CAPITULO 3: Los adorables pezones de Ashley
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Sentado en el salón de la casa de la mujer de mi padre, comí con apetito. Ashley me miró con una pequeña sonrisa pegada a los labios. Se levantó y se dirigió a las escaleras después de susurrarme: Vuelvo enseguida.
Ante mis ojos, ella giró sus lomos; no, su cadera. Giraba la cadera como una mujer casada que quisiera provocar los impulsos nerviosos de su marido en la mesa. En lugar de apartar la vista de ella, yo también la miraba. Y como si se hubiera dado cuenta, de repente giró la cabeza, cruzó mis ojos con los suyos y me sonrió. Menos mal que no me había preguntado si me gustaba mirarla cuando caminaba, si no, ¿qué le iba a decir?
Esa joven a la que la naturaleza había decidido que yo llamara momita desapareció unos segundos después. Reapareció cinco minutos después, cuando ya había terminado de vaciar mi plato. Ashley había vuelto, pero no con el atuendo que llevaba antes. Esta vez se había atado una toalla a la cintura. Tuve la idea de que iba a la ducha.
- ¿Has terminado de comer?", me preguntó guiñándome suavemente un ojo.
- ¡Sí, acabo de terminar! Honestamente, eres un buen cocinero.
¡Oh, sí! A las mujeres les encanta que la gente disfrute de su cocina. Les gusta demasiado.
- Gracias, cariño", me susurró.
¡Sí, lo hizo! Es muy posible que me llame cariño. Ya lo he dicho antes: cuando mi padre no está, yo soy su representante, y punto.
- ¿Quieres ir a darte una ducha?
- Erm... ¡sí! Quiero ducharme. ¿Por qué has hecho esa pregunta?
¡Mierda! ¿Cómo puede un paciente visitar a un médico en su consulta con los ojos enrojecidos y que el médico aún se atreva a preguntarle si está enfermo o no? ¿No sería una hipérbole?
- Como te vi en toalla -respondí con calma, dirigiendo mis ojos hacia su pantalla de plasma, que estaba apagada.
- Tienes razón.
- ¿Y por qué no has encendido la televisión hoy?
- No me gusta.
- ¡Oh, ya veo! Ahora tengo que volver a mi habitación para descansar los ojos un rato.
- ¿No te sientes bien aquí?
- ¡Sí! Me siento muy bien. El problema es que nunca os he visto tumbaros en vuestros sofás, así que no debo ser yo quien adquiera el hábito por primera vez.
- Nico, nunca dejas de sorprenderme. ¿Has venido a tumbarte en los sofás y te he pedido que te levantes?
- ¡Yo no he dicho eso!
- ¿Y qué quiere decir entonces con desarrollar este pretexto?
- ¡Oh, lo siento! No debería decir eso.
La joven, enloquecida, volvió a su habitación, dejándome en el salón.
Me quedaba allí diez minutos, quince o incluso veinte, y como no siempre volvía, me retiraba de su salón al nuestro. Allí me tumbé en el sofá y durante no más de unos minutos, el sueño me dictó su ley.
.-.
Eran las ocho y mamá ya había terminado de cocinar. Mamá es en realidad una buena mujer. Aunque papá no se queda en casa todo el tiempo, ella se comporta como si siempre estuviera presente en la casa. Todos los días, cuando va a su servicio, como muy tarde a las seis, vuelve a casa a cocinar. Nunca cocina más de dos horas, de modo que a las ocho ya estamos sentados cenando ella, mi hermano y yo.
Aquella tarde se había vuelto a repetir la misma costumbre. Acabábamos de cenar. No sabía por qué me contoneaba y casi parecía agotada. Me retiré tranquilamente del salón a mi dormitorio después de desearle buenas noches a mi madre, pues se lo tenía muy merecido. Desaparecí del salón tras su "gracias, grandullón".
En la cama, cogí el móvil, activé la conexión y entré en WhatsApp para leer mis últimos mensajes. Inmediatamente leo en la notificación tres videollamadas perdidas de un número anónimo. He evaluado el número varias veces sin éxito. El número se parecía un poco a un número que conocía, pero había olvidado cómo.
"Este número se parece al que te dio tu abuela cuando se quejaba de su teléfono", susurró una voz interior.
Me volví subrepticiamente hacia la pantalla de inicio de mi teléfono y fui a mi registro de llamadas para comprobarlo y puf, la idea de mi voz interior resultó ser cierta.
¿Y qué quiere decirme?", me susurré sin tener ni idea.
De repente, mi teléfono empezó a sonar; era ella otra vez; acababa de verme en la línea. Esperé unos segundos antes de contestar.
En la pantalla, vi a mi interlocutora tumbada boca abajo en la cama con una sábana cubriéndole todo el cuerpo.
- ¿Hola, querida?
- Sí Nico, espero que no estés molesto por la molestia.
- ¡Oh, en absoluto! ¡Sabes que no sólo eres mi madrecita, sino que también somos buenos amigos!
- ¡Tiene toda la razón! Entonces, ¿ya estás en la cama?
- ¡Sí! Acabo de volver a la cama.
- ¡Ya veo! Te llamé dos veces y me enteré de que no estabas en línea.
- ¡Es verdad! Estaba en el salón con mamá y Rafael cenando.
- ¡Oh, ya veo! ¿Qué tienes para mí?
- ¡Nada por el momento! ¿O tienes algo que ofrecerme?
- Bueno, ¿qué puedo ofrecerte mientras estás en la cama?
- ¿En mi cama? No olvides que estamos en la misma casa y que ir a tu habitación sólo me puede costar dos minutos como mucho.
En la pantalla pude ver cómo mi interlocutor se reía y se preguntaba si hablaba en serio.
- ¡Lo digo en serio! Pero, para ser sincera, ya estoy muy llena", susurré.
- ¡Vale, te diré una cosa! ¿Sabes por qué te he llamado?
- No, ¡dímelo!
Mi interlocutora, mirándome fijamente, no dejaba de sonreír mientras yo me impacientaba por saber el motivo de su llamada a esas horas de la noche, cuando estaba en la cama.
- Te escucho", dije con calma.
- Por cierto, es porque no tengo suficiente compañía para hablar.
- ¡Ah, sí! ¿Y por eso me llamaste?
- Sí, por eso te llamé.
- Menos mal que me conecté.
- ¡Así es! Pero si no te conectabas, definitivamente iba a llamarte.
- ¡Dios mío, te estás divirtiendo!
- Pero, ¿cómo?", se rió.
- Sí, cuando quiero irme a la cama, nunca me olvido de poner el teléfono en modo avión. Me ibas a llamar cansado, nadie te iba a contestar.
Y juntos nos echamos a reír.
Y la verdad es que no me gusta jugar con mi sueño. Además, he configurado mi teléfono para que, como muy tarde a las once, active por sí solo el modo silencioso, que ni siquiera permite que el teléfono vibre; tienes que estar pendiente de la pantalla para saber que está entrando una llamada.
- Bueno, me gustaría divertirme un poco, si no te importa", dice mi interlocutor.
- Vale, ¡te escucho!
- Te voy a dar dos propuestas entre las que tendrás que elegir.
- ¡Adelante, te escucho!
- Verdad o reto
¿Qué es eso de la acción o la verdad? ¿Qué es eso de la acción o la verdad? En este partido se me puso la cara azul.
- Acción, sugerí.
- No podremos actuar", exigió de repente.
- ¿Y por qué no?
- Porque no estamos cara a cara.
- ¡Ah, vale! ¡Verdad entonces! ¿O es tan complicado?
- ¡No, puede ser!
- ¡Muy bien, adelante!
- Este juego consiste en decir la verdad cueste lo que cueste.
- ¡No hay por qué preocuparse, querida!
Tenía el corazón en la boca porque el juego consistía en decir la verdad y nada más.
- ¡Entonces! ¿Te gustan los pechos de una mujer joven?
Ante esta pregunta sentí que mi pene levantaba un poco la cabeza. No me gusta cuando la gente habla de pechos a mi alrededor; me recuerda automáticamente a los grandes pechos de Rosina. Esa es una de las razones por las que no me gusta ver vídeos pornográficos. Aun así, cuando insisto en ver una, siempre me masturbo.
- Sí, me gustan demasiado los pechos -respondí con hipo.
- ¡Estupendo! Ahora te toca a ti hacerme una pregunta.
- ¡Es interesante, el juego! Dime, ¿te gusta el pene?
- ¿Penes? Es mi mayor favorito.
- ¿Qué es eso? ¿Así que te encanta?
- Si me piden que elija entre una buena comida y el pene, elegiré el pene porque es más dulce que cualquier otra cosa en el mundo.
- ¡Qué bien!
- Y a ti, ¿te gusta el sexo femenino?
- Sigues preguntando si la materia fecal huele mal. Me gusta demasiado el sexo femenino. Y tú, ¿te hicieron el amor otros hombres antes de conocer a mi padre?
- ¡Sí, lo hicieron! Al menos dos. Y como me gustaba que me hicieran el amor, tu padre no me lo hizo ni una vez. Y di, ¿alguna vez has lamido a la mujer durante el sexo?
- Todavía no. Pero sé que algún día lo probaré. Entonces, ¿amas el pene de mi padre?
- Me encanta, pero no mucho...
- ¿Por qué no?
- Vamos, no rompas las reglas del juego. Tú tienes una pregunta y yo tengo otra. ¿Cuántas veces te has follado ya a tu novia que te visita a menudo?
- ¡Muchas veces ya! ¿Entonces por qué no amas el pene de mi padre?
- El pene de tu padre es demasiado pequeño y no toca bien la parte superior de mi vagina. Si un día te ofreciera mis pechos, ¿los chuparías?
Esta mujer quiere matarme. Me toqué el pene y enseguida noté que estaba duro.
- ¿Quién soy yo para negarme a chupar? Chuparé y amamantaré sólo a mi padre si no sabes cómo.
- ¡Deja de hacerme soñar!
- Entonces, ¿me enviarás una foto de tus pechos? No olvides que lo que estamos haciendo es una acción de verdad.
- No, no voy a enviarte una foto, pero te dejaré verlo directamente.
Y en la pantalla pude ver cómo mi interlocutora se daba la vuelta sobre su espalda y retiraba la sábana. Desde mi teléfono podía ver los preciosos pechos de Ashley con sus preciosos pezones. Estaba oscuro, pero la cámara de su teléfono era tan nítida que pude ver todos los indicios de sus preciosos pechos; eran pequeños, pero mil veces más bonitos que los de Rosina.
- Vaya, qué bonitos son tus pechos", le dije.
- ¿Te gusta tocarlos?
- ¡Sí! Haces que quiera pasar la noche contigo.
- A mí también me gusta. Pero no te preocupes, mañana haremos un partido.
- ¡Sería muy feliz, si lo supieras!
- No te preocupes, mañana nos divertiremos mucho.
- ¡Gracias, querida!
- Hasta mañana, cariño.
Oh sí, tengo que ser la pequeña querida mientras la grande es enviada a una misión allí.
Después de la llamada, seguía viendo los preciosos pechos de Ashley en la pantalla de mi imaginación.
Oh sí, al amanecer, continuaremos nuestro juego pero esta vez, ¡en acción! Demasiado para los haters.