CAPÍTULO 2: Los dulces ojos de Ashley
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Eran las nueve de la mañana y estaba solo en la habitación. Sola porque Rafael ya se había ido a trabajar; mi madre fue la segunda en salir. Mi padre, como dije al principio, tiene una misión.
Después de levantarme de la cama, me fui a la ducha para darme mi baño matutino, porque es durante este baño cuando me cepillo los dientes. Esto significa que si no me cepillo los dientes, los tengo sin lavar y muy mal para que cualquiera que se acerque a mí pueda oler mi mal aliento.
Esa mañana, después del baño, me dirigí a la mesa para ver qué me tenía preparado mamá antes de irse.
¡Así es! Como soy la más joven de la familia, no hago nada antes de comer. Mamá siempre ha sido una buena madre porque hace la mayor parte de las tareas domésticas por la mañana temprano y luego prepara una comida muy buena. Ella coge su parte en una nevera y pone la mía en otra y en vez de dejarla en la cocina, la lleva a la mesa del comedor. El resto lo deja en la sartén. Raphael recibe su desayuno, lo que significa que ya no tiene derecho a una comida matutina en casa.
Esta mañana, cuando abrí la nevera, encontré arroz con grasa y trozos de queso y salchichas.
¡Oh, sí! Es la comida favorita de mi madre.
Con la televisión encendida en la esquina derecha del salón, me senté a mordisquear mi plato de arroz graso cuando una figura entró en la habitación; era Ashley.
- Hola tío Nico, ¿estás en la mesa?" dijo con una sonrisa mientras se acercaba a mí.
Dejé el tenedor colgando y le dediqué mi hermosa sonrisa antes de responderle con un "sí".
- ¡Vaya! Arroz aromatizado", exclamó, acercando una silla para sentarse también.
- ¿Quieres que te sirva?", pregunté, con una sonrisa muda en la lengua.
- ¡No, podemos comer juntos lo que sirvas!
- ¡Muy bien!
Y como en la mesa había una cesta con un montón de tenedores y cucharas, cogió uno y empezamos a comer juntos.
Ashley llevaba un vestido ajustado; un vestido que ocultaba sus partes íntimas; un vestido que haría babear a un hombre; un vestido que también podría provocar los nervios de un hombre.
Como era consciente de que el diablo era casi capaz de cualquier cosa, en lugar de mirarla a ella, tenía los ojos puestos en los dibujos animados que pasaban en la pantalla del televisor.
- ¿Por qué en vez de mirar la comida, miras la tele?
- Es porque no quiero perderme el episodio.
- ¿Y por eso prefieres tragarte una mosca?
- ¿Una mosca? ¿Cómo se traga una mosca?
- Sí, con los ojos en la pantalla, ¡podrías tragarte fácilmente una mosca!
- Oh, has conseguido hacerme sonreír de otra manera, ¡aquí no hay cazo!
Y juntos nos reímos.
En realidad, Ashley siempre parece ser una comediante. Incluso a veces me pregunto de dónde saca la inspiración para el humor. Es una mujer que a menudo hace reír a mi madre cuando se reúnen.
- Estoy lleno", le susurré.
- Y yo también.
- Entonces, ¿vas a volver a tu habitación?
- ¿Quieres que me vaya?
- ¡No! Es porque sé que no es tu costumbre venir a compartir tu tiempo conmigo cuando mamá no está.
- ¡Tienes razón! Pero está de acuerdo en que lo que nunca hemos hecho, ¡sucederá algún día cuando él lo intente!
- ¡Sin duda! Estoy de acuerdo.
- ¿O tienes miedo de que tu querida venga y me sorprenda contigo?
- ¡Qué idea más tonta! Al fin y al cabo eres mi suegra y no veo cómo va a tener ese maldito pensamiento.
- ¡No digas eso! Al fin y al cabo, soy mujer y sé de lo que hablo. No lo entenderás hasta que seas mujer.
- Oh, claro, ¡ya veo!
Ante esta exclamación, me callé sin decir palabra. Yo había abandonado mi arroz unos minutos después, fingiendo estar lleno. Ashley, lo poco que había servido en su plato, ya se lo había terminado y en vez de seguir la televisión, me confundía bastante.
- Dime -continuó-, aparte de tu amorcito que viene aquí, ¿tienes otro amorcito?
Parece que esta mujer no quería dejarme ver mis dibujos animados. Probablemente porque las odia, no quería que las siguiera en su presencia.
- No, sólo la tengo a ella -respondí, mirándola fijamente a los ojos.
- ¿Y la quieres?
- ¡Sí, la amo!
- ¿Y ella también te quiere?
¡Joder! ¿De dónde ha salido esta mañana esa mujer con sus historias sin pies ni cabeza?
- ¡Sí, me quiere!
- ¡Qué bien! No debemos engañarla, ¿de acuerdo?
- Esa idea nunca se me pasó por la cabeza, ¡si supieras!
- ¡Eso está muy bien! Como tu mente está concentrada en el programa que está en marcha, te dejaré terminar. Quizá vuelva más tarde.
- No te preocupes, hasta luego.
Ante mis ojos, mi madrecita se retiró. Volvió a su habitación, dejándome en el salón. Me acerqué a los sofás para escuchar la voz de los dibujos animados.
Como una persona perezosa no hace más que dormir, el sueño vino y me absorbió sin que me diera cuenta. Dormía plácidamente al aire fresco del ventilador cuando, de repente, recibí un golpecito en el pie derecho. Me levanté de un salto y volví a ver a Ashley. Ashley se había cambiado de ropa. Esta vez se había puesto un hermoso vestido que ocultaba la mayor parte de su figura. Lo que significaba que el que se había puesto hacía unas dos horas cuando vino a compartir mi plato conmigo podría haber sido el de la noche.
- Mi teléfono", empezó, "no sé lo que he pulsado y cuando me llaman no canta.
Así que fue gracias a su teléfono que había venido a arrebatarme el sueño. Hay que ser mujer y de su tipo para comportarse así.
- ¿Qué has pulsado?", pregunté, cogiendo el teléfono y sentándome sobre mi trasero.
- ¡Ni siquiera sé cómo ha pasado! ¿Llevas el teléfono contigo? Si es así, llama a mi número y verás.
Como no estaba convencido de lo que me decía, cogí mi teléfono y, pidiéndole su número, intenté llamarla.
Efectivamente, en la pantalla había una llamada silenciosa.
- ¿Entiendes lo que digo?
- Sí, te lo haré ahora.
Volví a dejar mi teléfono sobre la mesa y empecé a buscar en el suyo. Busqué y busqué. Tardé unos diez minutos en desactivar el modo activo del teléfono.
En realidad era un teléfono complicado; un teléfono Lumia. Este tipo de teléfonos siempre han sido complicados.
- Gracias, cariño", dijo con una sonrisa amarilla.
- ¿Y no quieres sentarte?
- Oh no, no quiero perturbar tu sueño, y además, siento haberte despertado antes. Pensé que era un problema grave, así que me asusté y vine a despertarte.
- No tienes que preocuparte, querida.
- ¡Gracias, querida! Estoy haciendo cuscús, ¿te lo vas a comer?
- ¡Si me das un poco!
- ¿Es esa la respuesta a mi pregunta?
- ¡Lo siento! Sé que me conoces muy bien y sabes que lo que más me gusta es comerlo. Así que creo que no tendría sentido pedirme mi opinión sobre si debería comer su cuscús o no.
- Vale, te serviré un poco.
- Muchas gracias.
Y Ashley me dejó.
A sus ojos, acababa de leer cosas que nunca antes había leído. Sí, tuve que leer en los ojos de mi compañera, cosas que a menudo leo en los ojos de Rosina cuando me quiere.
¿Debería realmente tener esta idea de la esposa de mi padre? No lo creo; seguro que me equivoco. Además, a veces las apariencias engañan. Ah, sí, un mango puede tener buen aspecto y estar podrido por dentro. No presté atención a las payasadas de la mujer de mi padre hasta que recibí una llamada suya.
¿Cómo vamos a estar en la misma casa y seguir llamándonos?
Cogí la llamada y contesté "hola".
- El cuscús ya está listo", respondió.
- ¿Debería ir allí?
- Sí, ven aquí.
- Sí, ven aquí.
Y yo, por mi parte, me levanté tranquilamente para volver a la habitación de mi padre, aquella en la que ingresó su segunda esposa.
Me senté en la mesa como un rey; no, como mi padre. Ashley me sirvió su comida y me deseó una buena cena.
- ¡Gracias, señora! exclamé.
- No, señorita", me corrigió.
¿Señorita bajo el techo de un hombre? me pregunté para mis adentros.
- Ah, es verdad", murmuré.
- ¡Así que repite!
- Gracias, señorita", dije irónicamente.
Nos echamos a reír.
Empecé a comer poco a poco cuando mi interlocutora me preguntó qué me había parecido su comida.
- Demasiado apetitoso", respondí de repente.
- Gracias.
Mientras tanto, se había puesto a mi lado como mi madre hace con mi padre cuando no tiene ganas de comer.
Sí, mi madre siempre está al lado de mi padre y le observa en su excitación. Esto era exactamente lo que Ashley me estaba haciendo. Lo que significaba que como mi padre no estaba allí, estaba yo.