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Capítulo 3

Mientras que Meghan entro a su hogar como si nada haciéndoles creer a sus padres que solo había salido a comprar chucherías, por lo que puedo entender el porque le pidió tantas cosas a Ross antes de bajarse a comprar en la farmacia.

Según Ross, nadie entraba mucho al garaje y tampoco es que íbamos a estar mucho tiempo ahí.

—Muy bien estrellita, hora de irnos —dice Ross entrando al garaje lanzándome un casco y con rapidez lo atajo— solo tengo uno, así que póntelo para que nadie te vea.

—Deberías tener dos por si acaso —le informo en forma de seguridad.

—Nunca lo necesite, siempre anduve solo —se encoge de hombros.

—¿Entonces nunca llevaste a nadie aquí? —Apoyo mi trasero en su moto.

Se acerca peligrosamente a mi y eso me confunde.

—Las he llevado al cielo sobre la moto, pero jamás a su casa, por eso tengo un solo casco, para tener la excusa de que sin uno extra no puedo llevarlas a casa por seguridad —se detiene frente a mí quedando a solo centímetros.

—Eso quiere decir que has tenido sexo con ellas sobre la moto, ¿cómo es eso posible? —No logro imaginármelo.

—Para mi nada es imposible, ¿quieres que te muestre como? —Se muerde en labio con provocación.

—Uy no, que asco. —Le hago una mueca de disgusto.

—Ambos sabemos que sería todo lo contrario —se inclina acercando más sus labios.

Yo cierro mis ojos con fuerza, preparándome para mí primer beso, pero él solo se ríe haciéndome abrir los ojos.

—Vamos, tenemos que ocultarte y yo necesito colocarme una camisa nueva —me hace a un lado para subirse a su moto.

—No subiré ahí donde has tenido sexo —protesto.

—¿Por qué no? Está más que desinfectado, lo limpio a diario ya que a veces queda el olor y no quisiera que mi chica notara eso, ella si que tiene un olfato muy sensible —dice divertido.

—¡¿Tienes novia?! —me sorprendo.

—Es complicado… ¿subirás o no? —me pregunta y yo me niego— oh vamos estrellita, los tíos en algún momento entrarán y te verán, debemos irnos.

—Me iré caminando. —Me coloco el caso—. Así nadie notara que soy yo.

—Pueden olerte igual, la idea es ir rápido estrellita.

—No me digas así —me irrito.

—¡Oye, tranquila! —alza sus manos a la defensiva— siempre te dije así, ¿lo recuerdas?

—No.

—Súbete —suspira—, por favor estrellita, solo tienes dos opciones, subirte sobre mí y no poder tocar a lo que sea que te dé asco o subirte detrás de mí tocando aquello que te da asco.

—Ya quisieras tu que me suba sobre ti —resoplo mi nariz.

—Solo me gusta bromear y coquetear por diversión, pero jamás quisiera que estuvieras sobre mí, eres la hija del jefe —explica nuevamente.

—¿Y mi maleta? No la bajaste del auto —le recuerdo y maldice para sí mismo.

—Cierto, ya vuelvo. —Se baja la moto dejando las llaves en ellas.

No sé porque, pero algo loco se me acaba de ocurrir, me subí a la moto, la encendí y arranque en ella. Salí del garaje pasando por al lado de Ross.

—¡No, no, no! ¡Estrellita regresa, no sabes dónde vivo! —Logro escuchar de él, pero no preste atención.

Por supuesto que sabía en donde vivía. Sabía que Ross vivía en una cabaña fuera de la ciudad, así que tome camino hacia el bosque por la carretera, pude presentir pisadas entre el bosque, seguramente era la manada vigilando.

Será muy difícil ocultarme, entre lobos nos reconocemos a lo lejos por el olor, lo más probable es que ya supieran de mí desde que pise Grecia al bajar del avión.

Puedo escucharlos murmurando y preguntándose quién soy entre el bosque. Y también lo siento a él, me estaba persiguiendo, lo sabía.

Llego a la cabaña y freno de golpe cuando se atraviesa en mi camino Ross, estaba convertido en lobo, su pelaje era entre pelirrojo en la parte superior y blanco en la parte inferior, llevaba mi maleta es su espalda como si fuera una mochila y su tamaño era el triple del mío. Somos más grandes que los humanos, casi del tamaño de unos osos.

—¡Estás loca! —Me reclama cuando se convierte en humano—. Ahora todos buscan tu olor y los atraerás aquí.

—No veo la diferencia —ruedo mis ojos.

—Mi olor podría haberte cubierto estrellita, entiende eso, no me hagas esto más difícil —se veía un tanto molesto.

Yo me baje de la moto y solo la arrastré hasta el taller de Ross.

—No creí que supieras dónde vivo, ¿acaso me acosabas de pequeña? No creí que tú amor era obsesivo —me persigue mientras se burla.

—Jamás olvidaré cuando me rescataste ese día y me trajiste aquí, tengo vagos recuerdos de lo que pasó, pero no he podido olvidar cuando me trajiste aquí y me consolaste —confesé dejándolo sin palabras.

—Puedes recordar eso, pero no recuerdas que siempre te decía estrellita —lo encuentra increíble y hasta yo también lo encuentro así.

—No te sorprendas, aún hay cosas extrañas en mí —me sentí mal.

—¿Cómo que extrañas? Siempre fuiste virtuosa —me detengo, me quito el caso y lo veo.

—Creí que todos me odiaban y que por esa razón me desterraron para no matarme.

Él también se detuvo y me miro, iba a llorar, pero me estaba conteniendo.

—Oh estrellita. —Me abraza con rapidez y me acaricia el cabello—. Yo jamás te odiaría, lo que pasó aquella vez no fue tu culpa, yo… —Se interrumpe a sí mismo—. Aquí vienen, escóndete.

Corremos juntos al taller y me adentro en él junto con mi maleta, Ross cierra la puerta y me susurra del otro lado de que no haga ningún otro ruido.

Veo a mi alrededor detallando su taller, a Ross le encantaba esculpir madera, era bastante bueno, pero poco valorado por la familia y manada, ya que nuestro negocio familiar o de la manada, es la carne, tenemos carnicerías mundiales, con diferentes nombres, pero somos uno solo.

Normalmente es carne de animales que cazamos en el bosque, Ross no es muy fanático de la caza, se podría decir que hasta es vegetariano, ¿extraño, no? Un lobo vegetariano, solo come pescado para no perder proteína, ya que su cuerpo lo necesita para la fuerza. Aunque no sé si eso ha cambiado también.

Escucho pisadas, más que antes, milagrosamente el taller tiene un hoyo donde yo podía ver hacia ellos, pero estoy segura que ellos no podían verme, así que me puse a espiar.

Además de Ross, habían seis lobos en total que se habían detenido al frente de él, estos lobos se convierten en humanos dejándose ver a cuatros chicos y dos chicas, no logro ver bien como para detallarles su físico, pero sé que una de ellas se acerca a Ross para dejarle un beso salvaje en los labios, por lo que deduje que ella es su asunto complicado.

—¡Hey bro! Detectamos un olor bastante extraño y nos trajo hasta aquí, ¿no has visto algo que tenga que ver con eso? —pregunta uno de los chicos.

—Realmente no, pero ¿qué tan extraño es? —responde Ross.

—Seguramente debes tener problemas de olfato, es un olor difícil de olvidar, creo que hasta reconocible, pero no recuerdo de dónde —dice otro chico.

—Lo lamento, ya saben cómo soy. —Se encoge de hombros.

—Hoy la facultad tendrá una fiesta, ¿vendrás? —pregunta la chica que lo había besado.

—Solo si ti vas —coquetea él.

No sé porque eso me ha hecho sentir mal, muy enojada, tanto que comencé a botar humo por nariz, decidí respirar y calmarme, lo último que quiero es llamar la atención y además arruinarle el sueño a Ross por haber trabajado tanto en este taller.

—Perfecto, entonces vámonos. —Toma su mano y lo hala, pero él no se deja.

—Luego los alcanzo, debo terminar unos asuntos.

—¿Necesitas ayuda? —ofrece la chica de forma muy sensual.

—No ese tipo de ayuda Chloe, gracias. —La aparta.

—Bueno bro, nos vemos en la fiesta. —Se despiden sus amigos convirtiéndose en lobos y yéndose.

—¿Estás seguro? —insiste la Chloe.

—Muy seguro.

La chica besa sus labios y él los recibe, luego se separan y ella se va con otra chica más, salen corriendo mientras se transforma en lobo.

Ross suspira y se voltea hacia a mí, yo me alejo para disimular y hacerle creer que no lo estaba espiando. Finjo que seguía mirando su esculturas y tan bien lo fingí que resultó ser cierto. La puerta se abre y él entra.

—Eres la única que he dejado que entre aquí porque nunca me juzgaste —confiesa él.

—¿Quién soy yo para hacerlo? —respondí viendo una escultura ocultada con una sábana.

—Ese no está terminado y me daría mucha vergüenza de que lo veas sin terminar, así que te pediría que por favor no lo abras hasta que lo termine, prometo que serás la primera en verlo —me detiene y lo mire con una sonrisa.

—Y yo prometo no verlo hasta que lo termines —le aseguré y me sonrío.

—Gracias… estrellita, tengo que salir, así que estarás sola hasta que vuelvas, pero si necesitas algo, lo traeré enseguida, ¿quieres comer? —Se ve muy interesado en atenderme o tal vez este confundiendo si amabilidad.

—¿A dónde vas? —finjo no saberlo.

—Saldré con mis amigos, a una fiesta de la facultad, te invitaría, pero la idea es que te mantengas oculta.

Me giro para verlo y él se acerca a mí.

—Nadie va a notarme. —Me aseguro creyendo que exagera.

—¿Cómo no? Siguieron tu olor hasta aquí —rueda sus ojos mientras ríe.

—Me bañaría en sangre de gato para quitarme el olor —Esa solución la conocía de internet.

—No solo tendrías un mal recibimientos, si no que también eso podría matarte porque eres alérgica a los gatos —sigue contradiciéndome y eso me frustra.

—Para eso tengo las pastillas que me compraste.

—No te recordaba tan terca —niega riendo mientras lleva un mechón de mi cabello detrás mi oreja.

—No creí que me notarás, ya que siempre me viste como la mejor amiga de tu prima —pensé en voz alta y me retracto de hacerlo, ya que no me dice nada.

Se ha quedado callado y eso me ha hecho sentir más insegura de mi misma.

—No irás conmigo. —Cambia su humor de enviando.

—No puedes encerrarme aquí hasta que decida regresar a Escocia —proteste.

—No pienso perderte de nuevo —dijo molesto y estuve atónita—, préstame tu celular.

—¿Para? —pregunté mientras lo sacaba de mi bolsillo.

—Anotaré mi número en tal caso que necesites algo. —Me lo arrebata—. Tiene contraseña, ¿cuál es? —pide.

—Yo puedo ponértela —Le quite el teléfono y puse la contraseña, me daba vergüenza decirle que era su fecha de cumpleaños.

—Muy bien, no importa lo que yo esté haciendo, me escribes y aquí estaré enseguida estrellita, ¿de acuerdo?

Asentí a la misma vez que le regresaba el teléfono para que anotara mi número.

—No necesitas interrumpir tu vida para cuidarme, si necesitaré algo, Meghan puede venir a traérmelo o acompañarme.

—Es que esas fiestas no son importantes.

—¿Entonces por qué aceptas ir a ellas?

—Yo… le diré a Meghan que te traiga la cena. —Me regresa mi celular.

—¿Estás bien? —Lo vi algo desanimado.

—Si, claro.

Se da la vuelta y se va, dejándome sola en el taller.

¿Y ahora que podía hacer? No podía pasar toda mi estadía encerrada en el taller de mi crush, algo se me debe ocurrir. Aún no anochecía, pero tenía mucho cansancio, para mí suerte, Ross tiene una camilla en el taller, lo que me hace pensar que se queda a trabajar hasta muy tarde.

Me acosté en aquella camilla impregnando su aroma fuertemente a mi nariz, hasta si pelaje huele bien, como cachorro sacado de peluquería, era increíble. Cerré mis ojos y me dormí para descansar un rato.

Flashback.

Desperté gracias a los gritos de mamá y papá, siempre discutían y para una nena de siete años como yo le era difícil entender sus discusiones o su manera extra de amarse.

Está vez no era la típica discusión dónde papá es muy descuidado en cosas de la casa, como alfa era perfecto, pero como humano esposo y padre de familia, le faltaba por aprender.

Era primera vez que escuchaba a mamá llorar en la discusión y eso me preocupó, así que después de arreglarme para el día, baje a asegurarme de que ambos estuvieran bien, siempre dejaban de discutir cuando me veían cerca, aunque era inútil porque ya los había escuchado, más no sabía o tenía claro lo que decían, no les prestaba mucha atención.

Cuando baje, los vi en la cocina, ya había dejado la discusión y papá la abrazaba, mamá lloraba desconsoladamente en sus brazos.

—No permitas que se la lleven Mack —sollozaba mi madre en sus brazos.

—Si no lo hago, habrá una guerra entre manadas Nina.

—¡Es nuestra hija! —Lo empuja.

—Lo sé, esto también me duele, pero le prometí a tu padre proteger nuestra manada pase lo que pase. —Él intenta acercarse a ella.

—Debe haber otra solución.

—Hacerla pasar por muerta y enviarla con mi padre.

—No quiero que pase su vida sin nosotros Mack.

—Nina, prefiero matarla yo a qué la mate otro, así son las reglas.

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