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Tentación

Aiden jamás pensó que tendría que estar en aquella situación, teniendo que explicar aquella desastrosa situación para no poner en riesgo la mayor relación económica que podría lograr, pero así era, Amelia le había pedido que pasara por ella, ya que no se sentía cómoda con aquella situación, esto, cuando venían recientemente de la casa de su abuelo.

Sentada en el asiento de atrás por orden de Aiden, Rossette escuchaba la conversación de su esposo y su aparente novia, con el vidrio abajo, él le había ordenado que se comportara como era debido a su lugar si es que aún quería que se mantuvieran juntos el tiempo que ella había solicitado.

—No es un matrimonio real, legal.— dijo finalmente Aiden a Amelia, que tenía una mueca de falsa tristeza en el rostro.— Si nos casó un emisario legal, pero una hora después en el despacho del salón de eventos hemos firmado el divorcio, Amelía abrió los ojos interpretando lo mejor posible su papel de “dulce mujer sorprendida”, el mismo que llevaba interpretando durante muchos años,

—¿Cómo es posible? —Preguntó Hamilton, aunque en realidad ya conociera aquellos detalles, en último minuto había logrado colar a una de sus empleadas como sirvienta, esto, para que la mantuviera al tanto de cualquier cosa que pudiera pasar, ya fuera entre los invitados o los propios novios, Si tenía que sacar aquella mala hierba de raíz, esta vez, lo haría bien y no dejaría ningún detalle al azar.

Aiden le dio una mirada dura a Rossette, una orden silenciosa que socavó aún más el orgullo mermado de ella, pero apretando los dientes y obligándose a enterrar —Por décima vez aquel día— sus emociones, respiró profundo y contestó a Amelía, aquella “dulce” Hamilton que en algún minuto había fingido ser su amiga, la había alentado para que declarase sus sentimientos a aquel chico dulce y travieso que había conocido en la biblioteca, ¿Y para qué?, para finalmente ser completamente rechazada, humillada y despreciada por el primer amor que había sentido, como una mujer debe amar a un hombre, por quien había considerado dejar todo, sus raíces y sus secretos, abrir su alma en canal, ponerse en sus manos y destino. Pero todo aquello, fue destrozado en cuestión de segundos y cuando el fuego llegó, sentía que sus fuerzas habían quedado hechas añicos junto a su corazón.

—No hay nada más que responsabilidad y desagrado entre nosotros.— dijo finalmente Rossette, Aiden sintió el golpe directo en el pecho, si bien aquella afirmación era correcta, escucharla de aquellos tentadores labios supuso algo más doloroso de lo que había considerado jamás.— Firmamos el acuerdo de divorcio, solo estamos fingiendo por el sentido de responsabilidad, nuestras reputaciones se verían fuertemente afectadas y hasta destruidas si la alta sociedad y la prensa se entera de que nos hemos divorciado a horas de casarnos. Sería una burla a la seriedad burguesa inglesa.

“Qué buen argumento se ha creído esta estúpida”, pensó Hamilton, pero claro, su exquisito rostro de porcelana no reflejó absolutamente más que delicado alivio. Por ahora, no había mucho que pudiera hacer, solo le quedaba abstenerse y observar cómo se desenvolvía la situación y en cuanto encontrara aquella pequeña debilidad … La maldita actriz de cuarta, aquella zorra vulgar, caería tan bajo, que jamás se volvería a levantar.

Aiden dejó a Rossette en la casa que ambos debían de compartir y se marchó con Amelía, dejando a la que era su esposa sin explicación y el corazón adolorido. La princesa Hamilton lo había visto y sentido entonces, el profundo anhelo, la mirada intensa de Rossette al ver el coche alejarse con la expresión sumida en vacío y la tensión en los hombros de Aiden sobre el volante mientras se alejaban calle abajo, incluso lo había pillado viendo el espejo retrovisor algunas veces, pero aún, no era capaz de descifrar qué era lo que sentía él, tenía que ser cuidadosa, era momento de recordarle que ella también era mujer, una hermosa y deseable, podría no ser amor, pero al menos le daría satisfacción suficiente para que no pensara en alguien más.

—Corrígeme si estoy mal, Aiden, pero esta Rossette, ¿es la misma que te hizo añicos en la universidad?— La tensión se incrementó en él mientras manejaba, su mirada fija en el camino, su mandíbula igual de tensa, un simple asentimiento.— A su vez, ¿Esta Rossette es la misma que ha salido en los escándalos de hace un par de meses? ¿A quién se le vio salir en un atuendo…? “Ligero”, del conocido fotógrafo francés, Pierre L´ Amore, hace menos de seis meses?

Pierre era conocido, además de por su magnífico talento para la fotografía en desnudos, por sus numerosos escándalos sexuales con hombres y mujeres, por igual, de la alta cuna británica, incluso algunos miembros de la corona y realeza.

Aiden había leído aquella noticia, de hecho, de aquella forma se había enterado de que Rossette había vuelto a Londres luego de un año, cuando la había visto por última vez, en otro desafortunado incidente, muy probablemente ella ni siquiera sospechaba que él, estaba al tanto de cada uno de sus escándalos, así mismo como seguía su carrera de actriz como si de un hobby personal, se tratara. No es que fuera un acosador, o que siguiera enamorado de ella, simplemente sentía que el karma jugaba a su favor cada vez que ella lograba algo nuevo en su carrera, un nuevo escándalo se soltaba en internet. Sí, así de poderoso, era el rencor de Aiden por la única mujer que le había hecho sentir que tenía un corazón, que latía y sentía.

—¿Aiden?— La melodiosa voz de Amelia lo sacó de su ensoñación.

—¿Cuál es tu punto, Amelia?— Exigió ahora él, repentinamente de mal humor, al recordar la fotografía de Rossete saliendo del estudio de aquel maldito francés.

Amelia notó el cambio en la voz y actitud de Aiden e interpretando su mejor papel, bajó la mirada, las mejillas sonrojadas, se tomó las manos que se movían levemente, sus ojos se pusieron vidriosos y su labio inferior tembló suavemente, Aiden se giró al verla finalmente cuando estacionó el coche en el estacionamiento de los Hamilton. Al ver su reacción se maldijo internamente. Amelía era su mejor amiga, y existía un cariño especial entre ellos y si bien jamás habían llegado al punto de hacer el amor, si habían tenido mucho de juego previo, finalmente, él era un hombre y ella una mujer hermosa y sensual, con curvas peligrosas y generosas.

—Mierda, lo siento Lia…— Dijo usando el diminutivo que le había dado de pequeño mientras se giraba hacia ella luego de quitarse el cinturón de seguridad.— no debí hablarte así.

Ella negó suavemente con la cabeza y aceptó la mano de él apoyándola, suavemente, sobre su propio muslo, aquel día ella llevaba una falda corta que se había subido, incluso más, en el asiento del auto, mientras, su mirada encontró la de él.

—Sé que esto es más difícil para ti.— su mano libre se apoyó en el torso de él.— Pero es que no quiero que nos destruya…— susurró girada hacia él, sus rostros cerca, uno del otro, ella incitó suavemente la mano de él, dándole permiso para subir por su muslo. Ella se acercó más, proporcionando que sus labios casi se tocaran.— todo lo que hemos logrado… Lo que podríamos lograr…— La excitación era algo con lo que Amelia sabía jugar muy bien, tal vez demasiado y dejándose seducir por aquellas palabras, promesas del poder que ansiaba conseguir del grupo Hamilton, no para su grupo familiar, sino, para él, para su propia empresa, su propio imperio… su mano subió por la suavidad del muslo de ella, lentamente, mientras sus respiraciones se agitaban.— Todo lo que podrías conseguir… pero ella…— susurró.

—Jamás dejaré que nos detenga, ni que te haga daño, Amelia.— juró él, viéndola fijamente mientras su pulgar por la cara interna de su muslo casi llegaba hasta el final del camino y el inicio de la gloria. Decidido a olvidar todo lo demás y darse un momento de alivio con Amelia, cerró sus ojos para besarla finalmente, ella le imitó, abriendo un poco más sus labios, generosa, y sus piernas, también, se habían abierto para él solo un poco más y cuando sus bocas estaban por generar el caliente y ansiado impacto… El sonido del golpe sobre el vidrio de la ventana rompió en mil pedazos la neblina de lujuria y excitación.

Si bien los vidrios del coche eran completamente polarizados, ellos, lamentablemente, no podían detener el avance de un hermano idiota. Aiden suspiró y se alejó de Amelia, esperó a que ella arreglara su falda y ambos bajaron del coche.

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