá después.

—Pero, ¿no te dijo nada? —insiste.

—No, solo que todo estaba bien.

La morena parpadea varias veces ante la contesta de su prima, se queda pensando y presiente que no era buena idea de que Amber se quedara trabajando en esa casa.

—Las dos dejen de holgazanear y pónganse hacer su deberes —ordena Maryin con voz de mando.

—Ve a recoger la ropa, yo recogeré la mesa —Gracia le dice a su prima.

—Gracia, ese es tu deber, Amber tiene otras funciones ahora.

Aprieta la mandíbula de mera ira, su madre le asigno las habitaciones y servir la mesa a su prima para que fuese adaptándose por lo más sencillo. Pero todo eso le molestaba profundamente, ya que no estaría más en la parte de arriba de la casa.

Mauricio termino desayunando en casa, no pretendía hacerlo, pero repentinamente deseo quedarse. Al cabo de algunos minutos levanta la vista y esta chica nueva ingresa nuevamente en el comedor.

Él la observa cómo se aproxima a él con cierta timidez que curiosamente lo llena de curiosidad. Afina la mirada al ver como ella empieza a recoger la mesa.

— ¿Eres de la ciudad? —pregunta al mismo tiempo que se inclina hacia atrás.

—No señor, no lo soy —lo había percibido desde que la vio entrar, más sin embargo quiso asegurarse.

— ¿Vives con tu tía?

—Si —responde asintiendo rápido, ella no lo miraba y eso lo cabreaba.

—Amber, mírame.

Cuando su jefe le ordena que lo mirase ella siente que se iba a infartar en ese instante, ¿Qué demonio debió hacer?

—Sí, ¿se le ofrece algo más?

—Tú me servirás el desayuno de ahora en adelante.

— ¿Yo? —pregunta con la voz toda temblorosa.

—Sí, tu…

Ambos se mantienen la mirada y en ese momento el CEO experimento una especie de sensación indescriptible que lo hacía sentirse vehemente.

— ¿Tienes algún problema con servirme? —en ese instante se pone en pie lo que complica la situación ya que queda muy cerca del cuerpo de Amber.

—N-no… yo, por supuesto que no señor Rinaldi.

—En ese caso, espero que mañana seas tú la que me sirva.

— ¿Me quedare a trabajar?

Su pregunta estaba tan cargada de inocencia que el CEO termina por relamer sus labios al mirar ese rostro de ingenuidad.

— ¡Por supuesto! —baja la vista hacia los labios de Amber, unos que eran muy rosados para ser naturales —. Dile a tu tía que la quiero ver en mi despacho ahora mismo.

—Si.

Con las piernas temblando, la castaña observa como aquel enorme hombre se aleja por un corredor. En ese momento ella traga saliva en seco sintiendo querer desmayarse, algo no estaba bien con ella.

Planta ambas manos sobre la mesa mientras intenta respirar con normalidad, luego relame sus labios y recuerda como él la observo de una manera muy extraña. Pero sobre todo, esa forma de hablarle no estaba segura de que fuese normal.

Frunce el ceño a la vez que niega, no podía estar pensando en tonterías. Seguramente eran ideas suyas. La joven termina por recoger la mesa para entrar en la cocina velozmente.

Entre tanto, Mauricio espera en su despacho ocupando el tiempo en revisar algunos de sus correos. Pero al cabo de unos minutos Maryin ingresa en su despacho.

—Señor Rinaldi, ¿pidió verme?

—Pasa Maryin y tome asiento.

— ¿Sucede algo?

—De hecho si —la mujer se tensa en el acto.

— ¿Mi sobrina ha hecho algo incorrecto?

El CEO entrejunta sus manos sobre la mesa.

— ¿No le parece que su sobrina es muy niña para trabajar? —Maryin parpadea reiteradas veces.

—Pero ella es mayor de edad señor, tiene 19 años, puede trabajar sin problemas.

Aquella información cambiaba la cosa, al principio creyó que era más joven, pero parece que todo era físico.

—De acuerdo, en ese caso su sobrina puede quedarse. Quiero que sea ella quien sirva mi desayuno, lleve mi ropa a mi habitación y se encargue de toda la parte de arriba de la casa.

—Sí, si, por supuesto señor, como usted ordene.

—Muy bien, eso era todo —dice poniéndose en pie —. Volveré por la noche.

—Sí señor…

Maryin se pone en pie para abandonar el despacho, entre tanto Mauricio se queda observando la puerta. Desde hace mucho tiempo que no se sentía de esa manera, era como si todo su cuerpo vibrara.

Hasta sentía que la sangre que corría por sus venas iba demasiado rápido, frunce el ceño al mismo tiempo que introduce las manos en sus bolsillos. Recuerda la mirada de esa chica, tan profunda y a la vez tan casta que lo hace relamer sus labios.

—Amber…—musita justo cuando una media sonrisa se asoma en sus labios.

[…]

Un fuerte escalofrió recorre el cuerpo de la castaña mientras que acomoda la cama de su jefe. Ella traga saliva al mirar esa enorme cama con sabanas de seda grisáceas, desliza la mano por la misma deleitándose de la suavidad.

Todo en esa casa era muy lujoso, incluyendo al dueño.

Amber bate esos pensamientos irracionales, así que continuó acomodando la habitación, su tía le había dado órdenes y debía cumplirlas al pie de la letra. Necesitaba el empleo con urgencia y al parecer la paga era bastante favorable para ella y su mala economía.

Al finalizar de arreglar la cama, recoge la ropa que debió llevarse a la lavandería, pero antes de salir del cuarto se topa con Gracia.

— ¿Qué haces aquí? Llevo más ropa a la lavandería.

—Vine a ver si necesitabas algún tipo de ayuda.

—Ya he hecho todo como me explico mi tía, creo que he dejado todo en orden.

—Sí, eso parece. Haces un buen trabajo, esperamos a ver que dice el jefe sobre si te quedas.

Eso le preocupaba mucho, a pesar de que le dijo que se quedaría él pidió hablar con su tía. Le preocupaba que le pusieras muchas trabas al asunto y su tía la terminara por echar. Era evidente que ella no perdería su puesto por su sobrina.

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