Capítulo 5
Demasiado para el viejo pedorro, ¡en qué estabas pensando! No tenía ni idea de que era el mismo hombre que me había causado una impresión duradera hacía unos meses. Quince años mayor que yo, pero no iba a casarme con él.
Y no parece interesado en mí en absoluto.
Como nos conocemos, ni siquiera tengo que hacer mi papel. No creo que eso le importe. No creo que se baje. Le explicaré las cosas como son. No es estúpido, lo entenderá. Y realmente espero que lo haga.
Por segunda vez.
- ¿A quién esperabas ver? - Ignat está sentado en una silla detrás del escritorio, reclinado hacia atrás, mirándome fijamente.
Entro en el despacho y me detengo en medio, sin saber dónde poner los pies. No quiero ser descarado, pero de pie como un álamo en Plyushchikha, apenas respirar de la mirada penetrante de los ojos masculinos, también, no tengo sed.
Y queman a través. Tengo la sensación de que Ignat me está evaluando. Como un producto en una tienda que él elige. Y eso hace que me tiemblen ligeramente las manos y me hormigueen las piernas.
- Hola", sonrío, intentando sobrellevar la emoción.
- Hola -la sonrisa apenas roza su rostro-. - ¿A quién esperabas?
Doy otro paso adelante, acercándome deliberadamente a la silla. ¿Y si me ofrece asiento? Me pondría cómoda enseguida.
- No tengo ni idea -me encojo de hombros, mirándole a los ojos-.
Ahora están más cerca, y ahora no me gustan. Son vidriosos. Y como sin vida.
Miro más de cerca, algo no está bien aquí. El hombre no parece él mismo. Está mirando fijamente, pero sus ojos están en blanco.
- ¿Así que viniste -pausa- a casa de un hombre extraño -pausa otra vez- sin saber siquiera lo que te esperaba aquí?
- De alguna manera -suspiré pesadamente, pues además de los ojos enloquecidos no me gustaba el tono-.
Ni que fuera su sirviente. Y no una esclava a la que se le pueda hablar tan groseramente. Como si estuviera dando órdenes.
¡Como si yo fuera de su propiedad!
Quizá me equivoque con él. ¿No es quien dice ser? ¿Y ahora está a punto de revelarse bajo una nueva apariencia?
Pero ahuyento todos los pensamientos innecesarios, porque Ignat me cae bien. Hace dos meses se ganó el corazón de mi pobre chica. Fue amor a primera vista, aunque sólo pasamos un par de horas juntos. Sé que parece una tontería, y lo parece, pero creo que me enamoré de él.
Una niña mocosa y un hombre adulto: el guión de un melodrama barato.
"Él era mayor que ella, ella era buena..." - me viene a la mente la letra de mi canción favorita.
Se trata de mí, ingenuo y estúpido.
- ¡Idiota! - Ignat resopla y se levanta.
También parecía tener problemas para andar. Se movía de un lado a otro, como si caminara por la cubierta de un barco. No demasiado, pero aún así podía verlo. Se agarra al borde de la mesa con una mano y se lleva la otra a la cabeza, cerrando los ojos.
- ¿Se encuentra bien? - Subo volando en automático, tirando la mochila a un lado por el camino. - ¿Te encuentras bien? - Intento mirarle a los ojos, tocándole el brazo. - ¿Qué te pasa? - Levanto un poco la voz y le retiro la mano.
Luego le toco la mejilla con los dedos. El pequeño rastrojo me escuece, pero lo ignoro.
El hombre deja de gemir, levanta la cabeza y me mira con ojos turbios...