Capitulo 5 – Reencuentro
Llevamos un par de días viajando por carretera, aunque la lujosa camioneta en la que andamos es bastante cómoda, igual el cansancio me mata, sobre todo porque acabo de salir del hospital.
Sí, me había recuperado, pero todavía no me sentía al cien por ciento de mis capacidades. Aún sufría de muchos espasmos y dolores musculares, así como migrañas, para lo que me recetaron analgésicos y llevar un control bastante estricto.
No entendía por qué no viajamos en avión, fue una tortura viajar de esta manera en mi condición, sin embargo, según Hugo e Iván, es más seguro para todos nosotros viajar por carrera.
Luego de ver diferentes tipos de paisajes y pasar por distintos pueblos muy pintorescos, llegamos a una zona bastante rural y campestre. Estaba ansiosa, Hugo e Iván me habían dicho que ya estábamos por llegar a nuestro destino y tenían una sorpresa preparada para mí. Eso me animó bastante.
Llegamos a una bellísima finca, un lugar de ensueño, pasamos por un portal con un letrero que decía “Finca el Retiro”, un nombre bastante ideal. Desde la entrada, el campo estaba cubierto con un verde césped hasta donde podía ver, a lo lejos se visualizaban las siluetas de un ganado y varios hombres montando unos hermosos caballos.
Inmediatamente, abrí la ventanilla del auto, el aire fresco y el olor a tierra húmeda me embriagó, resultó refrescante. Levanté la vista y el cielo azul con algunas nubes blancas dispersas, completaban en paisaje. Suspiré con fuerza.
Llegamos a la casa, que para ser sincera, me pareció una exageración. Se veía enorme desde afuera y con una arquitectura bastante moderna con enormes ventanales y balcones, parecía no encajar con el ambiente campestre.
Salí de la camioneta literalmente con la boca abierta, los enormes pilares de la casa, las líneas rectas, los grandes cristales que la cubrían, la mansión estaba preciosa, relucía pintada en colores claros terrosos, blanco, beige, marrón claro. Me enamoré del lugar, apenas llegué.
La puerta principal se abrió y di unos pasos hacia atrás tambaleándome, Hugo e Iván me sostuvieron por los brazos para que no me cayera. Sentí como todo se nubló en mi mente, todo se puso oscuro, ¿Lo que vi era una alucinación, un fantasma?.
Quien nos esperaba en la puerta era mi primo hermano Roberto.
— ¿Mayra? ¿Mayra? ¿Estás bien?.
Todavía bastante mareada, comencé a recuperar el conocimiento, sentí como me cargaban como a un infante, apenas pude abrir los ojos, vi que era Roberto quien me llevaba en sus brazos hasta un sofá en la sala de la casa.
Quería saltar de sus brazos, quería decirles que estaba bien, pero el cuerpo no me respondía. Roberto me cargaba con una facilidad impresionante y no es que estuviera delgada con la dieta que me habían puesto en ese lujoso hospital, pero es que se notaba a leguas que los brazos y la espalda de Roberto estaban muy bien formados.
Me coloco con suavidad en el sofá y se sentó en una orilla del mismo, a un lado mío.
— ¿Mayra? ¿Cariño, estás bien?. — Susurró con dulzura.
Él preguntó una vez más, apenas notó que abrí mis ojos. Yo todavía no podía hablar, simplemente me quedé estática, observándolo. Roberto acercó su rostro al mío, habló en un tono bajo, amable.
— Mayra, cielo, ¿Todavía no te sientes del todo bien? ¿Necesitas de un doctor? Llamaré a uno. — En sus ojos se veía la preocupación.
Escuchaba cómo sus palabras eran rápidas, creo que él hablaba demasiado rápido, Roberto estaba genuinamente preocupado, sostenía con fuerza mi mano y yo quería responderle, quería hablar, decirle que estaba bien, nada más algo sorprendida, sin embargo, las palabras seguían sin poder salir.
— ¡Hey! ¿¡Que hacen allí parados!? ¡Vayan a llamar a un doctor!.
Hugo e Iván, que también me miraban con preocupación, se sobresaltaron al escuchar el grito de su jefe y salieron corriendo de la habitación. Estábamos solos, Roberto se acercó todavía más, inclinándose sobre mí, pasó una de sus manos con suavidad por mi rostro, acomodando mi cabello detrás de mi oreja.
Mi corazón estaba muy acelerado, quizás en parte por el susto de encontrar a Roberto frente a mí, vivo, después de darlo por muerto, no obstante, también la situación me comenzaba a poner nerviosa, nunca antes había estado en una situación tan comprometedora con mi primo.
— Mayra. — Murmuró muy cerca de mi cara. — Lo lamento tanto, seguramente te sorprendió verme ¿Verdad?. — Asentí tenuemente. — Pensé que con la visita en el hospital… — Cerró los ojos con fuerza y movió la cabeza de un lado a otro como si negara algo. — Debí suponerlo, estabas muy sedada con los medicamentos. No podía aparecer otra vez porque corría el riesgo de ser descubierto y los muchachos también tenían prohibido mencionarme por el mismo riesgo. — Suspiró, su cálido aliento golpeó mi cara, volvió a acariciar mi rostro con suavidad. Noté como apretaba sus carnosos labios hasta convertirlos en una línea, parecía molesto, frustrado. — Lo lamento mucho.
Se escucharon pasos, se separó de mí a una distancia más acorde. Hugo e Iván venían de regreso, ya habían llamado al doctor, tardaría algo en llegar porque estábamos algo alejados del pueblo.
— ¡Maldición! Tendrán que buscar un buen doctor que se instale por una temporada aquí. No quiero correr riesgos.
Roberto se notaba cada vez más frustrado y preocupado. Caminaba por el pasillo resoplando, una y otra vez. Verlo tan inquieto y rezongando me hizo recordar lejanamente al Roberto de pequeño, con quién crecí. Eso me causo gracia y sonreí para mis adentros. Mi corazón y mi mente, ya se sentía más tranquilo, comencé a sentir un gran alivio.
¡Espera! ¿Te has dado cuenta? ¡Roberto está vivo! ¡Tu primo está vivo y está aquí contigo!.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Finalmente, mi cerebro había procesado todo. No estaba sola, mi querido primo estaba vivo, él me acompañaba y me cuidaba, como siempre lo había hecho, mi corazón se llenó de alegría, sentí como si mi pecho se hubiera llenado, como si se inflara, como una calidez me recorría todo el cuerpo al tiempo que las lágrimas caían por si solas.
— Roberto.
Lo llamé con cierta timidez, él volteó sorprendido y al ver mi expresión, pareció aliviarse un poco. Estiré mi mano hacia él. Roberto caminó lentamente hacia mí, como si temiera asustarme, nuevamente, tomó mi mano, se sentó a mi lado, con la mano libre limpio mis lágrimas y nos unimos en un fuerte abrazo.