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Capítulo 5

Corro hacia la puerta pero él se pone delante de mí.

— Veo el diablillo en tu hombro. Veo las dudas cruzando tu rostro. ¿Alguna vez has pensado en cómo es realmente el mundo exterior? — varias veces — ¿Cómo sería salir de esta monótona rutina? Tener adrenalina corriendo por tu cuerpo, solo para variar.

Su mano sube por mi brazo y, a medida que sube, siento escalofríos. Sube hasta mi hombro y vuelve a bajar. Era como si estuviera tratando de mantenerme caliente. Reprimo el impulso de cerrar los ojos. Mi cuerpo permanece quieto, ni siquiera muevo un músculo para dirigirme hacia la puerta. ¿Que me esta pasando?

Alecandre llSusana su mano a mi cara y la sostiene, acariciando mi mejilla con su dedo. Cierro los ojos por la caricia. Sus manos estaban tan cálidas. Siento su rostro acercarse al mío, pero no hace lo que hizo la última vez, solo me susurra al oído:

— Susana se comió la manzana prohibida — Abro los ojos. Estaba cara a cara conmigo, mirándome a los ojos: seré tu manzana Susana.

Hago como que leo la Biblia, mis pensamientos están en otra parte. En concreto, en mi conversación con Alecandre anoche, si es que se puede considerar una conversación.

— Seré tu manzana, Susana .

Sacudo la cabeza, tratando de deshacerme de la sensación de su aliento junto a mi piel y la forma en que su mano recorre mi brazo arriba y abajo.

—¿Frío, hermana? — Pregunta el padre Fernando cuando se acerca.

— No — digo mientras cierro la Biblia.

— Noté que aún no te has confesado esta semana.

— N-no pasó nada diferente que pudiera llSusanarme a confesar ser sacerdote. - Yo miento. Me mira extraño.

— ¿Has estado hablando con Alecandre?

- No señor. — Agacho la cabeza avergonzado. Le estaba mintiendo a un sacerdote.

- Mmm. Que tengas un buen día, hermana.

- Buenos días a ti también.

El padre Fernando se aleja, a medio camino encuentra a Alec y lo hace detenerse. Los dos empiezan a hablar y en cierto momento miran en mi dirección, yo rápidamente desvío la mirada. Segundos después, Alecandre se sienta a mi lado.

—¿Qué le has estado diciendo?

- Cualquier cosa. — me giro hacia él — No soy un juguete.

- ¿Qué?

— Quieres hacerme una marioneta.

— Nunca pensé eso, lo que tengo en mente es una causa mayor.

- ¿Y cuál sería?

— Libera ese pequeño demonio que llSusanas dentro.

— Rezaré por ti, Alejandro. Tu alma necesita ser salvada.

— Mi alma ya está desollada, no necesito salvación cariño, ahora la tuya... Me muero por explorar.

— ¿Eres el diablo?

— Casi eso, soy su hijo.

— Rezaré mucho por ti.

— Ora conmigo, la visión de tenerte arrodillado nunca sale de mi cabeza — había un significado malicioso detrás de sus palabras, por su tono pude ver que así era, pero no entendí.

—Adiós, Alejandro. — Empiezo a lSusanantarme, pero me detengo cuando me agarra de la muñeca.

— ¿Quieres que te bese en medio de todas tus hermanas? — Aparto mi brazo de su toque.

— No harías eso — se lSusananta. - ¿Haría?

- Lo haré. —Entro en pánico. Miro a mi alrededor y muchas hermanas caminan por los pasillos. ¡Aquí no… aquí no y nunca! A eso me refería.

— Lo siento, Alecan... — me mira sucio. -¡Alec!

— Ahora nos entendemos. Susana aún más dulce.

Y se va dejándome con el corazón acelerado.

—Este aprendiz de sacerdote es bastante guapo.

Meredite sigue a Alecandre con la mirada, cruza el pasillo y luego desaparece. Debe haber ido a fumar. Sacudo la cabeza, no.

- ¿Que pasó? Somos monjas, no ciegas.

- ¿Lo que usted dice?

— ¿Dónde está tu cabeza, Susana?

—A ninguna parte, sólo pensando.

— Bueno, continuando, por él dejaría la iglesia.

Meredite se hizo monja tras ser arrestada con drogas en su coche. Ella hizo la promesa de que si la liberaban, se haría monja. Dicho y hecho. LlSusanaba un año en el convento, pero creo que pronto saldría, pues fue reprendida muchas veces por la Madre por su forma de hablar.

- ¿Y tu?

— Quiero que sea juzgado en la cruz. — se ríe — ¿Qué pasó?

— Me parece divertida la forma en que las hermanas crearon una maldición sin resultar ofensiva para los demás. — No estoy insultando a nadie — ¿Se metió contigo?

- ¡No!

- Mmm.

- Estoy diciendo la verdad.

- No dije nada.

— Está bien, voy a ir a mi habitación a orar un poco.

- Ve allí.

Sé que es una tontería, pero estaba contando cuántos pisos faltaban para llegar a mi habitación. Hago esto cuando no tengo nada que hacer y eso significa la mayor parte del tiempo.

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