*CAPÍTULO 1 EL INICIO DE UN AMOR*
Casley sonrió, mientras observaba atentamente la pantalla de su celular, mordió su labio inferior intentando controlar las emociones que le invadian. Había jurado no volver a entregar tan fácilmente el corazón, pero Enrique Castellanos, le hacía querer olvidarse de todas aquellas promesas, que creía que ya no podría sostener.
Giró su rostro hacia la mesa de noche junto a la cama de su habitación, el florero sostenía una docena de rosas, seis blancas y seis rosadas.
Enrique era un hombre muy dulce, atento y detallista. Volvió la vista a su celular que volvía a timbrar.
— Cariño, pon pausa a tus estudios y ven a Almorzar — La dulce voz de su madre la sacó de su ensoñación.
— Ahora mismo voy, madre — arrojó el celular a la cama y giró hacia la computadora, dejando escapar un largo suspiró. Cerró el documento, y salió. Su madre la esperaba en la mesa, junto a sus dos hermanos menores, les sonrió y se sentó, su madre agradeció y bendijo los alimentos antes de comenzar a comer tranquilamente.
La tarde pasó apresuradamente y cuando solo faltaban veinte minutos para las cinco de la tarde, ya ella estaba lista y nerviosa. Observó su imagen frente al espejo, y sonrió, su cabello oscuro como es azabache llegaba apenas a rozar sus hombros, sus ojos color café, eran hermosos y brillantes, llenos de una luz de inocencia, había salido con chicos antes, pero Enrique era diferente, lo supo desde el primer momento que lo conoció.
Cerró los ojos para recordar el día en que lo conoció. Increíblemente tenían un amigo en común, un amigo por el que Casley sentía un profundo amor de hermanos, pero que lamentablemente en más de una ocasión había expresado sus fuertes sentimientos hacia ella, sentimientos que no podía corresponder, y estaba segura de que jamás podría hacerlo, para ella era un hermano que la vida le había regalado. Casley llegó a la plaza a reunirse con su amigo y lo vio en compañía, solo que no le dio importancia, pero cuando vio a aquel chico, su corazón dio un pequeño salto, nunca antes me había sucedido algo como aquello, es como si por algún motivo quisiera salirse de su pecho. Luego comenzó a latir desbocado, sus manos temblaron y su cuerpo se estremeció cuando tus grandes ojos marrones se posaron en ella.
¡Oh, que ojos tan hermosos!
Son claros, bellos, limpios, sin maldad, sin egoísmo, son buenos, es así como ella pudo verlos. Unos enormes ojos marrones fijos en ella.
Sin pensarlo, se arrojó a los brazos de su amigo y dejo sobre su mejilla un cálido beso, él me estrechó con fuerza. No espero ser presentada, era una persona sociable y muy amigable, aunque en aquel momento se sentía cohibida , no reprimió mis instintos. Se inclinó y besó la mejilla masculina de su amigo y la de otro chico que los acompañaba.
— Mucho gusto, soy Casley— dijo dulcemente mientras sonreía. Aquellos hermosos ojos seguían clavados es ella. Inmediatamente lo supo, en ese momento intuyó que su vida cambiaría.
Casley, abrió los ojos volviendo a la realidad. Sonrió a su reflejo pensando en que había tenido razón, su vida comenzaba a cambiar, gracias a él.
Cuando llegó a la plaza, Enrique ya la esperaba, la tomó entre sus brazos, estrechándola de manera calurosa.
— Hola, estás muy linda.
— Gracias, Enrique— le respondió sonrojada.
—Traje esto para ti— le extendió un hermoso perro de peluche, con su gorrito verde y enormes ojos café.
—Es hermoso, muchas gracias — responde tomándolo y depositando un beso en la mejilla de él — Es precioso, Enrique. Siempre quise uno como éste.
—Entonces me alegra ser yo quien te lo de.
—Le llamaré, Kike— dijo sonriendo — en honor a ti, un diminutivo de tu nombre.
—Gracias, es como si de hoy en adelante yo te acompañará siempre.
— Lo cuidaré mucho, de nuevo gracias, sabes que no es necesario que me compres cosas, amo los pequeños detalles que puedas darme, y son precisamente detalles que no compras con dinero.
—Lo sé, eres muy dulce— le acarició la mejilla con ternura — pero lo hago con gusto, me alegra llenarte de detalles y ver cómo se iluminan esos preciosos ojos tuyos, eres hermosa.
—Realmente no lo soy — sonrió— July, ella es la belleza de la familia — dijo, refiriéndose a su hermana menor.
—Para mi, no existe nadie que iguale tu belleza, porque no eres hermosa solo por fuera, sino que tus sentimientos son más bellos.
—Gracias, Enrique.
—Estoy enamorado de ti, Casley. Te amo — dijo con una enorme sonrisa, mientras acariciaba su mejilla con dulzura, el corazón de Casley se detuvo, al igual que su respiración. Aquellas eran palabras profundas.
Tuvo un terrible miedo y no pudo evitarlo. Tuvo miedo a enamorarse, ya lo había estado anteriormente y aunque fue bonito cuando comenzó, al final terminó con el corazón roto, llorando y sufriendo los estragos del amor en su vida.
Tuvo miedo de que él fuese igual, tuvo miedo de que la lastimaran. No quería confiar, pero con cada día que pasaba él le robaba un poco de mi corazón. Creció el cariño, creció la necesidad de verte y tenerle, pero también creció con ellos el miedo. Miedo a tenerle y perderle. Miedo a entregar el corazón a la persona equivocada, miedo a que la hiciera sufrir y sólo cerraba los ojos y le pedía a Dios la ayudara a confiar nuevamente.
Quería creer en él.
Quería amarle, así como el decía amarla.
Quería que el miedo se fuera y entregarle su ser.
Enrique percibió su turbación y la abrazó, transmitiendo la calor, ella tembló internamente ante la sensación de protección que la embargó. Enrique se alejo un poco y la miró a los ojos.
—Te amo— repitió suavemente antes de inclinarse sobre ella y comenzar a besarla, sus labios se movían insistentes sobre los de ella, sin embargo Casley estaba paralizada.
Allí estabas él intentando que correspondiera sus besos, y Casley sintiéndose terriblemente avergonzada, había pasado tanto tiempo desde la última vez que había besado, que temía hacerlo mal, se imaginó que quizás estropearía el momento, que chocaría sus dientes, que estornudaría de los nervios.
Sentía que tenía que ser perfecto y no quería estropearlo.
De pronto los hermosos ojos de él, se cargaron de tristeza y Casley no pudo evitar sentir que lo estaba lastimando.
No quería hacerle daño, porque ella también necesitaba también necesitaba aquel beso. No pensó que ocurriría, pero Enrique la miró y se giró para marcharse, y ella por primera vez en mucho tiempo se sintió segura de lo que quería.
Lo tomo del brazo y lo hizo volverse, quedando frente a ella y sin pensarlo más se arrojó contra su boca.
¡Si!
Era justo como lo había soñado; labios gruesos, carnosos, suaves y terriblemente deliciosos. Aquel era un gran beso se olvidó de la vergüenza y lo besó.
Lo besó como si se le fuese la vida en ello, era uno de esos besos que no quieres que acabe.
Escuchaba cómo su corazón golpeaba con fuerza.
Las personas transitaban por la plaza,
Pero no quería escucharles quería quedarse besándolo. Si era posible, quería vivir besándolo siempre.
La masculina lengua se deslizó en su boca y se estremeció, mientras ambas lenguas se encontraban ansiosas, en una sensual danza de placer dónde sus lenguas encontraron su propia danza, inventaron sus propios movimientos, mientras que ella totalmente ansiosa me abrazaba a ti.
¡Oh, que boca la tuya!
Al separarse, él la miró sonriente y ella sintió que la vergüenza cubría su rostro, pero él volvió a besarla. Un beso más rápido y menos intenso. Luego rió feliz, le besó la mejilla y se marchó.