Sinopsis
Juan David Matos y Marisol Cortázar. Están a solo un paso de obtener lo que por muchos años han trabajado sin descanso, demostrando estar a la altura para asumir la responsabilidad de ser los nuevos CEOS del emporio de sus respectivas familia. Para poder ocupar tales puestos se antepone un obstáculo, una exigencia. No bastó la preparacion, el único requisito que deben cumplir es acceder a un matrimonio entre ellos. Para Juan David Magos y Marisol Cortázar entre renunciar o casarse, la ambición puede más y deciden contraer matrimonio bajo unos acuerdos que al final terminan incumpliendo por la gran atracción que se tienen. ¿Que les traerá el destino a dos ambiciosos que no dejarán que nada se interponga en sus planes de obtener todo lo deseado?
Capitulo 1
La ambición es un rasgo de personalidad. Significa que aquellas personas tienen intereses y necesitan marcarse retos constantes; Un deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder.
¿Pero cómo actúan dos personas ambiciosas?
¿Qué tanto podrán hacer o dar para lograr sus objetivos?
Juan, David y Marisol; A sus 28 años están a solo un paso de obtener lo que por muchos años soñaban, que siempre han trabajado y luchado.
La gran fortuna de sus abuelos, dos legados que han llegado a muchos países, de los cuales ellos han sido testigo y cómplices en los últimos años.
Dos personas que dejaron atrás la diversión, la irresponsabilidad de jóvenes, para adentrarse al mundo empresarial, con diversos cursos en varios países, que los lleva al éxito en cada paso que daban.
Llenos de ambición, pero sin dañar a nadie, con solamente 28 años ya se ganaban el respeto de sus abuelos y demás socios, aunque no todos aceptaban de acuerdo con la idea de que sean los nuevos directores generales de las empresas principales, a ellos eso no les importaba.
Aun así, había un solo detalle en todo ese éxito; en sus planes, no estaba la opción del matrimonio y esa fue la razón para que ambos tuvieran con sus abuelos, discutiendo los acuerdos que los llevaría a obtener lo que tanto deseaban, nada les impediría lograr sus objetivos.
En una mansión extremadamente lujosa. Precisamente en un despacho donde ya no había espacio para más premios, trofeos y reconocimiento.
Con un ventanal que daba una hermosa vista al jardín adornado de hermosas rosas de diversos colores.
Una elegante, hermosa y fuerte mujer seguía sentada en el sofá amplio frente al brillante escritorio de cristal, donde se encontraba el señor Mariano Cortázar comunicando su última jugada.
—¿Por qué precisamente él?, abuelo —reclamó la joven muy disgustada.
—Es un acuerdo que tenemos, hija, aunque no es obligado — aseguró el viejo.
—¡Ja, claro!, —río sarcástica, levantándose para apreciar el hermoso jardín.
—¿Y perderme de ser la directora y heredera de tu fortuna? ¡Jamás! —Exclamó sin vergüenza, volteandose para verlo a los ojos.
—¿Puedes dejar de ser tan ambiciosa? —reclamó su abuelo, ella solo sonrió ladina, su mirada hablaba más que cualquier palabra.
—No entiendo tu crítica, si tú, por ser así, construiste un imperio. —recalcó ella sin titubear, sorprendiendo a su abuelo.
—¡Niña malcriada! —La Regaño Mariano
—Deberías agradecer al cielo por tener una nieta mujer y muy inteligente —con mucho ego habló Marisol.
—Eso sí, no lo negaré —respondió con una sonrisa Cortázar.
—Pensaré en unos acuerdos, no permitiré que un imbécil, niño de papi y mami, me joda la vida —expresó Marisol sin dejar de ver a su abuelo a los ojos, quien solo reía de ella, no había nada que la hiciera renunciar a la herencia.
—Estos años en el extranjero te cambiaron. —Alegó Cortázar, sacando una sonrisa de Marisol, la chica no le dijo nada, solo dejó un beso en su frente y salió.
Su mirada, su seguridad en cada pasó que daba, era de orgullo para su abuelo, cuando firmó ese acuerdo de que dos niños se casarán cuando grande, lo hizo porque temía perder su imperio, aunque su opinión cambió cuando vio crecer a su amada nieta tan segura e inteligente, pero ya era tarde.
Cada año que pasaba, la niña se interesaba por los números, su juventud pasó y no tuvo novio, su día a día, la pasaba en las empresas de su abuelo aprendiendo sin hacer mucho ruido.
Años atrás.
—No estoy de acuerdo con eso, padre. —Reclamó la madre de la bebé.
—Esto es una locura, ¿crees que no puede haber un hombre igual de bueno que yo? —intervino su yerno.
Mientras que el viejo no sabía qué hacer, su miedo a perder todo en caso de que su nieta no escogiera bien, lo tenía cegado y así se dio ese acuerdo de que dos niños terminarán comprometidos hasta grande.
Actualidad.
—Por favor abuelo, como me voy a casar con esa mujer tan… —Juan David guardó silencio al no saber qué decir.
—¿Qué? ¿Tan como tú? —Replicó su abuelo.
—Tiene que haber una solución, abuelo. —el viejo sonrió.
—Sí, la hay —aseguró Matos, dando una esperanza a Juan David.
—Deben renunciar a la herencia y…
—¡Nunca! —Chilló Juan David antes de que pudiera decir algo más.
—Pues entonces te casas —Dejó claro su abuelo dejando a Juan David con una rabia e impotencia, jamás renunciaría lo que ama, no le tendría miedo a esa mujer, que para él no era más que una chiquilla rodeada de lujos y cariños de su abuelo, no quería perder tiempo y mejor se iría de rumba con alguna mujer que le ofreciera placer antes de meterse a la boca del lobo.
Amaneció y Marisol salió en busca de información sobre ese hombre que se convertiría en su esposo, a quien no le dejaría las cosas fáciles; No sería él, quien acabará con su orgullo y su buena imagen; Solo pensar que es uno de esos que meten mujeres a sus oficinas, que cargan cada fin de semana a una diferente, le hacía hervir la sangre.
Un Mercedes Benz rojo, freno frente a la gran mansión de los Matos, se respiraba lujo en cada piedra que adornaba el camino a la entrada.
Llegando ya donde pudo detener su auto, bajó una mujer de su interior, alta, cabello lacio largo, ojos marrones, cejas arqueadas delgadas y un cuerpo de infarto.
A pasos firmes, camino a la puerta, donde el mayordomo sonrió al verla, dándole entrada sin anunciar.
—Que bueno verte por aquí, Señorita —Le dijo el mayordomo con mucha alegría.
—Gracias, Rodolfo. —Respondió Ester con una sonrisa.
—¿El joven Matos, está? —preguntó luego.
—No está el joven, pero sí el viejo. —le habló Armando Matos a su espalda, Marisol volteo y sonrió.
—Cuánto has crecido niña, estás muy hermosa, no puedo creer que eres esa misma niña que vi hace años. —musito el viejo sin dejar de abrazarla, incomodando un poco a Marisol.
—Gracias —respondió con una sonrisa de amabilidad.
—Papa… —Interrumpió de la madre de Juan David, sus palabras se detuvieron al ver semejante mujer a su lado.
—¿Ella es? —Pregunto curiosa.
—Ella será tu nuera —Contestó con tanto orgullo, Armando.
—Por obligación. —Replicó Marisol.
—No me vean así, que saben que es así, yo no conozco a su nieto y ya es mi prometido —Siguió hablando Marisol con tono molesto y burla.
—Estoy de acuerdo contigo, querida, es algo absurdo que los obliguen a casarse. —Comentó Diana, su semblante era de una mujer contenta por lo que oía.
—Ya no sigan, que eso se puede resolver… —Las palabras del viejo no salieron por completo, ya que la llegada de Juan David lo hizo callar, muy contento de la mano de una morena extravagante.
—¡JUAN DAVID! —Gritó el viejo llamando la atención de su nieto, quien entraba sin poder caminar abrazado a la mujer.
—Definitivamente, mi abuelo está loco, si cree que me casaré con… —Su mirada recorrió a Juan David desde sus pies hasta llegar a su cara, al lado de esa mujer operada en todos lados.
—Desfachatez de hombre, mi futuro está en juego y no pienso perderlo por un vividor como este. —Expresó Marisol, para luego salir de esa casa, por supuesto que despidiéndose de los demás.
La cara de pocos amigos de Armando Matos era clara, Diana sintió un miedo recorrer por todo su cuerpo, de solo pensar que su padre se enoja mucho con su hijo al punto de desenredarlo.
—Abuelo… —Susurró Juan David con miedo, llamando la atención de su abuelo.
—Te suspenderé de la dirección de la empresa, hasta que vea que Marisol Lugo Cortázar, acepte ser tu esposa. —Le anunció el viejo, para luego marcharse a su despacho.
—¡Maldición! —murmuró Juan David, subiendo las escaleras, olvidándose de la mujer que lo llevó y la borrachera que cargaba.
Un poco de diversión, acabó con la victoria que tenía de obtener la herencia por completo y todo se lo debía a su ebriedad y la morena que tenía al lado y como no, a la presencia de monumento de mujer que jamás quiso conocer.