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[ PAIGE ]
Lo de hoy ha sido un aviso, pero nada me prepara para lo que pasa el día siguiente. Viernes. Me despierto y todo está normal, tranquilo. Desayunamos los tres juntos de nuevo y esa vez Owen juega con la comida haciendo un desastre con sus cereales. Está feliz, se ríe y su risa llena el apartamento.
—Di que soy tu tía favorita —le canturrea Jo mientras yo limpio y ella le cambia la ropa por una limpia.
La escucho desde la cocina y me hace sonreír. Owen se ríe y su risa me hace inmensamente feliz.
—¡Tía! —grita él entre risas y casi ni se lo entiende.
—¡Eso es! ¿Quién te quiere? ¡Yo! ¿Quién es tu mejor tía? ¡Yo!
Agito la cabeza con gracia y me seco las manos con uno de los trapos limpios que tenemos doblados en un pequeño aparador. Me despido de los dos que siguen riéndose y haciendo el tonto y me aseguro de llevarlo todo antes de bajar a por mi coche. Los viernes son buenos días porque la semana pasada descubrí que tiene mis clases más interesantes aunque son bastante duras y contínuas.
Sé que es infantil, pero cuando tengo que cambiar de edificio para mi cuarta clase, voy mirando el no toparme con Ashton porque no quiero ni verle ahora mismo. Cuando me parece avistarlo acercándose a mi facultad, acelero el paso y me meto detrás del edificio para llegar al siguiente. Las cosas no son cuando y cómo él quiera.
Me he vuelto a enfadar y soy la primera en llegar a mi última clase de análisis forense. Cojo uno de los asientos más delanteros aunque a la distancia de tres filas y suelto mi mochila en el suelo de mala gana. Todo lo hago de mala gana. ¿Por qué me martirizo de esta forma recordando el coraje que me dió lo que hizo ayer? Es un buen padre, pero ya veo que ni por Owen podremos llevarnos bien. ¡Y ni nos conocemos! Sólo nos hemos sentado tres veces a hablar y contadas: una vez cuando supe que estaba embarazada, la segunda cuando me obligaron a no abortar y mis padres me encerraron en casa, y la tercera fue tras el parto; después de eso y hasta que pude irme de casa, fueron mis padres los que se comunicaban con él y después, cuando me marché, ya estaba todo hablado.
La última clase se me pasa volando y estoy tan entretenida copiando apuntes que soy la última en salir del aula. Ashton no está cerca de camino a mi coche y respiro lentamente acomodándome tras el volante. Hoy hace un buen día y eso mantiene mi ánimo ligeramente alegre, sobre todo cuando tras una ducha y ponerme el uniforme del trabajo, salgo de camino a la guardería. Eso es todo lo que me dura el buen ánimo.
Liv me abre la puerta de la guardería y el montón de niños que hay jugando paran un sólo segundo para mirarme, cuando se dan cuenta de que no soy ninguno de sus padres, vuelven a jugar y Owen destaca entre todos ellos. Corretea agitándome los brazos y le cojo al aire antes de estrellarse en mis piernas.
—Hola, bebé —le saludo y le doy un beso en la mejilla que le hace reír—. ¿Qué tal?
Patalea para que lo deje en el suelo y me agarra la mano llevándome corriendo a una esquina de la sala de juegos. Sobre una pequeña mesa de plástico verde hay un montón de papeles y pinturas. Owen los revuelve y distingue el suyo. Tengo que torcer el gesto cuando lo veo. Somos los tres, se ha dibujado entre Ashton y yo y ha hecho hasta el intento de pintar los tatuajes de su padre aunque se ve solo un par de manchas negras.
—¿Y papá? —pregunta y señala la puerta.
Intento que no vuelva a preocuparse por eso, pero entre los juegos de esa tarde Owen no deja de mirar a la puerta. Me aprieta el corazón ver a mi bebé así. Es por lo de la semana pasada, porque fue la primer vez que vio a sus padres juntos y seguro que espera que hoy sea igual.
La hora de marcharme al trabajo se acerca y Owen cada vez insiste más en su padre hasta que llega un punto en el que explota como un reloj. Se me lanza encima y empieza a sollozar contra mi pecho. Estoy agachada delante de él y le envuelvo con mis brazos. Liv me mira desde el corro de niños que hay escuchándola contar un cuento y me da una sonrisa tranquilizadora.
—Ya, bebé, todo está bien?
—Quiero a papá —solloza y señala a la puerta.
—Lo verás la semana que viene —le consuelo.
—No, no, no. Ahora.
—No...
—Quiero a papá —llora más alto y su pequeña mano atrapa mi pelo con fuerza—. ¿Dónde está?
Casi quiero llorar yo también. Sé que esto tenía que llegar, Owen extrañaría el porqué no nos ve juntos pero creo que ha sido demasiado abrumador para él. Le estrecho con algo más de fuerza y cuando creo que está calmado y lo suelto, corre a la puerta y yo me tropiezo con mis propios pies cuando me levanto para ir tras él. Golpea la puerta con sus pequeñas manos y me mira con los ojos rojos y moqueando. Nuna me ha pasado esto y me veo perdida unos minutos.
—Ven aquí, bebé —le llamo y me saco el teléfono de la cazadora—. ¿Quieres hablar con papá? ¿Quieres llamarle?
Se pasa la manga de su camiseta bajo la nariz y se la llena de mocos. Chasqueo la lengua y lo cojo en brazos llevándomelo al otro extremo de la sala. Cojo una caja de pañuelos y le limpio la cara mientras marco el número de Ashton. Tengo que hacerlo tres veces y ninguna lo coge. Ya podría ser algo importante. Sin embargo llego a la conclusión de que Ashton también tiene una vida, tal vez esté trabajando u ocupado en otras cosas, no voy a demonizarlo, no sé que excusa tiene esta vez después de no haberme hecho ni caso ayer, pero desisto y llamo a Jo.
—Sabes que puedes entrar, ¿verdad?
—Tienes que poner de voz hombre, como la del padre de Owen.
—Ni siquiera habla cuando viene, ¿qué dices?
—Por favor —suplico—. Diez segundos para que Owen se calme.
—¿Por qué no le llamas a él?
—Por favor...
Me alegra que Owen todavía no me entienda mucho, y está tan impaciente por hablar con su padre que no creo ni que me preste atención.
—Venga, pásame a ese revoltoso —me dice imitando una voz de hombre.
Me alivia y cuando le pongo el teléfono a Owen al oído lo escucho reírse y volver a revolotear como siempre. Balbucea cosas, no habla mucho, pero parece que escuchar una voz grave como la de su padre le viene bien. Me quita el teléfono de las manos vuelve a ser mi bebé feliz aunque en una mentira.
[ ASHTON ]
—¡Eso es! —escuchco que me gritan—. ¡Dale a ese cabrón!
Cierro el puño con más fuerza, me sangra pero no me duele, estoy eufórico. La gente me grita, me alaba, las luces sólo me iluminan porque el otro hijo de puta está casi KO. Ha entrado aquí con esa sonrisa suya tan de cabrón... ha intentado picarme jodiendo con Paige, ¿se cree que me importa que se la folle? No. No es eso. Nuestros problemas vienen de mucho de antes y le he borrado la sonrisa de mierda de unos puñetazos.
Me mira derrotado y la última estocada lo manda contra las cuerdas. Aquí no hay normas, no hay árbitro, tiene que subir Apolo a frenarme porque lo último que necesita es un asesinato en su puto gimnasio.
—¡Eh! Ya basta —me brama—. Has ganado.
Se me destapan los oídos y entre el jaleo del público me parece ver un par de tetas y a las zorras de la noche intentando ser mías esta noche. Ninguna sabe dónde se mete, pero yo elijo. Hay una chica con el pelo rosa junto a mis amigos y ni ella duda en seguirme cuando le hago un gesto de cabeza ni yo dudo en subirle el top sobre las tetas sin sujetador cuando cierro la puerta del "camerino" improvisado que siempre me toca.
—Soy...
Le pongo una mano en la cabeza y no tengo que hacer nada, ella se arrodilla.
—No me importa.
Sus uñas me arañan cuando me baja los pantalones y los calzoncillos. Necesito terminar de desestresarme. Me coge la polla con sus finos dedos y le sujeto el pelo en una coleta cuando sus labios me rodean. Tiene una técnica de la hostia y me hace bufar del gusto. Es un rato, hasta que me acostumbro a la mamada y sólo me dejo llevar. En una de esas a la que se hunde mi polla todo lo que le cabe, la pantalla de mi teléfono se ilumina en la camilla a mi lado y apretando su pelo con una mano alargo la otra hasta cogerlo. Lo tengo lleno de notificaciones de mis amigos, todos me han visto llamar a esta tía y otro par son de capullos que se creen mis colegas felicitándome. Los elimino todos, no estoy para responder nadie. Deslizo el dedo por la pantalla para borrarlos de mi inicio y cuando lo hago, las notificaciones más antiguas salen a flote. Se me para el corazón un segundo y suelto el pelo rosa de la chica. Son de hace cuatro horas y nunca me llama a no ser que sea importante. La última vez que lo hizo me llamó porque estaba en el hospital (por primera vez) por una fiebre demasiado alta. No pude ir porque no estaba en la ciudad y eso también me hizo sentirme como a un padre de mierda.
—Oye —la pelorosa se saca mi polla de la boca, tiene todo el pintalabios corrido y las babas le caen por la barbilla—. ¿Te gusta?
Joder, sí, me encanta, pero no puedo en eso ahora. La empujo y cae de culo al suelo haciendo que la falda de cuero que lleva se le suba hasta que me enseña las bragas.
—Te vistes y te largas —bramo.
Me agarro el dobladillo de los calconcillos y me los subo hasta que la erección se me esconde y saco los pies de los pantalones de boxeo tirados en el suelo
¿Qué coño estaba haciendo hace cuatro horas? Tener el teléfono en silencio. Siempre lo silencio cuando llego al gimnasio para no distraerme y no es una herramienta que use mucho, el uso del teléfono me parece una mierda.
—No puedes tratarme así, ¿quién te crees que soy? —me chilla y su voz me parece horrorosa.
¿Me va a joder ahora esta zorra? El número de Paige da tono cuando me lo pego a la oreja y atravieso la habitación abriendo la puerta con fuerza. Ella se baja el top para taparse las tetas y me mira con la cara roja no sé si de ira o por que el pintalabios se le ha corrido por la cara.
—Fuera.
Abre la boca, enfadada, y me da igual. Sólo quiero que Paige me coja el teléfono.
—No soy una tus fáciles—me brama y me pasa por el lado golpeándome el costado con su cuerpo.
—No te entregues cómo una.
Se gira ya en el pasillo y antes de que me grite le cierro la puerta y echo el segudo. Aporrea la puerta y me grita, y emiezo a ponerme nervioso. Salta el contestador, intento llamarla de nuevo y avanzo a zancadas hasta mi bolsa deportiva sacando mi ropa. Sigue sin cogérmelo, son las once de la noche de un viernes, no puede estar durmiendo. ¿Qué coño hace? ¿Qué coño ha pasado?