5
HARRY
Seguí caminando por ese lugar oscuro, hasta escuchar unas voces a lo lejos. Eran los estudiantes, nos llamaban.
—¡Alberto! —le hice saber. Seguí esquivando ramas y más ramas hasta llegar a la salida.
—¡Señor Lee! —ahí estaban todos los estudiantes. Me sentía un poco irresponsable ahora—¿Qué le ocurrió a Isabella? —se acercó preocupado.
—Estoy bien —murmuró Isabella.
—Caímos por un barranco—expliqué. La verdad es que era tarde y se supone que deberíamos de estar en la universidad a la una de la tarde. Y ahora hasta de noche es. —¡Vamos todos al autobús! —elevé mi voz, siendo el primero en dirigirme al autobús. El conductor se estaba durmiendo, pero respecto al alboroto despertó. —Nos vamos a la universidad —le dije, sentando a Isabella en el primer asiento.
—Yo la cuidaré—dice Alberto.
—Por favor, tengo que asegurarme de que todos suban —le dije, bajando y tomando la hoja de papel—Pasaré la lista —les dije, llamando uno por uno y haciendo que subieran. Cuando estaban todos y todos estaban en el bus también me subí y cerré la puerta—A la universidad, Desk —le dije al chofer. Él solo asintió y arrancó. Me sentía un poco estresado por lo sucedido, además de que tendré ciertos problemas con la directora por haber hecho esto. No le gustará para nada que no nos hayamos reportado.
—¿Cómo estas? —me acerqué a Isabella.
—Estoy bien, quizás con un poco de dolor pero no es grave.
—Aún así te llevaré a un hospital para que te revisen.
—¿De nuevo?
—Claro, no has tenido buenos días, lo sé.
Ella solo suspiró y se recostó en la ventana. Yo necesitaba llegar ya a la ciudad.
•
Una hora después llegamos a la universidad, todos bajaron y se despidieron de mi. Le pagué al conductor del bus y se fue. Alberto e Isabella seguían aquí.
—Alberto, puedes irte a casa. Yo llevaré a Isabella al médico y luego a su casa.
—Está bien —nos dijo— Te veo mañana, Isabella. Nos vemos, profesor Lee.
—Adiós.
Isabella revisó su teléfono celular varias veces, se notaba un poco preocupada.
—¿Nos vamos? —le dije.
—Mejor voy a casa —me hizo saber.
—No hay taxis cerca a esta hora —musité— Venga, yo te llevo —la guíe hasta mi auto y la adentré al asiento principal. Estando dentro también arranqué y me dirigí al hospital más cercano.
—Dijiste que me llevarías a casa —me miró.
—Yo no he dicho eso, sabías perfectamente que quiero que te revisen. Solo así estaré más tranquilo.
Rodó los ojos y resopló.
—Harry...
—¿Qué? ¿Noah tiene problemas con eso?
—Pues tengo muchísimas llamadas perdidas y mensajes. Ni siquiera sé lo que le diré cuando llegue a casa.
—La verdad.
—Estas loco.
Nos bajamos del coche y nos adentramos al mismo hospital de ayer. Me acerqué a una enfermera que estaba con la de recepción.
—Buenas noches, mi novia y yo hemos tenido un pequeño accidente —le expliqué.
—¿Qué ha pasado? —quiso saber ella.
—Hemos caído en un Barranco, es por eso que me gustaría que revisen a mi novia, que le hagan unas placas o ultrasonidos a ver sino tiene algo roto.
—Hmm ¿es ella? —señaló a Isabella, quien estaba a unos metros hablando por celular. Sabía que hablaba con el idiota de Noah. Se miraba un poco estresada. Quizás por la conversación que estaban teniendo.
—Sí.
—Está bien —la enfermera y yo nos acercamos a Isabella.
—...llego en media hora, allá hablaremos, Noah —dijo de último para después colgar y vernos.
—Venga conmigo por favor, la revisaremos —la enfermera se llevó a Isabella, ella solo me dio una mirada fulminante para después irse.
Me senté en las mismas sillas de espera a esperar. No podía creer la mala suerte que tenía, todo lo que intentaba hacer bien para Isabella resultaba en un desastre. Como hoy que la pasamos bien en la laguna, fue una de las mejores experiencias que he tenido desde que Isabella terminó conmigo. Era toda rechazo pero hoy no me rechazó mucho. Además, no me puedo sacar de la cabeza su confesión. Me ama. Aunque ya lo sabía. Y sé que es muy orgullosa como para aceptarlo. Miré mi reloj: eran las ocho de la noche. Sabía que mañana tendría problemas con la directora de la universidad, es más, estoy seguro de que me despedirán. Me lo dejó muy claro cuando pedí el permiso para esa excursión: no pasarse de la hora estimada. Nosotros éramos responsables de los alumnos y el hecho de que nos hayamos perdido todo el día, sin ningún tipo de comunicación era malo.
Revisé mi celular, no quería hacerlo porque sabía que tendría varios mensajes de ella y llamadas también. Como lo supuse tenía muchas llamadas perdidas y mensajes. No era nada bueno. Había uno que decía:
Hablaremos seriamente de esto, señor Lee. Puede irse despidiendo de su puesto.
Si de por sí ya era malo de que me despidieran, lo que me ponía mal es que ya no vería a Isabella con la misma frecuencia. Además de la universidad, no coincidimos en otro lado. Más tarde, Isabella apareció con la misma enfermera, traía un papel y unas pastillas en la mano. Me puse de pie y me acerqué a ellas.
—¿Hay algo malo?
—No hay nada malo. Solo golpes y pequeños rasguños —explicó la enfermera— Solo le he dado pastillas para el dolor, irá mejorando poco a poco —sonrió.
—Gracias.
Y se fue.
—¿Ahora sí me puedes llevar a mi casa? —me inquiere Isabella de malos modos.
—Está bien, te llevaré a tu casa —la guíe hacia la salida— No quiero que estemos en malas condiciones, Isabella —murmuré, mientras ambos subíamos al coche—Solo quería hacer algo diferente para ustedes, salir de la rutina. Pensé más en ti, sabía que te gustaría ese lugar. Jamás pensé que llegaríamos a la noche y que nos perderíamos. —arranqué— Discúlpame.
—Como sea, Harry, lo hecho está hecho.
—Solo te lo decía. Además, creo que a la universidad no volveré —expliqué en el camino. Eso la hizo verme rápido.
—¿A qué te refieres con eso?
—Bueno, hice muy mal en llevar tarde a los alumnos de la universidad. La directora fue muy clara conmigo, así que me despedirá. Lo sé. Al menos pude pasar tiempo contigo antes de irme. —ya casi llegábamos a su departamento.
—Harry... lo siento.
—No importa, está bien.
Isabella se quedó en silencio, al llegar frente a su edificio me estacioné.
—Gracias por traerme. —abrió la puerta, pero antes de salir me dijo—: con respecto a la universidad no te preocupes, sé que habrá una solución. Buenas noches —salió, cerrando la puerta estando afuera. Solo la miré mientras se adentraba a su edificio, en busca de Noah. Aún me afectaba el hecho de que Isabella estuviera con el, me afectaba cuando llegaba la noche y ella seguía con el. Me afectaba pensar en que hacen el amor, en que la toca, en que la besa. Apreté el volante muy fuerte y me dirigí al bar más cercano que había.
ISABELLA
Estaba un poco nerviosa, lo admito. Cuando llamé a Noah estaba muy enojado, no me gustaba cuando se ponía así. Podía llegar a ser muy violento. Y no debería de ser así. Sentía que le estaba tomando miedo y creo que la pareja con quien vivo no debería de darme miedo. Al contrario, tendría que ser alguien que me transmita confianza, alguien que no me provoque eso. Inserté las llaves del departamento y abrí. Adentro era un desastre, habían botellas rotas en el piso, los cojines del sofá estaban tirados por todos lados. La mesa estaba hecha un desastre. Noah estaba en la ventana, tenía una botella de cerveza en su mano.
—¿Viniste con el? —inquirió.
—Sí —cerré la puerta tras de mi.
—Y pasaste todo el maldito día con el —admitió.
—Fue algo que no se planeó —añadí— Estábamos todos, no solo estábamos él y yo —dejé el bolso en la mesa— Me iré a duchar —anuncié, caminando por el pasillo, pero el grito de Noah me detuvo:
—¡No irás a ningún lado! —lanzó la botella de cerveza al piso, haciéndose añicos.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué me gritas? —espeté. En serio que Noah se estaba tomando atribuciones que no le corresponden. Y no me estaba gustando para nada esto.
—¡Tú me pasas! ¡Odio que salgas con ese tipo! ¡No me gusta que estés con él!
—¡Pues te aguantas, Harry es mi profesor así que pasaré tiempo con el! ¡Estoy harta de tus malditos celos! —exploté al fin— ¡Deja de portarte como si fueras mi dueño, maldita sea! —lo empujé.
—¿Y no lo soy? —me tomó de la cara—¿Acaso no eres mía? —me apretó.
Me removí, queriéndome zafar, pero su toque me lastimaba y si me movía se sentía peor.
—¡No soy tuya! —lo empujé lejos— ¡Deja de decir esas cosas! ¡No soy tuya ni de nadie más! ¡Deja de tratarme como si fuera un maldito objeto! ¡Me tienes cansada! —le grité, no me importaba si me escuchaban los vecinos o quien sea. Pero al fin sentía que me estaba expresando a como yo quería. Y se sentía bien.
Noah se me quedó viendo un poco.
—¿Ah si? —me tomó a la fuerza e intentó besarme, pero hice todo lo que pude para zafarme de su beso y le di una bofetada después. Para que me respetara. Pero no lo vi venir, fue como una reacción: Noah elevó la mano, queriendo devolverme la cachetada. Puse las manos frente a la cara para evitar el golpe, pero Noah no lo hizo, solo se detuvo en seco, procesó lo que iba a hacer y se fue del departamento, dejándome en shock por lo que acababa de pasar.
¿Acaso estuvo a punto de pegarme? Ese no era el Noah que conocí. Y este Noah no me gustaba para nada. Cerré la puerta con seguro para que no se le ocurriera entrar de nuevo. Prefiero hablar con él cuando esté sobrio. Borracho me asusta. Arreglé un poco la casa porque estaba hecha un desastre y después me bañé.
•
A la mañana siguiente me había despertado, duchado y vestido. Me hice un desayuno ligero porque tenía mis clases de yoga a las ocho. Me hará bien desestresarme un poco. Estos días han sido muy pesados para mi. Hasta sentía que tenía la opresión en el pecho y ese nudo en mi garganta. Significaba que no estaba haciendo las cosas bien y tenía que parar un poco. Cuando terminé de hacer todo, tomé mi bolso y abrí la puerta. Me sorprendió ver a Noah sentado y dormido en el pasillo del edificio, frente a la puerta. De seguro quiso entrar anoche y no pudo. No quería despertarlo, habían botellas de cerveza justo a la par de él.
Cerré la puerta tras de mi y me fui.
•
Cuando llegué a mis clases de yoga, el estirarme, el respirar profundo, el dejar de pensar me sirvieron mucho. Me sentía mucho mejor, sentía que la opresión en el pecho ya no la tenía. Y tampoco el nudo en la garganta. Los ejercicios que había hecho me habían servido mucho. A las nueve me cambié y salí del local, compré el café de siempre en la misma tienda y me dirigí hacia la universidad.
Cuando llegué busqué mi aula, Alberto y unos cuantos más estaban ahí. Pero Harry no estaba. Lo que me pareció raro porque era muy puntual.
—Buenos días, Alberto —me senté a la par suya.
—Buenos días, ¿te sientes mejor?
—Sí, las pastillas me ayudan un poco.
—Me da gusto. Harry estuvo aquí pero la directora lo mandó a llamar.
—¿Qué pasó? —quise saber.
—Pues no lo sé.
Pero yo me lo imaginaba un poco, ayer me comentó que tendría problemas con la directora por habernos llevado más tarde de lo que era. Me puse de pie y salí del aula. Caminé por los pasillos hasta llegar a la dirección, cuando quise tomar el pomo de la puerta ésta se abrió primero. Harry venía saliendo.
—Harry, ¿qué pasó?
—Lo que me temí que pasaría... —me observó mejor —¿Qué te pasó a ti? —me tomó de la cara.
—¿Qué? ¿De que? —abrí mi bolso y saqué un pequeño espejo para verme. Tragué grueso al ver marcas rojas ahí. ¿Cómo no las había notado antes?
—¿Acaso Noah te...?
—No, claro que no —medio mentí. Pero Noah había tenido que ver con mis moretones. Si los hubiera notado antes me habría puesto algo de maquillaje.
—No me mientas, Isabella, si ese imbecil te lastimó en este mismo momento voy y le parto la cara. —ahora parecía enojado.
—Que no lo hizo —le dejé claro— Pero dime, ¿qué pasó contigo?
—Me despidieron —respondió al fin— Ya no seré más tu profesor, Isabella.
—Eso no puede ser. —lo pensé mejor— A un lado, arreglaré esto —le pasé a la par y me adentré a la oficina de la directora.
—¿Se te ofrece algo? —me miró.
—Así es, decirle la verdad de lo que en realidad pasó —me senté frente a ella.
—¿De qué hablas?
—Ayer en la excursión, el profesor Lee no tuvo la culpa de habernos traído tarde. Fue mía.
—¿De qué estás hablando? Explícate mejor.
—En el receso de ayer quise explorar un poco, fue mi culpa alejarme del grupo. Yo solo quería encontrar la cascada del lugar pero me perdí, no encontré el camino de regreso. Es por eso que el profesor Lee fue en mi búsqueda pero nos agarró la noche y no pudimos regresar a tiempo. Luego, después de pasar por varias cosas, volvimos. En cuanto salimos de ese lugar el profesor Lee nos trajo a casa.
—¿Es verdad lo que dices?
—Claro, el profesor Lee me salvó. Fue mi culpa. No es justo que lo despidan.
La directora pareció pensar y estar de acuerdo.
—Dile que pase por favor.
—Está bien.
Al salir Harry seguía ahí.
—La directora te quiere decir unas cosas.
—¿Qué hiciste?
No le dije nada, solo me encogí de hombros.
—Te esperaré en el aula de clases.
Sin decir más me fui. Me sentía bien porque Harry no se iría sino que seguiría aquí conmigo.