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2. Buenos días, siéntese señorita…

Los ojos de Lia estaban hinchados. Cómo no estarlo cuando se había pasado la noche entera llorando hasta que por fin logró quedarse dormida bien entrada la madrugada, más por el agotamiento y la pesadez en los párpados que le causaron las lágrimas, que realmente por el sueño.

— Maldita sea, ¿Cómo voy a presentarme así a la entrevista de hoy?— se preguntó mirándose al espejo, apenas podía abrir los ojos, parecía que había recibido un puñetazo en cada ojo, de no ser porque la inflamación no estaba acompañada por ese peculiar color morado que quedaba tras un golpe, nadie lo pondría en duda.

Por suerte, después de ponerse un antifaz helado durante más de media hora, darse una buena ducha que la ayudó a relajarse y soltar la tensión que, a pesar de haber dormido, aún sentía en la mayoría de sus músculos, y maquillarse ligeramente, ya no se notaba demasiado.

Abrió el armario y casi le da un ataque al encontrarlo vacío, toda su ropa había desaparecido, apenas le quedaba la interior, alguna chaqueta, alguna prenda deportiva y por supuesto, el vestido y el blazer que Charlie le había comprado el día anterior, bien puesto en una percha, maldita sea y a esa hora ni siquiera estaba en casa para reclamarle, pero si no le devolvía todas sus cosas esa misma tarde haría confeti con su armario al completo.

Algo insegura por lo que llevaba puesto, que en su opinión era demasiado revelador, llegó a la compañía y subió hasta la oficina de recursos humanos, solo para recibir la extraña noticia de que Evan Anderson la esperaba en su despacho.

¿Por qué no le habían hecho la entrevista los de recursos humanos? Ni siquiera era un puesto importante al que aspiraba, solo pasaba del sueldo de becaria a un salario normalito medio bajo y casi con las mismas tareas, a penas podría avanzar un poco más el préstamo universitario que todavía arrastraba, pasarse el día buscando en las redes sociales cualquier contenido inapropiado que debiera ser borrado lo antes posible, eso fue lo que le dio la idea para su aplicación, algo innovador que si al fin la empresa le compraba ahorrarían muchas horas y facilitaría el trabajo a gente como ella, porque era un programa inteligente que a base de patrones detectaba cada uno de esos contenidos favilitando que fueran revisados cuanto antes sin tener que buscarlos.

Tal vez era eso de lo que quería hablarle y no de su ascenso, porque si no no se explicaba porque el hijo del mayor accionista de la empresa estaba allí a primera hora de la mañana, solo para tener una entrevista con ella.

Llegó a su despacho algo intimidada y él le hizo un gesto a través del cristal para indicarle que pasara. Se quedó perpleja un instante observándolo, era un hombre guapísimo, posiblemente esa fuera la razón de que cada vez que iba a la oficina causara un verdadero revuelo entre las empleadas y entre más de un empleado, pero todo lo que tenía de guapo lo tenía de mujeriego.

No era extraño que sus amoríos circularan por las portadas de las revistas y las páginas de cotilleo en las distintas redes sociales, hacía lo que quería, cuando quería y con quién quería, sin preocuparse, para nada, de la opinión de cuanto periodista escribiera sobre él.

Él levantó la mirada y la observó desde detrás del escritorio con esos ojos azules que resaltaban todavía más a causa de su cabello completamente negro, a ella casi se le para el corazón por un instante, tal vez incluso se había olvidado de latir por unas breves décimas de segundo, antes de empezar a palpitar más rápido quizá para recuperar los latidos perdidos.

— Buenos días, siéntese señorita… — miró la carpeta que tenía sobre el escritorio con los datos de la chica y levantó la vista para observarla — Taylor, señorita Lía Taylor…— repitió más bien para sí mismo como si pretendiera recordárselo.— Ha solicitado usted un puesto fijo en nuestra empresa ¿Cierto?

— Así es yo…— estaba a punto de soltar todo lo que había ensayado, el gran discurso que tenía pensado para convencerlo de porque era la mejor opción para cubrir la vacante que dejó Harris al jubilarse, cuando él la observó de forma inquisitiva, no deseaba escucharla, deseaba seguir hablando él y es que Evan no era un hombre de escuchar demasiado, no le interesaba lo que los demás tuvieran que decir sobre absolutamente nada, solo lo que él tenía que explicar.

—¿Qué parte de que se siente no ha entendido?— Casi la heló con aquella mirada qué instantes atrás tuvo el poder de pararle el corazón. Pero consiguió recomponerse y sentarse rápidamente en su lugar, luego él siguió hablando sin importarle lo más mínimo lo que ella iba a decir —Me consta que ha estado trabajando durante el último año con nosotros como becaria, si, ese es un puesto que solo tiene la duración de un año, la mayoría son echados en cuanto se termina ese contrato — su vista se desviaba a los documentos que tenía de vez en cuando, como si estuviera revisando datos sobre ella o tuviera una guía de lo que debía decir — tenemos las calificaciones con las que terminó la carrera de programadora con las mejores notas de su promoción y su estupendo trabajo de final de carrera. Esa aplicación en la que, por supuesto, estamos interesados, vaya, apenas 23 años y un futuro más que prometedor por delante, no veo ningún problema para promocionarla, es más, creo que es la mejor candidata para ocupar la vacante de Harris.

Ella abrió los ojos muy grandes, no podía creer lo que decía y ni siquiera había tenido que convencerlo o algo parecido, ni soltar el maravilloso discurso que llevaba días ensayando, aunque en realidad esperaba no tener que hacerlo realmente.

— ¿En serio, ya está, me contratan?— preguntó con una extraña sensación de haber superado la prueba con demasiada facilidad y de que había algo que se le escapaba.

—¿Es que tenía usted algún tipo de duda sobre ello? Seríamos idiotas si no lo hiciéramos y sé que el departamento de patentes pronto le hará una oferta para comprar los derechos de su aplicación, la he estado cotilleando y me parece muy interesante, por supuesto en ese caso sería usted quién se encargaría de llevar ese departamento y no solo se quedaría el pequeño despacho en el cubículo de Harris, si no uno para usted sola, aunque eso es algo independiente a mí, depende al acuerdo que llegue con el departamento de desarrollo de software.— se quedó callado por un momento antes de seguir hablando — Pero yo si tengo otra oferta que hacerle, algo que no tiene nada que ver ni con su aplicación, ni con su ascenso.

—¿Usted?— preguntó Lía sin entender muy bien a qué se refería.

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