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Capítulo 5

Generalmente me detengo a mirar mucho más que el rostro de una mujer, pero su belleza es tan rara e irresistible que no puedo evitar admirarla.

Podía coquetear con ella descaradamente e ir directo al grano, golpeándola en el baño de damas o en un rincón escondido de algún salón de clases vacío. Satisfaría el deseo sexual que crece dentro de mí cuando la miro, pero a simple vista diría que no parece una chica fácil como todas las demás. Entonces, si quiero alcanzar mi objetivo, primero debo estudiar su razonamiento y molestarla un poco para comprender hasta dónde está dispuesta a llegar.

-¿Eres nuevo? Nunca te he visto por aquí antes- le pregunto, aunque ya sé la respuesta gracias a la información que Adam me ha revelado sobre ella.

-Sí, soy de Arizona. Phoenix para ser precisa, aunque no soy originaria de esos lugares- responde sin dudar mientras coloca los libros y un cuaderno sobre el mostrador para tomar notas.

Como parece dispuesta a entablar conversación, sigo haciéndole preguntas triviales para tranquilizarla y ganar confianza.

-¡De Arizona a California! ¿Por qué tal elección? ¿No me digas que estás aquí solo para ver si hace más calor en Phoenix o San Francisco?-

Una risa surge naturalmente de sus labios, haciendo un sonido tan alegre que crea una sensación de adicción más poderosa que las drogas que estoy acostumbrado a usar.

-¡Para! Todos sabemos que el calor sofocante, del que tanto hablas aquí, no es comparable en lo más mínimo a las estaciones húmedas y desérticas de Arizona- replica sin dejar de reír, mirándome directamente a los ojos oscuros con una mirada angelical que me revuelve el estómago.

"¡Dios, creo que nunca había visto una criatura tan hermosa y refinada en mi vida! ¡

Absolutamente quiero follarla!"

-Bien bien. Entendemos que el motivo de tu mudanza no se debe al clima. ¿Qué es lo que te trae por estos lares, entonces?- Sigo investigando manteniendo el contacto visual con esos cristalinos iris que, aunque estremecen mi corazón, no logran sacar lo mejor de mis emociones y mi autocontrol.

Por un momento su mirada se oscurece, dejándome entender que no le gusta nada la respuesta que está a punto de darme.

-Mi padre viaja a menudo por trabajo. No solemos quedarnos más de dos o tres años en el mismo lugar y esta vez tuvimos que venir aquí-

Definitivamente no es una chica frívola como las que estoy acostumbrado a tratar, y mucho menos una que parece darle a la primera persona que conoce la llave para acceder a su paraíso.

Sus discursos son demasiado sensatos y la respuesta que acaba de darme, abriéndose aunque sea un poco sin dudarlo, demuestra que es el tipo de chica acostumbrada a formar vínculos.

-Tú, en cambio, ¿eres de estos lares?- cambia de tema dirigiendo su atención hacia mí que permanecía en silencio, contemplando mi próximo movimiento.

"¡Diablos, Anderson, estás jodido si ella es una de esas que sueñan con el príncipe azul romántico y tonto!"

Estoy a punto de contestarle tratando de mantener la conversación vaga, considerando si dar la vuelta o no, cuando la maestra entra al salón y nos interrumpe, comenzando la lección.

Durante gran parte de la explicación, ambos permanecemos en silencio. Ella está empeñada en tomar notas y escuchar qué partes específicas forman las cavidades del corazón, mientras yo me pierdo en su observación, incapaz de apartar la mirada.

De repente, arranca un papel, escribe algo en él y me lo entrega.

“ Entonces, ¿eres de por aquí o no? ”; esta escrito

"¿Regresamos a la escuela primaria? ¿No somos un poco mayores para comunicarnos así?"

Sin embargo, decido seguirle el juego y agarrando el bolígrafo escribo en la parte aún en blanco de la hoja: " Nací y me crié en San Francisco. ¡Soy pura sangre, bebé! " .

Le entrego la hoja de papel de nuevo y veo su sonrisa en su habitual forma irresistible, luego toma la pluma y me devuelve la nota con la adición de otra pregunta.

"¿Puede indicarme una pastelería local que haga los mejores panqueques de la ciudad? ¡Estoy desesperado por encontrar un café que sepa cómo rellenarlos como Dios manda!"

Frunzo el ceño por un momento en silencio preguntándome cómo diablos terminamos hablando de los panqueques.

Estoy perdiendo de vista mi objetivo principal, que es meterme en sus bragas, pero ahora estoy demasiado atrapado en la situación y su aroma a vainilla que se balancea en el aire con cada movimiento, embriagándome.

Sin pensarlo dos veces, garabateo:

"Puedo llevarte allí directamente, si quieres..."

"¡Mierda! ¿Qué tienes en mente?

No eres de citas románticas, flores y tonterías.

Solo haces que tus conquistas griten de placer, sin ninguna otra restricción adicional"

Nuestro intercambio escrito termina abruptamente debido al sonido de la campana.

Se limita a leer mi propuesta y a sonreír sin aceptar ni rechazar mi invitación.

Estoy empezando a preocuparme y me doy cuenta de que tal vez me he dejado llevar demasiado y me arriesgo a meterme en situaciones que no estoy acostumbrado a manejar. Así que me apresuro a retractarme de la invitación, pero no tengo tiempo de abrir la boca antes de que el profesor nos llame a los dos al escritorio.

Me dispongo a sufrir el primer sermón del año por distraerme con su explicación, pero me sorprende nada más escuchar lo que dice.

-¡Señorita Hines quiero felicitarla personalmente! Vi los resultados de su prueba de ingreso y el promedio de calificaciones que tenía en la facultad anterior donde estudió. Sin duda cabe destacar que es una chica diligente, muy preparada y estudiosa-

-Muchas gracias- responde Tiffany avergonzada, mientras me pregunto por qué diablos fui convocado con ella.

-Veo que ya te has hecho amigo del señor Anderson- me señala señalándome. -No sé si ya te habrás enterado que lamentablemente el chico de aquí fue rechazado el año pasado por bajo rendimiento, a pesar de tener excelentes habilidades de aprendizaje- ¡

Pero sí, me puedes joder!

-Aquí en este sentido, junto con el resto del profesorado, hemos decidido darte el trabajo de tu tutor, esperando que con tu ayuda puedas tener un aporte extra y dedicarte más a estudiar-

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