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2 Familia.

Cinco años después:

Macarena caminaba bajo el manto de la noche, no había estrellas ni luna que guiaran sus pasos, parecía que incluso el cielo se había olvidado de ella, no estaba segura de lo que estaba a punto de hacer, mejor dicho, no quería ni pensarlo, sentía el frio calar sus huesos, pero no era el clima, eran sus nervios.

Decir que su jefe era guapo, era un insulto, Mateo Zabet era hermoso, con un aura imponente, mentiría si dijera que nunca lo vio con interés, pero no era solo por ser su jefe, del momento que Macarena consiguió el trabajo de la chica de los recados quedó impresionada, aquel hombre le hacía recordar tanto a Stefano Neizan, el primer hombre que amo, el primero que la lastimo, el padre de su hija, era ridículo que ella encontrara algún parecido entre ellos, su cabello era lacio y el de Stefano ondulado, Mateo tenía una estatura normal para un hombre fornido, mientras Stefano media casi dos metros la última vez que lo vio, pero había algo en el brillo de sus ojos que provocaba que ella lo comparara, aún más sorprendente que también le hiciera acordar a Hades, no tanto en lo físico, era su aura, había visto a su jefe enojado un día, discutía con su hermana y su aura era tan oscura como la de Hades, aquel día que la defendió, el día que ella se había enamorado de su buen amigo Hades.

— Hades, ¿Dónde estás? ¿Por qué me dejaste?

Murmuro con pesar, su vida había cambiado radicalmente cinco años atrás, con la muerte de sus padres y la pérdida de su primer amor, dos años después volvió a sentir lo que era perder a quien se amaba, quedo sola nuevamente y ahora su vida volvía a cambiar, Macarena se preguntaba si alguna maldición caía sobre ella, ¿Qué castigo estaba pagando? No lo entendía, pero sin embargo no se quejaría y lo soportaría, este mundo no la vería abatida, así como así, antes daría pelea, después de todo, dos personas dependían de ella.

Llego al hotel donde Mateo la había citado, su corazón latía deprisa, ¿Qué era lo que estaba por hacer? Salvar a su hija, eso era lo que estaba por hacer y era lo único que importaba.

— Hola, yo… estoy buscando al señor Mateo Zabet. — dijo mientras se sentía como una prostituta, y es que en eso se iba a convertir.

— El señor Zabet la espera en el restaurant del hotel, sígame por favor. — dijo de forma educada el joven y ella se preguntaba si a todas sus putas las trataba así.

El joven la guio a un lugar reservado, por supuesto, pensó Macarena, no se dejaría ver con una… acompañante como ella.

En una mesa para dos personas iluminada con velas y aclimatada con música suave estaba su jefe, un hombre con rostro de Ángel y alma de demonio, su pesadilla, su salvador, un ángel caído como el mismo diablo, dispuesto a tentarte, deseoso de verte caer.

— Buenas noches. — dijo al tiempo que el joven se retiraba y Mateo se levantaba de su lugar para correr su silla, como todo un caballero, maldito, pensó.

— Me alegra que vinieras, aunque… diez minutos tarde, por poco y me vuelvo viejo esperándote. — Esas palabras la llevaron cinco años atrás, el tono de su voz y la forma de su sonrisa, Stefano sería un fantasma que la seguiría de por vida pensó.

Aun con el paso de los años se preguntaba qué sería de la vida de su gran amor, aquel al que le entrego su primera vez, aquel que le mintió, el que la dejo cuando más necesitaba a alguien, por suerte Hades apareció en su vida… Hades.

— ¿Estás aquí Macarena? — dijo en un siseo el hombre y ella lo miro asustada.

— Disculpe, yo… el autobús demoro… — comenzó a explicar, ella jamás se trababa para decir algo, pero Mateo Zabet era el mismo demonio, frio, calculador, paciente.

— ¿Autobús? ¿Por qué no tomaste un taxi? Si mal no recuerdo la parada más cercana a este hotel queda a ocho calles de aquí. — era verdad, ocho calles que Macarena casi corrió para no llegar tarde, con los tacos de 12 centímetros que el señor Zabet le pidió que llevara.

— No estoy en condiciones de gastar dinero que no poseo. — respondió apenas en un susurro mientras bajaba la cabeza, no quería sus ojos juzgándola, no de nuevo.

— Mírame — dijo con voz autoritaria el hombre de 23 años, y Macarena lo obedeció, jamás le había dicho o hecho nada, pero ella le temía.

— Mientras estés conmigo nada te faltara y no debes bajar tu rostro por nada ni nadie. — Hipócrita, pensó la joven, ¿cómo podía ser que ahora se comportara de esta forma? Aunque quizás tenía una oportunidad de cambiar el rumbo de las cosas.

— Señor Zabet, yo lo único que pido es un préstamo… yo lo pagare. — dijo mientras el aire salía de golpe de su interior y sus manos se cerraban con fuerza bajo la mesa.

— Shhh, aquí quien pone las reglas, soy yo, no tu Maca. — Un escalofrió subió por su columna, solo sus más cercanos la llamaba de esa forma, solo personas que ella quería le decían Maca. — Por ahora cenemos, después tendremos tiempo para lo demás. — Macarena estaba segura de que no podría comer nada, su estómago se cerró al escuchar su promesa.

El hombre de cabello castaño se encargó de pedir la cena, mientras ella permaneció en silencio, esperando un milagro, algo que no llegaría, por lo menos no esa noche.

Cenaron en silencio, aunque la joven solo movió su comida de un lado a otro, a lo sumo fue capaz de comer dos bocados, mientras Mateo no solo cenaba, también la devoraba con la mirada.

Luego que el hombre pagara la cena, partieron rumbo a una suite, con cada paso que daba su corazón se aceleraba, quería salir corriendo de aquel lugar, pero por su hija, y por su hermano ella haría todo, al fin y al cabo, solo era sexo, todas las personas tienen sexo, pensó la joven a modo de consuelo.

— Bien, hablemos de negocios. — dijo con cara de empresario su jefe, mientras, servía dos vasos de wiski.

— Yo…

— Siéntate Macarena, no te quedes de pie. — cada vez que le ordenaba algo, un destello distinto brillaba en sus ojos, una mezcla de cansancio y molestia. Mientras le dio uno de los vasos, Macarena solo lo obedeció, sin embargo, no bebería.

— Necesito 250 mil dólares, es para… — Mateo levanto su mano y ella hizo silencio, provocando una enorme sonrisa de satisfacción por parte del hombre. Satisfacción, que ella lo obedeciera con un solo gesto.

— No me interesa para que quieres el dinero, y ya te lo plantee en la oficina, no doy prestamos, soy un empresario, lo mío son los negocios, te propuse un acuerdo, donde ambas partes teníamos lo que queríamos. — dijo, mientras bebía un poco de su trago, sin sacar los ojos de la joven.

— No soy una puta señor Zabet. — rebatió mirándolo con fuego en los ojos, apretando sus dientes, quería golpearlo, deseaba golpearlo como Hades le había enseñado.

— Lo sé y mataría a cualquiera que te tratara de esa manera. — la sorpresa se vio reflejado en el moreno rostro de Macarena.

— Pero usted… — Macarena estaba a punto de gritarle que él era el único que se atrevió a tratarla de esa manera.

— Conmigo tendrás un contrato de cooperación, yo te daré todo el dinero que necesites, incluso para que no tengas que volver a trabajar jamás y a cambio. — Mateo se levantó y camino, hasta llegar tras ella, se inclinó un poco y con suma delicadeza agarro un mechón de cabello lo llevo a su rostro y lo olio como si fuera el perfume más caro y delicioso del mundo. — Tú serás mía, en cuerpo y alma. — murmuró en su oído y Macarena no pudo evitar estremecerse, después de Stefano jamás había dormido con nadie… bueno con Hades la noche anterior a que la abandonará.

— No sé si pueda, mi cuerpo… si, ¿pero mi alma? — Dijo confundida, ¿acaso realmente era el demonio? ¿estaba haciendo un pacto con el diablo? Apostaría su vida a que así era.

— De eso me encargare yo, tú de lo único que te tienes que ocupar es de firmar ese contrato, donde se especifica que serás mía todo un año y a cambio, te daré todo el dinero que quieras, cada cosa que desees será tuya, por ahora en esa maleta tienes medio millón esperando por ti. — Macarena se sentía sola, atrapada, estaba a punto de convertirse en carne de intercambio, pero lo haría gustosa, solo por ella, por Alma, su hija.

— Será como usted diga señor Zabet, pero solo me iré con 250 mil, ni más, ni menos, es todo lo que necesito y mantener mi empleo.

Mateo Zabet la observo con devoción, como lo hacía hace tres años, tres años que miraba sus piernas que no eran largas, pero si bien tonificadas, soñando con hundirse en ese trasero grande y redondo, imaginando que tan suave eran sus pechos, Mateo Zabet soñó con ella desde el primer día que la conoció, la latina lo enloqueció, la deseaba, la necesitaba y al fin había conseguido el medio para llegar a su fin, enamorar a Macarena. No importaba si para ello tenía que ser el mismo diablo.

— No solo mantendrás tu empleo, serás mi asistente personal, tu paga aumentara, al igual que tus horas de trabajo.

— ¿Asistente personal?, pero usted ya tiene secretaria…

— No es lo mismo, tú estarás en mi despacho, a mi lado, desde que llegue a la empresa, hasta que me marche. — respondió mientras caminaba hasta el bar a servirse otro Wiski.

— ¿Todo por dormir con usted? — Macarena estaba molesta, tres años trabajo allí, como la chica de los recados y solo debía acostarse con el ángel caído, por no decir demonio y todo hubiera sido diferente.

— Mateo, dime Mateo y no, no es por eso, sé que tienes potencial, te he oído ayudar a varias personas de la empresa, pero nadie te toma en cuenta, y para que dejes de pensar mal de ti misma, te lo planteo así, te llevas los 250 mil y el puesto de mi asistente, o dejas que te de medio millón cada dos meses.

No soy nada, está jugando conmigo, le sobra el dinero, tanto como para tirarlo de esta forma, solo debía aprobar el PUTO préstamo.

—Macarena. — la llamo al notar que nuevamente estaba perdida en su mente, odiaba cuando hacia eso.

— ¡Solo debía aprobar el préstamo! tiene tanto dinero que lo desperdiciaría de esa forma, seis millones por tenerme a su disposición por un año, no entiendo…

— Vales más que eso, para mi vales mucho más que dinero.

Macarena no había reparado en que estaba de pie a mitad de la sala, su carácter y furia la traicionaron, reacciono cuando Mateo envolvió un brazo en su cintura para traerla hacia su cuerpo, aun con tacones de 12 centímetros había una diferencia de estatura entre ella y el señor Zabet.

— Puede tener a la mujer que quiera. — susurro con ganas de llorar porque ese hombre se encaprichará con ella.

— Pero solo te quiero a ti. Ahora firmas… o puedes irte con las manos vacías. — advirtió mientras la liberaba, esa no era una opción para Macarena, hacer lo que realmente quería hacer era lo mismo que dejar morir a su hija.

Giró sobre sus talones, tomo su bolso y Mateo creyó que ella se iría, apretó sus manos en puños, sin saber muy bien que hacer para retener a esa mujer allí, no podía perder una vez más, pero para su sorpresa ella saco una pluma y firmo el contrato sin verlo, grave error.

Mateo le mostro una sonrisa que le hizo erizar el bello de la nuca, camino hasta el documento, le pidió la pluma y ella se la paso, coloco su firma y guardo el documento en una carpeta, su más valioso contrato.

— Toma tu trago, te espero en la habitación, el contrato entre en vigencia a partir de este instante. — dijo para luego lamer sus labios y dejarla sola.

—Malditos hombres con cara de Ángeles. — susurro cargada de odio y rencor.

Macarena solo había tenido sexo dos veces en toda su vida, la primera fue con Stefano y la segunda con Hades, hoy se entregaría a alguien por voluntad propia, pero no por placer, esperando que sucediera lo mismo que con los otros dos, que luego de esa noche, simplemente desaparezca.

Cinco años atrás:

Macarena clavo sus ojos color chocolate en Stefano, ¿acaso creía que se burlaría de ella tan fácilmente? Ese joven estaba jugando con fuego y ella se encargaría de hacerlo arder.

— Hijo de puta. — dijo al tiempo que le daba vuelta la cara de una bofetada, estaba a punto de golpearlo nuevamente cando el joven rubio y alto la tomo de las muñecas y casi la levanto en el aire.

— ¡¿Qué rayos te sucede?! — pregunto furioso, nadie lo había golpeado, más que sus hermanos y siempre fue en plan de entrenamiento, ya que los hermanos Zabet, estaban preparados para todo, ser sobrinos de un asesino, cuñado de un mafioso y por supuesto cuñado de la princesa Bach y que tus padres sean multimillonarios siempre te ponían en la línea de fuego de alguien, lo sabían muy bien, ya habían perdido a Dulce por ello, su joven prima que murió antes de los 20.

— ¿Y lo preguntas? ¡Maldito idiota! déjame y vete a gastar el dinero que ganaste con tu puta apuesta. — Stefano se dio cuenta que alguien hablo de más, pero ¿cómo se lo iba a explicar? la latina realmente era un fiera cuando se enojaba, se lo estaba demostrando, que la tuviera de las muñecas no le garantizaba nada, ya que sus pantorrillas estaban recibiendo las furiosas patadas de Maca.

— Tranquila, no es lo que piensas, ¡detente Macarena o te lastimare! — advirtió gritando, Stefano nunca tuvo paciencia, siempre era un volcán a punto de hacer erupción. Macarena se detuvo de inmediato, Stefano ya le había dicho de los problemas que tenía para contenerse cuando se enojaba y no quería comprobar que tan ciertos eran.

— Suéltame y lárgate, no quiero volver a verte, nunca. — quería sonar firme y fuerte, pero en la última palabra su voz se quebró, ella se había enamorado de ese rubio mentiroso y embustero.

— Maca, no recibí el dinero, es verdad, me acerque a ti para poder integrarme a los idiotas con los que compartía mi departamento, pero además quise cuidarte, siempre te veía tan metida en los estudios, que me di cuenta de que no tenías idea de lo que pasaba a tu alrededor, me sume a la apuesta para que no te siguieran molestando, pero me enamore de ti latina, esa es la verdad. — termino de confesarle cuando ambos estuvieron más tranquilos y liberando sus muñecas, las cuales estaban rojas, al igual que los ojos de la joven.

— ¿Cómo podre creerte? — respondió Maca al tiempo que se sobaba las muñecas.

— Sé que Maciel fue el que te lo dijo, estoy seguro, porque abandoné el departamento y me fui a vivir solo, no me interesa conocer a nadie que no seas tú, debes creerme, no sabes cuánto sufrí por no verte estos días. — al momento que Stefano recorrió su mejilla limpiando una de las tantas lagrimas que había derramado, sintió que le decía la verdad.

— Ven, entremos y me explicas. — Stefano entro tras ella, era la primera vez que estaba en el pequeñísimo departamento de Macarena, que en realidad era un cuarto de unos pocos metros cuadrados, de un lado tenía la cama en frente la cocina y un pequeño mueble donde comía y desayunaba, a un lado un baño casi diminuto.

— ¿Vives aquí? — el joven sentía que le faltaba el aire, aunque la ventana estaba abierta.

— Sí, es lo más barato que encontré, únicamente tengo el dinero de la beca, mis padres son personas trabajadoras, pero aún tienen que criar a mi hermano menor y pagar la hipoteca de la casa. — Dijo en un suspiro mientras se sentaba en su cama, ya que solo tenía una silla, la cual le cedió a Stefano.

— Lo entiendo. — respondió, aunque no era verdad, Stefano jamás había pasado alguna necesidad y es que siendo hijo del magnate de las joyas Amir Zabet no conocía lo que era la necesidad de nada.

Pasaron horas hablando, Stefano había ido con la idea de contarle todo, la absurda apuesta, el error de su apellido que Neizan era su cuñado y que él era Stefano Zabet, solo así Macarena comprendería que las semanas de ausencia del joven en la universidad se debían al secuestro de su hermana Victoria y no a que la estuviera evitando, pero con todo el tiempo que le llevo a la latina creer en su palabra con referente a la apuesta, no creyó prudente decirle que también le había mentido con su apellido, no estaba seguro de lo que sentía por ella, pero si estaba seguro que no quería perderla, sin embargo se enfrentaba a un dilema, su hermana Victoria se había ido a vivir con él, no creyó prudente decirle, después de todo su hermana seguro se encariñaría con Macarena, como él lo había hecho, y si las cosas no marcharan bien, su hermana estaría triste, eso no era bueno, la joven que era ciega ya había pasado por demasiado, hacia solo unos días que la habían recuperado, cuando Macarena al fin se tranquilizó, fue a pedirle consejos a su cuñado Neizan Neri, mejor conocido como El Vidente, Jefe del clan Neizan, los que manejaban casi toda Rusia.

— Stefano, si quieres algo serio con ella debes serle honesto, ese es mi consejo. — dijo el ruso que estaba sentado en su despacho con el joven frente a él.

— Ese es el problema, no puedo ser honesto, recuerda que secuestraron a Vicky, qué tal si ella es una infiltrada o algo. — Stefano se sentía un poco paranoico, pero era entendible.

— Entiendo tu preocupación, pero dime, ella no sabe que tú y tus hermanos son quintillizos, tampoco sabe que desapareciste porque una de tus mitades fue secuestrada, no sabe ni siquiera tu apellido e inclusive estoy seguro de que no sabe quién soy yo, creo que, si no tienes la confianza suficiente para abrirte a ella, es mejor que la dejes ser, quizás en este tiempo encuentre a otro joven que, si la quiera, no todos son racistas aquí.

Las palabras de su cuñado en lugar de tranquilizarlo solo lo hicieron poner más nervioso, Stefano había comenzado a sentir cosas fuertes por esa latina, al punto que mientras estuvo en su hogar esperando noticias de Victoria se dedicó a entrenar, con el solo hecho de auto castigarse, por estar pensando más en que si Macarena estaba bien en lugar de estar preocupado por su hermana, como lo estaban todos.

Los días pasaron, las cosas volvían a la normalidad y ellos comenzaban una relación como cualquier otra pareja de adolescentes, pero Stefano sabía que no duraría mucho, él le ocultaba demasiadas cosas y Macarena comenzó a sospechar, mientras la joven le contaba a sus padres de que estaba saliendo con un joven americano, estos hacían preguntas, las cuales la morena no podía contestar.

— ¿Stefano, tienes hermanos? — pregunto mientras caminaban hacia su departamento.

— Si. — fue todo lo que respondió, siempre era así cuando ella hacia preguntas sobre su familia.

— ¿Y cómo se llaman? — insistió para que siguiera hablando.

— Eros, Zafiro… — y mientras el joven hablaba una rubia despampanante aparecía ante ellos, con una gran barriga que dejaba en claro que estaba embarazada.

— ¿Alguien me llamo? — pregunto la mujer de 25 años.

— Macarena, te presento a Zafiro Neizan. — dijo de forma teatral el joven, sabía que a su hermana le encantaba lucir el apellido de su esposo. Pero para Macarena ese apellido era de la familia de su novio.

— Hola, mucho gusto Macarena. — dijo la joven al tiempo que extendí su mano para saludarla.

— La latina. — respondió divertida Zafiro, dándole a entender que él hablaba de ella, y provocando que su hermano enrojeciera.

— ¿Qué haces por aquí? — rebatió el joven al ver que su hermana se estaba burlando de él.

— Comprando, en fin, mañana tendrás el día libre, yo me ocupare de tomar tu lugar. — la forma en la que los hermanos hablaba parecía que era una especie de código secreto o algo por el estilo, Stefano se despidió de Zafiro al igual que Macarena, la cual solo estaba feliz de que a pesar de que su novio no hablara de su familia, si le hablaba a su familia de ella.

— Maca, ¿Qué te parece si mañana nos tomamos el día para nosotros? — Solo bastaron esas palabras, para que el corazón de Macarena latiera con fuerza, esta joven estaba perdidamente enamorada de Stefano.

— Claro. — fue todo lo que dijo.

Al día siguiente Stefano la paso a buscar y para su asombro la llevo a un hotel cinco estrellas, la joven lo observo con una mezclas de sensaciones, pero Stefano se defendió diciéndole que solo charlarían, termino de creerle cundo se encontró dentro de la suite, donde un banquete los esperaba, almorzaron de forma tranquila y riendo de anécdotas que la joven le contaba sobre su infancia, Stefano había organizado todo para decirle la verdad, quien era él, para hablarle con la verdad, pero su teléfono sonó, interrumpiendo todo lo que el joven tenía pensado hacer.

— Debo irme. — dijo de forma apresurada.

— ¿Ya? Creí que… — Macarena realmente pensó que perdería su virginidad aquel día, pero no podía decirlo, así como así.

— Lo lamento amor, pero mi hermana está a punto de dar a luz a mi sobrino. — era tanta la emoción que no reparo en lo que decía, pero Macarena si, él la llamo amor y fue allí donde la latina cayó ante el Ángel guardián que había conocido en rusia.

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