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Capítulo 3

Al final de mi último año de secundaria, le dije que quería ir a la escuela de medicina y ser cirujano. Se sorprendió por mi decisión, pero soltó una gran sonrisa y dijo: "Hijo mío, recuerda siempre que nada es imposible si crees en ello hasta el final. Si un cirujano es lo que quieres ser, ¡estoy seguro de que lo lograrás!".

Su aliento fue un acicate para mí. En los meses siguientes comencé a estudiar en la universidad de medicina más cercana a mi casa y seguí trabajando en su taller por las tardes para pagar mis estudios.

Sin embargo, los autos y las carreras callejeras continuaron atormentándome y pronto encontré amigos en la universidad que compartían mis mismas pasiones y me llevaron nuevamente por el camino de la perdición.

La reunión que marcó el inicio de mi recaída a la baja tuvo lugar hace unos dos años, en los pasillos de ese edificio que se suponía guiaría mi futuro.

Anita García es su nombre, aparentemente inocuo y común como tantos otros. Tiene dos brillantes ojos verdes, larga melena castaña, labios carnosos -que Dios sabe lo que son capaces de hacer- y un físico respetable, de medidas desorbitadas, capaz de hacer perder la cabeza a cualquier hombre.

Tiene orígenes mexicanos, asiste a la facultad de química y su familia está enredada en el negocio turbio más grande de la ciudad. Manejan un capital enorme y entre muchas cosas tienen que ver con la prostitución, la venta ilegal de armas de fuego, drogas y un cuadrilátero de carreras clandestino.

Parecía una niña como muchas otras cuando la conocí. Me perdí dentro de ella, golpeándola contra la pared del baño de la facultad y pensé que era el final de nuestra relación, pero estaba equivocado. No fue coincidencia que Anita me atrajera a su trampa. Su hermano Santiago me había estado observando durante meses y decidió enviar a su hermana pequeña a hacer el trabajo sucio para atraerme a su red. Desde entonces he estado en el bucle y por mucho que trato de salir se ha vuelto imposible de hacer.

Este último año me he implicado más de lo esperado acabando suspendiendo el examen final y ahora tengo que repetir el quinto año, con la esperanza de poder completarlo.

Así que hoy me encuentro aquí, en el estacionamiento habitual de la universidad. Salgo de mi auto y camino por los pasillos del instituto, lista para comenzar este nuevo año académico con todas las buenas intenciones.

En mi camino me atrae una sonrisa inocente, de esas que pocas veces ves y son capaces de traspasar tus huesos y entrar en tu alma. Una de esas sonrisas sinceras como las que aparecieron en el rostro de Cheryl cuando me vio entrar en la casa.

Por un momento me pierdo mirando a la dueña de esa mágica y encantadora sonrisa, envidiándola por su jovialidad y su evidente alegría y ganas de vivir. La observo atentamente hasta que me encuentro con sus ojos azules capaces de dejarme sin aliento.

La miro, admirando los tonos grisáceos de esos iris de hielo, mientras me doy cuenta de que ya la he conocido esta mañana. Cruzó el paso de peatones con semáforo en rojo y tuve que hacer un frenazo brusco para no atropellarlo con toda su fuerza.

Al igual que nuestro primer encuentro, que ocurrió unas horas antes, sus ojos y su sonrisa desencadenan una extraña reacción dentro de mí. Es como si consiguieran llegar directamente a mi corazón y poseerlo durante unos segundos.

-¡Hola amigo! ¿Qué estás mirando?- Adam me sacude, dándome una sacudida.

-Nada. Solo estaba perdido en mis pensamientos, perdiendo de vista a la morena con la sonrisa irresistible.

-Sí, ciertamente. ¡Como si no te conociera!- resopla sacudiéndome por el hombro. -Apuesto a que estabas mirando a la hermosa morena con ojos helados- adivina aunque ya sabe la respuesta.

Adam es el único amigo que tengo en la facultad y también es el único que me conoce mejor que los demás y conoce casi todos mis secretos, por lo que no le es difícil adivinar hacia dónde van mis ojos, conociendo bien mis tendencias pecaminosas.

Él también es parte del círculo de la familia García. Anita lo sedujo para que los ayudara a producir y modificar medicamentos comúnmente en el mercado, como químico y su compañero de clase.

-Por si te interesa saberlo, su nombre es Tiffany Hines, cursa quinto año de medicina y cirugía y se acaba de mudar aquí desde Arizona- agrega.

-¿Y como sabes eso?- le pregunto frunciendo el ceño.

"Posible que este tipo siempre sabe todo sobre todos? Es como un boletín escolar vivo".

-La conocí en la secretaría hace unos minutos y no pude evitar escucharla hablar con la querida Stacy- responde con una sonrisa guiño que resalta sus ojos color avellana.

"Nunca cambiará. ¡Siempre es lo mismo!"

-Y digo, no sé si te has dado cuenta pero con un trasero como el que te encuentras, ¡seguro que no podría pasar desapercibido!- afirma moviendo las manos para dibujar curvas imaginarias. -Tal vez le falten un poco las tetas pero para los dos seguro que no es un problema. ¡Viva los culos redondos de por vida!- grita la última frase con orgullo mientras yo me echo a reír.

Durante años hemos compartido chicas de todo tipo pasándolas de mano en mano y cada vez que salimos a tomar algo juntas siempre termina igual, que es despertar a la mañana siguiente en la cama de un desconocido.

-¡Hola chicos!- Interrumpe Anita, interponiéndose en el camino.

Con un gesto relámpago se lanza a mis brazos y comienza a poner sus manos por todas partes, acariciando cada parte de mi físico en forma. -¡Oh Justin, te extrañé tanto! ¿Donde has estado estos dias? Hace tiempo que no apareces, mi amor- me guiña un ojo tocando mi pecho posesivamente.

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