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05. Lo que pasó esa noche

*Hace 4 semanas*

*Mía*

—Muchas gracias don Álvaro —me despido educadamente mientras nos bajamos del Taxi. Esperamos que se vaya para despedirnos.

—Adiós Mía —se despide Blair con una sonrisa que le devuelvo— Recuerda lo que dijimos, que tomaré tu palabra, eh —río y asiento.

—Nos vemos, linda —le lanzo un beso al aire y esta suelta una pequeña risa fingiendo atraparlo y volviendo a lanzarlo lejos de ella. Río negando divertida.

Hago un último adiós con mi mano, y sigo mi camino hacia casa.

Hace algo de frío y la noche no está muy buena, por lo que las calles están más oscuras de lo normal. Por suerte nos dejaron lo bastante cerca a ambas, para solo caminar unas 5 cuadras cada una.

Sigo mi camino en silencio e intento apresurarme un poco, porque empezaba a sentir el frío viento en aquellas zonas que la tela no cubría, y los focos que iluminaban delante de mí estaban muy débiles.

Paranoicamente, comienzo a escuchar pasos detrás de mí. Volteo, y no alcanzo a ver quién era antes de caer al suelo debido a que jalaron mi pierna izquierda hasta hacerme caer, haciéndome soltar un chillido.

Giro en el suelo para enfrentarle con el corazón acelerado. Mis ojos se abren impactados al ver de quién se trataba.

—Tu... Tú eres... —tartamudeo por el miedo.

—¿Sorprendida de verme? —Pisa mi talón, haciéndome soltar un grito ahogado— ¿Hace cuánto no nos veíamos? ¿Días, semanas, meses? —camina lentamente hasta quedar a mi lado y agacharse para verme a los ojos, bajo la oscuridad de la noche.

—Déjame en paz —Suplico intentando levantarme, pero me toma de los hombros y me vuelve a apoyar en el suelo. Me remuevo y decido empezar a gritar por ayuda.

—¡Shh! —con esfuerzo me pone una mano en la boca para evitar que siga chillando, y con la otra me muestra el arma que tenía en el jeans. Pensé en ver si podía tomarla y usarla en su contra, pero nunca he siquiera tocado una, por lo que las cosas podían salir peor.

—Por favor... —le pido, y suelta aquella risita que tantas veces me hizo temblar, pero que aprendí a controlar— ¿Qué quieres? Ya dije que te puedo ayudar en lo que quieras.

—¿Ayudarme? —Se pone de pie sin despegar su mano del arma— Tu lo único que haces es destruir, y vas por ahí con esa cara de santa —camina a mis pies, y recoge un bate de baseball que había traído consigo. Miro detrás buscando ayuda.

—No... ¡Qué haces! —vuelvo a sentarme para intentar correr, pero se apresura en volver a pisarme el tobillo. El dolor ya era muy fuerte y empezaba a subir por mi pierna.

—Te devuelvo la misma moneda —se acerca golpeando el bate en su mano, y se agacha nuevamente para sacar mi cartera y llevarse algunas cosas. Trago en seco nerviosa.

—Qué... Por favor —suplico con mi corazón saliendo por mi garganta.

—Lo siento tanto, Mía Spencer —dice sin darme tiempo de reaccionar ante su golpe con el bate.

Caigo con rapidez con el rostro pegado al suelo, y me protejo con mis manos para recibir otro golpe directo a mi cabeza dejándome completamente ida. Otro en mi estómago que me quita el aire y, finalmente, uno en la garganta que me hace escupir toda la sangre acumulada.

Más y más golpes.

La vista era cada vez más borrosa, y cada vez podía verle menos cómo me golpeaba.

Ya ni me esforcé el protegerme, porque sabía que ya no podría salir de esta, porque por más que intentara correr, suplicar y pidiera ayuda, esto nunca iba a acabar.

Así que esa misma noche morí a manos de alguien que, a pesar de todo, llegaría a perdonar por conocer sus motivos.

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