4 La chica de los recados.
No le llevo mucho tiempo a Mateo montar su propia empresa, desde que era un niño lo había decidido, un año llevaba siendo su propio jefe, y si bien en un principio quiso ayudar a su hermano Stefano, pronto se vio abocado a sus problemas, Ámbar había regresado de la universidad y era un peligro para todos, en especial para el negocio de Mateo, la joven se había acostado con uno de sus inversionistas que era casado y su esposa se había enterado, generando un gran problema.
— No me grites Mateo. — dijo la rubia poniéndose de pie.
— Agradece que solo te grite, no me importa con quien duermas, solo ¡no interfieras en mis negocios! — la advertencia fue seguida de un golpe de puño en su escritorio y su hermana se largó sin siquiera cerrar la puerta de la oficina.
Mateo camino a cerrarla no quería ver a nadie, porque estaba seguro de que en ese momento sería capaz de descargar su enojo en algún pobre trabajador, pero se detuvo en el marco de la puerta, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver un trasero grande y redondo, la joven estaba en una posición muy comprometedora y a él le tentaba darle una nalgada.
— ¿Y tú quién eres? — Su voz sonó furiosa, aun le duraba el enojo por el contrato perdido. De forma automática la joven se levantó y quedo dándole la espalda, la cual se notaba tensa, giro lentamente, mientras Mateo descubría que sus piernas eran cortas, ya que aun con los grandes tacones que llevaba se veía pequeña.
— Se…señor…yo…MACA…Macarena, soy Macarena Fernández. — dijo temblando como una hoja, sus ojos color chocolate brillaban de una forma única, y sus labios gruesos invitaban a querer besarlos.
— ¿A qué sector perteneces? — indago el hombre mientras la veía de forma descarada.
— Recados, soy la chica de los recados.
Mateo cerró la puerta casi en la cara de la joven, estaba asustado, no entendía que le pasaba, ¿Por qué su corazón latía de forma errática?
Necesito dos años para descubrir que estaba enamorado de ella, dos años en los cuales no perdía detalle de aquella mujer, esa latina que levantaba suspiros entre los hombre y los cuales él se encargaba de despedirlos por una u otra razón, 730 días en los que Mateo hizo hasta lo imposible por llamar su atención, pero ella siempre huía de él, parecía un conejo asustado y él un lobo hambriento, no entendía porque, era guapo, lo sabía, estaba en el cuarto puesto de los empresarios más sexy, superado por sus hermanos Eros, Stefano, y su cuñado Santoro, tenía dinero, era soltero, entonces…
— ¿Por qué mierda no me miras? — dijo una vez más apretando sus puños, la acababa de cruzar en el pasillo y como siempre ella corrió su cara, como si viera al demonio. Unos golpes en la puerta lo sacaron de su miseria.
— ¡Adelante! — grito producto de la frustración que sentía.
— Ho…hola se…señor. — Ante él la mujer que lo traía loco los últimos dos años, mirándolo desde la puerta, con el temor grabado en su rostro.
— Pasa. — dijo con molestia y sin entender porque actuaba así con él, solo con él su voz temblaba.
— Señor Zabet, lamento interrumpirlo. — podía verla temblar y tenía ganas de preguntar ¿por qué?
— Dime que necesitas. — la joven abrió sus ojos y Mateo se dio cuenta que su voz salió sumamente suave y seductora.
— Señor Zabet, yo… quería saber si puede autorizar un préstamo… para mí. — termino diciendo en un susurro y bajando su mirada.
— ¿El sueldo no te alcanza? — Sin querer la voz del hombre salió con un poco de burla, sabía que le pagaban bien, él había ordenado que aumentaran su sueldo cada tres meses.
— No, digo sí, pero necesito 250 mil dólares. — Desesperación, eso gritaban sus ojos y Mateo al fin tuvo la llave para llegar a ella.
— Lamento informarle que no doy préstamos.
— Pero si se les han otorgado a otros empleados. — podía ver que esa latina tenía carácter, sus cejas casi chocaban y la veía apretar sus puños conteniendo su enojo.
— Empleados, pero tú solo eres una simple chica de recados, dime, ¿lo consideras un verdadero trabajo? Creo que incluso te pagan más de lo que vales. — su mente de empresario le jugó una mala pasada, no lo pudo evitar, la deseaba, la veía como el mejor negocio de su vida, ese que llevaba dos años persiguiendo y ella ni cuenta se había dado.
— No es necesario ser cruel, señor, lamento quitarle su valioso tiempo. — la vio parada frente a él, tan indefensa, tan vulnerable.
— Soy un hombre de negocios, dime, si te doy el dinero que necesitas ¿Qué garantía me darías?
— Lo que usted quiera. — Dijo sin pensarlo — Vera yo necesito ese dinero porque…
— No me interesa el porqué, y te daré todo lo que pidas, con una condición. — la interrumpió mientras sonreía y ella como acto reflejo retrocedió, grave error, él iba a poner como condición que le diera la oportunidad de conocerse mejor, pero ante el gesto de la joven su mente le dio un plan mejor a seguir.
— Cu… ¿cuál?
— Tú serás mía, cada vez que yo lo requieras. — no perdió tiempo en ver su cara, estaba seguro de que lo rechazaría, tomo unos documentos de su escritorio y trato de leerlos, algo imposible estando ella allí.
—… — pasaron unos minutos que parecieron eternos, hasta que Mateo al fin levanto su cara.
— No tengo todo el día, soy un hombre ocupado.
— Yo… — Mateo la vio indecisa y ataco una vez más.
— Toma, te espero en este hotel hoy, se puntual, si no llegas me daré por enterado que no te interesa hacer negocios conmigo.
Mateo se encontraba en la habitación de aquel lujoso hotel aun no podía creer que ella había firmado el contrato, no podía creer que al fin la probaría, se había desecho del saco y había abierto su camisa un poco, estaba nervioso y le parecía ridículo lo que el amor podía hacer, esta vez no fallaría, esta vez haría lo necesario, no la perdería una vez más, Macarena golpeo la puerta, y el dio el pase.
— El uniforme de trabajo siempre resalto tus atributos. — dijo con voz cargada de deseo y Maca se congelo en su lugar. — ¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste?
— No…es, es solo que... no sé qué hacer. — vio cómo su piel color caramelo tomaba un color rojizo y se maravilló.
— ¿Cuántos novios has tenido Maca? — pregunto divertido, sabía que no estaba casada y que en ese momento no tenía novio, por lo que se decían en los pasillo Macarena estaba sola hacía tres años.
— Uno. — dijo en un susurro, bajando la cabeza.
— ¿Uno? — no lo podía creer.
— Si… bueno, no… — no sabía porque quería saber aquello y ella no sabía cómo explicarlo, pero lo único que consiguió fue incrementar la curiosidad del hombre.
— ¿Con cuántos hombres has dormido? — pregunto acercándose a ella, ya que no se movía de su lugar.
— Dos. — respondió mientras observaba como se acercaba lentamente a ella.
— Entonces, ¿dos novios? No tienes cara de relaciones ocasionales. — respondió mientras caminaba a su alrededor como quien observa una obra de arte.
— No, un novio y un amigo. — Mateo detuvo su caminar y llevando dos de sus dedos a la barbilla de Maca, levanto su rostro para que lo viera a los ojos.
— ¿Duermes con tus amigos? — indago con molestia.
— No, solo sucedió una vez, hace tres años, creí… — no sabía porque seguía hablando, pero no quería recordar a Hades, no quería admitir que creyó que su amigo también la amaba. — Pero no fue así. — dijo sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
— ¿Que no fue así? — no le gustaba el dolor en sus ojos, así no se parecían a los de ella, Elizabet sonreía con los ojos.
— ¿Le preocupa si estoy limpia? — Dijo con la furia que la situación le generaba — Para que sepa señor Zabet solo he tenido sexo dos veces en mi vida, a los 18 con el idiota de mi novio una sola vez y a los 20 con mi mejor amigo el cual desapareció al día siguiente.
Mateo la observaba temblar de rabia por sus preguntas, por haber estado con ellos, porque la lastimaron, sin pensarlo mucho tomo sus labios, lentamente los saboreo, dejo que Macarena reaccionara al contacto y lo consiguió luego de unos minutos, sus manos que estaban en la ancha cadera de la joven bajaron a su trasero, el cual apretó hacia él causando que ella sintiera su férrea erección en el vientre y un pequeño gemido salió de sus labios, dejo su boca y bajo por el cuello, lamiendo y chupando todo lo que había a su paso, mientras su respiración daba en la oreja de Macarena, quien se estremeció y no pudo evitar apoyar sus manos en el pecho duro del hombre, hacia demasiado tiempo que no estaba con alguien, pero no tenía tiempo para eso, el amor, el sexo, y la compañía masculina formaban parte de un pasado ya muy lejano, tenía demasiadas responsabilidades en ese momento como para buscar novio, o así sea diversión de una noche.
— Eres hermosa. — susurro a tiempo que desabrochaba cada botón de la camisa blanca de la joven y volvía a besar su labios.
Macarena se desconectó de cualquier pensamiento, no valía la pena pensar en nada, lo correcto e incorrecto perdía sentido, todo era por Alma, por su hija, la misma que esperaba en el hospital para someterse a una operación para corregir una malformación en su corazón, solo ella podía conseguir el dinero para la operación y tratamiento de recuperación, a pesar de que su hermano Diego, hoy de 17 años, hiciera todo lo posible por ayudarla no era suficiente, todo dependía de ella, como en los últimos cinco años.
Mateo la guio a la cama, mientras ella esperaba que sacara el animal que sabía que llevaba dentro, sus ojos celestes se los mostraba, y fue en ese momento en el que reparo que eran del mismo color que los de Hades, y como si hubiera viajado tres años atrás rompiendo la barrera del tiempo, como en aquella noche que ella se entregó a su amigo, levanto su mano y acaricio el rostro de aquel hombre, pero solo le bastó con oír su voz para saber que él no era Hades.
— Macarena, no te permito pensar en otro que no sea yo. — Mateo se dio cuenta del cambio en el brillo de su mirada y no estaba dispuesto a que ella soñara con otro en ese momento. — Di mi nombre. — ordeno a la vez que apretaba uno de sus senos, aun cubierto por el sostén.
— ¡Mateo! — dijo de forma fuerte al sentir un poco de dolor por el arrebato de su jefe.
— Así es morena, soy Mateo, estás conmigo… eres mía. — y mientras hablaba llevaba su mano bajo la falda, colándose por su ropa interior, descubriendo que el cuerpo de la latina reaccionaba de grata manera a su contacto.
Se tomó su tiempo para acariciar cada parte de su cuerpo, la había deseado con tanto fervor que disfrutaría de toda ella, pero lo que más le gusto, fue ver como poco a poco, con cada caricia, con cada beso, Macarena se dejaba llevar un poco más.
Estaba con su cabeza entre las piernas de Maca, lamiendo todo de ella, cuando sintió las manos de la joven tomar su cabello con fuerza y comenzar a mover las caderas, lo estaba disfrutando, al fin Macarena se estaba entregando al completo y él se dedicó a jugar con su clítoris, mientras disfrutaba de los gemidos de la latina.
— Deliciosa. — dijo al tiempo que se levantó para quitarse la ropa y la vio acalorada y un poco avergonzada. — Solo disfruta. — la tentó una vez más, si, para Macarena él era un demonio, y estaba a punto de llevarla a las profundidades de su infierno.