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Capítulo 5

En cuanto se van, doy un suspiro de alivio, el mismo que cuando el profesor de matemáticas optó por llamar a uno de mis compañeros al examen y no a mí. Mi madre, en cambio, viene hacia mí como un tren, mientras mi padre se encierra en su estudio. Creo que no le gustó la charla del almuerzo con Arnold.

Sea testigo del hecho de que se olvidó de regañarme por mi truco.

Y ahora que lo pienso, es posible que le haya dejado el trabajo a mamá.

Observo mientras ella me lleva a la sala de estar abrazándome fuertemente por los hombros.

Luego me detiene y me hace girar hacia ella.

-¿¿En ese tiempo?? ¿¿De qué hablaste?? - me pregunta como si fuera el protagonista de su telenovela favorita, y quería los avances de los episodios, antes que los demás espectadores.

-¿Te refieres con Percy?- Pregunto por seguridad.

-Y con quién sino.- responde casi molesta.

"Oh... no es gran cosa, acabo de decirle que nunca seré su esposa", le informo, y de repente esa pequeña y curiosa sonrisa suya se curva hacia abajo con decepción.

-Milla, no es ninguna broma… te casarás con él. Es mejor que empieces ahora a buscar complicidad, sino será peor después.- Me aconseja como sólo una madre puede hacer con sus hijos, y es con el corazón. Pero esta vez no estoy de acuerdo. No puede dejarme ir con ese chacal.

-Mamá… Percy no es el hombre indicado para mí, ¡¿cómo no entender eso?!- Gimo con ira, golpeando mi pie contra el suelo.

-No seas infantil, y entonces vi perfectamente cómo lo mirabas...- me aprieta el ojo, como para disuadirme de quitarme este escudo, que cree que simulo en presencia de Percy.

Suspiro, mirando hacia el techo.

-¿De verdad crees que estoy interesada?- Le pregunto a modo de pregunta, pero en realidad es solo una duda amblética.

No puedo entender qué ve en nosotros dos. Estamos exactamente en las antípodas.

Cierra los ojos de una manera que me preocupa.

-¿Ves como lo miras?- dice con voz ronca aterrorizándome aún más.

¡Y qué diablos!

¿Cuánto tiempo lleva mi madre adorando el barco Milla-Percy?

Parece una adolescente hormonal.

-Pero no es cierto... Lo miro normalmente, como miro a todos.- Intento defenderme de sus acusaciones, sintiendo un ligero vergüenza.

Percy es sin duda un chico hermoso: alto, ojos azules, cabello castaño claro, físico atlético.

El sueño de toda chica, pero no el mío.

-Tarde o temprano tú también lo admitirás.- murmura dándome una palmadita en la espalda, y luego se acerca a mi padre.

Y ya no sé qué hacer para oponerme a todo esto. Incluso estoy perdiendo la esperanza de encontrar una solución.

No pensé que podría llegar tan lejos. No pensé que tuviera el coraje de hacerlo. Pero no me dejaron otra opción. No me dejaron otra salida que casarme con Percy. Y es exactamente por eso que ahora camino en la oscuridad de la noche hacia el muelle.

Quiero irme lejos. Toma el primer hidroplano y no vuelvas nunca más.

De alguna manera me las arreglaré.

Llevo conmigo una mochila, en la que he metido las joyas que me han regalado para cada ocasión: bautizo, comunión, cumpleaños, diploma.

También llamé a Daniel por teléfono y le pedí que nos reuniera con nosotros exactamente a las once en el muelle.

Quiero que venga conmigo, incluso si no puedo obligarlo. Tomará su decisión, como yo he tomado la mía esta tarde, después de una cuidadosa y eterna deliberación.

Al doblar la esquina lo veo sentado en un banco, moviendo su pierna arriba y abajo esperando mi llegada.

-Dani.- Lo llamo y su cabello leonado se vuelve hacia mí, viniendo hacia mí.

-¿Lo que sucede? ¿Por qué me pediste que viniera aquí a esta hora?- dice preocupado, como si estas preguntas lo hubieran estado persiguiendo desde mi llamada telefónica.

-Me voy corriendo.- interrumpe, no quiero y no puedo alargarlo, además porque el último hidroplano sale en siete minutos. Y lo que sea que decida, no cambiará mis planes.

-¿Qué? ¿De qué estás hablando Milla? Me mira desconcertado y no puedo culparlo. Le digo que estoy a punto de escaparme con la misma tranquilidad que cuando tomo un café en la barra.

-¿Por qué quieres huir? ¿Qué pasó?- intenta convencerme para que cambie de opinión, pero no lo consigue.

-Mis padres quieren que me case con Percy Stuart.- Digo como si no hubiera solución ante estas palabras.

Frunce el ceño y se pasa una mano por el pelo.

-¿Qué? ¿Percy? ¿El hijo del socio de tu padre? Pero no pueden hacerlo. No te pueden obligar”. Habla rápido, sin saber qué decir.

-No los conoces, no pararán hasta verme en el altar, y no lo puedo permitir.-

-Pero esto es una locura, no pueden...-

-Daniel, no hay tiempo.- Lo bloqueo, notando que solo faltan cinco minutos para abordar.

-Te llamé, para decirte si quieres venir conmigo, pero debes saber que de todos modos me iré.-

No puede hablar. Quedó estupefacto. Simplemente mueve la cabeza de izquierda a derecha. Y desearía que la situación fuera diferente, que no estuviera aquí para comunicarle semejante noticia al chico con el que llevo dos años juntos, y con el que he vivido y compartido experiencias maravillosas, pero no puedo evitarlo. No puedo cambiar el destino.

Todavía nos miramos a los ojos. Grabo en mi mente sus ojos color avellana, en los que siempre he encontrado consuelo, refugio. Y quiero que él elija ir conmigo. Podríamos tener una vida increíble juntos, planes, una carrera.

Pero también entiendo que su vida está aquí, su familia está aquí, su casa está aquí, su trabajo está aquí.

Todo está aquí.

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