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Más que perfecto

Dimitri leía la carta que le había llegado a sus manos. Como hermano gemelo del alfa y Comandante de la manada, tenía más responsabilidades de las que quería en su vida. Su hermano tenía menos tiempo que él, así que no tenía derecho de quejarse, incluso ahora sabía que estaba planificando bien el golpe que darían a la Manada Gris.

Se pasó la mano por su corto cabello alborotándolo. Estaba agobiado con los nuevos sucesos. ¿Qué demonios pensaban aquellos lobos? Encerrar a un omega. Y uno de sangre pura para concluir. Acaso no sabían que eran tan extraños como los lobos albinos. Con la capacidad de reproducirse en grandes cantidades, sus cuerpos eran lo suficientemente resistentes para soportar dar a luz el triple de veces que una loba común, que solo obtenía su celo cada 100 años. ¿Qué lobo no quisiera múltiples cachorros con su pareja de vida? Era su mayor añoranza.

Leyó la carta otra vez concentrándose en el asunto más importante: su itinerario. Reconocía la letra de aquel príncipe lobo llamado Fallen, hermano de los dos jóvenes que su gemelo tenía encerrados en la otra ala de la mansión. Las indicaciones para atacar la manada dentro de tres días estaban escritas una tras otras. El mensajero en estos momentos estaba descansando con los ojos cerrados en un sofá delante de él. Por el momento no podría volver con los suyos. Estaban apostando todo con esta intervención, incluso la separación de varias familias si el plan salía mal.

Los múltiples rumores del sistema explotador en la Manada Gris eran más que conocidos, aunque ningún lobo proveniente de esta lo confirmara. El abuso a los cachorros, las lobas violadas, los machos al borde de la locura, la falta de alimento y la pobreza de los más débiles eran algunas de las cosas que se comentaban

El Gran Consejo había pedido cuentas al alfa, pero él se las había arreglado para salir ileso, algo que a la mayoría de los demás alfa les había molestado muy en el fondo. Tantos misterios rodeaban a aquella manada que eran imposible saber qué era verdad y qué era mentira.

***

Axel y Sasha se miraron dubitativos ¿Qué demonios les estaba pidiendo aquel lobo? ¿Qué le entregara a su madre? Fruncieron ambos el ceño, molestos, aquello era inaudito.

Dante sólo miraba su expresión corporal, comprendiendo que nos les había gustado nada de su declaración, algo lógico. Al final, con todo lo que estaba ocurriendo a espalda de ellos, él sería el vencedor y obtendría todo, pero quería saber la actitud de ellos por tal de salvarla.

Sasha se mordió el labio

—Nuestra madre saldrá de una prisión solo para otra— dijo más para él que para los demás.

—Nunca dije que lo encerraría ni lo sometería. Voy a salvar a toda tu manada, que garantía tengo de que después de mi esfuerzo me sigan, solo con la antigua reina de mi lado, me obedecerán —declaró.

Los hermanos se encontraron en una encrucijada. Sus palabras tenían todo el razonamiento que se esperaba de un alfa ¿Qué pensaría su madre de todo aquello? Ya había estado tanto tiempo cautiva que no querían que volviera a pasar lo mismo. Por otra parte, si no aceptaban no saldría de aquel lugar. Dante era conocido por ser benevolente, esperaban que esta vez no se equivocaran con la elección.

***

El alfa se dejó caer en la cama después de terminar todos los asuntos del día. Estaba más que agotado. Organizar todo minuciosamente era algo estresante y más cuando se era un perfeccionista. No quería que nada saliera mal. Los premios serían varios, incluso la posibilidad de tener descendencia. Si ninguna hembra era capaz de tener un hijo de él, tal vez un omega fértil como este lobo nombrado como la reina era el camino más fiable.

Cerró los ojos y su memoria viajó al pasado. Recordaba cuando el difunto alfa y su reina habían ido a visitarlo, aquella sería la última vez que los viera. Una delegación mínima lo había acompañado y lo que más destacaba era el único cachorro que había asistido. No debía tener más de 10 años. Con el cabello corto, con ondas alborotadas de color chocolate, una expresión risueña y unos hermosos y grandes ojos violáceos, que hasta el día de hoy podía describirlos. No le había prestado nada de atención, pero quién se imaginaba que aquel pequeño sería el gobernante de su manada años más tarde. ¡Nadie!. 

Había sido invitado al matrimonio por formalidad, pero él estaba viajando en aquel momento. La imagen de aquel cachorro era lo único efímeramente que quedaba en su mente. Si le hubieran dicho que en el presente lo estaría pidiendo para él, no se lo hubiera creído, pero así era la vida, dando vueltas. Solo esperaba que al menos su físico fuera la suficientemente atrayente para complacerlo. Después de todo, era más propenso a las lobas, pero un lobo omega siempre era un ejemplar admirable.

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