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Capítulo 4

Noto que aquí está mucho más habitado que los otros lugares a los que fui, gente con ropa más ajustada y elaborada caminaba con bolsas en la mano o en la espalda distraída.

Fue tan encantador.

Admito que el ambiente me dejó un poco desorientado debido a una gran cantidad de ruido y ruido, proveniente de todas direcciones, así como un aumento de las conversaciones ajenas. Regulo mis sentidos y sigo investigando todo lo posible.

Analizo todo y veo que algunos lugares estaban abiertos y llamativos, con gente entrando y saliendo, y otros estaban cerrados, con un toque oscuro. Entré a un lugar que tenía un letrero que decía "Tienda de comestibles Pathy" y miré todo. El lugar estaba lleno de estanterías con diferentes cosas y objetos encima.

- ¿Quieres algo? - Me llama la atención un chico.

Vestía jeans oscuros, una blusa negra y un chaleco verde y blanco. Tenía una sonrisa amistosa en su rostro.

- Fuego. ¿Aqui tiene? - Me mira raro y se ríe.

- Hay un incendio pero tenemos un encendedor o cerillas, puedo mostrarte dónde está. ¿Quieres una zapatilla también? - Dice y mira mis pies.

- ¿Zapatilla?

- Sí, un par de zapatos. ¿Eres de aquí? - dice confundido

- Sé lo que es un zapato, es lo que llevas puesto, y no. ¿Donde estoy? - digo y me da una sonrisa forzada.

- En Canadá. Los zapatos son cualquier cosa que nos ponemos en los pies. Esto - sacude el pie - es una zapatilla, un tipo de calzado, las chanclas son otro tipo, las más baratas.

- ¿Barato? - digo y me da otra sonrisa forzada.

- Sí, gasta menos dinero. ¿De dónde eres? ¿Sabes hablar nuestro idioma? - Cierra los ojos.

- ¿Qué es el dinero? - digo malentendido y él me mira confundido, frunciendo el ceño.

- Lo que utilizamos para intercambiar bienes.

- ¿Como asi? - digo y él frunce más el ceño.

- Yo atenderé a los demás clientes – Dice caminando y alejándose.

 Oye, no. Explícame mejor. No sé las cosas de este mundo. - digo y él me mira extraño mientras sigue caminando.

- ¿Este mundo? ¿De dónde eres? - Dice con cara de miedo.

- Lo llamaban el instituto del infierno, yo estaba en el sector F, había mucha gente allí, buena y mala - digo mirando hacia arriba recordando.

- Entonces ve a buscar ayuda de las autoridades, necesito trabajar para ganarme el sueldo Hola, mucho gusto. ¿En qué te puedo ayudar? - Díselo a una señora.

- ¿No son las autoridades quienes imponen sus voluntades y deseos a los más débiles e indefensos? No deberían existir, están en contra de la libertad y de la vida – digo tirando de su brazo para mirarme.

Las madres de los niños me explicaron que no debía alzar la voz ni intentar superar a los lacayos del instituto, ellas eran las autoridades de ese infierno y podían hacer con nosotros lo que quisieran. Quitaron cada partícula de felicidad y bondad de los demás, tuvimos que reprimirnos en su presencia. Nosotros éramos las ratas y ellos los perros, ellos el poder.

Y todo lo que pasó en ese instituto fue todo lo contrario a la libertad, que representa el igualitarismo y el individualismo para todos, todos debían tener los mismos derechos.

- Esos serían los dictadores, niña. Déjame trabajar. - Dice tirando de su brazo.

- Trabajas para alguien, ¿verdad? Alguien te impone un trabajo servil y te obligan a hacerlo y obedecer. Esto está mal, esto es lo que hacen las autoridades. - Te miro y tu cara es extraña - No eres libre... No tienes libertad. ¿Quieres ayuda para conseguirlo? Yo te ayudo.

- ¿De qué estás hablando? - Dice frunciendo el ceño.

- ¿Alguien la obligó a hacer un trabajo, señorita? - La señora se vuelve hacia mí - ¿Alguien te usó como esclavo? ¿Quieres ayuda?

- No, yo soy libre. ¡Nadie me obliga ni me obliga a hacer nada más! - digo con confianza

- ¿Cuánto tiempo llevas libre? ¿Dónde estabas? - Dice la señora y el niño me mira interesado.

- Creo que ya han pasado unos días – digo mirando hacia arriba recordando – En el instituto del infierno.

- ¿Por cuánto tiempo estuviste ahí? Vayamos a la comisaría, la policía te apoyará.

- Yo nací allí. ¿Quiénes son la policía? - digo confundido

- Las autoridades de la región, son responsables de garantizar nuestra protección. ¿Él nació? - dice el chico

- ¡Las autoridades son el problema! ¡Ellos son los malos! ¡Debemos ser fuertes y resistirlos!

- No niña, cálmate. ¿Tienes un vaso de agua para servirle? - Dice mirando al chico que asiente.

- Llamaré a la policía - Dice

- ¡NO! ¡No tienes que darles más fuerza y poder! - Tu tomas mis brazos

- Cálmate, nadie te hará daño. - La solté.

- ¡Que lo intenten!

- ¡SUJÉTENLO! ¡ME ROBÓ EL MONEDERO! - Grita una mujer y veo a un niño quedarse sin lugar.

Salgo a ver lo que pasa y veo al niño correr y luego ser derribado fuertemente por un hombre que lo agarró de la cintura. El hombre vestía un chaleco negro grueso y ropa larga y oscura; luego vi a dos más con las mismas descripciones. Tenían una especie de murciélago alrededor de su cintura y varias cosas colgando de sus piernas y los tres se acercaron al niño sonriendo.

- Menos mal - La mujer que gritaba suspira y se acerca al hombre que estaba pisando con la rodilla al niño - Gracias guardias, es mi bolso.

Guardias... Son las autoridades y las autoridades son el problema de la desigualdad y la discordia.

~ Hay que eliminarlos, son hermanos de los del instituto. Nuestras hermanas deben ser vengadas. - dice siete

~ Sí.- Le digo y mis ojos se vuelven de un verde caramelizado.

En ese momento, uno de los hombres con chalecos esposa al niño y lo empuja con fuerza contra un vehículo de motor.

~ Piensan que usando la fuerza se ganará obediencia – Dice Siete

Sólo en la puta casa.

Camino lentamente hasta allí.

- ¡Chica! Aquí tienes tu vaso de agua. - Escucho la voz del chico pero lo ignoro - ¡A! Oficiales de policía... Ellos te ayudarán.

- Señores - Dice la señora y los guardias la miran - Esta chica necesita ayuda y apoyo - Desvían la mirada hacia mí, que ya estaba cerca.

- ¿Que necesita? - Dice uno y veo al otro empujar brutalmente al niño hacia el interior del vehículo.

Salto encima del que me habló y caemos al suelo mordiéndole el cuello, otro se me acerca rápidamente y le doy una patada en el estómago, viendo al tercero cerrar la puerta del vehículo acercándose también. Le rompo el cuello al que estaba abajo y me levanto, recibiendo un puñetazo.

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