Capítulo 7: El pasado
Laia.
Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.
El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.
—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.
Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.
Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.
—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.
—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.
La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendible si estaba en la etapa de desarrollo.
—¿Está en su cabaña? —pregunté.
—No. Está en el Roble de la Diosa, ya sabes, ese que dicen que si es destruido, las manadas empezarán a caer ante la oscuridad —Se encogió de hombros.
Fruncí el ceño.
Ya sabía de esa historia, pero muchos solían decir que eran falsas y fue inventado por los lobos que se descarrilaban del buen camino.
Charles me había enseñado ese árbol, pero no le di importancia porque no creí que fuera cierto. El Roble de la Diosa fue su creación, decían que fue plantado cuando la diosa Luna le dio el poder a los primeros hombres lobos.
—Iré con él —dije, pasando por su lado.
Despeiné su cabello y ella se quejó, le regalé una sonrisa. Caminé en dirección al árbol, el cual quedaba un poco alejado de las viviendas, cerca de una colina.
Los demás miembros de la manada me saludaban, aunque solo tenía confianza con Zoé y Charles. Tenía que ser un poco más agradecida con los otros lobos, ya que me habían enseñado a controlar mi transformación sin pedir nada a cambio.
Todos ahí eran muy amables.
—Laia —Me llamó el señor.
Estaba de espaldas hacia mí. Su poder era desconocido, por alguna razón no podía leerlo con mis sentidos. Tenía los ojos fijos en el árbol, un simple y gran roble que no me transmitía nada, ninguna vibra de que pudiera ser especial.
—Señor Charles... —murmuré, inclinándome—. Zoé me dijo que querías hablar conmigo.
—Acércate —ordenó.
Caminé hasta estar de pie a su lado.
—Sé que muchos no me creen cuando les digo que este es el Roble de la Diosa —resopló, con ambas manos detrás de su espalda—. Pero tengo la esperanza de encontrar a ese lobo, o loba que experimente lo mismo que yo al tocar el árbol —añadió.
—¿Quiere que lo toque? —cuestioné, alzando una ceja.
—Sí. Todos en la manada lo han hecho cuando llevan un buen tiempo, pero ninguno ha sentido nada —explicó, se veía decepcionado.
—No veo ningún problema...
Sabía que Charles me estaba ocultando un montón de cosas importantes, pero no iba a quejarme porque me había ayudado.
Él evadió el tema de la profecía durante un mes entero. Siempre que intenté indagar, me cambiaba el tema con facilidad.
Acerqué mi mano al roble, tragando saliva porque fue extraño. Mientras más mi palma se acercaba, más sentía una especie de atracción que me obligaba a tocarlo
En cuanto toqué el tronco, mi corazón y cuerpo se paralizaron de golpe, como si me hubieran jalado con una cuerda hacia otro mundo.
***
No sabía dónde estaba, o si de verdad era yo. Lo único que podía era ver a mi alrededor, y de nuevo, esa mujer de cabellera blanca apareció, pero se veía mucho más joven.
No había notado mi presencia, ella solo caminaba en dirección a donde estaba plantado el roble que toqué, pero extrañamente ahí no había nada más que un terreno vacío.
—Hoy es el día... Nacerán mis pequeños... —habló, dejándose caer de rodillas.
Con sus propias manos, excavó en la tierra frente a ella, sin importar ensuciarse. No entendía qué estaba pasando. Me acerqué hasta quedar detrás suyo.
—Disculpa —intervine.
Cuando traté de poner mi mano en su hombro, la misma la atravesó como si yo fuera un fantasma. Mi corazón latió con rapidez.
—¡Chicos, vengan! —exclamó, sacando una semilla de su bolsillo.
Ella se volteó, su larga cabellera se movió al compás del viento y miró a cuatro jóvenes que venían con las cejas hundidas. Se notaba la preocupación en sus rostros.
—¿Está segura de otorgarnos tal poder? —cuestionó uno de ellos.
—¿Somos dignos de ser guardianes? —inquirió otro.
—Nunca estuve más segura en mi vida —aseguró—. Asegúrense de proteger este árbol a como dé lugar. Será el principal equilibrio entre la naturaleza y el mundo, para que todo esté en paz. También será una fuente de poder para ustedes, cuando no haya luna. Si es destruido, la desgracia será inminente y la profecía que tanto debemos evitar, se cumplirá. Este árbol es la protección que yo les otorgo.
—Seremos devotos a usted, mi diosa. Juramos lealtad —Los cuatro se arrodillaron.
La mujer plantó la semilla con sumo cuidado y brotó a una velocidad increíble, aunque solo se mostró una pequeña rama con una hoja.
—Que este sea el inicio hacia un mundo mejor... Mientras este árbol prevalezca, la oscuridad no podrá dominar. Esto será la cárcel del mal. Eviten que lo destruyan, o ella se liberará —comentó, Uniendo sus manos y cerrando sus ojos.
Los cuatro humanos seguían arrodillados, pero también cerraron sus ojos al ver a la diosa. Había luna llena, por lo que ella absorbió una especie de poder de la misma, que pronto se vio reflejada en las raíces del mini árbol, para luego atravesar las venas de los humanos.
Se escucharon quejidos de dolor y yo podía ver esas ramificaciones azules extenderse por sus cuerpos, hasta llegar a sus corazones y ser modificados. La diosa seguía concentrada en lo que hacía, dejándome helada.
Pronto, los humanos dejaron de serlo y pasaron a tener una forma de lobos. Auténticos lobos con el poder original que la diosa les otorgó.
—Espero que puedan mantener el equilibrio del mundo con este poder que les doy, mis queridos hijos... Ustedes no son hermanos de sangre, así que les concedo un vínculo que los unirá para siempre a su pareja —explicó, con una genuina sonrisa—. Cuiden este mundo, y no dejen que el mal se apodere de él... Yo pronto me iré, pero jamás los dejaré solos, queridos. Saben que estaremos conectados mediante la luna. Nunca se olviden de ella, y yo nunca me olvidaré de ustedes —Caminó hacia ellos.
Los lobos movían su cola con emoción. Rodearon a la diosa y ella les dio un cálido abrazo que envolvió mi corazón.
—Laia... Sé que estás viendo esto —murmuró.
Mi corazón se detuvo y mis ojos se abrieron. Cuando iba a voltearse
hacia mi dirección, fui expulsada de inmediato de ese plano.
***
Regresé a la realidad, jadeando como nunca y con un fuerte dolor en el pecho. Me lo apretujé con la mano, buscando el aire que me faltaba.
—¡¿Laia?! ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —La voz de Charles inundó mis oídos.
Me apoyé en sus brazos, ya que me sostuvieron cuando iba a desplomarme en el suelo. A pesar de que la brisa nocturna me acariciaba, yo estaba sudando como si hubiera corrido un maratón.
—Y-yo... ¿Esa era la diosa? —pregunté, aterrada.
Significaba que la vi antes. Ella era aquélla mujer que me habló en los sueños, ¿pero qué quiso decir?
—¿La viste? ¿Viste cómo fuimos creados? —cuestionó, con ambas manos sobre mi hombro—. Nunca imaginé que otro lobo fuera capaz de ver lo que yo vi.
—Señor Charles, ¿ella también sabía que usted estaba viendo? —inquirí, ya más calmada.
Sus arrugas se hicieron presentes cuando frunció el ceño. Estaba extrañado y me soltó.
—¿De qué hablas? Solo es una visión del pasado... —comentó.
—Ella dijo mi nombre al final... Por eso desperté —recordé, sintiéndome aturdida.
El viejo abrió los ojos con sorpresa. Estaba claro que él no había pasado por lo mismo que yo.
—Hay algo más —murmuré, dispuesta a contarle aunque me tachara de loca—. Cuando llegué aquí, la vi en mis sueños y parecía necesitar ayuda.
—¿Viste a la diosa? —indagó, totalmente impactado.
Asentí en respuesta.
Si quería averiguar lo que me estaba sucediendo y por qué la diosa parecía conocerme, tenía que contárselo al anciano con más experiencia que conocía.
—Laia... Acompáñame. Debes saber sobre la profecía que tanto hemos evitado —ordenó, decidido en contarme la verdad—. Parece que no es ninguna mentira y pronto se desatará el caos.
El hombre empezó a caminar y yo lo seguí. Estaba yendo hacia su cabaña, pero mi mente seguía procesando lo que había ocurrido.
¿Profecía?
¿La diosa Luna visitándome en un sueño?
¿Tenía yo algo que ver con todo eso?
Todavía las palabras de mi padre resonaban en mi cabeza, en donde él decía que la ira de los cazadores solo era el comienzo.
¿De verdad fueron cazadores los que acabaron con Eclipse? ¿O se trataba de algo mayor?