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Capítulo II

» Tal y como lo pensara, al llegar al departamento, Carlos, le dijo que sus amigos se habían ido de fiesta todo el fin de semana y que no regresarían sino hasta el lunes, la instaló en la confortable sala del lugar y le invitó una copa.

» Adela, no era muy afecta a beber, así que aceptó una cerveza, Peniche, se la entregó y luego puso frente a ella en la mesita de centro, unas botanas.

» Todo aquello le pareció un buen detalle ya que le ayudó a que los nervios, que sentía desde que él pasara por ella a su casa, se le estaban pasando y a cada momento se sentía más cómoda y relajada.

» Se bebieron un par de cervezas mientras botaneaban y platicaban de cosas conocidas por los dos, tanto de la facultad, como de amistades que tenían en común, de tal manera que ella ya se encontraba a sus anchas.

» Cuando los besos y caricias comenzaron, primero, de manera suave y romántica, Adela, no tuvo ningún reparo en corresponder a todas y cada una de sus caricias y sus besos, y lo hizo con igual o mayor pasión que la que él le demostraba.

» No supo en que momento la ropa de ambos se convirtió en un estorbo que las cuatro manos se encargaron de desparramar por la sala, cuando ya se encontraban desnudos, Carlos, la levantó en sus brazos y la condujo a la recámara.

» Mientras él la conducía al tálamo que sería el mudo testigo de su entrega, no dejaron de besarse, incluso, Peniche, estuvo a punto de tropezar con uno de los muebles, cosa que logró esquivar por muy poco.

» Con habilidad y experiencia, Carlos la recostó en el lecho y Adela, supo que el momento había llegado, para su sorpresa, lo estaba anhelando como nunca antes deseo nada en la vida y eso le agradaba como mujer.

» Peniche la trató con suavidad y cariño, la besó y la acarició por cada parte de la piel de su bien formado cuerpo, no hubo un solo rincón que él no recorriera con sus labios, su lengua y sobre todo, con sus expertas manos.

» Cuando el momento preciso llegó, Adela, se sorprendió a sí misma de estar disfrutando a plenitud de él; no sintió ese dolor cruel y desgarrador que le habían contado sus amigas que se experimenta, si acaso una leve molestia, como un pellizco.

» Una vez superada esa pequeña incomodidad, lo que le siguió fue un placer que nunca se imaginó llegar a sentir, un deleite que la enardeció y la motivó a dejarse conducir por el camino de la pasión y la lujuria.

» El sábado y el domingo, ambos se encontraron en el departamento de Carlos y descubrieron los muchos placeres que podían recibir y otorgarse de manera libre, plena y sin egoísmos, tal parecía que podían formar una excelente pareja, aunque bien sabían que entre ellos no había amor.

» El lunes, Adela, no vio a Carlos, en la facultad, aunque tenía muchos deseos de estar con él, de platicar y de comentar sobre sus experiencias, por un momento pensó en ir a buscarlo a su departamento, aunque desistió.

» Los siguientes tres días, tampoco se presentó a clases y eso le preocupó ya que no era habitual en él faltar a la facultad y mucho menos sin que nadie supiera nada.

» Al quinto día, el viernes, estaba decidida a ir a buscarlo, tenía la escusa perfecta, el pensar que pudiera estar enfermo, así que iría para tener noticias de él, ya que ni siguiera la había llamado al celular y no le contestaba sus llamadas.

» Desde el martes, ella había estado llamando al celular de Peniche y le desesperaba que la mandara al buzón de voz, si bien le dejó dos mensajes en los que le pedía que se reportara ya que la tenía preocupada, después ya no lo hizo.

» Al terminar las clases, Adela, se encaminaba hacia afuera del campus, con la idea de ir a buscarlo, cuando de pronto escuchó una plática de muchachos, ella los conocía de vista ya que eran compañeros de estudios.

» —Te digo que cabrón del Carlos, ahora sí que se las vio negras… otro poquito y lo matan por andar de garañón —decía uno

» —Sí, algo así fue lo que supe, lo bueno es que logró escaparse del marido que lo encontró con su mujer, dicen que estaba armado y que le disparó en cuando lo vio corriendo por las escaleras —comentó otro.

» —Sí, aunque ya sabes, los chismes, unos dijeron que lo mato ahí mismo y que después se deshizo del cadáver… otros aseguran que no fue así, que sólo lo había herido, aunque eso sí, de gravedad… por lo que tuvo que buscar ayuda médica, lo cierto es que sólo fue el susto —dijo el tercero.

» —Ya me imagino al pinche Carlos, corriendo todo desnudo por las azoteas, como para reírse un buen rato —dijo el primero— hasta sin zapatos andaba.

» —Sí, dicen que se robó unos calzones de la azotea, y otras prendas para vestirse… yo hablé con uno de sus compañeros de departamento y me dijo que el esposo de la señora esa, que era una vecina suya, lo andaba buscando para meterle un par de balazos por acostarse con su mujer, por eso, Peniche, agarró sus cosas esa misma noche y ayudado por sus amigos se fue.

» —Claro… yo hubiera hecho lo mismo… como dicen por ahí… “patas pa que las quiero” bueno ¿y para dónde se largó ese cabrón?

» —No saben, sus compañeros de departamento creen que se fue con una hermana que tiene en Michoacán, aunque también piensan que hasta se largó del país, no, si el miedo no anda en burros y ese Carlitos, no es nada tonto.

» Adela, se había detenido fingiendo revisar algunas cosas en su maleta y no se perdió detalle de aquella platica, la cual, aunque la tranquilizaba un poco, también le causaba un cierto dolor, ya que lo más seguro era que no volviera a ver a Carlos, si no para siempre, al menos por un buen tiempo.

» Cinco años pasaron desde aquella última vez que estuvieron juntos, cinco años en los que no supo nada de él, ni una llamada, ni un mail, ni un mensaje de texto, nada, fue como si se lo hubiera tragado la tierra.

» Al cabo de esos cinco años, ella se recibió y ya tenía dos años trabajando para una importante empresa en la que se sentía muy a gusto y reconocida por su trabajo.

» Ya casi no pensaba en su gran amigo, Peniche, cuando una tarde, al salir del edificio en el que trabajaba, chocó contra una mujer que venía en sentido contrario.

» Molesta por aquello, estuvo a punto de decirle todas las malas palabras que conocía, cuando al levantar la mirada se encontró con los ojos de Carlos, él era quien acompañaba a aquella mujer.

» Por un momento los dos se vieron como tratando de reconocerse, era como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor y sólo sus ojos se movieran.

» —¿¡Carlos…!? —fue ella la primera en reaccionar con sincera sorpresa.

» —¡Adela, qué milagro! —le dijo él al tiempo que la abrazaba con cariño sincero y le daba un tierno beso en la mejilla a modo de saludo, ante la mirada atónita y celosa de la mujer que lo acompañaba y no dejaba de barrer con la mirada aquella intrusa que había venido a amargarle la tarde.

» —Tanto tiempo sin saber de ti… ¿Cuándo regresaste? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Por qué no me has hablado? —preguntó ella ansiosa, como si de un momento a otro él fuera a desaparecer.

» —A mí también me da mucho gusto verte… —dijo él sonriendo de esa manera que siempre había tenido— y te prometo que contestaré a todas tus preguntas… sólo que no aquí y mucho menos ahora… ¿sigues teniendo el mismo número? Te llamó por teléfono y nos ponemos de acuerdo para vernos.

» —Sí, tanto el de la casa como el del celular son los mismos de siempre —respondió Adela, sonriente, al tiempo que veía que la mujer que iba con Carlos, no sólo se impacientaba, sino que además la observaba con ojos nada amistosos, así que era momento de retirarse— bueno, nos vemos, espero tu llamada.

»—Te prometo que lo más pronto posible lo haré, ha sido un gusto enorme verte, no has cambiado nada, aunque yo también tengo muchas preguntas para ti.

» Sin contestar, Adela, siguió su camino y a medida que avanzaba alcanzó a escuchar la voz irritada de la mujer, quien seguramente se había puesto celosa:

» —¿Quién es esa vieja? ¿Por qué te hizo tantas preguntas? ¿De dónde la conoces?

» —Es una gran amiga de la Preparatoria, no nos hemos visto en muchos años, por eso le dio gusto verme y me preguntó todo eso… no tienes nada de que preocuparte, es como si fuera mi hermana.

» —¿Y le vas a hablar por teléfono para que se vean a solas?

» —Claro que no, mi amor, sólo le dije eso para que nos dejara en paz y pudiéramos estar tú y yo solos como tanto lo deseas… así que olvídate de ella y vámonos, no perdamos el tiempo con discusiones sin sentido.

» Mientras se alejaba de ellos, Adela, que había tenido tiempo de observar bien a la acompañante de Peniche, tuvo que reconocer que la mujer era muy atractiva.

» De unos 40 años, rubia, cabello corto y lacio, ojos grandes y claros, tal vez color miel, boca grande y sensual, de labios carnosos, nariz un poco ancha, no obstante, eso no le restaba atractivo, por el contrario, la hacía verse diferente y sensual.

» De cuerpo, aunque estaba un poco entrada en carnes, se veía que tenía buena figura y con las medidas exactas en cada parte de su anatomía, vestía con sobriedad y elegancia, lo cual le daba un toque más exótico.

» Más tarde, por boca de Carlos, sabría que era casada y que tenía tres hijos a los que adoraba, su marido la tenía desatendida y por eso ella había buscado refugio en sus brazos, también le dijo que se llamaba Selene Ortiz.

» Al día siguiente, por la mañana, Adela, recibió una llamada a su teléfono celular de un número desconocido, por un momento estuvo a punto de no contestar, no se sentía con ganas de hablar con nadie, aunque, pensando que podía ser Carlos, tomó el teléfono.

» Peniche, la invitó a comer y esa misma tarde se vieron en un restaurante en donde varias veces se habían citado, fue ahí donde Carlos, le contó lo que ella ya sabía, y además le dijo que se había ido a vivir con uno de sus hermanos a Tijuana.

» Le explicó que no la había llamado ya que el marido engañado era agente de la policía y Carlos, tuvo miedo de que pudieran rastrear sus llamadas, ya que su celular se había quedado en el departamento de su amante.

» Por ese motivo evitó llamar a todos sus conocidos, no quería que les hicieran daño o que los comprometieran de alguna manera, en Tijuana, estuvo trabajando con su hermano, así que juntó un buen capital de dólares y por la mujer con la que lo había visto, decidió regresar a la ciudad.

» Esa mujer, no sólo era su amante, ya que también estaba casada, sino que además era una excelente inversionista que lo había ayudado a incrementar su fortuna personal, por lo que seguía a su lado por interés.

» Aunque el pago que tenía que dar por los sabios y acertados consejos, era tenerla como amante, de ahí en fuera, seguía siendo el mismo de siempre, por lo que Adela, no debía desconfiar de él, la seguía estimando con el mismo cariño de siempre.

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