Cumpleaños
Decir que los siguientes días habían sido extraños, sería un eufemismo, Aiden no regreso a casa al día siguiente ni tampoco aquella noche, Rossette dejó de esperar verlo sin mucha dificultad, las últimas palabras dichas en aquella misma casa habían quebrado cualquier pequeña esperanza que albergara sobre poder llevar los próximos meses en paz, Por otro lado, Aiden había señalado “Un mes más”, claramente, no la dejaría olvidar el acuerdo acordado entre ambos el día de la boda.
Más que frustrada, pero con una agenda interminablemente apretada, decidió olvidar su fracasado matrimonio mientras tuviera que trabajar, porque independiente de su cuna y próxima herencia, Rossette era una mujer que había comenzado a trabajar como modelo desde que tuvo edad legal para hacerlo, ahí en Reino Unido no era más que una actriz de cuarta categoría, pero no por falta de talento, sino, porque no había aceptado nunca, más que un papel secundario o incluso terciario, adoraba la actuación y tenía un gran talento, pero Francia no estaba muy lejos y en un descuido por obtener un poco más de fama, la identidad que prometió a su abuelo proteger hasta que él se fuera finalmente, podría salir a la luz, por ello, ella misma había esparcido su mala fama, su reputación dudosa. Nadie relacionaría a la princesa de la corona francesa con una actriz de cuarta categoría. Si bien el heredero al trono era su primo mayor Étienne, ella era la segunda en la línea de sucesión y se esperaba de ella, que algún día, tomara lugar en la corte de su primo para ayudarlo en sus deberes como mano derecha, por supuesto, hacerlo, era algo que estaba más que encantada, la buena relación de ambos había surgido desde la cuna, junto a Marcos y Chandiel, su querida amiga, eran más que inseparables, ahora mismo, debía comenzar a pensar en una buena excusa para ausentarse tanto tiempo de su tierra, no pasaría mucho antes de que alguno de ellos comenzará a sospechar.
Luego de pasar aquel día y los dos siguientes en constantes reuniones, sesiones de fotos y la grabación de un comercial, finalmente, la tercera mañana se dedicó a tomar un desayuno con tranquilidad, pero la paz no era algo que hubiera visitado su mente desde que su cuñado había señalado conocer sus secretos, aquella inquietud la atormentaba por el día y la despertaba por las noches, necesitaba asegurarse de cuál fuera la información que este mantenía y en caso de ser necesario, asegurarse de que no saliera a la luz o fuese usada en su contra.
Sus divagaciones fueron interrumpidas por el sonido de la puerta de entrada, segundos después Aiden apareció por el salón, Rossette seguía en camisón, de una linda seda verde agua, ejercía un maravilloso contraste con su piel lechosa y la seda negra de su melena, la luz del ventanal abierto de par en par y la suave brisa llevó a su nariz el delicioso aroma a guindas y lavandas, por un par de segundos Aiden olvido el motivo de su rencor y odio, todo lo que podía observar era aquella magnífica imagen.
“Simplemente, hermosa”… El pensamiento dejó una gota de molestar en su paladar, y llevaba los últimos días molesto consigo mismo, por no dejar de pensar en el dolor de aquellos ojos verde agua la última noche que se habían visto, ¿Realmente era capaz de fingir tan bien un corazón vulnerable y dolorido? De ser así, aquella mujer sería aterradoramente manipuladora.
—Has vuelto…— Sus palabras lo obligaron a salir del estupor y retomar su compostura.-¿Quieres una taza de…
—No es necesario— La cortó.— Solo vengo por algo que he olvidado.— dijo desapareciendo escaleras arriba un par de minutos, al regresar, cargaba un paquete envuelto delicadamente en un papel oscuro con un moño color vino.
—¿Un regalo?— Preguntó ella incapaz de contener la curiosidad y por una fracción de segundo Aiden reconoció a la chica en la biblioteca. Alejó el melancólico recuerdo rápidamente.
—Es el cumpleaños del abuelo, toda la familia estará ahí.— señaló en un descuido, él.
—Oh, ya veo, dame un par de minutos para cambiarme y…
—¿Y qué?-la interrumpió.— ¿No pensarás que estás invitada? ¿O sí?— Preguntó con burla— ¿Una actriz de cuarta? Es un evento netamente familiar, tú, no encajan de ninguna forma ahí.
El orgullo herido la mantuvo con la frente en alta, manteniendo la mirada en un acto insolente de rebeldía, Aiden molesto con ella, consigo mismo y con el mundo, chistó la lengua antes de darse media vuelta y marcharse.
El apetito había desaparecido completamente de ella cuando el portazo que dejaba Aiden al salir dejó de resonar en la casa, ¿Por qué lo seguía intentando?, sin duda debía tener daño cerebral de algún tipo.
Negándose a seguir pensando en el dolor que causaba aquel hombre, decidió concentrarse en algo más productivo, localizar a su cuñado. Era imperativo aclarar aquel comentario que le había hecho antes de marcharse aquella madrugada, ¿Pero como lograba localizarlo? Pedirle el número a Aiden solo traería más discusión y comenzaba a estar cansada de soportar sus insultos.
“Es el cumpleaños del abuelo, toda la familia estará ahí”
Las palabras de Aiden cayeron como una solución en medio de la neblina que eran sus pensamientos últimamente. Su esposo tendría que aguantar su presencia un poco más.
Tres cuartos de hora después, Rossette entraba en el jardín de la enorme y lujosa residencia Campbell, las miradas escandalizadas sobre ella no tardaron en llegar, su suegro solo le dio un asentimiento de cabeza mientras su suegra, por otro lado, no escondió el descontento en su mirada despectiva, haciendo todo lo posible por mantener la compostura se acercó hasta el sofá de jardín donde se encontraba sentado el abuelo de su esposo, con un paquete alargado en mano.
—Abuelo…—Dijo llamando su atención, el hombre no escondió su honesta y enorme sonrisa al verla.— Feliz cumpleaños, espero que cumpla muchos años más.
—¡Querida mía!— Saludo el hombre y apoyándose en su bastón se puso de pie para recibir el paquete que ella le entregaba.— No tenías que molestarte… Pero, muchas gracias.
El anciano abrió con delicadeza la caja alargada para descubrir en el interior una botella de vino Francés, Robert Campbell de casi ochenta años, quedó completamente anonadado.
—¿Una botella de vino barato?— Dijo la madre de su esposo al pararse a su lado del que era su suegro. El hombre le dio una mirada dura y reprobatoria que dejó a la mujer callada rápidamente.
—¡Niña tonta! —La reprendió— Esta no es una botella de vino barato, es un vino sumamente costoso y exclusivo, imposible de conseguir en Reino Unido, de la cosecha privada de …— guardo silenció cuando Rosse posó su mano suavemente sobre su antebrazo.— Es un vino especial.— Zanjó.— Muchas Gracias, querida, lo atesoraré.
—¿Qué haces aquí? — La voz profunda de Aiden envuelta en una ola glaciar de desprecio hizo que los presentes en la fiesta de jardín, sus suegros, su abuelo, primos, tíos y hermanos, se dieran vuelta hacia él, de su brazo, como en la universidad, venía colgada Amelia Hamilton, igual de hermosa y sensual, la mirada de ambas se cruzaron, la londinense levantó levemente el mentón con orgullo, hace tres años que no se veían y en aquel tiempo, ella jamás la había mirado con tal desdén, ¿Qué era lo que se había perdido? —Te dije específicamente que no tenías lugar aquí hoy.
Jimmy, quién había visto la escena apoyado en uno de los pilares de la bella terraza, se horrorizó ante la actitud de su hermano, jamás lo había visto actuar así, Aiden podía ser un playboy despreocupado, pero no era un maleducado, mucho menos con las damas.
—Yo la he traído.— Señaló entonces el menor de los tres hermanos, saliendo de su silencio, dio un par de pasos al frente para quedar junto a Rossette.— Supuse que estarías ocupado, por ello, me he ofrecido para traer a mi cuñada a esta fiesta familiar, pero querido hermano, habíamos dicho…— Su mirada se clavó dura y fría sobre la hermosa rubia al lado de Aiden— … Que los animales y mascotas no tenían lugar aquí hoy, el abuelo es alérgico.
Aiden enfurecido tanto por las palabras como la actitud de su hermano, caminó hasta él y le tomó por el cuello de la camisa.
—¡Mocoso insolente!, ¡Tienes que aprender a dejar de meterte donde no te llaman!
—¡El insolente eres tú! —le gritó tomando también por la camisa a su hermano mayor, levantando, Jimmy, el primer puño con la clara intención de llevar aquella discusión a la fuerza bruta. Rossette trató de meterse en medio, pero fue empujada hacia atrás debido al zarandeo.
—¡Es suficiente!— los cortó su madre mientras su abuelo miraba con indignación la escena.— ¡Es el cumpleaños del abuelo! ¡Dejarán sus pleitos infantiles para otro día! — Ordenó la mujer, su tono absoluto, sin posibilidad de desobediencia.
Ambos se soltaron al mismo tiempo y Jimmy tomó lugar junto a su hermano de mala gana.
—Oh, Amelia, cariño, disculpa tremenda escena…— dijo la mujer con un tono amable y una mirada llena de cariño hacia la rubia, Rossette sintió como una nueva grieta atravesaba su pecho, aquella mujer, ella jamás sería tratada con tal afecto por la que era su suegra. La madre de Aiden era una mujer letrada, conocida en el círculo social inglés por su agradable compañía y su gusto por participar y organizar actos de beneficencia, alta, de facciones suaves y cabello castaño, era una mujer hermosa que gozaba de buena salud. Tomó ella las manos de la rubia para acercarla al círculo donde todos comenzaban a retomar sus sitios en la terraza.
Los hermanos, uno al lado del otro, junto al resto de los asistentes, vieron la conmovedora escena, Rossette se aferró a su calma con toda su fuerza y decidió, en aquel segundo, que no volvería a desear que la familia de su esposo la aceptara. Aiden se inclinó levemente hacia su hermano para susurrar.
—Haz algo bien por una vez, y por favor saca a esa mujer de aquí.— pidió con un tono duro lleno de desdén, refiriéndose a Rosette. Y sin esperar respuesta volvió a acercarse hasta Amelia, tomó su mano con cariño y la guio en frente de su abuelo, la rubia tenía en el rostro una encantadora sonrisa, pero Robert Campbell no era un hombre estúpido y permaneció imperturbable, erguido en su orgullosa postura imponente.
—Abuelo, déjame presentarte por favor.— pidió Aiden esta vez más tranquilo.— Ella es Amelia Hamilton, hemos estado juntos desde niños, ella debería ser mi mujer. Por favor…
Rossette apretó los puños y se obligó a mantener el mentón en alto, no dejaría que esto la dañara, no otra vez, no era la misma chica vulnerable y voluble de hace tres años.
—Qué decepción Aiden…— Dijo el abuelo para sorpresa de todos los presentes que estaban al tanto de como aquel era su nieto preferido y predilecto.— Siempre pensé que tu madre te había criado para ser un hombre de respeto y honor, pero trayendo a esta… Mujer, deliberadamente a este evento familiar, ¡Mi cumpleaños!… Es un acto repudiable, ¡Rossette es tu mujer! ¡La única que puede ser mi nieta putativa y tu esposa! ¡Y no quiero volver a escuchar al respecto! - exclamó el hombre de avanzada edad con un tono tajante y duro, ni una sola mosca se atrevía a pasar por ahí en aquel segundo, y Aiden mantenía una mirada llena de desconcierto, su abuelo no podía estar defendiendo a Rossette… ¿Por qué? —Comeremos dentro…— Ordenó el abuelo.— Mientras entramos, saca a esta mujer de mi hogar.
Amelia Hamilton jamás se había sentido más humillada en toda su vida, venía de una de las familias más adineradas y antiguas de todo Reino Unido, su familia tenía varios negocios nacionales e internacionales, jamás había sido tratada con menos que el mayor de los respetos y la apreciación, pero ahí, frente a toda esa gente que debería haberla recibido con los brazos abiertos… Fue completamente despreciada. ¡Todo era culpa de esa zorra!… Pero no importaba, se había deshecho de ella una vez hace tres años… Lo haría, una vez más y esta vez, de forma definitiva. Indignada, se dio media vuelta y a paso rápido se encaminó para salir de ahí, con la mirada baja y las mejillas encendidas en rabia.
La gran mayoría de los invitados ya estaban dentro de la residencia, afuera solo habían quedado los hermanos Campbell, Rossette y la humillada Amelia, que se había marchado hace solo unos segundos.
—¡¿Por qué demonios viniste hoy?!— Preguntó encarando y cuestionando Aiden a Rossette que lo miró con decepción— ¡¿Planeaste todo esto también?!
—¿Esa es la impresión que tienes de mí, Aiden? —Preguntó ella con una profunda decepción.— ¿No debería ser yo quien pida explicaciones? ¡Teníamos un trato! ¡Un mes más es lo acordado!, ¿O es que tu palabra de honor solo dura tres días?
—¡¿Quién te has creído que eres?! ¡No tienes derecho a cuestionarme!— le gritó el enfurecido— ¡Tienes que darte cuenta de tu lugar de una maldita vez!
Le exigió Aiden antes de darse vuelta y paso rápido siguió el mismo camino que Amelia había tomado.