Capítulo 2. Hombre de barro
Por Elizabeth
Finalmente se fue.
Solo vino para decirme que me dejaba, que no quería tener nada que ver conmigo...ni con nuestros hijos.
Me invade una angustia terrible, sobre todo por Matías.
A lo mejor esa mujer la tiene desde hace mucho tiempo, aunque yo creo que es cosa de unos meses y espero realmente que no esté embarazada, no puede cambiar un hijo por otro, ni elegir.
Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.
La angustia que me invade crece, se expande por toda mi alma.
Realmente cuando hablaba con él, parecía que todo era un sueño, una horrible pesadilla y que le estaba sucediendo a otra persona.
No tiene ni idea el daño que me hizo y lo que es peor el daño que le hace a su hijo y a mi bebé, que evidentemente va a crecer sin padre.
Por lo que me dijo, ni siquiera tiene interés en conocerla.
Cuánto desprecio de parte suya, eso jamás lo esperé.
No entiendo qué sucedió.
Me abandonó mi marido.
Todavía no lo digiero.
Miro mis pies hinchados, mi cara está más regordeta, pero esa no es razón suficiente.
Fui todo para él, su amante, su amiga, la madre de sus hijos.
No sé que voy a hacer sin él, sin su risa, sin sus caricias, que hace rato qué extraño.
Me quedé sin él, sin mi marido, sin el padre de mis hijos y aun no entiendo qué excusas fáciles y sin razón exponía para dejarnos, porque no me abandonó sólo a mí.
Por dios… Tengo un embarazo de casi 8 meses y una criatura pequeña.
No sé quién es ella, pero me arrebató al amor de mi vida, al padre de mis hijos, a mi marido.
En la soledad de la noche no podía dejar de llorar, afuera una noche sin luna parecía tener la empatía que Gonzalo no tuvo por mí ni por sus hijos.
Llevo dentro de mi ser a su hija y ni siquiera esperó a que naciera para irse.
No es el hombre que creí que era.
Eso también me duele.
Se me cayó la venda de mis ojos.
Es un hombre de barro.
Su amor también lo era, pero mierda, tiene hijos.
Por Gonzalo
Pensé que iba a ser más difícil la situación, de parte de ella, claro.
Cuando vi sus lágrimas no puedo decir que no me dolieron, no soy de piedra.
También evité mirar su panza.
Sé que tiene un embarazo avanzado, espero que le vaya bien.
Ni pasé por la habitación de mi hijo.
Es que estoy cansado, nuestro niño está celoso de la panza, me tenía que ocupar de algunas cuestiones cuando llegaba de trabajar.
Y yo quería tener toda la atención de mi mujer, no es que no me prestaba atención.
Lo hacía y al niño también, solo que con su embarazo estaba un poco más lenta, no sé describir qué sucedió con nosotros…
Ya no la amo, de eso estoy seguro.
Yo estoy seguro de lo que quiero hacer.
Me crucé con una mujer que es un fuego en la cama, se llama Sonia y me hizo sentir especial, hasta tiene una amiga que me la ofreció y compartimos los mejores tríos.
Sonia me dio el ultimátum, si no me separaba, me dejaba.
No estaba preparado para renunciar a ella.
Cuando llegué a mi casa y vi el enorme estómago de mi mujer, se me cruzó el abdomen chato de Sonia y como bailaba sobre mí.
Las mamadas que me hacían ella y su amiga Mariza.
Le prometí llevarla a un viaje por alrededor del mundo, en realidad me lo pidió ella y yo accedí.
Ya tuve una pelotera en el laboratorio con mi padre por ese viaje.
Otra más grande cuando le dije que me iba a separar.
Hasta mi abuelo, viejo como está y adulto como soy yo, trató de meterse en mi vida.
No entienden lo que me da Sonia en la cama.
Cuando estoy con ella me siento muy orgulloso de llevarla al lado mío.
Soy la envidia de todos los hombres.
Se viste siempre sumamente sexi.
Hasta tiene un caño en su departamento y baila con su amiga para mí.
Desde que conocí a mi esposa que me había vuelto un hombre tranquilo, casi parecía un viejo.
Sonia me devolvió la juventud.
Toco el timbre de su departamento y cuando me vio tan tarde, se asombró, no puedo decir que haya estado tan feliz como yo esperaba.
—La dejé, como vos querías.
—Buenisimo, pasa, bebé.
Me hace gracia, me suele llamar bebé a mí y tengo 32 años mientras que ella tiene 25.
—Bajo las valijas.
—¿Vamos a vivir acá?
—Por ahora.
—¿Y tu casa? Es una mansión, mientras que este es un departamento pequeño.
—Le dejé la casa a ella y a los chicos.
—Tenés uno solo.
—No te olvides que está embarazada, ya le falta poco para tener familia.
—Yo quiero una casa ¿Por qué le das a ella más lujos que a mí?
No me gustó ese planteo.
Entiendo que esté celosa de mi mujer, por lo que me apresuré a prometer mil cosas.
—La semana que viene nos vamos de viaje, como te prometí, ya tenemos todo reservado y cuando volvamos, compro una casa para nosotros
—Perfecto.
—Tengo que estirar los trajes.
—No hay mucho lugar.
—Lo que sea, no me importa, solo quiero estar a tu lado y demostrarte lo mucho que me importás.
—Te adoro, bebé.
Terminamos teniendo sexo, desenfrenado, no me voy a cansar nunca de esta mujer.
Es sexi, es deshinívida, es distinta.
—No cené ¿Tenés algo para comer?
—Sí, pero no me gusta cocinar, mucho no hay.
—Te doy dinero, siempre, para que compres comida y lo que quieras.
—No tuve tiempo de pasar por el supermercado.
—Como lo que sea.
Comí un sandwich, que me lo preparé yo.
Se me cruzó por mi mente la mesa del comedor de casa, con tres platos, porque Mati comía con nosotros y Elizabeth siempre atenta a nosotros dos.
Sacudí la cabeza y miré las tetas de Sonia, siempre reclamando atención, parecía que se le salían de la ropa.
Como me calentaba.
A la mañana siguiente, cuando la desperté, me dijo que la deje dormir.
Me preparé un café y fui al laboratorio, donde le encargué el desayuno a mi secretaria.
No quiero ni pensar en cómo se sentiría Matías cuando se entere que su madre y yo no íbamos a vivir más juntos
Una leve angustia cruzó mi corazón, pero quise ver los puntos donde íbamos a estar con Sonia, durante nuestro viaje por el mundo.
Es mejor para Matías que no me vea.
Para no confundirlo.
De paso disfruto de Sonia y a veces de su amiga.
Tiene razón, su departamento es demasiado pequeño, no tengo mi propia oficina dentro de ese lugar, ni mi espacio y mi ropa es un caos.
—Tendrías que llevarme algunos de mis trajes a la tintorería.
Me miró como si no entendiera.
—Bebé, no tengo tiempo.
—Ok, se los doy a mi secretaria y que se ocupe ella.
—De paso dale dos vestidos míos.
No me costaba nada, así que lo hice.
Cuando llegué a mi oficina le pedí a Cristina que se hiciera cargo.
—¿Se los envío a su domicilio?
—Sí...no, me separé.
—¿Qué?
Preguntó espantada.
—Perdón, señor…¿Elizabeth no está embarazada?
—Sí.
Respondí incómodo.
Ella no me contestó, pero vi en sus ojos una acusación silenciosa.
Me hizo sentir un poco incómodo, pero es mi vida y cuando un matrimonio no funciona, lo mejor es separarse, sino sufren las criaturas, los padres discuten y los niños lloran y están mal.
Busqué en mi mente discusiones con Elizabeth…
No las había, no trascendentales, ella siempre cedía a mis caprichos.
No era como Sonia con esa personalidad avasalladora, pidiéndome todo, exigiendo lo que quería y acorralándome para que cumpla todos sus deseos, con ese fuego que me encendía.
Los días que estuvimos juntos en su departamento, antes del viaje, fueron de adaptación como pareja.
No le gustaba cocinar, por lo que cenamos todos los días afuera.
Cuando volvamos, voy a comprar una casa y contratar servicio para que al menos unos días cenemos en casa.
Noté que alguna vez la cama no estaba hecha, evidentemente sí necesitábamos personal de servicio.
En ningún momento me llamó Elizabeth, claro que yo le había dicho que no me llame, que cualquier cosa se comunique con mi secretaria.
—¿Algún llamado?
—No señor, solo los que le pase.
Había algo que me estaba molestando, no podía ser que después de tantos años, Elizabeth no intentara retenerme.
Cierto que le había dicho que no la amaba, porque realmente era así, no la amo.
Sonia cubría toda mi expectativa, claro que tampoco la amaba a Sonia, pensé que sí, que la amaba, pero estos días con ella me di cuenta que era una calentura increíble lo que sentía, pero no era amor, si alguna vez amé a alguien fue a Elizabeth.
Estoy a punto de irme de viaje con una mujer maravillosa, no sé por qué pienso en mi exmujer.
Cuando llegué a su departamento, me esperaba junto con su amiga, era una distinta a la que yo conocía.
Lo hicimos entre los tres y quedé fascinado, su amiga era más fogosa que la propia Sonia.
Creo que Sonia se dio cuenta que me gustó demasiado su amiga, porque luego de hacerlo dos veces, prácticamente la echó.
Pero mierda lo que fue esa mujer, en un momento hasta dejé de lado por completo a Sonia.
Me di cuenta que la amiga se parecía a Elizabeth.
Era preciosa, rubia, alta y bastante más fina y delicada que Sonia.
Me dio la sensación de tener a mi ex mujer entre mis brazos y me sentí viajar a través del tiempo, cuando la tenía en mis brazos.