Un Alfa para el heredero Omega de la mafia.
Sinopsis
Lysander es el joven heredero de una familia muy importante y antigua dentro de la mafia italiana, tiene un compromiso de mentira con su mejor amiga que le sirve de tapadera para su homosexualidad. Pero todo cambiará cuando conozca a Stefano, el alfa de una manada de lobos que le descubrirá la verdad sobre lo que él mismo es y sobre un pasado que va incluso más allá de su nacimiento, su anterior vida.
1. ¿Creo que no podrías verte más guapo?
Alessia Conti y Lysander Simeone estaban comprometidos desde que eran niños, los Conti y los Simeone eran las dos familias más importantes de la mafia italiana y como tal se relacionaban desde hacía mucho tiempo.
La última vez que la unión entre ambas familias se produjo, fue más de un siglo atrás, así que la sangre de los Conti y los Simeone debía mezclarse de nuevo para seguir asegurando su alianza más allá de los negocios, porque si hay algo que un italiano respeta más que la palabra dada, es la sangre y la familia.
Era por esa razón que el patriarca Simeone preparaba una fiesta de bienvenida para la bella Alessia, su futura nuera, una fiesta que no solo serviría para darle la bienvenida a la joven, sino también para oficializar un compromiso que no era ningún secreto para nadie, ya que estaba claro que un día los dos herederos se casarían.
— Olivia, ya tienes preparado el anillo de mi madre — Dijo Lució Simeone a su mujer durante el desayuno.
Ella asintió, en realidad ese anillo había pasado de generación en generación desde tiempos remotos, era una enorme rosa de brillantes, una joya única y de valor incalculable, que tenían el placer de lucir las prometidas y luego esposas de cada heredero Simeone hasta que llegaba el momento de dárselo a la siguiente afortunada.
— Pasaré tras el desayuno a buscarlo a la joyería, lo llevé hace unos días para que lo limpien y lo dejen como nuevo.
— Perfecto querida — dijo el hombre mientras se llevaba la taza de café a los labios y bebía un poco.
Era el momento de terminar con las habladurías, las malas lenguas que decían que su hijo Lysander prefería la compañía de hombres en lugar que la de las jovencitas que habitualmente lo acompañaban e incluso insinuaban, a pesar de saber que estaba comprometido.
Lucio sabía que no era cierto, simplemente su hijo era un hombre íntegro y enamorado de la joven Alessia desde su más tierna adolescencia, por eso siempre prefería pasar el tiempo con sus amigos que verse tentado a serle infiel a su prometida
Ciertamente y, aunque estuviera mal decirlo por ser su futura nuera, Alessia era posiblemente la heredera más hermosa de todas las que serían aceptables para él y, sin duda, era una Conti así que también era la mejor candidata por eso.
Lysander terminó de desayunar y se levantó de la mesa, casarse con Alessia no estaba tan mal, ella era su mejor amiga y la única que conocía su secreto e incluso lo apoyaba, tenían la vida planeada desde que fueron muy jóvenes, serían la pareja perfecta de cara a la galería, tendrían un hijo para cumplir con el legado de ambas familias y luego cada uno haría su vida discretamente.
Lo único cierto en ese momento eran las ganas que Lysander tenía de volver a ver a su mejor amiga, desde las últimas navidades no la había visto, así que estaba ansioso porque pasara el día y por fin llegara la noche.
Lo único con lo que el chico no estaba de acuerdo era con que los Conti y los Simeone hubieran convertido el regreso de su prometida en un evento social, estarían posiblemente todas las familias importantes de la mafia italiana, además de los socios de los negocios legales de ambas familias, así que sería un acto nada discreto.
Las horas pasaron rápido y Olivia Simeone entraba en la habitación con lágrimas en los ojos, su hijo y la joven Alessia se comprometerían al fin, el tiempo había pasado demasiado rápido.
— ¿Creo que no podrías verte más guapo?— dijo la mujer entrando para observar a su hijo.
Era un joven guapo y atlético, rubio, de ojos verdes, con el cabello algo largo, aunque esta vez, y por petición de su padre, había accedido a engominarlo hacia atrás y atarlo en una elegante y pequeña coleta.
— ¿Todas las madres ven guapos a sus hijos?— dijo Lysander con una sonrisa sincera en los labios mientras observaba a su madre acercarse a él.
— Pero no todas tienen razón, tú sí eres muy guapo— aseguró Olivia orgullosa mientras le ponía bien la pajarita en su camisa impoluta, ciertamente, los trajes de corte italiano le quedaban a su hijo como un guante, estaba hecho para vestirlos.
— Mamá…— Lysander llevó los dedos a los ojos de su madre secándole un par de lágrimas que le resbalaban por las mejillas y amenazaban con estropearle el maquillaje — si estás así el día del compromiso, no quiero ni imaginar el de la boda.
— Bueno, no tenéis por qué tener prisa para eso, aún sois muy jóvenes — dijo Olivia, quién se negaba a dejar salir a su hijo todavía de casa.— Alessia apenas tiene veintitrés años y tú, veinticinco, no tengáis prisa.
— Madre, la mayoría de gente en nuestras familias ya tiene hijos a esta edad.— Le recordó Lysander.
— Bueno, sabes que tu padre y yo te tuvimos tarde, así que no pasa nada si esperáis un par de años para la boda todavía.
Era cierto, Lysander sabía que él era el milagro de sus padres, después de intentarlo durante casi una década, Olivia salió embarazada ya pasados los 30, algo considerado bastante tardío en la época y sobre todo en familias como la Simeone, si no hubiera concebido no habría sido extraño que su matrimonio terminara rompiéndose en pro de conseguir otro heredero legítimo para los Simeone.
Ella negó sonriendo y sacó una cajita de terciopelo morado para dársela a su hijo, le costaba hacerlo, y no porque no pudiera desprenderse de lo que había dentro, sino porque algo le decía que aquel compromiso no debía llevarse a cabo, que su hijo no sería feliz con Alessia.
— Ahí tienes el anillo para tu futura esposa.
Después de dárselo, Olivia ya no habló más y salió rápidamente de la habitación.
La música se empezaba a escuchar en la parte de abajo de la mansión Simeone. Sin duda los invitados empezaban a llegar y ella debía estar allí, junto a su esposo, para recibirlos.