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Capítulo Cinco

La turbación la que la embargaba creció al sentir como las manos de él acariciaban todo el cuerpo despojándola del sujetador para besar y succionar sus firmes y redondos senos y provocar así, la erección de los bien dibujados pezones.

—Por favor —susurro gimiendo y estremeciéndose de placer— No quisiera que nadie me viera así… es muy penoso para mí y… no está bien… que… yo… me deje…

David siguió besando las turgencias de sus senos insistiendo en la caricia succionantes y pasando de un pezón al otro, a la par que llevaba su mano diestra al pubis de Macaria, y sus dedos se enredaban entre los rizos de aquel triangulo que protegía un sexo que ardía ya de deseos incontenibles por ser penetrado y disfrutado hasta el cansancio.

Macaria, volvió a gemir cuando la caricia de aquella mano se hizo más precisa, tuvo que hacer un verdadero esfuerzo sobre si misma para no dejarlo seguir adelante.

—No… por favor aquí no… Pueden vernos… y no me gustaría… me haría sentir muy incomoda con las personas que me conocen… por favor… entiéndeme.

Macaria acababa de rendirse al hombre, David, se incorporó para besarla en los labios, entre beso y beso le murmuro de una manera seductora y con su voz ronca y pasional:

—Vámonos de aquí… tampoco a mí me gusta este sitio, prefiero estar contigo donde nadie nos moleste, en donde podamos ser tú y yo nada más.

—Vamos, sí, pero no al hotel —dijo ella viéndolo a los ojos— ahí me conocen.

Mientras le besaba en el cuello y le mordía una orejita proyectando luego su lengua al interior de su oído en una caricia enervante David, le contesto:

—Bien, te llevaré a las afueras de la ciudad a un motel discreto y disfrutaremos con locura.

Macaria, escuchaba lo que tantas veces soñó oír de los labios de David, aceptó al instante la proposición, para después besarlo con pasión, a modo de asentimiento.

Mientras David, se vestía para ir al coche y esperar a Macaria, esta procuraba ponerse su vestido más elegante, más sensual y seductor, estaba segura de que por fin había llegado para ella, el día en que disfrutaría entre los brazos de David, todos los placeres que tantas veces imaginó en sus noches solitarias y que estaban a punto de convertirse en realidad.

Macaria, se había recostado en el asiento al lado de su hombre reclinando su cabeza en el hombro de David, que de vez en cuando la besaba para mantener la temperatura sin que la chica se enfriara antes de llegar al punto de destino, también le hablaba para distraer su atención prodigándole los halagos y ternura a fin de conservar su dominio sobre ella y facilitar así el logro de sus deseos.

Cuando llegaron a la pequeña explanada en que se encontraba el motel, David, estacionó su auto en la zona reservada para tal efecto y llevando a Macaria, abrazada por la cintura entraron en el cuarto del motel.

—Ponte cómoda mi amor —le dijo él.

Macaria, respondió con una sonrisa tratando de ocultar su nerviosismo y estirando una de sus manos le pidió con la voz tranquila:

—¿Quieres darme un cigarrillo por favor?

—Claro mi amor ahora mismo.!

David sacó del bolsillo una cigarrera de oro y la abrió para sacar dos cigarrillos, mismos que llevó a su boca para luego encenderlos juntos, al mismo tiempo.

Mientras aspiraba la primera bocanada de humo, Macaria, se acercó a la ventana y contemplo el paisaje, la vista era hermosa.

Macaria, suspiro voluptuosa al expeler el humo de sus pulmones y al sentir que a sus espaldas se apretaba el cuerpo vigoroso y sensual de su deseado hombre.

La mujer gimió levemente, volteó la cara aprisiono sus labios en un beso voraz y mordiente, Macaria respondió con fuego volviéndose del todo y dejando que los brazos del hombre la estrecharan con fuerza, sintiendo entonces en uno de sus muslos la presión apremiante de la virilidad del macho que debía impacientarse con la espera.

En ese instante vibraron todas las fibras del cuerpo de Macaria, estremeciéndole todo su ser en un anhelo apasionado de saciar su hambre de amor, su sed de pasión, sus ansias de caricias y se apretó lujuriosa contra aquel cuerpo del hombre que la excitaba al máximo, mientras con su boca trataba de devolver los besos violentos y sensuales que él le prodigaba.

Las manos expertas de David, comenzaron a despojarla de su ropa mientras él hacia lo mismo con sus ropas, quedaron de pie completamente desnudos, él se abrazó a ella puesto que en ningún momento había dejado de besarla, luego se agachó un poco.

Macaria, comprendió aquello y se abrazó a su cuello y David, levantándola en sus fuertes brazos la llevó hasta la cama y ahí la recostó tendiéndose a su lado, besándola en el cuello, sus manos recorrían aquel cuerpo escultural y bello.

Macaria, se estremecía de pies a cabaza, motivada por las caricias de él y trataba de corresponderle a plenitud, aunque su falta de experiencia hacía que sus movimientos y reacciones fueran torpes, sin embargo, David, no le daba importancia, quería enloquecerla, deseaba que ella anhelara la penetración más que ninguna otra cosa en la vida, así que seguía besando su cuello y sus hombros.

La mano varonil de él se había clavado entre las piernas de ella acariciándole con suavidad los labios vaginales abiertos levemente, las yemas de sus dedos rosaron en dos o tres ocasiones el pequeño clítoris que emergía entre aquellos labios como un soldadito fiel y guardián de todo aquel tesoro de placer y deleite.

Ella gemía y se movía en la cama al sentir su boca ahora en sus grandes y hermosos pechos, mamando, succionando, lamiendo y gozando de aquellas mieles deliciosas, la mano de Macaria, había buscado el garrote endurecido de él y le daba pequeños apretones al momento mismo en que trataba de chaqueteársela.

La boca de él siguió bajando y llegó hasta el ombligo de aquel vientre plano y liso en el que penetro la lengua arrancándole un prolongado suspiro de placer con el que ella que se estremeció y movió sus nalgas hacia arriba.

Sin que ella lo viera David, sonreía satisfecho con lo que estaba logrando en aquel anhelante cuerpo, y siguió hasta abajo, le abrió las piernas para colocarse entre ellas y clavar su cara en el triángulo de vellos tupidos y negros que se formaban en el monte de venus de ella.

David, pudo entonces paladear la miel intima que ella derramaba ya a montones

Su cuerpo temblaba y Macaria, estaba gozando lo inenarrable, la lengua de él recorría de abajo hacia arriba los labios vaginales de vez en vez se clavaba en el interior de aquella vagina ardiente y deseosa.

Las manos de Macaria, habían sujetado la cabeza del mamador y lo pegaban más contra su caliente y delicioso biscocho.

David, se aplicaba succionando, sorbiendo el placer que impregnaba y destilaba su carne, al mismo tiempo que David, besaba su panocha enardecida, las manos del hombre se deslizaban por los senos para alcanzar luego las nalgas presionando en estas para que se alzarán y el tesoro que succionaba se ofreciera insistido a su enervantes y enloquecedoras caricias.

Variando ligeramente de posición, David, acarició con su boca la planta de los pies disipando su lengua contra los dedos, lamiendo los tobillos para seguir ascendiendo por las piernas, ganando los muslos y volviendo a hundirse en el húmedo y excitante sexo hasta mordisquear el clítoris con una insistencia que hacía desvariar a la cachonda hembra.

Macaria, se puso a gemir estremeciéndose convulsa.

—Me vuelves loca papito, esto es demasiado para mí... No puedo más... siento que me vengo.

Aquellas palabras entrecortadas, mezcladas con suspiros y lamentos apasionados, excitaron todavía más al hombre que sin dejar de acariciarla, de besarla, de poseerla con su ávida boca murmuro con su voz ronca y varonil:

—¡Que hermosa eres mamita y que sabrosa eres...! ¡Que deliciosa y cachonda te portas!

Macaria, seguía agitándose y ofreció la espalda a las enervantes caricias de aquella lengua prodigiosa, David, recorrió aquellas carnosas y bien formadas nalgas a besos para ascender por la espina dorsal hasta la nuca insistiendo luego en los hombros y profundizando en sus oídos haciendo que todo el cuerpo de la mujer vibrara.

Fue fantástico, tan sensacional que Macaria, elevó su cuerpo en varias ocasiones ofreciéndose a las manos y a la boca de David, para que continuara acariciándola de aquel modo turbador y extenuante que la llevaban a niveles de cachondez inimaginables.

Macaria, experimentaba una sensación tan lujuriosa, cálida y amorosa como no la había sentido con ningún hombre hasta entonces, se abrazó a David, para besarlo apasionadamente, los cuerpos desnudos se enervaron al rozarse, al frotarse el uno con el otro, el miembro del hombre volvía a deslizarse entre los torneados y exquisitos muslos de Macaria aumentando de modo increíble la cachondez de ella.

David, se deslizó sobre el cuerpo de la muchacha, llevando la lubricada arma por encima del vientre hasta los senos, aposentándose entre estos, masajeándolos y frotándolos contra su enardecido y durísimo miembro, que cabeceaba delante mismo de la cara de Macaria.

David, murmuro algo casi ininteligible y Macaria, incorporó el cuerpo girando su cara hacia él para preguntarle:

—¿Qué dices papito no te entiendo…?

—¡Quiero que me lo mames! —le repitió

David, adelantando un poco más su cuerpo situando su verga al alcance de la boca de Macaria.

—Mámamelo mamita —le pidió— Bésame aquí, lo necesito.

Macaria se dio cuenta de que él estaba muy excitado, vio también la amoratada cabeza de aquel miembro que cabeceaba ante sus ojos y se sintió impulsada a complacerlo, su boca se abrió con avidez para apoderarse de aquel miembro y lo engulló todo entero, comenzando a acariciarlo con su lengua a toques suaves y enervantes, saboreando con deleitación la dureza de la verga enardecida y que palpitaba bajo el contacto de su húmeda y cálida boquita.

Al cabo de unos minutos David, se apartó de Macaria, diciendo que no quería venirse en su boca y aprestándose a montarla, Macaria, se movió con rapidez empujándolo para que quedara boca arriba, lo montó cual caballo clavándose ella misma en el poderoso garrote hasta sentir como profundizaba en sus entrañas y la colmaba por completo.

En aquella posición Macaria, veía lo mucho que hacía disfrutar a su hombre que estaba bajo de ella, apoyándose sus rodillas la hembra alzaba ligeramente su cuerpo notando como la verga de David, se deslizaba dentro de su lubricada vagina, para luego dejarse caer con violencia y hacer que la penetración fuera máxima y de una prodigiosa intensidad.

Nunca había gozado tanto Macaria, de un acoplamiento sexual con un hombre, jamás disfrutó como lo hacía en aquel instante en que era ella la que se cogía al hombre con el que tantas veces había soñado, veía que David, se mordía los labios y la mirada con ojos extraviados y sentía que sus manos se aferraban a sus nalgas para incitarla a hacer más rápidos sus movimientos con las caderas, al mismo tiempo que trataba de llevar el mismo ritmo que ella había tomado en ese vaivén delicioso de meter y sacar su chile de aquella estrecha vagina.

Macaria, tuvo la sensación de que el miembro viril en que se había ensartado con tanta destreza, crecía y crecía de un modo prodigioso, hinchándose dentro de ella, alcanzando los niveles y proporciones extraordinarias, haciéndose más duro y más largo, llenándola por completo en su cachonda vagina, trató de decírselo a él, aunque le fallaron las fuerzas y la voz no broto más que un sordo ronquido de su garganta.

También David había perdido el control de sí mismo sumergido en aquel abismo de deleites sensuales, también él se agitaba en espasmos y convulsiones virulentas mientras alcanzaba el orgasmo que le hizo proferir un gemido bronco, como el de un burro para que de inmediato, se desmadejara en la cama, gozando, jadeante y desfallecido, al mismo tiempo que Macaria, se venía ruidosa y placenteramente en un intenso orgasmo.

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