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Capitulo 2

Después de un día de regaños y advertencias para ambos, donde la opción a estar solteros o a otro matrimonio no era válida; sin duda alguna, el matrimonio entre Marisol y Juan David era obligatorio para poder recibir lo que con ansias, querían en su poder.

El que se conocieran así, no era la idea, que ambos tuvieran una mala impresión complicaba todo.

—¿Cómo no me interesé en esa mujer, antes? —Se reprochaba Juan David mientras conducía a la empresa Cortázar, donde no sabía cómo hablarle a ese monumento de mujer; las palabras de su abuelo llegaban a su mente golpeando su cabeza.

—Esa niña mimada como tú le dices, es más ambiciosa que tú. Si acepta este matrimonio, no es por qué esté enamorada de ti —recalcó Matos, muy enojado.

—Lo hace porque desea más que tú, la herencia de su abuelo —terminó el viejo dejando a Juan David impresionado.

—Cómo es que estas tan seguro de que no tiene un novio o un amante. —reprochó Juan David, haciendo reír a Armando a carcajadas.

—La diferencia entre ambos, es que ella cuida mucho su imagen y su reputación —Habló con tanto orgullo, contento de saber cómo era la chica.

—¿Por qué siento que mi vida será un martirio al lado de esa mujer? —preguntó y aseguró al mismo tiempo Juan David, con pesar. Dejando caer todo el peso de su cuerpo en el amplio sofá.

—Te aseguro que serás muy feliz, hijo. —quiso ser optimista.

Y era así, Marisol no dejaría la idea de castigar a ese hombre que por supuesto llamó su atención.

¿Cómo podía ser tan jodidamente guapo?

¿Cómo viviría con él, en el mismo techo?

Sin negarse a que le enseñara cosas que ella jamás ha experimentado; con el pasar de los años metida en el mundo empresarial y ese contrato de por medio, jamás se permitió tener una relación y mucho menos practicar la sexualidad.

Eso no significaba que ella no conociera todo de la teoría o no viera unos que otros vídeos y películas con ese tema.

En la oficina, con muchas carpetas por revisar se encontraba Marisol, pero su mente estaba en ese Imbécil de piel bronceada, cuerpo bien trabajado, ojos negros, provocadores para ella, sin duda seria un esposo que la representaría en todo momento y en todo el esplendor.

Aunque la pregunta era, ¿Estaba dispuesto hacer lo que ella quería? O sería muy difícil de dominar.

Los pensamientos de Marisol fueron interrumpidos por el teléfono donde le hablaba

su secretario.

—Señorita, alguien la busco —le habló el joven detrás del teléfono.

—¿Quien? —pregunto sin muchas ganas de atender a uno de esos socios molestos.

—Dice que es su prometido. — Marisol guardó silencio y se incorporó de inmediato en su puesto al escuchar eso.

—Dile que pase —respondió en tono serio.

Fue cuestión de segundos para que la postura cambiará de una cansada a una completamente imponente. Se aclaró la garganta antes de ver entrar a semejante hombre a su oficina, sus miradas estaban fijas, no se sabía si era una guerra de miradas o palabras que se podían escuchar sin ser mencionadas.

Juan David, sin dejar de mirarla a los ojos, tomó asiento frente a ella, fijando su mirada en sus grandes pechos, acción que hizo que Marisol levantará una ceja.

—Solo en tus sueños, lograrás tocar ese par con tu lengua. —Replicó Marisol de inmediato.

—Ja,ja,ja,ja, Si que eres bien prepotente, mujer. —Se burló Juan David, arreglando la silla para cruzar sus piernas.

—¿Ah qué debo tu visita? —Indago algo molesta

—No pierdo mi tiempo con personas sin futuro —Continuo con su mirada en el computador.

—¡Pero qué narcisista eres, mujer! — exclamó Juan David, levantándose, con una sonrisa pasó su mano por su mentón, suavizando sus mejillas sin dejar de verla, no sabía qué decirle.

—Si no vienes a dar unas disculpas, deberías irte. —Siguió hablando Marisol sin bajar la guardia.

—¡Por Dios! —Volvió a exclamar indignado.

—Si vengo ante ti, es solo por qué pierdo mucho si no lo hago —aclaró Juan David.

—Sigo esperando tus disculpas —le habló Marisol viendo unos documentos, ignorando su comentario, mientras él se perdía en sus pechos.

—No te debo ninguna disculpa, era mi despedida de soltero, así que deja tu show y aclaremos este matrimonio. —Volvió a hablar algo disgustado por su actitud.

—Es un matrimonio por interés, ya tengo mis acuerdos, que espero no los incumplas —Demandó mientras le pasaba una hoja.

Juan David tomó el papel con mucha curiosidad de saber que cosas le pasaba a esa mujer por su cabeza. Dio unos pasos y se sentó en el gran sofá que estaba al lado del escritorio, donde podía apreciar ese par de piernas largas.

—Debes ver el papel, no mis piernas. —Reclamo Marisol sin dejar de ver sus documentos, pues la mirada de Juan David era muy penetrante, le hacía sentir miles de cosas en su cuerpo.

Con una sonrisa burlona, Juan David volteo a ver la hoja, así saber lo que su querida futura esposa le imponía.

Acuerdos.

-No prohibirme nada que tenga que ver con negocios.

-No dañar mi imagen y reputación por la calentura.

-Ir acompañados a todos los eventos y aparentar ser la pareja más feliz.

-Trataremos de alargar la idea de procrear el heredero que nuestros abuelos quieren>

-No enamorarse.

Juan David leía cada acuerdo mientras su mirada viajaba a ella con gran asombro, se podría decir que esos acuerdos, eran justos los que él pensaba proponer con algunas diferencias; la sola idea de que ella lo plantea, le daba miedo.

—¿Que pasa?, ¿No te agradan mis acuerdos? —preguntó Marisol cerrando una carpeta para verlo a los ojos.

Juan David se levantó, se fue acercando despacio, pasando sus dedos por el escritorio hasta llegar a ella, se agachó un poco para quedar a centímetros de su cara.

—Aqui no habla nada de sexo —susurro muy serio, haciendo que Marisol sintiera su aliento a menta.

—O ¿estás dispuesta a satisfacerme como esposa? —sugirió con una sonrisa ladina.

—Tendrás que buscarte una secretaria diligente y discreta —insinuó Marisol apartándose de ella.

—Ja,ja,ja, eso es imposible —aseguró él, con burla.

—Mi secretario y chofer lo son —declaró Marisol borrando la sonrisa de su cara.

—¿Me estás diciendo que esos son tus amantes? —Pregunto indignado.

—Esos son todos mis acuerdos, ya puedes irte —le habló Marisol desviando el tema, dejando a Juan David con la pregunta del millón.

¿Acaso debía aguantar los cachos de su esposa, con nada más ni nada menos, que su secretario y chofer?

—Te haré caso, buscaré unas amantes también —Replicó molesto, salió azotando la puerta y su ceño se frunció al ver al guardaespaldas de Marisol hablando muy alegre con el secretario.

—(Acaso saben que...) —sus pensamientos fueron borrados por las palabras del secretario.

—Ya el señor Matos salió, ve a calmar a la jefa, antes que se moleste más —comentó el secretario, Juan David arqueo una ceja, no podía con tanto descaro.

Ni él sabía lo que sentía, pero fue suficiente para regresar antes que el guardaespaldas de Marisol entrará.

—Olvide algo mi amor —Le habló juan David a Marisol acercándose a ella lo suficiente para darle un profundo beso, el primer beso de Marisol, que él no sintió lo inexperta que era, puso una mano en el cuello y la otra en una nalga para profundizar más el beso, hasta que ambos quedaron sin aire, su primer contacto tan íntimo y del cual el secretario y el guardaespaldas fueron testigos.

—Nos vemos, querida —Fue lo que salió de Juan David, saliendo como una bala de esa oficina.

Mientras que Marisol era vista por esos dos hombres que irradian felicidad, sus sonrisas estaban congeladas, ansiosos de saber si ella se abría a una relación y qué mejor que con su futuro esposo.

—No se alegren, que me beso así, por qué le dije que ustedes eran mis amantes —confesó Marisol tratando de verse relajada, aunque sentía su cuerpo temblar de la excitación y el deseo de más. La sonrisa de ambos desapareció al escuchar tremenda declaración.

—¿¡Qué!? —gritaron ambos.

—Como se te ocurre decir eso, si tú abuelo se entera, nos despide —Reclamo Pablo, el guardaespaldas.

—Estoy de acuerdo, como se te ocurre decir semejante barbaridad, poniendo en peligro nuestros empleos —se unió al reclamo un muy preocupado Leo.

—Deberían estar contentos, sintió celos de ustedes —Recrimino Marisol observando unos documentos para tratar de olvidar la calentura; siendo vista por sus amigos con algo de sorpresa.

Ellos seguían debatiendo el miedo de ser despedidos y Juan David solo trataba de calmar lo que su prometida hacía en su cuerpo.

Sería una prueba difícil de pasar, pero la estudiaría al máximo con tal de probar cada centímetro de su cuerpo.

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