Capítulo cinco
Celia se sentía completamente destruida, quería llorar pero se negaba a hacerlo, su pecho le dolía al querer retener las lágrimas, sentía como si en cualquier momento su mundo se desvanecería. Miraba a la Dra Masson con desesperación, esperaba los resultados y luego salir disparada de aquella clínica.
—Aquí está, linda —la doctora se acercó con una sonrisa y le entregó los resultados. —, te he dado una cita para que hagas todos tus chequeos de tu bebé aquí y no tengas ningún problema al venir.
—Muchas gracias, le pagaré en efectivo mi tarjeta ya no sirve —Celia guardó los resultados en su mochila y le pagó a la doctora.
—Sigues con esa manía de no querer ir a pagar tú pero esta bien, sabes que cuentas conmigo, cuida te mucho, llevas a una criatura ahí.
—Lo sé, gracias otra vez.
Celia salió de la clínica y decidió irse caminando para pensar y despejarse.
—Es mi culpa, no por entregarme a él sino por cometer un pecado sabiendo que lo era y me toca pagara la sola y lo haré.
Su vista se nubló de tantas lágrimas que salían de sus ojos pero ya había hecho lo difícil, ya le había dicho lo de su embarazo y debía sentirse libre.
Al llegar a su casa lo que hizo fue lanzar se a su cama y llorar hasta el cansancio, aprovechó que mañana saldría a buscar trabajo con Sarah y lloró para quedar sin lágrimas mañana.
Tan pronto salió de la sala de emergencias fue corriendo hacia él cuarto donde la había dejado, tenía un sentimiento de desesperación, quería verla pero sobre todo comprobar de que tendría un hijo enserio.
Entró al cuarto y al no verla se decepcionó mucho pero si alcanzó a ver a la Dra Masson.
—Me permites ver los resultados —pidió desesperado.
—Lo haría pero se los di inmediatamente que la revisé —explicó la Dra.
—Dime lo que sea de los resultados :pidió.
La Dra Masson lo miró confundida. —¿Por qué tanto interés en ésta joven cita?
—Sólo dime —tomó las manos de la señora de baja estatura.
—Está bien, tiene 3 semanas de embarazo por ahora todo parece estar bien.
—Gracias —sonrió y la Dra se marchó.
—Dios mío —pasó sus manos por su cabeza. —, está esperando un hijo mío, te amo Celia, ésta vez no te dejaré por nada no me dejaré convencer lo prometo —salió corriendo a ver si la encontraba pero no había rastro.
Regresó y la llamó pero no contestó cosa que lo molestó pero que podía hacer, él debía de reconocer que la había dejado sin razón.
Al regresar a dentro se topó nuevamente con la Dra Masson.
—¿Ahora quieres saber cuánto le cobré? —preguntó la Dra con sarcasmo.
—No, como cres, pero ¿cómo le pagó?
—Efectivo, dijo que su tarjeta no servía, me hace que te interesa —lo señaló con una mirada acosadora y se fue diciendo. —, no lo niegues.
Tan pronto terminó sus horas de trabajo fue a su casa, entró al cuarto donde le estaba preparando la sorpresa.
—Ésta es la señal, de que tú nos quieres juntos Dios, ella tenía razón, respondes cuando te Clamamos —sonrió pasando su palma por su rostro —, voy a ser papá.
~
Cansada pero dispuesta decidió entrar a ese lugar dónde había un cártel de solicitación.
—Celia —la detuvo Sarah — eso no es para ti eres universitaria mereces algo mejor sólo espera.
—Lo necesito Sarah, para poder pagar mis estudios y en las vacaciones regresar a casa, no le puedo pedir dinero a mi madre luego de lo que hice —Celia miró a su amiga a los ojos con decepción, no le agradaba la idea pero lo necesitaba.
—Puedes hasta tener un trabajo de secretaria, te presto le pediré a mi padre — Sarah tomó las dos manos de su amiga tratando de convencerla.
—No, por favor déjalo así puedo hacerlo, saldré adelante sola, con mi hijo — Celia le sonrió con dificultad.
—Recuerda que estás embarazada, cuídate mucho.
—Es un sólo día, no creo que me haga nada.
—El embarazo es complicado —Sarah besó la mejilla de su amiga y se marchó.
~
Decidió ir a la universidad, podía abandonar todo menos eso, ahora mismo lo necesitaba mucho. En toda la clase se mantuvo muy callada hasta que él, él, a quien no había mirado a la cara, él, el padre de su bebé, quien la abandonó sin razón dijo que daría un anuncio.
—¡Estoy feliz!, ¡porque seré papa!—exclamó Santiago con orgullo.
Celia tosió y salió corriendo del salón, se metió al baño donde empezó a vomitar mientras lloraba, arrepintiéndose miles de veces pero pasó y ya nada lo cambiaría.
Santiago quien la había seguido de prisa y muy asustado se acercó. —¿Estás bien?—la giró y tocó su cabeza suavemente mirándola. Celia quería quedarse así con él, oliendo su aroma sintiendo sus brazos rodearla y darle protección pero ya no eran nada y la realidad siempre será dura.
—Déjame —pidió Celia alejándose para irse.
—No estás bien, no debiste venir a clases —Santiago la miró preocupado.
Celia lo miró con ironía, tenía tanta rabia que ahora si le hablaba pero cuando le cortó nisiquiera la saludaba. —¿Qué quieres?¿qué te importa? —le reprochó.
—Recuerda que llevas mi hijo ahí —reclamó Santiago señalándola.
—Si abortar no fuera un pecado te juro que ya lo habría hecho _dijo Celia entre dientes.
—No te dejaría —aseguró Santiago. ¡Y claro que no lo haría!hacer su vida con ella era lo que más deseaba además a sus 27 años que mejor le pudiera pasar.
—Nisiquiera te lo diría, hablas como si te importara, viste tu cara cuando te lo dije —lo encaró Celia mirándolo con ironía mientras fruncía sus labios. —, la culpable aquí soy yo y pagaré por mi pecado —lo empujó para salir del baño pero a medio camino perdió el conocimiento.
~
Despertó en una recámara cosa que le parecía extraño ya que al instante supo que no era su habitación. Intentó incorporarse pero un terrible dolor en su vientre le advirtió con que otro movimiento no sería nada bueno pero de todas maneras ella intentó pararse pero Santiago quien llevaba rato esperándola despertar la retuvo.
—No, debes quedarte así o te dolerá aún más —le advirtió.
—Ah, ¿por qué me duele tanto?—gimió Celia tocando bajo su vientre.
—¿Qué hiciste ayer?— preguntó Santiago.
—Sólo busqué trabajo, necesito irme —deslizó sus pies para quedar parada, se apoyó a una gaveta mientras sostenía su vientre con una mano y con sus pies empezó a buscar sus zapatillas. —, ah —gimió nuevamente con una mueca de dolor mientras cerraba sus ojos —¿por qué?—sollozó. Sintió unos brazos tomarla y la llevarla hacia la cama con sumo cuidado, no se resistió ya que el dolor no la dejaba.
—Descansa, que no estás bien, deja de llorar por favor, te lo dolerá aún más.
Celia decidió darle la espalda tratando de dormir sin apartar su mano de su vientre.
—Son tus primeras semanas y hiciste esfuerzos —Santiago se sentó frente a ella quien tenía los ojos serrados. —, me haré cargo.
—No quiero que hagas nada, sólo déjame —pidió Celia.
—Te amo —susurró Santiago tocando su cabeza. Celia se moría por abrir los ojos pero a la vez se castigaba y se advertía de no hacerlo, no quería caer.
—Sólo te importa el hecho de que estoy embarazada así que déjame, tú no me amas, cortaste conmigo y quieres regresar por el bebé — reprochó Celia sin abrir los ojos.
—Quiero que sepas que no te dejé porque dejé de amarte, es sólo que...—Santiago quería decírselo pero acaso lo comprendería.
—Sólo que llegó Caroline, ya no tienes que darme explicaciones ya te lo dije — Celia abrió los ojos y secó sus lágrimas.
—No hubo ni hay nada, menos lo habrá, descansa no quiero que empeores, ya no llores —Santiago le tocó la mano tiernamente.
—No lo entiendes, no te das cuenta del tremendo lío que me he metido, Santiago voy a cumplir apenas 22 años, mis padres me matarán —Celia lo miró fijamente a los ojos y sollozó.
—No te estreses que no te hace bien, duerme un poco ¿sí?—se paró frustrado y salió dejándola dormir tranquila.
Dos horas después Celia bajó y lo vio sentado en el comedor, usaba sus lentes mientras leía algo concentrado, le encantaba verlo tan concentrado, lo podía observar por horas trabajar y para nada le molestaría. Sobo sus brazos dando pequeños pasos para no hacer ruido y seguir observándolo pero él la sintió, a todos nos pasa que sentimos la presencia de alguien. Santiago la miró y retiró sus lentes rápidamente, ella solamente junto sus labios mientras lo miraba, ninguno decían nada sólo se miraban intensamente.
—Podías llevarme a casa...es que...no quiero sentirme mal de repente —apartó la mirada por un momento.
—No te molestes que te llevo, te preparé algo, debes comer —Santiago se cruzó de brazos sobre la mesa mirándola.
—No, no tengo hambre, gracias.
—Siéntate —ordenó y ella lo hizo —la Dra Masson te dijo algo sobre lo de la anemia.
—No me mencionó nada — respondió Celia frunciendo su ceño. No entendía de que hablaba pero bastaron unos minutos para pensarlo bien, es obvio que él quería asegurarse de que su embarazo fuera segura.
—Creo que es muy temprano para saberlo, vamos te llevaré —Santiago se paró, tomó un suéter blanco y se lo dió por él frío y se fueron.
En medio del camino, Celia se mantuvo completamente callada y concentrada en el paisaje. En un momento impensado bajo su mano lentamente a su vientre y acarició su abdomen con sus dedos con sumo lentitud como si tuviera la vida entera para hacerlo.
Santiago quien la observó sonrió embobado, veía la confusión en sus ojos y sin dudarlo colocó su mano sobre la de ella acariciando juntos su abdomen.
—Está ahí, nuestro hijo está ahí —le aseguró con una sonrisa y Celia sólo asintió con la cabeza agachada.