Cuando quieras quiero
Me encontraba allí, en la mansión Carter.
Aquel sitio tenía el mismo poderío, que su dueño. Samuel Carter.
Ese hombre representaba una tremenda amenaza para mí, el día que descubriera que estaba usando a su hija y sus sobrinos para recuperar a mi hermano.
Pero es que todos allí, eran igual de amenazantes.
El padre y el abuelo de Adam me miraban extraño. Tenía la sensación de estar sobre observada. Cada paso que daba sentía que era analizado cuidadosamente... Tal vez solo fuera cosa mía. Pero no podía evitar sentirme así por las razones que me habían traído hasta aquí.
Sin embargo, en el instante que Adam Douglas entró en el salón, abrazado de April, me temblaron las piernas a pesar de estar sentada.
Era un hombre inmenso, aquel traje de ejecutivo, le sentaba de lujo.
Las mangas remangadas hasta los codos, la corbata colgando en su cuello, ya sin chaqueta y los músculos de sus muslos marcándose a través del ajustado pantalón, eran una peligrosa tentación para cualquier mujer y puede que hasta para muchos hombres. Era un hombre exquisito a la vista. Y con un complemento azul en sus ojos, que me convertían en mi propia enemiga, solo por la locura que me representaba la posibilidad de perderme en esos ojos. Por no hablar de su mandíbula cuadrada con una barba bien estudiada de par de días a lo sumo y un porte dominante increíble. Su mirada a pesar de ser tan azul por el color de aquellos ojos, se veía oscura y minuciosa sobre todo lo que notaba fuera de lugar a su alrededor.
— ¿Dónde esta mi madre? — fue lo primero que salió de su boca, esa boca roja de dientes afilados y blancos que mordían ligeramente sus carnosos labios debajo de una nariz perfilada, al chocar su mano con la de su primo Evan. El hermano pequeño de April.
— No empieces tío — lo regañaba el chaval. Sabía que tenía Evans unos cortos diecinueve años.
También conocía perfectamente lo apegado que era Adam a su madre y las broncas que tenía con su padre por esas conductas posesivas con Amaia Douglas. La melliza de la tía de April. Dos mujeres de asombrosa e idéntica belleza.
Estábamos en la zona de la piscina de la casa. Allí sería la cena de nochevieja y ya todos menos él, habían llegado y me habían saludado.
En estos últimos meses había hecho muy buenas migas con sus primas.
Habíamos terminado la carrera juntas y ellas, habían conseguido que empezara a trabajar para el, cosa que aún no le habían comentado. Eran par de románticas que veían en mí, una posible novia para su adorado y peculiar primo.
Victoria era la más tozuda, que se había empecinado en que tuviera un amorío con su primo, sin saber que justo eso necesitaba, para obtener mi fin. Sin embargo, en el fondo, yo no quería llegar tan lejos, porque sabía que ese hombre podía ser un torrente de ilusiones en mi vida y no me sentía dispuesta a convertirme en un escombro sentimental gracias a él. Podía adivinar solo de verlo, además de mis oscuras intenciones, que así sería.
Solo había planeado, tener una relación cercana, amistosa preferiblemente y conseguir la maldita información que Riley me exigía, recuperar a mi hermanito y salir pitando de la vida de estas maravillosas personas que estaba traicionando, aún antes de hacerlo.
Que triste es asumir que soy una patética sombra de un mafioso que solo se mueve por una absurda motivación al enriquecimiento a base de la desdicha de otros.
Mientras yo localiza dentro de mí, un poquito de humanidad, más allá de la que sentía por mi hermano, el hombre en cuestión, fijó su azul e intensa mirada en mí, que me encogí en el asiento en el que cómodamente me encontraba situada.
— Tranquila que no es tan malo. Disimula los nervios — me decía al oído la hermosa Victoria, sin saber que mi nerviosismo tenía más de una interpretación.
— Basta Vicky — me esforzaba por mostrarme tranquila — solo quiero trabajar con él y lo demás son ilusiones tuyas. Tu primo tiene de sobra con quién divertirse como para que me plantee sumarme a su lista — medio mentí descaradamente — yo no estoy interesada.
Mientras ella reía bajito, él se acercaba caminando como un lince, sin perder contacto visual conmigo. Era difícil mantenerle la mirada y no humedecerme por debajo.
¡Dios que hombre!
— ¿Quien coño es esta Vic? — le preguntó a su prima, haciendo un ademán hacia mí. Se veía molesto y con ambas piernas abiertas en postura medio agresiva. Pero las manos dentro de su pantalón le volvía a convertir en un sensual espécimen.
— No seas borde Adam— le decía April, que se sentó a mi lado, sobre el brazo del sofá, colocando una mano sobre mi hombro, empatizando físicamente conmigo — es Eiza, nuestra amiga y tu próxima directora de marketing— ella besó mi hombro. Yo le miré desde abajo, sintiendo como empezaban a sudarme las manos por los nervios de ese primer encuentro con el potente Adam- sexy- Douglas.
Me levanté, alicé mi vestido rojo , que cubría mi cuerpo hasta la altura de las rodillas, pero dejaba mi espalda al completo descubierta, mientras se adhería a mi cuerpo como segunda piel. Le ofrecí mi mano, educadamente y el solo paseó su vista por mi cuerpo sin disimulo alguno.
— Encantada Adam, soy Eiza. Un placer.
Ni una sonrisa. Ni una emoción. Nada. Ni siquiera me devolvió la mano y su primo, le golpeó el hombro, como instandolo a saludarme.
— No me gusta que me toquen los extraños y no me gusta que haya gente que no conozco dentro de de casa de mi familia.¿Por qué coño vas a trabajar para mí y ni siquiera lo sé?
Como un relámpago furioso, soltó su parrafada y en ningún momento apartó su vista de la mía.
Decidida a no darle mucha atención a su falta de educación, bajé mi mano y saqué el pecho, sin querer que su atención fuera allí, pero fue lo que obtuve de todos modos.
— No hace falta que seas tan altanero — a pesar de poner en riesgo mis objetivos no iba a dejarme humillar por él — había una plaza libre y entregué mi currículum, me entrevistaron y eso es todo. Empiezo después de las fiestas.
Aquello lo molestó visiblemente.
Se acercó a mí, con las manos aún en los bolsillos y sin dejarme apartar la vista de la suya. Se detuvo frente a mí, casi rozando nuestras bocas. No cedí. No me podía amedrentar. Mantuve la posición y pude ver, como su primo reía sin disimular.
— Estoy en la casa de mis tíos, con mí familia y puedo ser como me de la gana. Te quiero en dos días a primera hora en mi oficina — se acercó el poquito espacio que pudo y dejándome sentir su aliento me dijo — no debiste aceptar esto nunca. Ahora, asúmeme — no podía dejarle saber que me ponía demasiado nerviosa su actitud y su cercanía — aún estás a tiempo de evitarte mi altanería. Tienes dos días para hacerlo.
Nos miramos y no sé por qué, el resto de los chicos, no decía nada.
Le sonreí en su boca, porque casi nos rozabamos los labios a pesar de la diferencia de altura, pero mis zapatos me ayudaban.
— No tengo opción. Me va a tocar sufrirte.
Solo eso respondí, siendo sincera al menos en este momento.
Tendría que asumir sus conductas intensas, para poder salvar a mi hermano.
Había aprendido todo de este hombre. Un mes entero esperando este momento y aún así, me supo a mucho más de lo que podía esperar. Y tal vez gestionar.
En el tiempo que hacía que conocía a las chicas, nunca me relacioné con ningunos de los tres chicos de la familia. Yo solo quería , o creía que solo quería llevarme bien con las dos, pues eran un amor de mujeres. Nunca pensé que todo eso de haber estudiado a su lado, había sido planificado por el maldito de Riley, para llevarme a esta situación luego.
En fin, que mientras él me seguía mirando, los otros dos primos que faltaban, llegaron y ese fue el momento que aproveché, para quitar mi vista de su poderosa mirada.
— ¿Y está preciosura quien es? — preguntaba el hermano de Vicki, sabía que se llamaba Maxim, que era adoptado y que adoraba a su hermana.
— Una amiguita de tu hermana — dijo el rubio ojazos azules, que seguía mirándome y deambulando sin problemas por mi cuerpo — y ahora es mía. Mantente lejos.
Devolví mi mirada hacia él, completamente asombrada por lo posesivo y absurdo de su comentario.
— ¿Perdona? — me crucé de brazos, y nuevamente me centré en él, que tenía la vista ahora, en mis pechos que se subieron por la postura que adopté — no soy nada tuyo. Ni siquiera me has saludado, así que no reclames nada de mí.¿Quién te crees que eres?
El resto de la familia, estaba ajena a nuestra confrontación. Estaban dentro de la casa en sus cosas y nosotros afuera, discutiendo ahora.
Me tomó de un brazo, haciendo mucha presión y bajo el reclamo de sus primas, que él, ignoró completamente. Pegó nuevamente su rostro al mío y me contraje un poco bajo su fuerza pero no lo demostré.
— No te devolví el saludo porque no me gusta que me toque gente que ni fu ni fa — nos mirábamos demasiado cerca — y por lo otro, despreocúpate que no me interesas, solo no quiero que mi primito se meta en tu coño y me ponga a llorar a una de mis trabajadoras cuando se cansé de usarlo, que es todo lo que eres para mí. No te equivoques guapa, que no me vas.
— ¡¡Adam!! — su madre, hermosa como ya la había visto con anterioridad, lo regañó y él me soltó, soplando en mi oreja, como para joderme. Y se fue con ella.
Me había quedado tan traspuesta, que casi me pongo a llorar de la rabia. Necesitaba hacer esto, por mi hermano; pero estaba más que claro, que no podría soportar mucho tiempo a ese hombre.
No podría ser su amiga y desde luego, no podría soportar seducirlo. Era detestable. Un desgraciado, engreído y malicioso. Un imbécil que se creía dios y al que yo no podía soportar ni estos diez minutos, como para plantearme acercarme más a él.
Hablaría con Riley, cambiaría el plan. Trataría de descubrir lo de la maldita dimensión, a través de sus primas, incluso prefiero seducir a cualquiera de la familia menos a él.
No lo soporto y no lo soportaré nunca, por muy macizo que esté.
Me despedí de las chicas y hasta de los chicos y salí pitando de allí.
Ellos trataron de hacer que me quedara pero no podía, había sido un error empezar esto acercándome a él, justo en un mento familiar, que lo hacía todo más forzado aún de lo que ya era.
Era demasiado para mí. Ese hombre era demasiado y yo no tenía el carácter suficiente como para aguantarlo. Me faltó poco para estamparle un puño en el rostro.
A pesar de la cara de penita, de Vicki y April, cuando me despedí, me había ido.
Estaba en el jardín de la casa, dispuesta a largarme, cuando me sonó el móvil.
— ¿Cómo está James? — era lo primero que preguntaba cada vez que me llamaba Riley.
— Esperando a que te folles a ese imbécil y traigas la información que te pedí — cerré los ojos y me dejé caer de frente contra la puerta del coche, apoyando mis codos en el techo y llevando las manos a mi cabeza, revolviendo mi pelo negro suelto.
— No entiendo porque quieres que me acueste con el. Tiene que haber otra forma de saber lo que quieres Riley. Ese tipo me trató como a una mosca cojonera, no se va a acostar conmigo y desde luego yo no quiero acostarme con él. Averiguaré lo de la puta herencia pero no hace falta que me lo tire — lo escuché resoplar del otro lado de la línea y acto seguido, escuché los gritos y el llanto de mi hermanito, que vociferaba mi nombre y me provocó un llanto desesperante.
— ¡Hijo de puta! — le grité dando un golpe al techo de mi coche. Haciendo que sonara de más por las llaves en mi mano.
— Tú lo has querido. — apreté el móvil contra mi oído — el pequeño James, se quedó sin hablar con su hermanita el último día del año, porque a ella no le apetece follar.
Que maldita escoria era. No entendía su obsesión porque me acostara con Adam.
Cuando sentí la línea en un tono intermitente, supe que me había colgado.
Dejé caer, la frente en el coche y sollocé bajito, tratando de calmarme para irme de allí a pasar el resto de la maldita noche, ahogándome en mis miserias.
Unas manos en mi espalda desnuda me hicieron sobresaltar.
Me sequé las lágrimas con cuidado de mi maquillaje y me dispuse a darme la vuelta, pensando encontrarme a una de las chicas.
La sorpresa me la llevé, cuando el rubio ojazos azules me atrajo hacia él, con una confianza que no pude rechazar, dada mi situación.
— ¿Por qué lloras? — preguntó serio y saboreando el tacto de mi espalda baja con sus dedos, que tenía que dejar que me erizaran la piel, pues no tenía opción. Se sentía cálida y me hacía correr pura descarga sexual por la espina dorsal desnuda. No podía negar que él era demasiado guapo y muy intenso.
— No le importa señor Douglas, déjeme en paz — le respondí, como marcando el respeto que le debía como mi jefe, pues ya no era más que eso. Traté de empujarlo, pero me acercó más a él y el aroma de su perfume era embriagador. Mi pecho se apretó contra el suyo y ambos dejamos escapar un poco de aire entre nuestros labios que conectaban con nuestros ojos. Los suyos con los míos y los míos con los de él.
— Quiero que me respondas ahora — su autoritaria voz era demasiado.
— ¿No que no le gusta que lo toquen los extraños? — le pregunté seductora. Aprovechando la oportunidad.
— Soy yo, quien te está tocando ahora. Yo toco lo que deseo — aquello tenía doble sentido. Sentido que se agudizó mucho más, cuando bajó sus manos a mis nalgas y me acercó más a su duro cuerpo. Y mis pechos contra su torso, se sentían explosivos. Se mordió el labio y quise hincar mis dientes en ellos también.
— No quiero acostarme contigo Adam. Suéltame. No soy una cualquiera, deja de tocarme el culo — volví al tono relajado y usar el tuteo. Se sonrió y lucía hermoso mientras lo hacía. Este hombre podría volverme loca y eso era algo que no podía permitir. Traté de empujarlo y negó, mordiendo sus labios otra vez y una sonrisa también.
— Sé que quieres linda, no mientas que odio eso — redondeó mis nalgas con sus manos y las apretó tanto que salté, pegándome más a él,.teniendo que poner mis manos en sus fuertes brazos — y voy a esperar a que me pidas que te folle. Mucho. Cuando quieras, me dices, que yo también quiero.
Estaba agitada, acalorada y alusinada de ver, como era de pretensioso y yo de permisiva con él.
Lo empujé y en esa ocasión me dejó hacerlo. Pasó su vista por mi cuerpo y casi jadeo cuando lo ví, sacar su lengua y bañar sus labios apetitosos.
— Vamos dentro. No quiero líos con mi tío, y Vicki está muy plasta porque dice que te eché — negué con mi cabeza y el asintió desafiandome. — entra Eiza... camina.
¡Dios, que dominante sonaba todo lo que salía de su boca!
— No pinto nada aquí. Es tu familia y yo solo una amiga de tus primas. No debí venir.
Al menos en esto no estaba mintiendo.
— Tienes razón — dijo llevando sus manos a sus bolsillos, le encantaba el gesto al parecer y le quedaba fantástico. Ahora solo vestía su pantalón y una camisa negra que lo volvían mucho más sexy — no deberías estar aquí, pero lo estás. — nos miramos como interpretando las posturas de ambos — he dicho que entres. ¿Necesitas que te cargue?
Oh dios ayúdame. Es que no lo soporto. Esta situación me obliga a hacer cosas que no quiero. Aceptar conductas que nunca aceptaría y a ser una persona que no soy.
Comencé a caminar resignada y dejando entre ver, que el había ganado un juego que ni siquiera habíamos iniciado.
— Y no olvidaré que no me dijiste porqué llorabas — dijo en mi oído, situandose a mi lado, para caminar hacia la casa.
— Yo tampoco olvidaré que no te gusta que te toquen y que sin embargo, tocas lo que deseas...
Habían venido algunas otras chicas, que hicieron que no me sintiera tan fuera de lugar, a pesar de mis motivos en esta casa. Por supuesto después de la cena, porque la familia no dejaba que nadie entrara a su círculo íntimo. Aún me preguntaba cómo habían permitido que yo sí lo hiciera.
Había mucha gente, pues era una familia muy grande. Y los primos de Adam, habían traído a sus amiguitas, cosa que hizo que hubiese personal para divertirse y decidieron, que nos quedaramos a dormir, en una parte de la propiedad, que estaba reservada solo para nosotros, cuando llegara la media noche. Yo había sido informada de eso con anterioridad por las chicas que habían planeado todo.
Durante la cena, me había sentido a gusto. La madre y la tía de Adam, que aún no sabía cómo podían parecerse tanto esas dos personas, fueron especialmente cálidas conmigo, así como la madre de Vicki aunque, su padre no empatizaba mucho.
Y cuánta razón tenía.
El abuelo de Adam, mostraba una complicidad con su nieto, que me ponía hasta nerviosa, cuando ambos me observaban a intervalos.
Y por otro lado, ver a su padre, casi batallar con él, por la atención de su mamá, era algo que me dió cierta envidia. Se veía que eran una familia hermosa, que todos se querían mucho.
La madre de sus primos también estaba allí, tan rubia como el padre de April y sin embargo, se veía triste en apariencia.
La cena fue un espectáculo que disfruté muchísimo, a pesar de la introducción que tuve.
Cuando llegó la medianoche, todos nos besamos, aunque no entre todos. Solo me besé a modo de felicitación, con la gente joven y con las madres de mis amigas, ni siquiera con Adam, me había besado. Se había mantenido a distancia y eso era algo, que agradecía.
Una hora después, ya había localizado la habitación en la que dormiría y, muy amablemente April, me había llevado para que me cambiara los zapatos que me estaban matando. A fin de cuentas, la idea era seguir festejando el año nuevo, con gente joven, buena música y alguna divertida conversación, un poco más alejados de la imponente familia.
Me había quitado los zapatos y hasta el vestido. Ya pasada la cena y tal, no hacía falta ir tan formal.
Me había traído ropa cómoda para pasar la noche y el siguiente día. Habíamos decidido, pasar un día de piscina en la casa de Vicki, como recibimiento del año, ya que los padres saldrían dos días y nosotras justo en esos dos días, empezábamos a trabajar y esto sería como el final de una etapa.
Al menos para mí, así era. Y así fue.
Estaba solo con mi tanga, cuando la puerta de mi habitación se abrió y el muy fresco de Adam Douglas, se adentró, cerró la puerta y solo me dió tiempo a ponerme un cojín delante, ocultando mi desnudez.
— Vengo por mi beso de año nuevo ...
No sabía cómo reaccionar.
Se supone que tenía que seducirlo. Para eso estaba aquí. Sería demasiado fácil, soltar el cojín y dejarlo que me follara, pero,¿ en qué posición me dejaría eso?
No soy ninguna puta. Además del hecho extraño, que haya dicho que no quiere nada conmigo y ahora esté aquí, deslizando su lasciva mirada por mi cuerpo y saboreando la tensión sexual que ambos habíamos creado.
— Por favor salte — le pedí tan bajito que casi parecía una suplica que ni siquiera creo que haya escuchado.
Caminó hasta mí, intimidandome con su forma de observarme y cuando estuvo, lo suficientemente cerca de mi boca dijo...
— ¡Quiero mi beso!
— No voy a besarte Adam — su nombre me salía tan perfecto de los labios que me encantaba decirlo.
Nos tratabamos con demasiada familiaridad. Era algo inevitable, no sé porqué. Como insólito.
— ¿Sabes lo fácil que sería acostarte en esa cama, sacarte el cojín, abrirte las piernas y correr tu tanga para hundir la polla dentro de tí? — casi gimo cuando dijo eso.
No dejábamos de mirarnos. Se sentía demasiado. Él era demasiado para gestionar.
Lo más complejo de todo, era eso, justo eso. Su actitud.
¿Cuando pasó de no querer nada a querer demasiado?
¿Que había cambiado?
— Te voy a pedir que te salgas, por segunda vez. — dije, tratando de obtener una respuesta positiva de su parte. Y tratando de no dejarme convencer por la desnudez de su torso en ese momento.
Pero no fué así.
Mientras yo me aferraba a mi cojín, el se acercó mucho más y puso sus manos en mi cintura desnuda.
Acarició mi piel con sus dedos, los subió y bajó por la curva de mi espalda, tensó mi cuerpo y lo tentó a la vez, bajó y enrredó uno de ellos dentro de la parte superior de mi tanga, haciendo que se deslizara por el arriba y abajo y se me cortara la respiración.
— ¡Adam por favor! — sentía que me derretía.
No podía cerrar los ojos, porque él asumiría eso como una muestra de deseo y me haría suya sin dudas.
— Quiero que me beses. Que pruebes mi boca y yo la tuya. Quiero que sientas lo que no deberías — mientras hablaba, subía y bajaba su dedo por la costura de mi tanga y rozaba la raja entre mis nalgas y su voz temblaba por momentos — quiero que decidas si de verdad quieres — se pegó tanto, que solté el cojín para empujarlo y ni siquiera cayó al suelo de lo cerca y apretados que estábamos , se quedó entre los dos encajado — porque cuando quieras quiero...