*CAPÍTULO 1 EL HECHIZO DE UNA MIRADA*
Adeline, caminaba entre las mesas, sonriendo a los clientes, mientras que con su bandeja distribuía cada pedido, estaba resultando ser un buen día, con buena afluencia de clientes y muchos pedidos, además de buenas propinas, lo cuál era maravilloso.
La campanilla de la puerta anunció un nuevo visitante, ella elevó el rostro para ver al nuevo cliente; era joven, alto, de piel muy clara, muy bien vestido y con gafas oscuras, caminó con paso firme y se sentó en una de las mesas, así que aprovechando que ella estaba cerca, terminó de llegar a la mesa para tomar su órden, y además apreciar más de cerca aquella belleza masculina.
—Hola, buenas tardes soy Adeline y te serviré el día de hoy— dijo acercándole la carta del local— te dejaré esto para que puedas observar lo que ofrecemos y volveré pronto a tomar tu pedido— le dijo con una enorme sonrisa.
—Gracias— respondió el jóven, sin siquiera mirarla, parecía preocupado o inmerso en sus propios pensamientos. Adeline, no se dejó desmotivar y se alejó para limpiar una mesa que se desocupaba, despidió a los comensales, invitándolos a volver pronto. Un par de minutos después se acercó nuevamente a la mesa del jóven.
—Hola, he vuelto, ¿ Listo para ordenar?— preguntó con voz alegre.
—Si— se retiró las gafas y elevó la vista hacia ella. ¡Oh! fue lo que pensó Adeline, en ese momento, se había topado con unos hermosos ojos color azúl, un azul oscuro y muy intenso, el chico tenía unos ojos preciosos y una mirada profunda.
Lucas, estaba preocupado por sus clases en la universidad, debía esforzarse más, aunque no tuviese ánimos, no podía decepcionar a su padre. . . era lo único que tenía, no lo defraudaría. Esforzarse en estudiar lo que su padre deseaba, ser hijo único era muy difícil, lo obligaba a querer cumplir con todas las expectativas establecidas, lo obligaba a ser el perfecto hijo que no haría nada para decepcionar a su padre, aunque aquello no le diera ninguna felicidad. Pero la miró a ella y qquellos hermosos ojos lograron arrebatarle todas esas preocupaciones por unos minutos, y no solo esos ojos, aquella era una chica preciosa, hermoso cabello largo, oscuro, y aparentemente sedoso, una boca llena, perfecta para ser besada, ojos verdes, muy bonitos que reflejaban una chispa de alegría. Era muy, muy bonita— Disculpa, ¿ cuál dijiste que era tu nombre?
—Adeline— dijo sonriendo— ¿Listo para ordenar?
—La verdad no deseo gran cosa, Adeline— le dijo con voz profunda— solo un croissant relleno y un moccachino.
—¿Leche entera, deslactosada, de almendra, de soya?
—Entera está bien, no deseo cambiar el sabor de mi café.
—Bien, en unos minutos traeré su órden— sonrió tomando la carta de las manos de él, el jóven rozó su mano y la miró intensamente.
—Soy Lucas, es un placer.
—Mucho gusto— sonrió asintiéndo y girándose para marcharse. Él se quedó observando su linda figura alejarse, luego suspiró, considerando que debía ir por café más seguido a aquel lugar. Su celular timbró anunciando una llamada de su padre. . . decidió no contestar, no estaba de humor para tener un enfrentamiento con él. Lo amaba, de hecho, lo adoraba con todo su ser, pero era lamentable que su carácteres chocarán constantemente, no había una conversación en la que Lucas no tuviese que defender con desesperación su opinión, punto de vista o deseos. ¡Estaba llevando la vida que su padre deseaba!, ¿qué más quería de él?, con un nuevo suspiró cortó la llamada y apagó el celular para devolverlo al bolsillo de su chaqueta. Sus ojos viajaron por el lugar, buscándola, allí estaba, limpiando una mesa mientras despedía a una joven pareja, su sonrisa era enorme y su carisma parecía envolver a todos. Su hermoso vestido, sencillo pero vivaz se ajustaba perfectamente a su cuerpo, logrando mostrar sus lindas curvas.
Poco después ella volvió a su mesa con una bandeja en la que transportaba su pedido.
—Espero no haber demorado demasiado— sonrió colocando su órden en la mesa.
—De hecho, fue muy rápido— sonrió él por primera vez, Adeline observó su hermosa sonrisa y contuvo la respiración. . .era hermoso, una belleza varonil e impactante.
—Me alegra— dijo reaccionando— que lo disfrutes— dijo girándose para marcharse, cuando escuchó que él la llamaba nuevamente.
—Adeline. . .
—¿Sí?— preguntó girándose.
—¿Aceptarías tomar un café conmigo?
—Yo. . . lo siento, no. . . no me permiten sentarme con clientes, estoy en mi horario de trabajo— su mirada estaba fija en los ojos de él, cómo hipnotizada por
—Podria esperar a que termines.
—Faltan al menos cuatro horas para que termine mi turno— dijo conteniendo la risa.
—Eso no es problema— se encogió de hombros— si me aceptas un café o algo más, mantendré aquí sentado esperando por ti, y te prometo que tomaré un par de cafés en el proceso.
—No le conozco— dijo seria— ¿Debería aceptar su invitación aún sin conocerle?, ¿ lo haría usted en mi lugar?— lo miró a los ojos.
—Este tipo de invitaciones es precisamente para conocernos— sonrió— por eso te invité a un café justo aquí, no debemos ir a ningún lado si no lo deseas y si, en tu lugar, aceptaría, es bueno que dudes de los desconocidos, es lo mejor, dado el mundo en el que vivimos, pero mis intensiones no son malas, lo juro. Solo quisiera conocer un poco más de la portadora de tan hermosos ojos— ella pensó que era una ironía que él pensara así, cuando eran precisamente los ojos de él, los que la estaban enloqueciendo— ¿Y bien, que dices?, ¿ Un café?
—Si— dijo después de un algo silencio— y efectivamente no iremos a ningún otro lugar.
—Perfecto, créeme cuando te digo que no es necesario hacerlo— sonrió— estaré en este mismo lugar esperando por ti, mientras. . . comeré ésta delicia— dijo llevando la vista al plato. Adeline, sonrió y girando se marchó, al llegar a la barra, Mary la miró con una enorme sonrisa.
—¡Está guapísimo!— le dijo.
—Asi es, me ha invitado un café y lo que es más extraño, ha dicho que esperará hasta que acabe mi turno, le he dicho que faltan más de cuatro horas y me ha dicho que no es problema, que igual esperará y mientras lo hace, tomará un par de cafés.
—¡Qué suerte la tuya!— sonrió Mary.
—¿Tu creés?— la miró frunciendo el ceño— le he advertido que no iré a ninguna parte, no sé quién es.
—Tienes razón Adeline, puede que esté muy guapo, pero hay mucha maldad que se esconde detrás de un bonito rostro, así que ten cuidado y lleva las cosas con calma. No te dejes deslumbrar por esos ojazos— dijo la pelirroja.
—Es lo que pienso hacer, llevaré todo con calma.
—Si después de tu café, necesitas que te acompañe a casa, iremos juntas o podríamos pedirle a Adam que vaya con nosotras.
—Bien. . . gracias— se giró nuevamente hacía la mesa, dónde Lucas la miró para dedicarle una hermosa sonrisa.